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‘Alien’ es la única franquicia del cine que vale la pena

De cara al estreno de ‘Alien: Covenant’, analizamos la desordenada y distintiva historia de la serie.
ÁG
traducido por Álvaro García

"Nadie sabe nada" fue lo que el guionista de Hollywood William Goldman escribió sobre aquellos que hacen películas. Desafortunadamente para nosotros, no se puede decir lo mismo de las personas que las ven: cuando nos sentamos frente a una película de gran éxito y presupuesto, tendemos a saber qué nos espera. Peor aún, cuando la película es parte de una franquicia —sin duda el cine hollywoodense en su forma más destilada—, la vamos a ver porque sabemos qué esperar; de hecho, podemos predecir casi exactamente cómo se desarrollarán las próximas dos horas, hasta los detalles más finos.

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Sin lugar a dudas, una película de Rápido y furioso terminará con una secuencia de acción alegremente ridícula, llena de óxido nitroso, antes de pasar al patio trasero de Vin Diesel para oírlo reflexionar con sinceridad sobre la importancia de la familia. James Bond seducirá a la chica, frustrará el plan maestro del villano y lo asesinará brutalmente mientras pronuncia un comentario ingenioso sobre la naturaleza de su muerte. Rocky Balboa tendrá una pelea de campeonato, un entrenamiento agotador (probablemente al aire libre, definitivamente acompañado de un sountrack patético) y le darán una paliza en el ring. Podría ganar o perder, pero su eventual victoria moral no queda jamás en duda.


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Dado que vamos al cine para que nos cuenten una historia, parece extraño que muchas de las películas que vemos se destaquen principalmente por su rígida previsibilidad. Desde el punto de vista de los creadores, sin embargo, tiene perfecto sentido. Si el objetivo de una franquicia es vender boletos, ¿qué mejor manera de hacerlo que garantizar otra porción de lo que resultó tan popular la última vez?

Lo que nos lleva a la franquicia de Alien, una serie de películas que no desafían tanto las expectativas, sino que las sellan en una cápsula de escape y las propulsan hacia las profundidades del espacio. En lugar de duplicar las ideas anteriores, cada película de Alien es dirigida por un nuevo director con su propia visión retorcida y distintiva. El resultado es una serie compuesta de filmes con géneros independientes —película slasher, película de acción, film noir, drama fantástico— y una que es totalmente única en el cine de Hollywood.

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Esta experimentación tampoco se ha dado a expensas del éxito cultural. La franquicia de Alien ha generado secuelas, spin-offs, figuras de acción, cómics y videojuegos, y ha acumulado cerca de mil millones de dólares en ventas de boletos de cine.

La película original se estrenó en el verano de 1979, diez años después de que Neil Armstrong caminara por primera vez en la luna y llegó en un momento en que la visión de Hollywood del espacio exterior estaba llena de esperanza y optimismo. 2001: Odisea del espacio, La guerra de las galaxias, y Encuentros cercanos del tercer tipo habían sido éxitos taquilleros en la década anterior: estas películas reflejaban sueños de la era espacial de autodescubrimiento eufórico, progreso utópico e infinitos horizontes. Entonces llegó Ridley Scott, y de repente el espacio exterior era frío, claustrofóbico y repleto de un horrendo simbolismo fálico.

A los ojos de Scott, en lugar de curar los males opresivos del capitalismo terrestre, los viajes espaciales simplemente los compactaban: nuestros héroes, obreros de una gigantesca corporación minera, se la pasan gruñendo en el acto inicial sobre sus bonificaciones y el tedio de sus empleos. Cuando aparece el extraterrestre, no es uno de los marcianos aturdidos de Encuentros cercanos o los peluches de La guerra de las galaxias: es un pene erecto empapado de sangre, con colmillos, que brota del pecho de un personaje central antes de escabullirse en la nave y crecer hasta convertirse en un monstruo aterrador.

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Alien usó todos los elementos propios de la ciencia ficción, pero en realidad era una película de terror con disfraz: la historia de un lunático con cuchillo que se esconde en la oscuridad para asesinar a una pandilla de idiotas uno por uno antes de ser derrotado por la heroína del filme. Así que no fue una sorpresa que, en la época de Freddie Kruger y Michael Myers, dieran luz verde a una secuela. Excepto que Aliens fue una secuela sólo en el nombre: Ridley Scott estaba fuera, James Cameron dentro, y el terror adulto de lenta combustión fue cambiado por una película taquillera de alto octanaje y gloriosamente adolescente.

Al igual que ocurre con cualquier secuela, algunos elementos subieron de tono: el solitario depredador se convirtió en miles de ellos, y nuestro pelotón de héroes tienen que luchar contra ellos en su planeta. Pero esa fue la única concesión a la convención: además de la criatura con la cabeza alargada y abultada; y Ripley, la heroína que encarna Sigourney Weaver, Aliens fue irreconocible en comparación con su predecesora. En lugar de una película slasher, se trató de una vasta aventura de acción y disparos. El sudor frío había sido reemplazado por las palomitas calientes y crepitantes.

Cameron había escrito el guión de Rambo: First Blood el año anterior y, como casi todas las películas de acción de la era de Reagan, Aliens era una excusa apenas disimulada para volver a representar la Guerra de Vietnam en la pantalla grande, el salvajismo del enemigo totalmente acentuado, los adversarios sin rostro asesinados en hordas y el desenlace de la guerra convenientemente reajustado. El resultado fue una delirante y sangrienta película que subió el estándar del cine de acción maisntream durante las próximas décadas.

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También se basó en los matices feministas de la primera película y en los indicios del miedo maternal. En Alien podemos encontrar un protagonista femenino que no tiene ningún interés romántico y que casi no tiene carga sexual. Y mientras que Alien mantuvo el tema de la maternidad muy presente en Aliens aparece la hija de diez años traumatizada para que Ripley la adopte, rescate y la proteja.

Después de seis años e innumerables guionistas llegó Alien 3, una sombría mediación entre la muerte y el nihilismo. La segunda secuela llegó a las pantallas después de una larga y atormentada historia de producción, y resultó en algo mediocre. Al volver a verla ahora, es difícil no pensar que gran parte de la trama pasó desapercibida en ese momento: David Fincher, director de Fight Club y Social Network, estaba haciendo su debut como director y básicamente probó una versión beta de lo que después se convirtió en su estilo distintivo —escenografías sucias y close-ups que te desorientan.


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No es una película de ambición: hay nociones de redención, sacrificio, existencialismo y el horror de la maternidad, incluso al final, el personaje de Ripley se pone en posición de Cristo. Es rara, y no es precisamente maravillosa, pero nunca te aburre.

Cuando Alien: Resurrection llegó en 1997, la determinación de la serie de empezar desde cero cada vez casi se convierte en la característica distintiva. Así que suena lógico que la melancolía austera del mundo de David Fincher fuera seguida por los estilos extravagantes del fabulista francés Jean-Pierre Jeunet. Alien 3: Resurrection tiene el mismo estilo indisciplinado y convirtió a Ripley en un híbrido extraño entre humano y alienígena también se nota un humor absurdo entre toda la acción y visuales grotescos (sobre todo cuando el clon resucitado de Sigourney Weaver está en un laboratorio lleno de versiones de sí misma deformadas). A veces puede parecer un poco desordenada. Pero al menos ese desorden tiene visión y metáforas fálicas, todas filtradas a través de una imaginación francesa descabellada.

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Alien: Covenant sale este mes y no sabemos que esperar, ya que el nuevo director trajo de vuelta a Ridley Scott, que desde su aparición en Gladiador (que por más buena que sea, probablemente fue lo peor que le pudo pasar) pone en duda el desempeño que pueda realizar. Entonces qué mejor forma de reivindicarse que con la serie que le dio renombre.

Sin embargo, por ahora, la gloria de las películas alienígenas es que su triunfo no radica en las regurgitaciones conservadoras de lo que ocurrió en el pasado, sino en una originalidad ardiente y aventurera. Aunque aparentemente están vinculadas por la trama y los personajes, las películas se relacionan muy poco entre sí en el sentido tradicional.

Entonces la moraleja aquí es que, a estás alturas, donde los cines están llenos de secuelas y reboots, es bastante alentador: que una franquicia no tenga que verse y actuar como una franquicia para tener éxito en ese ámbito. Y que incluso en un mundo donde reinan las fórmulas para el éxito, lo nuevo y desconocido vende.

@A_Hess