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Cortar con alguien en un bar es hermoso y desastroso

En teoría, terminar con alguien en un bar parece una buena idea porque es territorio neutral. Por desgracia, las cosas no siempre salen tan bien como las planeas.

Este artículo fue publicado originalmente en Munchies, nuestra plataforma de comida, para su serie Restaurant Confessionals, donde personas que trabajan en restaurantes y bares cuentan las extrañas historias que suceden tanto en las mesas como en la cocina.

En teoría, terminar con alguien en un bar parece una buena idea porque es territorio neutral. Pero en realidad estás exponiendo demasiado a la persona. Hasta podría considerarse irrespetuoso.

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Es fácil saber cuando alguien está teniendo un mal día. Cuando llega un cliente y se ve que trae buena vibra, aunque luzca un poco deprimido, me gusta regalarle un trago de cortesía. A veces lo hago. Si se ve demasiado triste, se la mando de inmediato.

"La mujer preguntó cuál era el whiskey más caro de la carta y le respondí que el Johnnie Walker etiqueta azul costaba $2,200 pesos un trago doble. Lo ordenó, lo lanzó al rostro de su acompañante y se fue".

Con frecuencia, a la gente no le gusta dar detalles sobre sus rompimientos. Casi nunca he visto que las personas regresen después de un rompimiento para hablar. El proceso es más bien dramático e incómodo.

Mi amigo Ian también es mesero y hace poco me contó una anécdota de cuando trabajaba en un restaurante lujoso. Un día llegó una pareja, la mujer preguntó cuál era el whiskey más caro de la carta y mi amigo respondió que el Johnnie Walker etiqueta azul costaba $2,200 pesos el trago doble. Lo ordenó, lo lanzó al rostro de su acompañante y se fue". En mi opinión, su reacción fue admirable. Esperemos que el chico haya hecho algo para merecer una jugada tan hostil.

La verdad es que sólo me ha tocado ver dos rompimientos memorables. El peor fue el de una pareja que llegó a un bar filipino en el que estaba trabajando. Terminaron muy mal. La voz de la chica se volvió insoportable y el chico empezó a gritar. Se veía que estaban tratando de mantener la calma, pero al final se fue furioso.

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Ella se quedó en la mesa llorando por casi una hora. De vez en cuando me acercaba y le preguntaba: "Oye, ¿estás bien?" y ella me respondía: "Sí, sólo dame un minuto". Hasta que llegó un punto en el que tuve que acercarme y decirle: "Sé que es un momento difícil pero alguien tiene que pagar… Son mil pesos de cuenta". La chica rompió en llanto y al final la cena fue cortesía de la casa. Después la chica dijo "Muchas gracias, qué amable de su parte. Me siento muy apenada, etcétera, etcétera".

Para ese entonces, el DJ ya estaba poniendo música más adecuada para la vida nocturna. Creímos que la chica se iría en ese momento pero no, sólo se paró de su mesa y se dirigió a la barra. Se volvió a maquillar pero de todas formas se notaba que había llorado. Era evidente que estaba teniendo un mal día.

Entonces muchos aprovecharon para invitarle tragos. Se puso a platicar con muchos tipos, luego se iban a una esquina, se abrazaban y fajaban. Hizo lo mismo como con cinco tipos. Después de todo ese desastre emocional, se puso a bailar. Trataba de mantener el control pero se caía a cada rato y no podía pararse. Estaba rodando por el suelo con un montón de tipos sospechosos a su alrededor en todo momento. De pronto ya no traía zapatos. No podíamos detenerla porque siempre había otro cliente que le invitaba otro trago.

Y justo en ese momento entró el hermano de uno de los guardias de seguridad, un samoano de 80 kilos. Ella quedó fascinada. Se le acercó de inmediato y lo llevó a casa. Al día siguiente, el chico llegó cubierto de moretones y chupetones. Le preguntamos qué había pasado y nos contó que estaban teniendo muy buen sexo hasta que la chica vomitó y manchó toda la cama.

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Lo mejor de todo fue que esta chica regresó una semana después y se volvió cliente frecuente. Y se ligaba a muchos, muchos tipos. Ese fue el rompimiento más dramático que he visto en un bar.

La mujer que empezó todo siguió gritando lo de Facebook durante toda la pelea. Gritaba "perra" y "puta" pero no dejaba de mencionar la palabra "Facebook".

Bueno, y este otro. Esa noche estaba dedicada al hip hop. Todo iba bien al principio, hasta que llegó la hora de cerrar. Apagamos las luces y corrimos a todos del bar. De pronto, las personas que estaban afuera empezaron a gritar. "¡Te he visto espiar el Facebook de mi hombre! ¡Siempre comentas sus fotos, le das 'me gusta' y le envías toques!", gritó una mujer.

Todos nos quedamos escuchando y riendo a carcajadas sin salir del bar. Lo único que hicimos fue enviar a un guardia de seguridad a decirles que bajaran la voz para que los vecinos no se quejaran. Mientras tanto, los demás nos amontonamos frente a las persianas para tratar de ver qué pasaba. Había diez chicas que se veían grandes y rudas. La mujer que empezó todo siguió gritando lo de Facebook durante toda la pelea. Gritaba "perra" y "puta" pero no dejaba de mencionar la palabra "Facebook". Nosotros moríamos de risa. Nuestro equipo de seguridad trató de separarlas pero desistieron porque las mujeres estaban demasiado alteradas.

Todos los hombres se hicieron a un lado. El dueño de la cuenta de Facebook en cuestión estaba parado como un poste frente al bar. La chica se acercó y terminó con él justo en ese momento. La nueva ex novia corrió tras él mientras gritaba "¡No voy a regresar contigo!", pero no dejaba de seguirlo. El drama duró siglos.

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Al día siguiente, cuando llegué a abrir, me di cuenta que había extensiones de cabello por todos lados. Era increíble. Mi jefe me dijo: "Por favor sal y limpia lo más que puedas". Semanas después seguían apareciendo pedazos de extensiones. A veces encontrábamos trozos dentro del restaurante porque el viento los arrastraba. Nunca se iba, igual que la diamantina.

Según yo, nunca he terminado una relación en un bar. La única vez que me pasó algo así fue cuando tenía 21 años. Un día conocí al un tipo que había sido DJ en muchos eventos importantes. Cuando empezamos a salir, alguien me advirtió que tenía novia, entonces decidí que lo mejor era alejarme. Sin embargo, cuando le pregunté, me dijo que ya habían terminado y que su ex estaba loca. Le creí. Dos meses después descubrí que me había mentido y que sí tenía novia cuando empezamos a salir. Ahora entiendo la reacción de esa chica al enterarse que su novio, la persona con la que vivía, estaba saliendo con una chica de 21 años.

Una noche quedé de verme con mi amiga Lily para ir a una estúpida fiesta hispter donde él iba ser el DJ. Al llegar nos fuimos directo al baño para inhalar aire comprimido. De inmediato entró la novia con otras cuatro amigas y sacó a todas las chicas que no tenían nada que ver. Cuando salí del cubículo, una de sus amigas agarró a Lily y las otras dos me agarraron mientras la cuarta me pegaba en la cara. Como acababa de inhalar aire comprimido, lo único que hacía era reírme de forma histérica como en la película A los trece, porque, en serio, me parecía muy gracioso. Lo que quiero decir es que lamento haberme cogido a tu novio pero no es necesario que llames a cuatro amigas y me den una golpiza en el baño. Creo que dije algo como "me cogí a tu novio" mientras me reía. Mala idea.

Cuando terminaron, las empujé y salí corriendo del baño. El tipo estaba afuera del bar. Me acerqué a él y le grité: "Vete a la mierda, pendejo. La loca de tu novia me rompió la cara en el baño por tu puta culpa". Después grité otras cosas como que su pene era muy pequeño, que no valía la pena, etcétera. El tipo sólo dijo: "¡Oye, tranquila, no es para tanto!" Entonces me di la vuelta y me fui, pero el tipo fue tras de mí. Todo esto pasó frente al bar. Creo que había más o menos 50 personas mirando. Supongo que podría contar como un rompimiento bastante público.

Me cuesta trabajo recordar todas las veces que el alcohol me ha ayudado a superar el final de una relación porque bebía sin parar hasta que cumplí 25 años, sin importar si acababa de terminar con alguien o no. Lo que sí recuerdo es que, las veces que fui sola a un bar, siempre había sujetos que trataban de iniciar una conversación con la frase: "¿Por qué tan solita?"

Hilary Pollack escribió este texto a partir de lo que le contaron anónimamente.