Mujeres adictas al sexteo
Ilustración de Shawna

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Mujeres adictas al sexteo

La adicción al sexo no tiene que ser necesariamente física. El sexteo se ha convertido en parte de la vida cotidiana de cualquier persona que tiene celular y libido.

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

La estudiante de enfermería Sara* ha sexteado con cientos de extraños. "Ha habido fines de semana en los que me paso todo el día masturbándome", admite. "No puedo parar".

La joven, ahora de 25 años de edad, comenzó a comunicarse a través de mensajes con chicos hace diez años: "Yo era la chica gorda de la escuela, así que me guardaba muchas cosas. Ésta era como una salida para las experiencias sexuales que no habría conseguido tener en la vida real. Me hice adicta a la emoción de charlar con gente nueva".

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Desde hace tiempo Sara lleva una relación con otra mujer, pero todavía pasa horas cada noche hablando con hombres a través de la aplicación Kik, a pesar que sólo ha salido una vez en su vida con un hombre. "En muchas de mis conversaciones llevo a cabo la fantasía de estar con un hombre", confiesa. "Ha habido momentos en que he tratado de detenerme pero nunca ha funcionado. Termino estresada".

El sexteo se ha convertido en parte de la vida cotidiana de cualquier persona que tiene celular y libido. Una encuesta en línea de la Universidad de Drexel encontró que 82 por ciento de 840 participantes, entre los 18 y los 82 años de edad, había sexteado al menos con una persona durante el año pasado. La cosa es que, al igual que con el alcohol y la comida, la mayoría de la gente los consume con moderación, pero hay unos pocos que terminan consumiéndolos de manera compulsiva.

El sexteo en exceso se asocia generalmente con chicos e imágenes de penes en sus redes sociales y políticos sucios, pero si se busca bien en el internet también te encuentras con cientos de mujeres como Sara que buscan extraños para sextear. Incluso existe el sitio sextbuddies.com—como un Craigslist para buscar parejas sexuales —donde los usuarios anuncian su WhatsApp, cuentas de Kik o de SNAPCHAT, junto con su edad, género y orientación sexual. Algunos de los anuncios además dicen cosas como: "Papacito, castígame obligándome a desvestirme frente a ti", "En busca de otra chica para un juego de rol que implica un pañal para adultos" y "Señora buscando humillar a sus esclavos. Tu obediencia me excita. ESCLAVOS VENGAN A MAMÁ".

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Los problemas surgen para las mujeres (y hombres) que se vuelven adictos al sexo y terminan acabándose su plan de datos de 3 GB en sus compulsiones. Tomás*, un adicto al sexo en rehabilitación, dice que ha visto cómo se han desmoronado vidas a causa del cibersexo compulsivo. "El sexo en línea es atractivo para las personas que tienen miedo de tener intimidad", dice. "Puede parecer como un sustituto controlable en una conexión real con otro ser humano, pero al final deja a las personas aisladas. Algunas personas están perdiendo sus trabajos porque se la pasan mandando mensajes toda la noche y no duermen. Otras personas pagan por estos servicios y se endeudan".

En 2013, la adicción al sexo (conocida oficialmente como hipersexualidad) dejó de ser reconocida como un trastorno clínico cerebral como la adicción a las drogas, pero un estudio de 2014 de la Universidad de Cambridge sugiere lo contrario. En este estudio se encontró que cuando se les mostraba pornografía a los adictos sexuales, las regiones del cerebro que procesan la anticipación mostraban más actividad que los de las personas sin trastornos sexuales compulsivos. Éstas mismas regiones se activan cuando se les muestran drogas a los drogadictos. De cualquier manera, todos los investigadores coinciden en que cualquier persona adicta al sexo necesita tratamiento para hacer frente a los problemas subyacentes que están detrás de esa conducta, ya sea una adicción clínica o no.

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La psicoterapeuta británica Paula Hall trata a adictos al sexo y dice que el sexteo compulsivo, por lo genera, es parte de un trastorno más grande. Dice que erróneamente se piensa que la adicción al sexo es una adicción a la satisfacción sexual, cuando, en realidad, las personas que sufren de trastornos hipersexuales están enganchadas a la "emoción de encontrar a una pareja, no necesariamente a la gratificación sexual". Al parecer, es esta anticipación la que hace que se genere dopamina en el cerebro —la misma sustancia química que se libera cuando consumes cocaína. "En realidad, muchos de los adictos al sexo no tienen sexo", afirma Hall. "Trato con gente que se la pasa enviando mensajes y usando la cámara web, y no lo hacen porque eso los excite o emocione".

Mi comportamiento cada vez era más arriesgado, hasta que una vez me desmayé, el teléfono estaba en mis piernas y mi prometido encontró un video del chico masturbándose.

Hall añade que rara vez las mujeres aceptan ser adictas al sexo y van a terapia por el estigma en torno a la sexualidad femenina, pero que las diez adictas al sexo que ha tratado en la última década han tenido problemas con el sexting. "Me he dado cuenta que la adicción al sexo a menudo se presenta en las mujeres como una adicción al sexting", explica. "La mujeres, a diferencia de los hombres, son menos propensas a tener sexo con extraños, dado que hay más riesgos de por medio para ellas; [las mujeres] tienen menos fuerza física que los hombres, riesgo de un embarazo no deseado y críticas fuertes de la sociedad".

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Tania*, una mujer de 40 años de edad que trabaja en una oficina de finanzas del estado, comenzó a enviarle mensajes de sexo a unos chicos que conoció en la aplicación inspirada en Scrabble. Esto casi termina con su relación. "El primer chico me empezó a enviar mensajes en 2012", dice ella. "Yo soy muy tímida en persona y me comunico mejor por mensajes de texto. Después de un tiempo empezamos a enviarnos mensajes sexuales. Él me enviaba fotos y videos. Yo le enviaba algunas fotografías, pero no desnudos. Durante un tiempo fue divertido y emocionante y luego repugnante. Mi comportamiento cada vez era más arriesgado, hasta que una vez me desmayé, el teléfono estaba en mis piernas y mi prometido encontró un video del chico masturbándose. Tuvimos una gran pelea y me quitó el anillo de compromiso".

Ella le prometió a su prometido que ya no lo iba a hacer, pero no quería defraudar al chico que le pedía que le enviara mensajes con mucha insistencia. Después de que su prometido la cachara tres veces más, la corrió de la casa. "Fui con un consejero," dije Tania. "Él consideraba que se traba más de un problema de autoestima. Me dijo que sólo quería la validación de los demás de que soy atractiva".

Robert Weiss es un trabajador social clínico y autor de una serie de libros sobre la sexualidad en la era digital. Él coincide con el consejero de Tania en que la adicción al sexting con frecuencia está menos relacionada con el sexo y más con esta búsqueda de aceptación de la sociedad. "He tratado a personas que fueron víctimas de abuso sexual de jóvenes o en su niñez y utilizan la sexualidad como forma de tomar el control de su vida adulta", dice. "En realidad no tiene nada que ver con el sexo, sino con el hecho de sentirse queridos y especiales. Constantemente se ven a sí mismos como un objeto. Pero cada vez que nos convertimos en objetos, reducimos nuestra propia humanidad".

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Si ésta es la principal forma para que satisfagan sus necesidades emocionales y sexuales, entonces están perdiendo de vista lo que en realidad nos llena: ser apreciados y valorados por lo que somos y no sólo por cómo nos vemos.

Tanto hombres como mujeres pueden obsesionarse con el hecho de sentirse deseados, pero Weiss considera que las mujeres son más propensas a buscar la validación sexual en línea porque es más fácil que la encuentren ahí. Él dice que las mujeres que se enganchan con esto tienden a sentirse más poderosas, en vez de ofendidas, cuando alguien mira su escote, y seguido buscarán situaciones similares para recrear ese sentimiento. Él dice lo siguiente: "Si ésta es la principal forma para que satisfagan sus necesidades emocionales y sexuales, entonces están perdiendo de vista lo que en realidad nos llena: ser apreciados y valorados por lo que somos y no sólo por cómo nos vemos".

Clara*, una asesora financiera de 34 años de edad, dice que está enganchada con el sexting. "La primera vez que lo hice, yo había estado bebiendo con un compañero de trabajo una noche y nos confesamos que nos atraíamos, así que con él fue que comencé a mandar por primera vez ese tipo de mensajes de texto", dice ella. "Desde entonces he estado enviando este tipo de mensajes de texto a chicos en Match.com y Reddit". Ahora hay un chico en el que se mensajea "un mínimo de cinco horas a la semana".

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Para mí es adictivo porque me hace sentir deseada. No estoy orgullosa de ello, pero a veces la validación que viene del sexting es lo que hace que no lo pueda dejar", dice ella. "Me deprimo cuando no tengo con quien mandarme mensajes".

La sexo psicoterapeuta Hall dice que el peligro de la adicción sexual —en especial cuando es en línea— es que se puede incrementar sin que nadie se de cuenta. Esto significa que la gente muchas veces no piensa en hacer algo al respecto hasta que tiene un impacto real en su vida. Ella dice que "no puedes beber agua durante ocho horas seguidas sin enfermarte, pero sí puedes mandar mensajes sexuales durante ocho horas al día sin que te enfermes".

Además, los medios de comunicación digital ponen al alcance de los adictos sexuales a miles de candidatos para convertirse en sus parejas sexuales. El anonimato, la inmediatez y la disponibilidad de sexo a través de los medios digitales ha hecho que la adicción al sexo se potencialice".

Para Tania y su pareja, esto no es algo nuevo. "En este momento también estamos tratando de resolver otra de mis metidas de pata", dije ella. "Me cachó mandándole mensajes a otro hombre —de nuevo. Podría estar arruinando lo mejor que me ha pasado en la vida".

*Todos los nombres se han cambiado por motivos de privacidad.