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Se mantiene callado durante todo el ataque; ignora cuando le suplico que se quite de encima de mí.
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De pronto se detiene. Se escuchan pasos en la escalera y uno de mis roomies abre la puerta. "¿Qué pasa?", dice y fija la mirada en mi invitado. Como me da pena explicar la situación, me deshago de él con mentiras. Y el tipo que quería aprovecharse de mí con tanta confianza vuelve a ser tan tímido como siempre.Cuando cierro la puerta, me ve por ultima vez y dice "De todas formas nunca me gustaste".Voy al cuarto de mi roomie y le cuento que nuestro invitado no acepta un no como respuesta y que me costó mucho trabajo quitármelo de encima. Mi roomie dice que no quiere correrlo porque también es su amigo. Mareado y cansado, me deja para dormir un rato.
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La razón principal de no acudir a la policía fue la reacción de mis seres queridos. Algunos de mis familiares dijeron "Eso te pasa por tomar cuando estás con hombres". Otros dijeron que era su palabra contra la mía y que no tenía caso presentar cargos.Borro el texto cuatro veces antes de encontrar las palabras correctas. Irónicamente, no quiero parecer agresiva y asustarlo.
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Me preocupa no encajar en lo que la sociedad percibe como una "víctima real", es decir, una mujer joven y sobria que fue atacada por un extraño en un callejón. Escucho las preguntas de la policía en mi cabeza: "¿Cuánto habías tomado?", gritan. "Pero dejaste que se quedara en tu casa, ¿o no?"
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LeonieMedia hora después, mi teléfono vibra y siento la adrenalina. Dice que no está seguro de qué hizo pero que por lo visto "su comportamiento causó un problema que necesita tratarse cara a cara". Quedamos en ir a tomar un café esa misma semana.Conforme le cuento lo que pasó esa noche, su lenguaje corporal cambia poco a poco. Ya no puede verme a los ojos y en vez de eso se enfoca en las migajas frente a él. No me interrumpe hasta que le digo lo que pasó en el sillón. "Te me encimaste. Te dije que te detuvieras pero aún así metiste las manos en mi ropa interior. ¿Tienes idea de lo feo que es eso?""¡No!", gritó y se formaron lágrimas en sus ojos. "Ese no era yo". Le pregunto si cree que estoy mintiendo. Dice que me cree pero que es una buena persona.Verlo al borde de las lágrimas me hace sentir que tengo el poder. Insisto y le pregunto si siempre trata así a las mujeres; si sabe que lo que hizo es un delito. Le digo que si me entero que lo vuelve a hacer, lo voy a denunciar. Se disculpa desesperadamente y me dice que va a controlar su forma de beber.Antes de irnos, me dice, "Qué bueno que aclaramos las cosas. ¿Podemos ser amigos?" Le aclaro que eso nunca va a pasar. No lo he vuelto a ver desde entonces.No todos me apoyaron después de lo que me pasó y por eso traté de arreglar la situación a mi manera. Quería convertirme en mi propia salvadora; quería hacerlo temblar, como él lo hizo conmigo. Sentada frente a el en esta cafetería, por fin sentí que estábamos a mano.De vez en cuando me lo encuentro en el transporte público y siento cómo se me revuelve el estómago. Pero no pienso dejar que me vuelva a asustar.