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Cultură

¿Cuánto cuesta tener un bebé en la CDMX?

"Estoy embarazada. ¡Tengo 20 semanas!", dijo la mujer con la que he compartido diez años de vida.

Fotos cortesía del autor.

Ese lunes por la noche no estaba de buen humor. Llegó Sony, la mujer con la que he compartido diez años de vida y me pidió que me sentara.

Regresó de su visita al ginecólogo. Hacía dos meses que le aplicaban un tratamiento debido a una infección. Como parte de la curación tomaron un descanso de 15 días. Fue cuando Sony sintió un malestar a la altura del abdomen. Inflamación, para ser más precisos. Colitis decía ella. Por más remedios caseros y medicamentos que tomó, la hinchazón no bajaba.

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"Mira", dijo con un gesto de preocupación y me extendió un papel, una especie de receta escrita con letra parecida a garabatos. Por mi mente pasó que debían operarla o algo así. Lo que entendí al leer la hoja decía: "Ultrasonido… usb…. embarazo".

—¿Qué? ¿Hay que hacer un ultrasonido para checar si estás embarazada?—, pregunté.

—¡No! Estoy embarazada. ¡Tengo 20 semanas!

Nos miramos. En los ojos del otro había confusión, sorpresa, dudas nacidas del asombro y miedo. No sabíamos qué decir. Se suponía que no tendríamos hijos, que si en algún momento de la vida se asomaba el deseo de la paternidad, la adopción sería el paso a dar. Era tema cerrado.

He de ser sincero. Lo primero que pasó por mi mente fue el costo de tener un hijo. No hace mucho una amiga habia dado a luz en el Centro Médico Dalinde y desembolsó por la cesarea y honorarios de los médicos que la atendieron poco más de 70 mil pesos. ¡70 mil pesos! Eso sin contar con las consultas al ginecólogo, ultrasonidos, exámenes de sangre para verificar su estado de salud, la ropa de maternidad, el curso psicoprofiláctico, pañales, la cuna y demás aditamentos para la llegada del bebé. Estaba asustado.

Sin embargo, me había ahorrado unos pesos. Al enterarnos prácticamente en el quinto mes, no tuvimos que comprar una prueba casera de embarazo en la farmacia. En realidad no son muy caras, pues su costo oscila entre 100 y 300 pesos, dependiendo de la marca y su sensibilidad, facilidad de uso y claridad en la lectura de los resultados. Tampoco gastamos los 350 pesos que cuesta una prueba de embarazo en sangre y orina en un laboratorio. En lo que sí gastamos fue en las visitas al ginecólogo, que fueron 700 pesos por cada consulta y en promedio hay que ir una vez al mes durante los ocho primeros meses y cada semana en el noveno.

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Al día siguiente fuimos al laboratorio para que realizaran el ultrasonido. Aquí también nos ahorramos el primero de los tres que generalmente se realizan durante la gestación. Cuando el radiólogo pasó el aparato por el vientre de Sony comenzaron a proyectarse algunas imágenes en la pantalla. Yo no distinguía nada.

—Ahí está su cabeza. Acá los ojos, ¿los ves?

El hombre veía cosas que yo no alcanzaba a concretar. La imagen era difusa. ¿Cómo distinguía esas partes del cuerpo?

—Vamos a escuchar el corazón—, propuso.

Una gráfica de onda radioeléctrica apareció en la pantalla. El sonido era claro, intenso y penetrante: pum, pum, pum pum. Todavía está en mi cabeza, como un eco. Es impactante escuchar que un corazón late en el vientre de una mujer.

—¿A poco no es la música más hermosa del mundo? El latido de un bebe en el vientre de su madre—, dijo el hombre mientras paseaba el pequeño ecógrafo por el abdomen de Sony.

Un par de minutos después me toqué la cara porque algo me dio comezón a la altura de la mandíbula. No recuerdo haber llorado, pero ahí estaba una lágrima.

"Es niño", volvió a hablar el hombre, "tienes 21 semanas".

Era impresionante. Sony tenía el vientre casi plano. Semanas antes corrió un maratón, tenía entonces unos tres meses. Pudo sufrir un aborto o por lo menos un sangrado. Lo único que le pasó fue un mareo, ganas de orinar varias veces y un malestar en el abdomen que ella relacionó —otra vez— con colitis.

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Los 500 pesos que pagamos por el ultrasonido valieron la pena. Alrededor del séptimo mes aplicarían otro para seguir monitoreando el estado general del bebé. Nos sugirieron el 3D dinámico para ver rasgos definidos del rostro del feto, así como algunos de sus gestos. Pagamos 800 pesos que incluyeron, además del estado clínico, un DVD con casi media hora de movimientos del bebé.

En los cuatro meses siguientes gastamos más o menos 750 pesos en tres pantalones de maternidad y casi mil pesos en algunas blusas cuyo corte en "A" le sirvieron como batas durante el embarazo. El resto del guardarropa lo completó con algunas mallas y ropa de maternidad que le prestaron algunas amigas. Gastar en este tipo de ropa no vale la pena pues sólo se utiliza durante esa temporada, a menos que la chica quiera volver a embarazarse. Por 600 pesos también compró una crema para prevenir y lidiar con las estrías.

Lo que nos preocupaba era el lugar donde sucedería el parto. Ninguno de los dos contamos con seguridad social y aunque un parto natural en cualquier hospital es más barato —como unos siete mil pesos menos—, juntar entre 60 y 70 mil pesos en cuatro meses se veía muy difícil. Surgió la idea de pasar la charola con nuestros amigos pero aún así habría que pedir un prestamos al banco y eso es como venderle el alma al diablo. Y el diablo es malo.

Por azares del destino llegamos al Instituto Nacional de Perinatología, un hospital de alta especialidad que pertenece al Estado mexicano. Nos aceptaron después de un estudio socioeconómico, verificar que se trataba de un embarazo de alto riesgo —el primero siempre lo es— y cumplir ciertos requisitos —como no tener seguridad social—. Ahí, de acuerdo a la economía de cada persona, un parto natural o una cesárea pueden ser gratuitas o se paga un máximo de 7,952 por el primero y 17,165 por la segunda, además de los estudios que se tengan que realizar al recién nacido.

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Desde que recibimos la noticia de la llegada del bebé tuvimos que modificar la dinámica de nuestros gastos como pareja. Nos cambió el plan de vida. De la noche a la mañana nos enteramos que íbamos a tener un hijo, el embarazo duró para nosotros cuatro meses y no teníamos ni idea de qué se hacía en esos casos, cuál era el lugar más adecuado para que naciera o qué pañales debía usar.

De alguna forma corrimos con suerte. No desembolsamos 70 mil pesos, como lo hizo mi amiga, pero si fueron alrededor de unos 22 mil pesos entre hospital, visitas al ginecólogo, ultrasonidos, ropa y los elementos que requirió el bebé en los primeros días.

Al final la libramos. Salimos avantes del embarazo. Ahora me surgen otras dudas: ¿Qué le voy a enseñar a otro ser humano?, ¿cómo lo voy a educar?, ¿cómo pagaré la cuentas? Eso, ¿cómo pagar la cuentas cuando hasta el estornudo del ministro de economía del país que ustedes quieran hace que el peso mexicano pierda valor?

"El universo nunca deja solos a sus hijos y no puede ser coincidencia que sea justo ahora", me escribió una amiga cuando le platiqué que iba a ser papá. "La felicidad no está en la ropa de marca o la escuela particular. Está en el amor, la atención y el cariño que se les da. Ustedes pueden criar a un ser humano fuerte, seguro, feliz, porque ustedes son fuertes", remató aquella mujer.

Espero ser capaz de darle a esa nueva vida muchas experiencias fabulosas. De esas que no se viven con Play Station 4. La paternidad apenas comienza.