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Sexo

Cómo saber si tus fetiches están jodiendo tu vida

Todos tenemos fetiches: tipos de cabello, partes del cuerpo, prendas de vestir o situaciones específicas, como coger en una iglesia o en público, pero, ¿existe un límite?
Ilustración: @sinmuchasfotos​
Ilustración: @sinmuchasfotos

Artículo publicado por VICE México.

En el punto más alto de la montaña fetichista se encuentran ejemplares como la mecanofilia, una fascinación sexual que surge de las máquinas —coches, motocicletas, camionetas— pero no con la intención de tener sexo al interior; se trata de una excitación derivada de la máquina en sí, al objeto concreto. Un objeto que amplifica el placer, pero que no necesariamente debe existir para alcanzar el goce sexual o lograr un orgasmo.

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Esto me hizo pensar en el fetiche como un hábito. Pongamos al café como ejemplo. Un gran número de personas despierta, hace un par de cosas, y arranca su día con una taza de café. Dentro de ese grupo hay una parte que no necesariamente comienza todos sus días así, que puede despertar e irse al trabajo, incluso sin pensar en que no tomó una taza de café antes de salir. Luego, hay otro grupo de personas que verdaderamente no puede salir a trabajar sin antes tomarse un café, y hará lo posible por concretar su cometido, porque esa falta le provocará un malestar durante toda su jornada. Pero, ¿qué pasaría si repentinamente dejara de existir café?

La mayoría de los grupos de personas que toman café no tendrían mayor problema en acostumbrarse a la pérdida o sustituir la sustancia por otra como el tabaco o un mate. Sin embargo, podría existir un número de personas que no se articularía con esta nueva realidad, y que harán lo posible por conseguir el café, incluso robar, amedrentar o engañar con tal de seguir teniéndolo. Este último grupo, metafóricamente, es el de la parafilia tóxica, donde la sustancia, fetiche, café o cualquier otra variante, controlan al individuo y lo convierten en un dependiente de ese “algo” para poder llegar a un fin concreto, que en el caso del fetichismo es el goce sexual.



Cuando sucede esto, el fetiche se convierte en una parafilia que puede terminar transformándose en un trastorno mental riesgoso, donde, quien la padece, termina por tomar decisiones y ejecutar acciones impulsivas, nocivas, destructivas y enfermizas, poniendo en peligro la integridad de terceros. Tomemos la dacrifilia, como ejemplo, la excitación producida por el llanto. Si existe un consentimiento entre todas las partes y se busca la forma de llegar al llanto para lograr la excitación, todo bien. De la misma forma que si alguien despertara su excitación al ver una película donde alguien llora. Pero si el consentimiento no existe, esta parafilia podría terminar en una violación, donde el llanto inminente es el motor inconsciente del violador.

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En estos casos, el objeto-situación ha evolucionado hasta convertirse en la fuente primaria de excitación, el placer únicamente llegará si existe ese objeto-situación al que se ha desarrollado dependencia. El placer ahora llega a través del objeto, no del fin anterior. Se ha intercambiado la fuente del goce y, con esta sustitución, el fetiche deja de ser saludable e inofensivo para convertirse en una fijación potencialmente dañina e incluso ilegal.

Recuerda que un fetiche provoca más placer; es un extra. Funciona como un amplificador erótico que podemos encontrar en disfraces, cuerdas, aromas o sustancias, pero, a pesar de su fuerza, el placer sigue viniendo de un origen sexual. Tu fetiche no debe causar daños a terceros, a menos que esté consensuado para que suceda de esa forma, de otra manera, tus fetiches estarán jodiendo tu vida y la de los demás, así que si sientes que has llegado a este punto, quizás es momento de que te detengas a cuestionaros y atenderlos para saber si estás abusando. Conserva tus fetiches frescos, saludables, legales e inofensivos.

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