El Kevin, el Brayan y la Britany: Las consecuencias de tener un buen nombre

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El Kevin, el Brayan y la Britany: Las consecuencias de tener un buen nombre

En la última década, en México 15.065 niños han sido registrados con el nombre de Axe, 12.861 con el de Kevin y 5.079 con el de Brayan. ¿Qué implica el nombre con el que somos bautizados?

 "¿Sabe lo que significa ese nombre?" La mujer, una enfermera de unos 50 años no podía ocultar su enojo. Sus facciones amables, que inspiraban la confianza de cualquier paciente en esa clínica de especialidades del Centro Histórico, en un momento se endurecieron. Frunció el ceño, perdió la sonrisa, apretó los labios. Cuando habló su voz salió golpeada. En verdad se sentía ofendida. No podía creer que la joven madre al otro lado del escritorio hubiera dado a su hijo el nombre del anticristo.

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"Ah, bueno", volvió a pronunciar la enfermera minutos después, sin convencimiento, al escuchar la explicación de la madre. No le importaba que los orígenes de ese nombre se encontrarán en Grecia y que la migración lo hubiera llevado a Alemania donde en 1919 Herman Hesse lo tomó para llamar así al enigmático amigo de su personaje Sinclair, en su novela Demian. Historia de la juventud de Emil Sinclair. Ella había escuchado ese nombre en La profecía, la película que dirigió Richard Donner en 1976, y nada le podía quitar de la cabeza que así se llamaba el hijo del diablo hecho hombre.

Por eso trató de encontrar un motivo para regañar a la madre. Qué sí el niño ya tiene todas las vacunas hasta ese momento, "sí, aquí está la cartilla", contestaba la chica mientras sacaba el documento. Que está muy gordito el bebé, seguramente le da jugo, "no, toma exclusivamente leche materna". Que si se lava las manos antes de darle de comer, "sí, claro que lo hago". La joven tenía una respuesta para todo además de un coraje atravesado.

El nombre, ese que está en nuestra acta de nacimiento, va más allá de una forma de designar a un ser humano. El nombre otorga identidad, es un derecho y está contenido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la Convención sobre los Derechos del Niño, en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de México.

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En resumen estas leyes nos dicen que todos desde el nacimiento tenemos derecho a recibir un nombre, un apellido y una nacionalidad. Por eso existen las actas de nacimiento, porque ahí se registra oficialmente, ante una nación y el mundo, que jurídicamente existimos. Gracias a este documento, por lo menos en México tenemos acceso a los servicios de salud, al sistema de educación, a becas que otorga el Estado, a programas de desarrollo social, a la justicia; podemos elegir gobernantes a través del voto, trabajar legalmente, heredar una nacionalidad a nuestros hijos.

Sin embargo, no todas las personas cuentan con un certificado oficial que les otorgue identidad. Una investigación realizada por El Universal asegura que, según el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, en México hay 14 millones de personas sin acta de nacimiento. De acuerdo al INEGI una de cada 100 personas carecen de este documento oficial. Sin identidad legal una persona fácilmente es víctima de trata, privada de su dignidad y explotada sexualmente, obligada a realizar trabajos como servidumbre doméstica en calidad de esclavos; los niños son vendidos como mercancía para extracción de órganos, adopciones ilegales o son forzados a la mendicidad.

"Creo que si se llamara Brayan o Kevin la señora no se hubiera ofendido", me dice luego del incidente en la clínica, con ironía y enojo, la madre de ese pequeño que también es mi hijo. Brayan, Kevin, Britany, Axe y demás nombres anglosajones se han puesto de moda en la Ciudad de México desde hace unos diez años. Solo hay que asomarse a los archivos de la oficina central de Registro Civil para descubrir que durante la última década 15 mil 65 niños han sido registrados con el nombre de Axe, 12 mil 861 con el de Kevin, y 5 mil 79 con el de Brayan (no Brian como se escribe en inglés). La influencia de las series de televisión y el cine que se producen en Estados Unidos es probablemente la causa de que muchos de los padres llamen así a sus hijos, además que se tiene la idea que por dar esos nombres de alguna forma su condición social será diferente.

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La migración también puede ser otra causa. Mi vecina vivió unos años en Estados Unidos. Allá nació su hijo al que llamó Brandon, según ella se trataba de una forma de adaptación a la vida en aquel país y porque a los gringos les cuesta trabajo pronunciar los nombres latinos. Aunque, paradójicamente, en los últimos años los nombres de origen hispano están de moda por allá.

Como sea, parece que mucha gente en México se ha acostumbrado a escuchar estos nombres, tanto que cuando alguien decide usar para su hijo uno diferente a los de moda o al del santoral, digamos una referencia literaria, su reacción no es positiva. Cuando ese prejuicio se junta con el machismo, el asunto resulta peor. El técnico de la Clínica de Especialidades No. 2 del sistema de salud del gobierno de la Ciudad de México, preguntó a Sony, mi compañera de vida, luego de leer el nombre del niño, si se llamaba Demonio. Ella, molesta, volvió a hablar sobre el libro de Herman Hesse y el tipo dio una respuesta idiota: "¿A poco lees?" El sujeto a mí no me ha dicho nada cuando yo llevo al pequeño para que lo atienda.

Incluso en la oficina del Registro Civil, la mujer que escribió el acta de nacimiento del bebé nos miró en forma despectiva y pronunció con cierto rechazo un "qué es eso" cuando dimos el segundo nombre del niño: Deusdete, el cual tomamos de un personaje del libro Estação Carandiru, escrito en 1999 por el brasileño Dráuzio Varella y que en 2003 llevó al cine Héctor Babenco. Hasta un amigo, olvidando que él posee un apelativo de origen hebreo, decía que dar un nombre brasileño equivalía a un "Brayan".

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Caio Blat interpretando a Deusdete en la película 'Carandiru'.

No sería mala idea que estos dos le dieran una leída al estudio que dirigió el investigador John Waggoner de la Bloomberg University of Pennsylvania, en donde deja ver que el nombre que recibimos o que damos a nuestros hijos habla mucho de nuestro contexto cultural, educación, gustos y nivel socioeconómico, además de crear expectativa en los demás. Se espera cierto comportamiento según el nombre que uno porte. Es por eso que muchas gente relaciona a las personas que se llaman Kevin, Brayan, Arnold, Britany y por el estilo, con un estrato social bajo, un pobre nivel académico y una educación que raya en lo básico. Sin embargo, la reacción hacia un nombre también dice mucho de las personas que lo escuchan, como en el caso de la enfermera o el técnico de rayos X que esperaban que mi hijo iniciara el apocalipsis.

Es curioso que con la intención de evitar que los padres den a sus hijos nombres peyorativos, extraños, denigrantes, o que sean motivo de broma, en México se han implementado diversas medidas. En la Ciudad de México los 50 jueces del Registro Civil exhortan a los padres a cambiarlo, pero si insisten el personal no tiene más opción que registrar al menor tal como quiera la pareja. En algunos municipios de San Luis Potosí, por ejemplo, los empleados de la dependencia también asesoran a los padres para que eviten nombres que provoquen condiciones de abuso y bullying. En Querétaro no se permite —para mala suerte de muchos de nosotros— registrar a un niño con el nombre de Gokú, y en Guadalajara se emiten recomendaciones para evitar nombres como Shaddai, Qohelet, Nahium, Yehoshua o Midgard.

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En 2014 el estado de Sonora modificó su Ley del Registro Civil y publicó una lista que contiene 61 nombres con los que ningún menor puede ser registrado —Anivdelarev, Calzón, Masiosare, Escroto, Lady Di, Robocop, Rolling Stone o Virgen son algunos de ellos—, además de no permitir combinaciones del estilo "Michael Jackson Ramírez", ni más de dos nombres en una persona.

Parece que los nombres han dejado de tener significado para convertirse en significantes. No importa que Brandon tenga origen anglosajón y signifique "De espada veloz", o que la forma correcta de escribir Brittany sea con doble "T " y se trate de una región al noreste de Francia. Quien porta hoy estos nombres está condenado a la burla y el escarnio. Pero no olvidemos que las modas van y vienen y es posible que un día Demian, Deusdete, Memo o tu nombre, tan elegante, tan culto, sean alcanzados por el poder mediático de la televisión y el cine. Entonces serán motivo de sátira, bullying y uno que otro meme en redes sociales. Solo hasta entonces el Kevin, el Brayan, el Axe, la Janett y la Britany tendrán su venganza.

@MemoMan_
@CronicasdeAsfalto