Dormir podría estar matándote lentamente, según un estudio

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Dormir podría estar matándote lentamente, según un estudio

Un equipo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh encontró que los cambios en los tiempos del sueño pueden tener una serie de efectos perjudiciales en tu salud.

Solamente puedo hablar por mí pero, en general, la mejor parte del fin de semana es poder dormir más. Durante la semana, mis días suelen comenzar con un ensordecedor ruido de alarma que me trae de vuelta del mundo de los sueños a la hora de las prisas para llegar al trabajo, así que la oportunidad que ofrecen los fines de semana de dormir tanto como me de la gana (o mejor aún, de no poner una alarma) es un motivo de celebración.

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Aunque creo que la celebración fue un poco prematura, porque resulta que cada vez que te echas una pestañita te estás matando lentamente.

En un estudio decepcionante publicado la semana pasada en el Diario de Endocrinología Clínica y Metabolismo, un equipo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh encontró que los cambios frecuentes en los tiempos del sueño pueden tener una serie de efectos perjudiciales, incluyendo resistencia a la insulina, incremento en el índice de masa corporal (IMC), enfermedad cardiovascular y diabetes.

De acuerdo con el estudio, el cronotipo —el tiempo durante el que una persona prefiere dormir durante un ciclo de 24 horas— varía de individuo a individuo. El problema es que las obligaciones sociales contemporáneas, especialmente en ocupaciones que implican trabajar por turnos, a menudo no se alinean con el cronotipo del individuo. Esta disyunción entre el tiempo de sueño preferido de una persona y su tiempo de sueño real, que resulta de sus obligaciones sociales, se llama descompensación horaria social o jet lag social (SJL, por sus siglas en inglés) y como el estudio demuestra, podría estar matándonos poco a poco.

Durante el transcurso de siete días, a 447 hombres y mujeres sanos entre 30 y 54 años de edad se les puso un acelerómetro en la muñeca para que el equipo de investigación pudiera monitorear la cantidad precisa de sueño de cada individuo. Todos los individuos, durante el periodo de siete días, debían dormir al menos una noche antes de un día de descanso para que el equipo pudiera ver cómo el no tener que trabajar al día siguiente afectaba el patrón de sueño de las personas.

Tal como era de esperarse, ni uno solo de los participantes mantuvo su horario de sueño durante su día libre igual al de sus días de trabajo. La gran mayoría de los participantes se desveló (dormían en promedio 44 minutos más tarde que en un día de trabajo), y una pequeña minoría se despertó temprano. Según los investigadores, muchos de los que se desvelaron parecían estar compensando déficits de sueño a principios de la semana de trabajo. Además, los investigadores encontraron que estos problemas metabólicos eran independientes de otros factores como trastornos del sueño, tabaquismo y nivel socioeconómico.

Aunque este estudio no es el primero que relaciona los cambios en los patrones de sueño con la mala salud, es el primero en relacionar los cambios de sueño con problemas metabólicos (como resistencia a la insulina y aumento de índice de masa corporal). Los investigadores especulan que esto se debe a que varios procesos metabólicos (como la acumulación de grasa en los tejidos y la absorción de los alimentos en el intestino) tienen ritmos circadianos específicos, relojes biológicos que regulan los procesos internos que pueden dejar de estar sincronizados al cambiar los horarios de sueño. Esto también significa que mientras más drástico sea el cambio del sueño entre los días laborables y los días libres, más se relaciona con problemas metabólicos.

Para los nocturnos como yo, que podemos dormir días enteros, estas pueden ser noticias trágicas —a pesar de que me encanta dormir, no estoy seguro de estar listo para ya no despertar. Si lo vemos desde el lado positivo, ahora que el dormir es una cuestión de vida o muerte, tal vez ahora nos sea un poco más fácil levantarnos el lunes por la mañana.