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Comida

La pizzería del DF que alimenta y da trabajo a la población callejera

En Pixza, por cada cinco triángulos vendidos regalan uno a personas en situación de calle. Después se les invita a participar en un programa que termina con una oferta de trabajo formal.

Esteban sonríe para la foto. No se está tomando una selfie ni es su cumpleaños, de hecho, está fimando su contrato de empleo en Pixza. Esta pizzería, ubicada en la colonia Juárez, en el DF, regala pizzas y ofrece empleo a personas en situación de calle, como Esteban.

Para conseguir el empleo, Esteban tuvo que recorrer la ruta del cambio.


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Pixza fue creada por Alejandro Souza y presumen ser los únicos cuya masa tiene entre sus ingredientes maíz azul. En el local hay un reloj contador que indica el momento en el que se suma una porción para regalar: por cada cinco triángulos —rebanadas más grandes de lo normal— vendidos, regalan uno a personas en situación de calle.

"Cuando se hace la entrega de la pizza gratuita, a todos los beneficiarios se les da una pulsera que dice 'La ruta del cambio'. Esto empieza con una rebanada gratuita y termina con una oferta de trabajo formal", dice Alejandro.

Alejandro distribuye sus ganancias de tal forma que le dé independencia económica y la libertad de trabajar en lo que él cree: la gente que vive en la calle generalmente no lo hace por gusto, y los programas gubernamentales no están realmente enfocados en la reintegración social, por lo que es necesario armar una infraestructura que les permita salir de esa situación. Así, Alejandro se describe como un emprendedor social que encontró en la comida el camino para fomentar un cambio.

"Una ONG depende de dinero externo y muchas veces los que dan el dinero dictan la agenda y las empresas privadas. Hasta después de mucho tiempo de recuperar la inversión piensan en algún programa de impacto social. Nosotros somos un híbrido", detalló.

No es necesario sentir empatía por el proyecto de Pixza para ayudar a las personas sin hogar; a cualquiera que le gusten las rebanadas va, se las come y ya. Sus pizzas son de platillos mexicanos como barbacoa, tamal, chicharrón prensado, chile relleno, entre otros, para hacerlo más atractivo para los clientes. Sin embargo, para los clientes que empatizan con la causa hay unos papelitos en los que pueden dejar un mensaje que reciben los vagabundos junto con su porción de pizza.

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Alejandro trabaja en coordinación con el Instituto de Asistencia e Integración Social, que es parte de la Secretaría de Desarrollo Social. Junto con personal de dicha dependencia eligen el lugar donde se entregarán las rebanadas. La repartición se hace los jueves y hasta el momento han entregado alrededor de 570 pizzas de mil 200 recaudadas. Se da una porción por beneficiario cada semana.

Ya hay tres personas en situación de calle trabajando en Pixza, es decir, el 50 por ciento de su planta laboral. Ellos se desempeñan como meseros y ayudantes de cocina, y en su página de Facebook anuncian quiénes son e invitan a ir a echarles porras.


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Después de recibir cinco rebanadas, es decir, al transcurso de cinco semanas, quien que así lo desee puede hacer un voluntariado: ayudarles a limpiar el local, hacerle algún favor a un vecino, asear las jardineras, entregar rebanadas, lo que sea.

Cada cinco rebanadas se sube de nivel. Después del voluntariado lo que sigue es un curso de habilidades de vida basado en la sicología positiva e impartido por gente del Instituto de Asistencia e Integración social.

Después se les da un corte de pelo, mismo que los de Pixza consiguen a través de peluqueros que donan su trabajo. Sigue un estudio sicomédico a cargo del instituto, un baño, una camiseta y por último la oferta de trabajo.

"El objetivo es rehumanizar y redignificar a la persona preparándolos para que se puedan convertir en lo que quieren lograr sintiéndose mucho más cómodos con lo que son", explica Alejandro.

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La ruta del cambio no es un camino fácil porque no todas las personas en situación de calle pueden reincorporarse a la sociedad. La oferta de trabajo sólo la reciben los que cumplieron con los cinco niveles, lo que en teoría debería llevarles 30 semanas, es decir, tres meses. Pero de acuerdo con el compromiso que le ven al beneficiario aceleran el proceso para que llegue más rápido la posibilidad de tener un empleo.

En las tres personas que hasta el momento han logrado terminar la ruta del cambio, los resultados son sorprendentes, a decir de Alejandro. Uno de los meseros, por ejemplo, era un hombre tímido que no se animaba a hablar con los clientes; ahora, es evidente cómo ha ido ganando confianza.

Pixza funciona también como fondeadora. Invitan a ONG's o empresas sociales a inventar un nuevo sabor de rebanada, siguiendo los lineamientos de que la masa debe ser de maíz azul y el relleno con platillos e ingredientes mexicanos.


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Les permiten colocar la información de lo que hacen en las paredes del local y durante un mes todas las ventas de esa rebanada —menos los costos de producción— se van a financiar la organización elegida. Es decir, la ONG se lleva el monto de dinero que recaudó su pizza, sin mínimos ni máximos requeridos.

Uno de los proyectos que se benefició fue el de Mi Valedor, una revista para gente en situación de calle hecha por ellos mismos. Llevan cuatro años publicándola y tienen tres ediciones. Los personas sin hogar las venden en 20 pesos, lo que les deja una ganancia de 5 pesos por revista.

Alejandro considera que las posibilidades de Pixza son muchísimas y que va a crecer para diseñar más mecanismos que le ayuden a trabajar en la construcción del mundo en el que quiere vivir. Las dudas de la gente que le dijo que Pixza no iba a funcionar quedaron atrás y al menos en su día a día puede ver a tres personas a las que su proyecto les ha cambiado la vida.