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Cultură

La NASA me va a pagar 18 mil dólares por estar en cama tres meses

Que te paguen por estar echado en una cama por meses es más cansón, doloroso y desagradable de lo que pensarías.

El participante número 8179 se reporta en su día número 21 en cama.

Llevo tres semanas en cama y todavía me faltan otras siete. Han pasado 44 días desde que tomé una cerveza, una taza de café y que comí un burrito. También desde que di un paseo por la calle y que un rayo de sol tocara mi piel. Llevo 66 días sin ver a mi novia. En 64 días, lo que quede me mí podrá irse a casa.

Mi cama se encuentra en la unidad de investigación del "Proyecto análogo de vuelo" de la NASA, en Houston, Texas. Me van a pagar 18 mil dólares (alrededor de 240 mil pesos mexicanos) por quedarme acostado durante 70 días mientras algunos investigadores de la NASA me estudian. El CFT 70 (Pruebas funcionales y de respuesta en el estudio de reposo en cama con inclinación de la cabeza), es parte de un proceso de tres años con el fin de aprender sobre el deterioro de los huesos y músculos en el espacio. Hasta ahora ya han hecho el estudio en 54 pacientes y yo soy el último. Aquí, acostado, me cuesta trabajo decidir si encontré una mina de oro con este programa o si sólo soy un idiota que haría lo que fuera por un poco de dinero. No importa, de cualquier forma me falta mucho para salir de aquí.

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En agosto me despidieron de mi empleo como representante. Al día siguiente me llegó una oferta para ser parte de un estudio de la NASA. Parecía que había sido obra del destino. Había mandado mi solicitud un año antes con la idea de que era prácticamente imposible que me escogieran entre los 25 mil candidatos y que jamás podría hacer una pausa de 15 semanas a mi agitada vida. Pero de pronto ya no tenía nada que hacer, me había llegado una oferta y tenía que tomar una decisión: ¿Debía apresurarme a encontrar un nuevo empleo o convertirme en un conejillo de indias para la NASA? Decidí que necesitaba un descanso. Así que pausé mi vida y dos semanas después ya estaba en Houston.

Antes de comenzar el estudio de la NASA, acababa de participar en mi primer triatlón Ironman y estaba acostumbrado a un entrenamiento riguroso todos los días. Ahora me encontraba a punto de meterme a la cama sin posibilidades de pararme durante dos meses y medio, ni siquiera para cagar. Sólo esperaba que mi cuerpo no colapsara por completo.

Algo que me llamó la atención desde el día en que llegué al hospital fue el techo. El vestíbulo estaba cubierto de azulejos de colores. Cada azulejo tenía su propia decoración: el logotipo de los Texas Longhorns estaba junto a la Rosa meditativa de Dalí, una nave espacial que giraba en torno a un símbolo del ying y el yang, un circulo azul grande, varios crucifijos y un montón de frases inspiradoras. Durante la década pasada, cada participante del estudio de reposo en cama dejó uno de estos cuadritos como recuerdo de su estancia en este lugar. Cada cuadro de 60x60cm es una ventana que te lleva al interior de una mente que estuvo aquí antes y luego te trae de regreso al mundo exterior. Uno de los cuadros que esta arriba de la puerta que da hacia mi cuarto tenía escrita una lista de consejos que no eran muy alentadores: "No es tan fácil cagar cuando estas acostado" y "Piensa bien en quién vas a dejar que te visite".

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Las enfermeras hicieron un inventario de mis pertenencias, me inspeccionaron para ver si había metido algo de contrabando y confiscaron la manzana que traía en mi mochila. Después me tomé un tiempo para mirar a mi alrededor y acostumbrarme a lo que iba a ser mi nuevo hogar. Era un espacio pequeño y estéril, pero una vez postrado en la cama, el espacio es lo que menos importa. Conforme recorría el hospital, eché un vistazo a los otros participantes del estudio. Cada uno tenía sus razones para participar: uno estaba escribiendo una novela y quería ganar dinero suficiente para comprarse su primera motocicleta; otro iba a ser papá y quería ganar dinero extra antes de que naciera el bebé. Había muchos gamers porque era el ambiente ideal para escapar al mundo digital sin las responsabilidades de la vida diaria.

Pero los que más me intrigaban eran los participantes maduros. Uno de ellos ya había participado dos veces en el estudio de reposo en cama de la NASA. Había vivido varios años con el dinero que recibió al participar aquí y en otras instalaciones de investigación a lo largo de todo el país. Para mi sorpresa, él no era el único que vivía de ese modo. Otro paciente me mostró su brazo lleno de cicatrices por los cientos de veces que le habían sacado sangre y las intravenosas que le habían puesto en varios estudios.

En el periodo "previo a la cama" tenía que acostumbrarme a mi nueva rutina, aprender el régimen de ejercicios y nivelar mis nutrientes. A las 6AM del primer día, la puerta se abrió por completo, se prendieron unas luces fluorescentes, metieron un termómetro en mi boca y me enredaron en el brazo un aparato para tomar la presión. A las 6:25AM se asomó otra enfermera y me preguntó: "¿Ya orinaste?". Me tomó unos cuantos días darme cuenta que, de todo el grupo, yo era el que más se tardaba en orinar y que la pregunta de la enfermera en realidad era una orden discreta: "Por favor orina ahora para que pueda continuar con el programa".

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Los primeros días fueron un caos en el que me realizaron numerosas tomografías del cuerpo, me metieron muchas agujas, me hicieron varias pruebas físicas y me hicieron llenar algunos tubitos con mi orina para hacer análisis. Un día vi la frase "Prueba de tirón de músculos" en mi horario. Los investigadores me ataron a una máquina modificada de extensión de pierna, me pusieron una espinillera en la pierna derecha, la abrocharon a la máquina y me explicaron en qué consistía la prueba: "El cerebro sólo permite que utilices el 85% de la capacidad de un músculo, entonces, para evitar esa limitación y poder medir la capacidad total del músculo, vamos a adherir estos electrodos a tu pierna para estimularla directamente con descargas eléctricas de potencias variadas hasta llegar su máxima capacidad". En términos más sencillos, le dieron 20 descargas eléctricas a mi pierna para ver qué tan fuerte podía patear. En la quinta descarga, el dolor hacía que me retorciera y gritara groserías; en la décima descarga, el dolor era tal que deseaba que toda la NASA se fuera a la chingada.

Sin embargo, logré aceptar la dolorosísima prueba de tirón de músculos como parte de mi rutina diaria. Dedicarse a seguir ordenes y disfrutar del tiempo libre, después de años de trabajar arduamente y buscar respuestas ficticias a preguntas abstractas, resulta bastante cómodo. ¿Que me acueste en la máquina de resonancia magnética y no me mueva por 90 minutos? Con gusto. ¿Que respire a través de este tubo mientras le añaden monóxido de carbono y me toman muestras de sangre? Claro, siempre y cuando no muera. ¿Que use esta máscara y pedalee en esta bicicleta a 75 revoluciones por minuto hasta que ya no aguante más? No hay problema. ¿Que me ponga este traje y corra por toda la pista de obstáculos? ¿Por qué no?

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Después de la fase de tres semanas previa al reposo en cama, ya sólo quedaba una misión: acostarme en una cama y no pararme en 70 días. Reuní y acomodé todo lo que pude para que estuviera al alcance de mi mano. Utilice un baño por ultima vez. Me acerqué a la ventana para ver el mundo exterior también por última vez, hasta que llegó el momento de acostarme.

Casi de inmediato me sentí incómodo por la inclinación. Cada que me volteaba o me retorcía, me resbalaba hacia la cabecera. Poco después me estrellaba contra ella y se me doblaba el cuello. Trataba de no moverme para resistir la fuerza de gravedad pero entonces me empezaba a doler la espalda.

Me advirtieron que durante los primeros días de reposo en la cama era muy común que tuviera dolores de cabeza o en la espalda. La columna no esta acostumbrada a permanecer en una posición horizontal por tanto tiempo y tiene que soportar el peso de los órganos internos sobre ella. Además, el desplazamiento del flujo sanguíneo hacia la parte superior del cuerpo incrementa la presión en el cráneo. En general, me advirtieron sobre todas las incomodidades que iba a sufrir al principio.

En la tarde, las enfermeras me llevaron mi primera comida a la cama: sopa.

Esa noche me la pasé dando vueltas en la cama. Me despertaba cada hora porque me estrellaba con la cabecera y cada vez me dolía más el cuello. Sabía que iba a ser incómodo pero nunca me imaginé a qué grado. El dolor y la falta de sueño me hicieron entrar en pánico y así seguí por varios días; no estaba seguro de poder soportarlo.

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Los siguientes cinco días estuve en posición fetal para disminuir la presión en mi columna. Me sentía cada vez más aturdido por el flujo excesivo de sangre que llegaba a mi cabeza. Al tercer día, mis intestinos también encendieron sus alarmas. Nunca antes había pasado tanto tiempo sin vaciarlos. El sistema digestivo no funciona tan bien sin la ayuda de la gravedad.

Cuando por fin pedí un urinal, me di cuenta de que había tocado fondo. Es imposible conservar tu dignidad cuando cagas en posición horizontal; al hacerlo estas desafiando el diseño del cuerpo humano. Mientras luchaba con el pequeño bote de excremento, no pude evitar pensar que mi nuevo baño también iba a ser mi nuevo comedor, sala y mi habitación durante otros dos meses.

Tengo que usar esta máscara una vez a la semana cuando hago ejercicio para que registren la cantidad de aire que inhalo durante el ejercicio y en reposo.

Además de soportar el dolor, también he aprendido que es casi imposible hacer las cosas más cotidianas cuando estás en una posición horizontal ligeramente inclinada. Para bañarme tengo que mojarme con una regadera de mano y me cuesta mucho trabajo limpiarme la espalda, las piernas y los pies. Leer es muy cansado porque tengo que estirar los brazos en vez de levantar mi cabeza. Usar mi laptop es igual de incómodo. Cada que me lavo los dientes siento que me voy a ahogar con la pasta dental. Luego tengo que escupir en una pequeña pero siempre termino manchándome la mejilla y la barba.

Pero una semana después comencé a adaptarme. Los síntomas físicos disminuyeron y de algún modo logré ver toda la serie de House of Cards y la mitad de The Wire mientas esperaba a que mi columna se acostumbrara. Sigue siendo muy difícil tomar líquidos y ponerme los calcetines es casi imposible (cada día pierdo flexibilidad). Pero en general me siento bien. Acabo de empezar a leer Paths to God(Caminos hacia Dios) de Ram Dass para que me ayude a estar más centrado. Hasta me armé de valor para continuar con mis estudios de posgrado y de derecho.

He estado varias semanas reposando en esa cama y me siento tranquilo. Sé que en los próximos dos meses va a llegar un momento en que me desespere. Sé que aún me esperan demonios desconocidos en esta cama. Pero por ahora, soy optimista.

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