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Feminisme

"La oscuridad me conforta": artistas japonesas pervierten la cultura kawaii

Aya Kakeda, Junko Mizuno y Hinako Hinana explican por qué se sienten cómodas explorando un imaginario oscuro y retorcido.
Juan  Regis
traducido por Juan Regis


Delicado, adorable, ingenuo, femenino; a primera vista resulta difícil entender por qué alguien tendría problemas con la estética japonesa kawaii. Desde sus primeras apariciones en la cultura pop japonesa de los 70, la empalagosa tendencia ha tomado por asalto el mundo y encontrado un atractivo global en una generación tan apegada a la nostalgia escapista como lo son los adolescentes japoneses nacidos después de la burbuja financiera de dicho país que la popularizó.

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El concepto que dio sus primeros pasos como un elemento de diseño logró dejar una impresión perdurable en la escena artística de Japón. Pero mientras la industria del manga y el mundo del arte fino continúan celebrando la hipersexualización de colegialas con grandes senos y ojos saltones, una nueva ola de artistas transgresoras comienza a revertir la corriente: Juno Mizuno, Aya Kakeda, Hinako Hinana, Chiho Aoshima, y Risa Mehmet, por nombrar algunas.

Todas las artistas comparten una estética común con destellos adorables, aunque con un toque siniestro peculiar: transfiguraciones inquietantes de mujeres monstruosas o retablos claustrofóbicos de femineidad que se oponen al pasivo y dominante ideal. Algunos le llaman el oscuro arte shojo (chicas). Otros dicen que es aterrador.


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"En Japón, las mujeres siempre necesitan ser adorables y obedientes, jóvenes y hermosas", comenta la ilustradora y artista de cerámica nacida en Tokio, Aya Kakeda. "Pero como mujer tienes muchos pensamientos oscuros. Eres una persona, con muchas emociones, y por lo tanto no puedes ser solamente 'linda'. Creo que mi frustración sale cada vez que dibujo. Es un personaje lindo", dice contundentemente, "pero en realidad no lo es".

La frustración de Kakeda se proyecta en el contraste entre lo adorable y lo grotesco. Por lo general, su obra muestra a una niña pícara —"casi siempre yo", dice mientras ríe— o un pequeño grupo de niñas. En una de sus pinturas, una multitud de pequeños clones en blanco y negro sostienen bolsas de mano y teléfonos celulares; el único elemento colorido es la goma de mascar rosa que mancha sus accesorios y los vendajes que cubren cada una de sus diminutas caras. En lugar de ser una crítica del consumismo de los adolescente o la cultura del selfie, se trata de una expresión de comunión entre mujeres.

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"[La pintura] forma parte de un libro llamado Mickey Virus", explica Kakeda. Sus breves relatos cuentan la historia de una niña que se mutila partes de su cuerpo después de enterarse que ha sido infectada por el virus empalagoso y manipulador de Disney. "Al final se corta todas sus partes, y se pone un vendaje. La pintura muestra que no sólo es una niña, sino todas las niñas de la ciudad que se infectaron. No les gustó pensar de una sola forma, por eso se cortaron todas sus partes y se volvieron individuos".

"Snake Mother" de Junko Mizuno. Imagen cortesía de la artista

Es evidente que las convenciones sofocantes de la cultura kawaii tienen un impacto en las vidas personales de las artistas y su obra en general. "No pude decidir ser influenciada por la cultura kawaii. Así es como todas las niñas dibujan a las personas", recuerda Junko Mizuno, creadora de historietas y pionera de este estilo. "Pero siempre me frustraba que la gente asumiera que las cosas adorables sólo podían ser lindas".

"Por ejemplo, yo soy chaparrita. Mido 1.47 metros, y por lo mismo la gente asume que soy muy débil, amable y dulce. Pero para nada soy así. Las cosas pequeñas pueden ser muy poderosas".

Ambas mujeres representan fuerzas artísticas importantes, y han forjado exitosas carreras a nivel internacional en el ámbito de la ilustración, área que, Kakeda destaca, sigue estando dominada por hombres. "Pero está cambiando", dice con un tono esperanzador.

"Bali" de Aya Kakeda. Imagen cortesía del artista

La artista con residencia en Tokio, Hinako Hinana, fue testigo del surgimiento de esta nueva ola interesante. Como reconocimiento al crecimiento del este género, Hinana curó una exhibición de arte shojo en Tokio este año que incluyó a ocho artistas cuya obra explora el lado oscuro de la cultura femenina.

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La combinación subversiva de aprehensión y dulzura, dice, resuena particularmente en la mente de las mujeres. "Muchas más mujeres que hombres han respondido al atractivo aterrador-encantador de mi trabajo", dice Hinana. "La combinación de lo espantoso y adorable en el mismo espacio tiene un encanto peculiar, creo".

Las inquietantes pinturas al aceite de Hinana que muestran los rostros cabizbajos de "Lolitas" con sus extremidades atoradas en autos y casas miniatura crean una impresión evidente del peso de la femineidad adorable. Sus personajes se transforman en animales, y las mujeres tienen cuerpos de leones y aves. Este tipo de metamorfosis femenino, dice, es un tema recurrente en el género. Aunque también podría verse como una liberación simbólica y creativa. "La oscuridad es confortante y me consuela", añade pensativamente.


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Kakeda concuerda que no es tan grotesco como parece. "A veces la gente me pregunta por qué hay tantas cosas oscuras y grotescas en mi obra, pero no creo que sea así", comenta. "Le corté la cabeza a este personaje pero no es el fin: tal vez algo más crezca en su lugar. Para mí no es algo malo, simplemente representa un cambio o transformación".

De igual forma, Mizuno quiere que las personas se sientan atraídas por los aspectos más viscerales de su obra. En el lado opuesto del espectro de colores, su vibrante estilo psicodélico hace referencia a la vida, naturaleza, y la creación. "En la cultura japonesa, las mujeres son hermosas cuando son débiles y frágiles. Eso me frustra, por eso me gusta retratar mujeres poderosas; a veces como monstruos, hermosos monstruos". Sus Medusas femeninas y voluptuosas son una propuesta valiente sobre la sexualidad de las mujeres. "El dar a luz es parte del poder especial que las mujeres poseen", explica Mizuno.

En cuanto al toque macabro, la combinación con la dulzura se da de forma natural. "He experimentado muchas cosas diferentes en mi vida, no sólo felicidad, así que es natural para mí plasmar todo eso en mi obra", explica Mizuno. "No lo hago solamente para incomodar a las personas. No me importa si es lindo o atractivo", dice Mizuno sobre el arte shojo. "Lo que quiero es que la gente disfrute mi trabajo".