Esperando el fin del mundo con un ermitaño polaco

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Esperando el fin del mundo con un ermitaño polaco

En los años 90, Edward era un albañil, y mientras trabajaba, Jesús llegó a él y le dijo que construyera una casa en la cima de una colina.

A unos cuantos kilómetros de la ciudad polaca de Breslavia, un hombre vive completamente solo en la cima de una montaña. Al menos, eso fue lo que pude deducir cuando mis amigos me hablaron de "un ermitaño extraño y varios perros que viven en una colina en las afueras de la ciudad". Mis amigos hablan mucho, pero esa historia en particular me llamó la atención.

Breslavia está situada en el suroeste de Polonia, en una zona muy plana. Pronto me di cuenta de que la colina donde vivía este hombre había sido hecha por el hombre; específicamente a partir de una pila gigante de escombros de la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, los ladrillos y los restos de los edificios destruidos fueron llevados a este lugar, y con el tiempo la naturaleza se apoderó de la zona y los árboles la cubrieron. Se convirtió en una colina, en el patio trasero de las instalaciones de una enorme planta química. En cierto modo, era bastante romántico: un sitio para refugiarse del mundo, encima de la tumba de una antigua ciudad.

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Cuando conocí a este ermitaño, llamado Edward, no me gritó ni les ordenó a sus perros que me persiguieran, lo cual interpreté como una buena señal. Sin embargo, tampoco estaba contento con mi visita imprevista. Me dijo que había estado esperando el fin del mundo durante 20 años, y explicó que la naturaleza le estaba dando suficientes indicios de que ese fin estaba cerca. Para ser ermitaño, sabía mucho sobre los acontecimientos actuales, incluyendo los huracanes y otros desastres naturales. "Todo es obra de Dios", me dijo.


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No tuvo problema en dejarse fotografiar, mientras yo escuchaba sus historias durante horas. Me dijo que cuando era más joven, había tenido una revelación. En los años 90, era un albañil, y mientras trabajaba, Jesús llegó a él y le dijo que construyera una casa en la cima de una colina. Entonces Edward encontró la pila de escombros y comenzó a construir sobre ella.

Durante los siguientes dos años, fui periódicamente a Breslavia para ver a Edward. Durante ese periodo de tiempo, algunos de sus perros viejos lo dejaron, y algunos otros nuevos llegaron a vivir con él. Por la noche lo visitaban ciervos.

Cuando nos conocimos, Edward ya había logrado construir dos cabañas en esa colina, y ahora estaba construyendo una tercera. Había convertido los escombros y el polvo en suelo fértil y los usó para construir refugios para la gente sin hogar de Breslavia. Durante el invierno la policía llegaba a la zona en busca de personas desamparadas para llevarlos a un refugio en la ciudad. Edward siempre los invitaba a tomar una taza de té para mostrarles que aunque pueda haber nieve afuera, su hogar en la colina es agradable y cálido.

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Edward trabajaba en las cabañas seis días a la semana. De vez en cuando caminaba colina abajo para conseguir un poco de agua de un estanque cercano. Tenía una cámara digital y tomaba fotografías de su mundo, que su vecino más cercano archivó para él. Edward era perfectamente consciente de lo que estaba pasando alrededor de su montaña, pero ese mundo lo enojaba bastante, sobre todo porque, según él, está lleno de gente que actúa en contra de Dios. Edward esperaba que Dios intervenga pronto y le ponga fin a todo.


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No conversaba mucho. Cuando hablé con él, evitó muchas de mis preguntas, apegándose a sus propios temas de conversación. Así que dejé a un lado mis preguntas, ya que no quería interferir demasiado con su vida; después de todo elegió una vida de soledad y aislamiento.

Dos años más pasaron desde mi última visita a Breslavia. El mes pasado decidí ir de nuevo para escribir esta pieza. En mi camino hacia la colina, estaba preocupado de que Edward ya no estuviera ahí, pero cuando llegué, todo era exactamente igual. El único cambio fue que la tercera cabaña estaba casi terminada, y los perros habían envejecido. Edward era el mismo. Tan pronto me vio, me dijo que septiembre era demasiado frío. Para él, esto era una prueba definitiva de que nuestro mundo está llegando a su fin.

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