Las construcciones de guerra abandonadas en Gran Bretaña

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Las construcciones de guerra abandonadas en Gran Bretaña

Así, las fotos de Marc son como agujeros de gusano a través de los cuales podemos ver el pasado, el presente y el futuro de Gran Bretaña.

En Gran Bretaña hay infinidad de monumentos en honor a los mártires de guerra, pero además de las placas y las imponentes estatuas de piedra caliza, el país está salpicado de innumerables vestigios de la guerra que sacudió al Reino Unido y el norte de Europa, voluminosas estructuras de hormigón que yacen como testigos silenciosos de la escena.

El fotógrafo Marc Wilson pasó seis años visitando 143 de estos lugares para su libro The Last Stand, publicado a finales del año pasado. Aunque yo todavía no existía cuando los búnkeres y las baterías que aparecen en sus fotografías se usaban, mientras pasaba las páginas y observaba aquellos exoesqueletos incrustados en el paisaje, sentí que también capturaban parte de mis experiencias.

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Sus imágenes ilustran el hilo que recorre los tapices de la vida del pueblo británico desde que se construyeron esas estructuras. Parafraseando a Marc, "El periodo de tiempo que media entre su construcción y la actualidad está compuesto por las historias y los recuerdos que pretendo reflejar con esta obra. Pueden verse estos objetos como puntos y aparte en el cronograma".

En otras palabras, los fuertes de las fotos de Marc han permanecido aletargados en costas y colinas desde su construcción, a la espera de que alguien pasara por allí y les buscara un lugar en su propia historia personal. Vengo de Norfolk, donde el paisaje es eminentemente plano; buscamos alguna indicación mirando al horizonte y nos topamos con muchos restos similares a los que Marc muestra en su libro.

Los campos que nos rodeaban escondían un ruinoso castillo guardado por puertas con púas metálicas y un puesto de observación de la Guerra Fría oculto entre una espesa maraña de espinos. El castillo —lo que queda de él— y las habitaciones sin techo del puesto de observación nos dieron cobijo para fumar, alejados de las miradas curiosas, y sus muros se convirtieron en las fronteras de nuestros propios mundos.

Al contemplar la foto del Fuerte Brean Down sobresaliendo de la cresta de la colina de Somerset, me imagino en la composición casi al instante, mirando por la ventana, maldiciendo al viento mientras gasto mis últimos cerillos.

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Estos lugares se convirtieron en el escenario de nuestras realidades fuera de casa y, con el tiempo, también en sitios en los que hacíamos raves y fiestas. Cualquier estructura de hormigón que proporcionara cobijo en los bosques, campos, dunas y canteras de los alrededores era suficiente para la mafia del sonido que mantenía vivas las fiestas de Norfolk.

El vínculo entre la escena rave y las estructuras de las fotos de Marc se hace quizá más patente en la imagen de los emplazamientos de artillería de Portland, en Dorset. Si hubiéramos perdido la Batalla de Gran Bretaña, esos cañones habrían servido para evitar la invasión por tierra. Sin embargo, una parte de mí no puede evitar ver esas paredes curvas y pensar que no hay mejor sitio para instalar un equipo de sonido, incluso con espacio detrás para colocar el generador y las bocinas.

Cuando veo estas fotos me viene a la memoria la fiesta AZTEK, en Kings Cliffe (Northamptonshire), durante la Semana Santa de 2006. En las estructuras de hormigón ennegrecido y los techos abovedados de acero corrugado resonaba el eco del happy hardcore y el hard trance que emitían las bocinas situadas en la trinchera de al lado.

Con la salida del sol, advertí que el hangar, la torre de control y la pista de aterrizaje —en aquel momento atascada de Ford Fiestas y Escorts— alguna vez formaron parte de una base de la fuerza aérea británica. En 1944 estuvo ocupada por los americanos, concretamente el Grupo 20 de Bombarderos, conocido como el "Loco Group" por su precisión a la hora de soltar bombas sobre locomotoras. Con el frío de la mañana, me di cuenta de que la única constante en aquel lugar desde que pasó por última vez el Loco Group eran los adolescentes tiritando de frío y el ruido de los generadores.

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Por extraño que parezca, me siento mucho más identificado con estas imágenes que cuando veo mis fotografías de Facebook. Casi puedo oír el estruendo de la música al otro lado del marco, y eso para mí no tiene precio.

Para mi padre y mi abuelo, las fotos les traerán recuerdos de un nacionalismo muy arraigado en la identidad colectiva y de la fuerza de un imperio frente al fascismo. Representan una época en la que los anacronismos del imperialismo y los pormenores de la defensa civil eran tema de conversación frecuente. Eran muestras tangibles de la existencia de una guerra, objetos que revivían los titulares y agudizaban la sensación de peligro. No sé si mi generación podría llegar a asimilar la idea de que hubo un tiempo en que aquellas barricadas antitanques eran un gasto necesario.

Sin embargo, Marc se ha esforzado mucho por enmascarar todo este componente bélico. Para la foto de la casamata al pie del barranco, en Studland Bay, utilizó una velocidad de obturador lenta para dar al agua un aspecto lechoso, transformando de este modo un objeto que representa la violencia en un elemento que transmite paz.

Para lograr este propósito, Marc suele salir de su hotel mucho antes de que amanezca y espera el momento en que la luz incida de forma correcta en los restos y los presente ante sus ojos de la forma que él esperaba.

Se ha discutido mucho sobre si todas esas estructuras deberían dejarse en pie como tributo o retirarse. En el caso de Wissant II, en la fotografía de arriba, se tomó esta última decisión después de que un niño se lesionara con las barras de hierro forjado que sobresalen de la estructura de hormigón. Marc cree que es una lástima, y yo estoy de acuerdo con él. Todas esas construcciones representan algo mucho más importante de lo que podemos llegar a comprender ahora.

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Vivimos en una época en la que el carácter viene definido por la variedad de estampas que tenemos en nuestra laptop. The Last Stand apunta a algo más completo; construcciones de piedra desvencijadas que a mis ojos se asemejan a sangre y tendones, al cartílago fracturado de un país con la nariz rota.

A la hora de documentar el pasado, es importante recordar que también se está capturando el presente y el futuro. La nostalgia colectiva no solo se limita a observar: también es un reflejo.

Así, las fotos de Marc son como agujeros de gusano a través de los cuales podemos ver el pasado, el presente y el futuro de Gran Bretaña. Espero que los objetos que ha capturado sigan donde están al menos para otra generación de chicos como yo.

_The Last Stand _está disponible aquí.

Sigue a James en Twitter; puedes ver más fotos de Marc en su página web.