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Sal de mi camino

Las mujeres que protegen a los nuevos millonarios chinos

China es el segundo país con más millonarios después de Estados Unidos. Las mujeres guardaespaldas se consideran armas secretas inofensivas que pueden disfrazarse como asistentes o acompañantes.

A juzgar por su chaqueta negra de piel, pantalones de piel y botas de plataforma, Li Wenjing parece más bien una asesina de una película de serie B que una guardaespaldas. La excampeona de shadowboxing se encontraba patrullando el lugar que le asignaron, es decir, el hotel de cinco estrellas de su jefe, a las afueras de Beijing. Mientras hablaba con ella en el recibidor, los clientes iban y venían de la sauna a sus habitaciones cubiertos con toallas y de fondo se escuchaba una versión estilo música ambiental de la canción "Sounds of Silence" de Simon & Garfunkel.

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"Cuando estoy con mi cliente en su casa tengo permiso de vestirme más casual", dijo refiriéndose a su atuendo ciberpunk y su cabello recogido en una cola de caballo. "Cuando tenemos eventos formales, me visto más femenina. Me presento como si fuera su secretaria para que nadie sepa que soy su guardaespaldas".

Después de conocer a Li, terminé viendo fotografías del grupo femenino de guardaespaldas llamado Guardia Amazónica, del líder libio Muhamar el Gadafi. El grupo encargado de proteger al difunto líder y a su harén llamó la atención de todo el mundo. En la China actual, los periódicos y los blogs utilizan imágenes de mujeres guardaespaldas entrenando en bikini para atraer más lectores.

Sin embargo, el sexo no es el factor principal de la creciente fama de las mujeres guardaespaldas. China es el segundo país con más millonarios (tiene más de dos millones) después de Estados Unidos. Desde que se legalizaron las empresas de seguridad privada en 2010, los nuevos empresarios, actores y otros miembros de la élite millonaria china han comenzado a buscar los servicios de estas empresas. Las mujeres guardaespaldas se consideran armas secretas inofensivas que pueden disfrazarse como asistentes o acompañantes. Y lo mejor de todo es que las clientas adineradas atesoran a sus defensoras porque pueden permanecer a su lado todo el día sin provocar rumores lascivos.

Este es el caso de la señorita Guo, anfitriona de un programa sobre colecciones de antigüedades en la Televisión Central de China. Ella utiliza la empresa Yunhai Elite Security, un centro de entrenamiento en Beijing, para contratar guardaespaldas a media jornada. "Los guardaespaldas son indispensables, hasta son más necesarios que los asistentes o los maquilladores", dijo Guo. Ella vive en un complejo de viviendas a las afueras de Beijing. Ahí también hay muchos locales desocupados, no obstante, los anuncios de la boutique de zapatos "Jamay Choo" y el minisúper Y-Eleven dejan en evidencia las pretensiones occidentalizadas de la constructora. "Esta es la mejor y la peor época en la historia de China", señaló Guo. "Me gustaría creer que todas las personas son buenas y tienen buenas intenciones, pero no soy ingenua".

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En respuesta a la creciente demanda, muchas jóvenes que acaban de terminar la universidad se han ido directamente a entrenar a escuelas como Yunhai para perfeccionar sus habilidades para pelear y sus modales para convertirse en mujeres guardaespaldas. Las motivan los altos salarios y la oportunidad de establecer un futuro sin la inestabilidad que proporcionan las competiciones de artes marciales y el tedio del trabajo de oficina mal pagado.

Li, la guardaespaldas, entró a Yunhai en 2010 como experta en artes marciales que deseaba poner en práctica su entrenamiento profesional. "Quería alcanzar mi máximo potencial", me dijo. "Si fuera una empleada cualquiera, no podría hacerlo. Además me pagan bien". Después de terminar su entrenamiento, Li comenzó a trabajar en Yunhai, una empresa de seguridad privada que se encarga de satisfacer las necesidades de chinos adinerados y dignatarios extranjeros. Hoy en día, Li gana cerca de 40.000 yuanes (más de 5.700 euros) al mes, un salario envidiable que equivale a diez veces el salario promedio en las zonas urbanas de China.

La escuela de entrenamiento Yunhai es un pequeño recinto cerca del aeropuerto de Beijing. Al llegar, el señor Xin Yang, director de la escuela y exinstructor de artes marciales en el ejército chino, me dio la bienvenida y aceptó darme un recorrido. De los veinte estudiantes nuevos, tres eran chicas, y todos dormían en los dormitorios de la escuela. Me recordó un poco a los retiros que organizan en los institutos. El área de entrenamiento acolchonada estaba rodeada de imágenes creadas por computadora de personajes de G.I. Joe y heroínas de videojuegos. Afuera había montones de lechuga china secándose para después poder prepararla al estilo tradicional y servirla como condimento a la hora de la comida.

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Para entrar al programa de entrenamiento de Yunhai, los aspirantes deben enviar su solicitud y esperar a que los acepten. El alojamiento y la comida corre por cuenta propia pero la educación es gratis. El entrenamiento consiste en levantarse temprano por la mañana para correr cinco kilómetros, rutinas con el saco de boxeo, lecciones de kickboxing y peleas de wushu. Por la tarde, los estudiantes tienen sesiones de prácticas donde aprenden cosas como la forma segura de acompañar al cliente a su coche o ayudarlo a salir de él.

Todo el grupo toma las mismas clases a pesar de que hay muchos niveles de aptitud. Es por esta razón que la duración del programa de entrenamiento es diferente para cada alumno. Muchos de los acaban de entrar a Yunhai pasarán casi un año de entrenamiento.

El día que fui a Yunhai, los alumnos estaban aprendiendo cómo someter e inmovilizar a atacantes armados, ya sea con una navaja o con AK-47. El instructor Lu Qingxin hizo una demostración de la técnica necesaria para controlar a un agresor que porta un cuchillo de carnicero y hacer que se corte la garganta a sí mismo.

Después quitaron algunas colchonetas del área de práctica para la clase de etiqueta de la instructora Ding Jia, en la que dos alumnas que titubeaban al caminar en tacones de 7,5 cm tenían que aprender a caminar y mantener una postura erguida. "Aprender a caminar con tacones es necesario para este trabajo", comentó Ma Zeng, una chica delgadísima de veinte años de edad que antes trabajaba en una fábrica textil. "Es para mostrarle respeto al cliente".

Es muy difícil tener acceso a un arma de fuego en China, por eso los crímenes violentos son poco comunes en el país. "La ley china dicta que nadie tiene permiso para portar armas, en especial los guardaespaldas", dijo Xin. "Como no podemos portar armas, debemos ser expertos en kung fu y en técnicas de defensa, estar atentos en todo momento y reaccionar rápido cuando el cliente está en peligro".

Sin embargo, algunos de los guardaespaldas de Yunhai sí portan un arma, una "pluma de autodefensa" diseñada por Xin. Esta pluma está hecha de aluminio negro con filo en la punta, es como una navaja sofisticada que podría dañar órganos vitales con facilidad. "¡También da masajes!", dijo Xin con emoción y acto seguido oprimió un punto de presión para liberar estrés en mi mano para demostrarlo.

Me quedé a ver el entrenamiento. Ma emitía un grito a cada golpe que lanzaba su compañero de equipo, quien tenía dificultades para mantener sus manos protegidas en alto debido a los continuos golpes. Las jornadas son largas y el entrenamiento es agotador. Le pregunté a Ma por qué había optado por una carrera tan difícil. "Siento orgullo cuando protejo a mi cliente y hago que se sienta a salvo porque de ese modo puedo demostrar mis habilidades", respondió. "Significa que mi sudor y mi esfuerzo no fueron en vano".