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Salud

Los hongos podrían hacer que los pacientes con cáncer teman menos a la muerte

Según dos estudios recientes, la psilocibina, el principal alcaloide de los hongos mágicos puede proporcionar un alivio dramático y duradero a la depresión y la ansiedad en pacientes con cáncer.
Hongos
El Psilocybe semilanceata es un hongo psicotrópico (o 'mágico') que contiene los psicoactivos psilocibina y baeocistina. Foto vía Getty Images.

Dos nuevos estudios sugieren que la droga psicotrópica psilocibina, también conocida como hongos mágicos, puede proporcionar un alivio dramático y duradero a la depresión y la ansiedad en pacientes con cáncer, allanando el camino para una revolución potencial en la psiquiatría.

Por supuesto, eso sólo ocurrirá si se pueden derribar las barreras legales y culturales que han prohibido durante mucho tiempo el uso médico de estas drogas. Para tener éxito, los proponentes tendrán que caminar una línea delgada entre levantar las esperanzas y crear una publicidad poco realista, un acto de equilibrio que se volverá más precario cuando Donald Trump asuma el cargo en enero.

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Los datos son cada vez más impresionantes, incluso si los nuevos estudios son pequeños: Dos equipos independientes en Johns Hopkins y en la Universidad de Nueva York (NYU) evaluaron a un total de 80 pacientes con ansiedad o depresión generadas por algún cáncer mortal.

Después de una dosis única de psilocibina, del 60 al 80 por ciento tuvieron reducción de los síntomas, lo que llevó a una mejora en la calidad de vida durante seis meses o más. En el estudio de Hopkins, que incluía a la mayoría de los pacientes, el 60 por ciento tuvo una "remisión completa", según el autor principal Roland Griffiths, profesor de psiquiatría y neurociencia en la Facultad de Medicina de Hopkins.


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Los estudios fueron a doble ciego y a los participantes de la NYU se les dio un placebo o la droga real en una sesión y la sustancia que no recibieron primero en otra sesión semanas más tarde. En la prueba de Hopkins, se utilizó un diseño cruzado similar, pero en lugar de un placebo los pacientes recibieron una dosis de psilocibina demasiado baja para ser efectiva. En ambos estudios, todos obtuvieron al final una dosis de nivel terapéutico.

Los datos fueron publicados el jueves en la Revista de Psicofarmacología (Journal of Psychopharmacology). Fueron tan importantes que la revista dedicó un número completo a los dos estudios, junto con comentarios de apoyo de los líderes de la salud mental. Esas voces incluyen a dos ex presidentes de la Asociación Psiquiátrica Americana y al ex subdirector de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas durante la administración de George H.W. Bush, Herb Kleber.

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Ha habido hallazgos similares de crecimiento emocional positivo después del uso de hongos en pruebas recientes en personas sanas. Y ahora también hay por lo menos media decena de pruebas modernas de psilocibina para condiciones que van desde dejar de fumar hasta curar la depresión.

Antes de que el pánico sobre el uso recreativo de los psicotrópicos llevara a la prohibición y detuviera casi toda la investigación de estas sustancias en los años 70, ya se habían publicado más de 1,000 estudios que incluían a 40,000 participantes, según el autor principal del estudio de la NYU, Stephen Ross, director del tratamiento para adicciones en la Facultad de Medicina de la universidad.

En una conferencia de prensa para anunciar los resultados, Dinah Bazer, una paciente de Brooklyn que tuvo cáncer de ovario, dijo inequívocamente: "Esta droga me salvó y cambió mi vida". Aunque su cáncer se trató con éxito gracias a una cirugía, Bazer permaneció ansiosa por la recurrencia, y aclaró que estaba "consumida por el miedo, que estaba controlando y arruinando mi vida".

Durante su viaje, Bazer cuenta que visualizó su miedo como una masa en su cuerpo y que le gritó "lárgate de aquí", y luego sintió que se desvanecía. Después, comenta, se sentía "bañada en el amor de Dios… durante horas". Esta sensación de conexión le permitió volver a comprometerse con la vida. Hizo nuevas amistades y renovó las viejas. Y según Bazer, su miedo nunca regresó.

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Ambos estudios encontraron que tener una experiencia mística —como el sentimiento de comunión de Bazer— estaba altamente relacionada con una respuesta terapéutica positiva. "En la ciencia, hay un poco de aversión a usar el término 'experiencia mística'", dice Griffiths. "Pero puede definirse".

Un factor clave para tener esa experiencia, añade Griffiths, es la sensación de que el mundo es benevolente y que todas las personas están interconectadas. "A esto lo acompaña un profundo sentido de reverencia o respeto o incluso sacralidad, lo cual es algo que nos hace humildes", comenta.


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Según Griffiths, no es necesario tener una experiencia mística completa para beneficiarse. Wesley Weidemann, un economista agrícola de 74 años, estaba muy deprimido después de que el tratamiento contra el cáncer de próstata lo dejó con efectos secundarios graves. Dijo que su experiencia con la psilocibina estaba marcada por una percepción mejorada y un sentido de "híper-conciencia", que lo hizo sentir como si pudiera escuchar cada instrumento en una sinfonía, por sí mismo y como parte de toda la orquesta. Y cuando le dieron una rosa, él la describió como algo diferente a cualquier otra cosa que hubiera visto.

"La forma artística de la misma, la mezcla de color, la magnificencia de la fragancia", dice. "Estaba viendo y experimentando esa rosa de una manera que nunca había sentido antes".

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Weidemann había dejado de tomar antidepresivos con el fin de participar en la prueba, y no ha vuelto a tomarlos desde entonces. "Fue una experiencia sensorial muy rica y memorable, pero no llegué a ninguna conclusión sobre mi lugar en el universo o Dios o algo por el estilo", explica.

Aunque algunos participantes tuvieron malviajes, estas experiencias de pánico, angustia y desesperación tendieron a ser de corta duración y algunas incluso resultaron posteriormente en un sentido más significativo de cambio, de acuerdo con Griffiths. Los investigadores atribuyen la falta general de resultados nocivos al hecho de que los participantes se protegieron por adelantado y se prepararon psicológicamente con hasta ocho horas de asesorías y reuniones antes de tomar la droga. Mientras viajaban, al menos en el estudio de Hopkins, se encontraban en una habitación familiar, guiados por la música relajante y los consejeros. Y después volvieron a reunirse para procesar lo que había sucedido.

La investigación plantea preguntas fascinantes. Por un lado, ¿es la sensación de significado, propósito y renovación espiritual lo que causa el cambio terapéutico o es sólo un efecto secundario de cómo actúa la droga dentro del cerebro? ¿Podrían producirse esos efectos en una droga que no te haga viajar en absoluto, pero que afecte a los mismos receptores?

Segundo, ¿por qué la política de drogas de Estados Unidos se rehúsa a reconocer los posibles beneficios y los bajos riesgos de estas drogas? Los alucinógenos clásicos como la psilocibina y el LSD no están relacionados con la adicción. De hecho, su acción sobre un receptor específico de serotonina ha servido de hipótesis para explicar por qué no son adictivas y por qué pueden ser útiles en la lucha contra la adicción a otras drogas.

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Por otra parte, un estudio de la población sugiere que incluso los usuarios recreativos no tienen mayores riesgos de sufrir problemas psiquiátricos duraderos. Dicho esto, los psicotrópicos pueden causar una angustia significativa si se usan de manera inapropiada, especialmente para aquellos que tienen una enfermedad mental grave.


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El psiquiatra Allen Frances, que presidió el grupo de trabajo que produjo la cuarta revisión del Manual de Diagnóstico y Estadística (DSM-IV), insta a la prudencia, no al optimismo ciego, por el momento.

"Los beneficios de los nuevos tratamientos siempre son exagerados al principio", señala. "La psilocibina puede ser muy útil para ayudar a algunos pacientes de cáncer a lidiar con sus retos psicológicos y espirituales, pero puede ser muy perjudicial para otros… Una introducción prematura generalizada en la práctica clínica sería imprudente".

Eso es cierto. También es cierto que, como dijo el psiquiatra y ex presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría, Jeffrey Lieberman, y su coautor Daniel Shalev, en un comentario que acompaña a la investigación, "el grado de restricción de las drogas ilegales no se correlaciona con su riesgo de causar daño, y no hay un proceso formalizado para revisar estas determinaciones a nivel nacional o internacional".

Eso debe cambiar. Es simplemente una locura que las drogas que pueden tratar trastornos psiquiátricos importantes en una sola dosis no puedan probarse y aprobarse fácilmente si se demuestra que son efectivos, todo porque Estados Unidos no puede superar su odio persistente hacia los hippies.

Y nuestro próximo presidente representa un nuevo comodín en esta saga nacional en curso.

"Históricamente, los republicanos han sido mejores en la financiación de la investigación y el desarrollo, mientras que los demócratas han sido mejores en la financiación de los servicios", explica Lieberman. "Pero con Trump cualquier cosa puede ocurrir. Espero que vea la importancia de financiar la investigación biomédica, y además él tenía un hermano que sufría de alcoholismo".

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