“Nos da igual si Trump es el presidente”: Mexicanos indocumentados en EU

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“Nos da igual si Trump es el presidente”: Mexicanos indocumentados en EU

"Sin importar quién sea el presidente, nuestro deber es trabajar, perseverar para lograr algo mejor, no hay de otra”.

A pocos días de asumir el cargo presidencial, Trump materializa sus promesas de campaña. La pregunta ahora es si en breve enviará al Congreso de Estados Unidos una reforma antimigrante. Se prevé que su política migratoria se endurezca; los expertos entrevistados vaticinan deportaciones masivas. Pero quizá lo que el magnate no previó, es que la actitud de los migrantes mexicanos ilegales es más alentadora de lo que pudiera imaginarse. Claro que existe incertidumbre, pero la convicción es la misma de siempre: "Sí hay cierto temor, pero no nos importa mucho que Trump haya ganado; seguimos con nuestras vidas. Con o sin Obama, para nosotros la situación no cambia", comparten mexicanos radicados en Nueva York y Filadelfia.

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En su departamento en Williamsburg, Brooklyn, Laura Nava toma un trago a la cerveza y respira hondo. Con el semblante molesto, recuerda que no hace mucho visitó en compañía de su hija una de las decenas de tiendas en Manhattan y la niña comenzó a llorar: tiene cuatro años y, a esa edad, cualquier infante puede incomodarse. Lo que Laura, migrante tlaxcalteca indocumentada de 30 años, no esperaba, es que una mujer blanca lanzaría a su pequeña una mirada despectiva, llena de odio.

Laura cuenta que enfrentó a la estadunidense: "Si no le gusta que una niña llore, váyase a otro lugar". Esto sucedió poco antes de que en Estados Unidos se celebraran las elecciones presidenciales y, cuando Laura supo que el ganador era Donald Trump, lo primero que pensó fue que los ciudadanos de este país expondrían aún más su racismo. "Más gente va a demostrar su odio, porque ahora tienen un respaldo. Pero mira, tampoco me voy a poner a llorar", sostiene la mujer, quien se ha desempeñado en cafeterías y, para obtener un ingreso extra, se ha hecho cargo del cuidado de los perros de los ciudadanos estadunidenses.

Laura comparte departamento con su actual pareja, Jairo Jiménez, de 29 años, un morelense que llegó hace más de una década a Estados Unidos y, aún sin documentación legal, hoy es bartender en uno de los bares más exclusivos del sur de Manhattan, de esos donde al final de la noche se pagan cuentas de hasta 50 mil dólares. "Yo llegué aquí por necesidad, aunque después pasa el tiempo y te acostumbras a ganar un poco mejor que en México. Además, tengo la responsabilidad de enviar a mis padres una ayuda. Como siempre, sin importar quién sea el presidente, nuestro deber es trabajar, perseverar para lograr algo mejor, no hay de otra", dice el joven.

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Laura arribó a Brooklyn a los 14 años. La escasez y baja remuneración de los empleos en Tlaxcala y Puebla obligaron a sus papás a migrar a este condado de la ciudad de Nueva York hace 24 años y, tiempo después, sus tres hijos, dos varones y una mujer, Laura, se reunieron con ellos. La familia cuenta más tiempo en Estados Unidos que en México y, de manera reservada, casi clandestina, ha reconstruido aquí su vida, rodeada de otros migrantes ilegales de nacionalidades diversas: dominicanos, centroamericanos e incluso sudamericanos.

Los Nava no olvidan que el día que Trump anunció oficialmente su candidatura presidencial, respaldado por el Partido Republicano, incluyó en su discurso las ya famosas y desafortunadas palabras que indignarían a los mexicanos: "… Los mexicanos traen drogas, crimen, son violadores y, supongo que algunos son buenas personas", pronunció el magnate a mediados de junio de 2015.

También recuerdan que un año después, horas más tarde de su vapuleada reunión diplomática con Enrique Peña Nieto, Trump detalló en Arizona, un estado que no duda en impulsar leyes que criminalicen a los migrantes, los ejes que seguiría su política migratoria: deportaciones masivas, persecución a indocumentados y la construcción de un ya célebre muro que, hoy, el millonario insiste México pagará.

De aquello ya pasaron cinco meses y se espera que el presidente número 45 de Estados Unidos endurezca su postura contra los migrantes, que cumpla sus promesas y que desate el miedo entre los indocumentados. Aunque quizá lo que el empresario no contempló, es que la actitud de los migrantes mexicanos ilegales, quienes, como la familia Nava, han hecho su vida en las distintas ciudades del país, es más alentadora de lo que pudiera imaginarse. Claro que existe incertidumbre, pero la convicción es la misma de siempre:

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"He reflexionado y sé que la vida sigue aquí. Barack Obama nunca cumplió con una reforma migratoria, quizá tampoco lo dejaron. De todas formas, esté quien esté al frente, el trabajo es lo mismo. Todo es igual: hay que pagar los gastos mensuales de toda la vida, aunque se vaya Obama. Nosotros sostenemos buena parte de la economía, aunque en los trabajos no tenemos ningún tipo de prestación o garantía laboral. Nada. Yo no entiendo el discurso de Trump. Dice que con él Estados Unidos será great, pero si va a deportar a los indocumentados, ¿cómo?", inquiere Laura.

Laura tiene razón. Trump los ha llamado criminales, pero el trabajo de los mexicanos migrantes en Estados Unidos produce bienes y servicios por un valor estimado en al menos 600 mil millones de dólares, y si se cuenta a los mexicano-estadunidenses, los hijos de mexicanos nacidos en territorio gringo, de segunda y tercera generación, esa cifra casi se triplica, pues suman una población de 33.5 millones de personas que representan 8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con Pew Research Center, una organización con sede en Washington dedicada a la investigación sobre asuntos de política social y estrategia política.

La misma Secretaría de Relaciones Exteriores (SER) confirmó el año pasado ese dato. La excanciller Claudia Ruiz indicó incluso que, en California, "la tercera parte de negocios pertenecen a migrantes y generan más de 34 mil millones de dólares cada año". Cifras estatales, precisamente de California, revelan que los mexicanos migrantes, sin considerar a los de segunda y tercera generación, contribuyen con 12 por ciento del PIB de la entidad. En segundo y tercer lugar están Nevada y Arizona, con 10 por ciento del PIB.

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"Estamos tranquilos, por ahora. No sabemos qué pueda pasar, pero sobrevivir, como siempre, es la prioridad", comenta Laura. Ella y su pareja alquilan un departamento por mil 100 dólares mensuales y, sumados los gastos de alimentación y servicios: internet, telefonía móvil, luz, agua, la cifra aumenta a poco más de 2 mil. "Para rentar, no te piden estar legalizado, pero no fácilmente puede hacerlo un hispano porque los dueños del edificio saben que los blancos ganan bien. De alguna manera me ayuda que mi papá sea el encargado, se ganó la confianza de sus jefes. Quizá las cosas se pongan más difíciles, puede ser que en los empleos vayan a ser más estrictos y pidan un permiso de trabajo. En algunos lugares eso ya existe, pero en otros se hacen de la vista gorda porque este es un país de migrantes", sentencia.

Laura quiere regresar a México, pero sólo de visita: "Mi hija nació aquí y lo que me queda es no buscarme problemas, hacer bien las cosas. Esa siempre ha sido mi manera de pensar, con o sin Obama".

 ***

Es principios de enero y en Filadelfia nieva. En la casa ubicada en el noroeste de la ciudad, Viridiana Banda alimenta a su bebé, nacido en septiembre pasado. "Para serte sincera, no nos importa mucho que Trump haya ganado, seguimos con nuestras vidas, pero hay incertidumbre por su promesa de campaña: deportarnos", reconoce esta migrante de 30 años originaria de un poblado céntrico de Veracruz y quien radica aquí desde hace más de una década.

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La mexicana migró por la misma razón que el resto de sus amigos connacionales ilegales: salarios insuficientes que no dejaban la posibilidad de aspirar a algo más que cubrir los gastos básicos de una casa. "Muchos llevamos harto tiempo aquí, nuestros hijos nacieron en este país y ahora estudian. Tenemos la vida pintada en Estados Unidos. Mi plan es volver a mi país, pero con la opción de regresar porque sé que, en lo económico, mi familia allá estará mejor. Sabemos que Trump no tiene el poder para sacarnos a todos, nomás porque sí", agrega Viridiana.

Aquella vez, en su discurso en Arizona, Trump dijo que la única ruta para los indocumentados será "regresar a casa". No habrá tolerancia, afirmó, para quienes cometan crímenes: se emitirán órdenes de detención contra los ilegales que sean o estén arrestados y se iniciará el proceso de expulsión. Aseguró que finalizará con los empleos en donde los migrantes se establecen, y para ello se reforzará el sistema de verificación electrónica eVerify.

Las voces de los expertos no son alentadoras. El director general de la Casa de la Universidad de California en México, Allert Brown, prevé deportaciones masivas de mexicanos y considera que todas las promesas  realizadas por Trump "son posibles. La administración de Obama deportó a más de 2 millones y medio de personas", indica, "¿por qué con Trump sería distinto? En Estados Unidos, el número de indocumentados no es accidente: aumentan cuando hay una demanda de cierto número y tipo de trabajadores. Si la situación económica no es factible, los deportan. No olvidemos que la migración mexicana ha estado en 0 por ciento por casi una década".

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El también profesor de Relaciones Internacionales en el ITAM, recuerda que el discurso antimigrante de Trump "alcanzó popularidad" entre sus seguidores por su "narrativa simple y efectiva. Casi les dice: 'no te fallaron las élites, tú no tienes la culpa por no mudarte a la ciudad, por estar en drogas, sino es de todos estos extranjeros que vienen a tomar nuestros trabajos'".

"¿A quiénes va a deportar Trump?", le pregunto al politólogo.

"Las deportaciones serán parejas: indocumentados con antecedentes criminales, quienes comentan algún delito menor, como manejar sin licencia. Pero podrían decir que alguien es criminal porque cruzó la calle y había un alto. La cuestión con México es simbólica, incluso creo que, con Trump, es personal. Este presidente tendrá problemas políticos; habrá fisuras entre los republicanos. Si hay conflicto con el Congreso, si cae en popularidad, no dudes que tratará de resaltar el tema migratorio, o hará algo espectacular en esta cuestión. Mientras ocupe el cargo, ese será el tema. Es algo que resuena mucho entre sus seguidores.

Las deportaciones no serán instantáneas, dice, pues "el Congreso debe autorizar el dinero. Es difícil movilizar a la burocracia, pero los únicos dos sindicatos de trabajadores públicos que engrosaron a Donald en su campaña, fueron los de Migración y la Patrulla Fronteriza. Eso habla de la influencia de su discurso migratorio. Yo, si estuviera al frente del gobierno mexicano, me preguntaría: ¿cómo nos preparamos?"

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Mientras tanto, los datos de 2014 de Pew Research Center informan que en Estados Unidos viven poco más de 11.1 millones de migrantes indocumentados, y casi 6 millones son mexicanos. Le siguen El Salvador, con 700 mil, y Guatemala, con 525 mil. Por algo, desde principios de este siglo se habla de la hispanización de Estados Unidos. Los estados donde los latinos indocumentados tienen mayor presencia son: California, con 2 millones 350 mil; Texas, un millón 650 mil; Florida, 850 mil, y Nueva York, con 775 mil.

El número de mexicanos indocumentados ha aumentado de manera relevante en algunos de los estados con mayor importancia económica de Estados Unidos: California y Texas. En las ciudades pasa lo mismo. En Los Ángeles hay más de un millón y medio, y en Chicago y Dallas más de 500 mil. En Nueva York, esta población crece. De acuerdo con el último dato de la Oficina del Censo de Estados Unidos, de 2010, en California hay más de 11 millones de personas de origen mexicano. Le siguen Texas, con casi 8 millones, y Arizona e Illinois, con más de millón y medio.

La realidad, indica el investigador Allert Brown, es que el cambio demográfico en Estados Unidos ya es un hecho: "Uno de cada diez residentes es de origen mexicano, y la gran mayoría de mexicanos lleva más de diez o 15 años allá, tienen hijos. ¿También a estos van a deportarlos?"

Apenas a unos minutos de mudarse a la Casa Blanca, Trump advirtió que Estados Unidos dejará el TLCAN si México y Canadá se niegan a modificarlo, en beneficio de la clase trabajadora de su país. Ayer lunes, firmó una orden ejecutiva para retirar a esta nación del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, un tratado que busca dar forma al mayor bloque económico del mundo. También, es un hecho que remplazará el Obamacare, la reforma sanitaria de Obama creada para hacer más económico el cuidado de la salud para una mayor variedad de ciudadanos. Estas tres acciones, en su momento, fueron promesas de campaña. La pregunta ahora es si en breve enviará una reforma antimigrante al Congreso. "Seguro sí", prevé Brown.

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Rosalía Lerma es otra migrante veracruzana que radica desde hace casi dos décadas en Filadelfia. Sus dos hijos, nacidos en territorio gringo, le preguntaron el otro día: "Trump quiere deportarlos, ¿qué pasará con nosotros?" Rosalía dice sentirse tranquila, "pero sí estamos a la espera de lo que vaya a suceder. Él dice que deportará a los criminales y nosotros jamás nos hemos metido en problemas. Pagamos la renta mensual, gastos, educación, alimentos. Aunque hubiera ganado Hilary, no hay beneficios, un cambio. Nos da un poco lo mismo quien esté, la deportación siempre es una posibilidad", advierte.

Rosalía cuenta que ella y su esposo, quien se dedica a la construcción, gastan unos 2 mil 500 dólares para cubrir los gastos mensuales. Actualmente alquilan un departamento en el norte de esta ciudad. "Para rentar, no nos piden documentación", explica, "como siempre pagamos, no pasa nada, igual con los servicios. Nuestra prioridad es, además, seguir con la ayuda que brindamos a nuestras familias en México, las remesas de cada mes, porque viven en una comunidad donde no hay muchos recursos. Allá, la gente ha dejado el campo, no hay apoyo. Trabajan en las ciudades pero el sueldo es bajo. No es una pobreza extrema, pero se vive al día. Si nuestros padres enferman, somos una gran ayuda".

Rosalía y su esposo se casaron en Veracruz. Hace más de 18 años. Él fue el primero en migrar y, meses más tarde, ella lo alcanzó en Filadelfia. Desde el inicio, el plan fue escapar de la pobreza. "En México, la única opción era el trabajo en el campo, y así no íbamos a salir adelante. Quisimos algo más, nos arriesgamos, y aquí estamos", relata. "En caso de que nos toque la deportación, pues nos vamos. Nuestro plan nunca ha sido vivir aquí para siempre, pero te acostumbras a cierta comodidad. Me parece que la vida que ofrecemos a los niños es mejor que en México.

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"Como sea, en Estados Unidos hay más opciones, mucho menos pobreza que en nuestro país, aunque llegue Trump. Sé que para mis hijos sería muy difícil tener que irse, pero uno se acostumbra a donde sea".

***

Daniel Zaleta, de 40 años, es esposo de Viridiana. Él migró hace más de tres lustros y desde entonces radica en Filadelfia. Durante años se dedicó a la construcción y, cuando aprendió bien el oficio, fundó una pequeña empresa del mismo ramo que hoy brinda empleo a al menos una decena de connacionales y puertorriqueños. Cuando se enteró de que el triunfador de las elecciones era Donald Trump, dijo a Viridiana: "Si nos van a deportar por lo que sea, pues que pase. No podemos vivir con ese pensamiento".

Los mexicanos que viven en Estados Unidos redujeron su presencia en el sector de la construcción y se ubican en el de servicios y el agropecuario, dijo en una entrevista Ana González-Barrera, investigadora de Pew Research Center. Pero su producción en ese país no se limita a la ocupación de puestos de empleo, sino a la toma de riesgo en la apertura de empresas y el establecimiento de plazas laborales, según la SRE, cuyos datos indican que más de uno de 10 inmigrantes hispanos son emprendedores, y cada uno crea 1.2 nuevos empleos en una comunidad. Este grupo creador de pequeñas empresas aumentó de 500 mil en 1990 a más de 2 millones en 2012.

Un estudio de hace dos años del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME) informa que los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos son dueños de alrededor de 570 mil pequeñas empresas que generan un ingreso de 17 mil millones de dólares anuales.

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El IME retomó datos de investigaciones realizadas por instituciones estadunidenses que indagan la presencia de los migrantes en su economía, por ejemplo, Partnership for a New American Economy, que establece que el 28 por ciento de los negocios creados en este país fueron fundados por migrantes y dan empleo a cerca del 10 por ciento de los trabajadores estadunidenses. Al menos 12 por ciento de estas empresas es propiedad de mexicanos, o sea, uno de cada 25.

"No nos vamos a resignar a que nos saquen. Todos contribuimos. Ser migrante no te excluye de hacerlo. Aquí hay gente de todo el mundo. Venimos a trabajar, pagamos impuestos. Quisiéramos hacer más, no nos dejan. Una licencia nos da seguridad al manejar, pero no se puede", comenta Viridiana.

La migración ilegal en Estados Unidos tiene varios rostros. Los mexicanos y el resto de latinoamericanos están ahí, sobre todo, por la escasez de oportunidades económicas en sus países, pero también influye la inseguridad, la violencia y la persecución de pandillas o incluso de las mismas autoridades.

El Reporte de 2016 del Índice de Paz Global (IPG), que cada año publica el Institute for Economics and Peace, pone a México como el tercer país más violento de América, sólo superado por Colombia y Venezuela.

América Latina "es incapaz de progresar en la democratización" y sólo dos países de la región, Uruguay y Costa Rica, califican como "democracias plenas", según un informe de The Economist Intelligence Unit realizado para la BBC.

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"Hasta un 95 por ciento de mexicanos que migra a Estados Unidos lo hace por cuestión económica. El resto, por desplazamiento forzado, gente que vive donde hay extrema violencia. Por ejemplo, Ciudad Juárez, en un momento dato, u otras regiones, como la de Michoacán, donde se migró por la imposibilidad de vivir en las comunidades", expone Raúl Benítez Manaut, investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.

América Latina, agrega, "es la región más desigual del mundo. Hay incompatibilidad entre las políticas neoliberales, la pobreza y la vigencia y expansión de la democracia. Esto se ve en este momento, con el gasolinazo: una política neoliberal que busca equilibrar los precios internos de las gasolinas con los precios mundiales, pero el gobierno no aumenta al mismo tiempo los salarios porque la economía mexicana es pobre. Esto crea descontento y debilita a la democracia".

El martes 8 de noviembre, cuando se celebraron las elecciones, Viridiana, Daniel, sus familiares y amigos de la comunidad latina en Filadelfia, permanecieron en constante comunicación. Confiaban en que la ganadora sería Hillary Clinton. Viridiana, madre de dos mexicoamericanos, comparte: "Tras el resultado, sentimos incertidumbre, aunque muchos lo tomaron con gracia. En Facebook posteaban memes que decían 'comiencen a armar las maletas'. Nada ha cambiado, en realidad. Veremos si este señor promueve alguna ley que cierre puertas de trabajo. Lo que sé es que, si quiere deportarnos a todos, muchos pelearíamos nuestro caso, las leyes de Estados Unidos nos lo permiten".

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Viridiana se ha desempeñado en labores de limpieza y su certeza es que, "mientras nadie frene nuestras actividades, mi esposo y yo haremos lo nuestro: trabajar. Eso, por ahora, nadie puede impedírnoslo, ni Trump".

Viridiana y Daniel tienen amigos que han regresado a México por decisión propia, pero "allá están en ceros y vuelven a Estados Unidos. La vida en nuestro país ha empeorado. Se trabaja mucho y se gana poco. Sí quisiéramos regresar, pero el salario es pésimo. Todo es caro. Nuestros conocidos regresan cuando se les acaba el efectivo. Si enferman, no hay ayuda. Es decepcionante. Sé que en México no podría con mis gastos, que son demasiados. Me preocupa la salud de mi madre, quien es mayor. Allá también estudia la secundaria mi hijo mayor. Se necesita trabajar, y para eso no esperamos la aprobación de ningún gobernante".

Cuando sus hijos enferman, reciben atención médica porque el gobierno de Estados Unidos otorga, a toda persona nacida en el territorio, un seguro que debe renovarse anualmente. De no hacerlo, los papás cubren los gastos de consulta y medicina, cuyos costos son elevados. Un problema mayúsculo viene si los indocumentados enferman, pues no cuentan con ninguna garantía en salud. Hace unos días, Viridiana padeció de fiebre y prefirió tomar una pastilla cualquiera. Después, su esposo y hermano también enfermaron y recurrieron al mismo método. "Es muy caro ir al doctor, mejor reposamos en casa, descansamos, y salimos del problema".

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En Nueva York, Laura Nava hace lo mismo cuando enferma: "Prefiero tomar algo casero, porque para mí, que no tengo seguro, la atención es carísima. Si es algo más serio, hay que ir al doctor, ni modo. Insisto: poco importa quién esté al frente, los problemas son los mismos, y hay que cubrirlos".

***

Trump promete deportaciones masivas, pero eso es una realidad desde la administración de Barack Obama. En los últimos 30 años, él es el presidente que más personas ha expulsado de Estados Unidos, superando a Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo. Lo dicen los datos del Departamento de Seguridad Nacional: entre los años fiscales 2009 y 2015, el número de deportados fue de 2 millones 571 mil 860. Durante los 10 primeros meses del año fiscal 2016 (de octubre de 2015 a julio de 2016), la Oficina de Inmigración y Aduanas contabilizó 196 mil 497.

El resultado sería de casi 2 millones 800 mil, y habría que añadir las deportaciones de agosto de 2016 al recién pasado 20 de enero, cuando Donald Trump asumió el cargo presidencial. El gobierno de Obama deporta diariamente un promedio de 646 indocumentados, estimó Univisión.

Si así fue con Obama, no es descabellado pensar que con Trump el escenario se endurecerá. De concretarse su rígida política migratoria, México recibiría de regreso a miles de personas que engrosarían las filas del desempleo, y de por sí el índice en el país es elevado. Como dijo el año pasado la presidente del PRD, Alejandra Barrales: "Si México no puede cubrir 800 mil nuevos empleos para los jóvenes que cada año se integran a la fuerza laboral, mucho menos los de los migrantes que regresan".

En el 2012, el gobierno estadunidense calculó que aproximadamente 1.9 millones de migrantes eran criminales y podían ser sujetos a deportación. El Instituto de Políticas Migratorias, un grupo de expertos en Washington, estimó que unos 820 mil eran indocumentados.

"Los números que Trump da sobre gente deportable con antecedentes criminales (de dos a tres millones) no cuadran con ninguna otra información. No hay tantos", objeta Allert Brown, el investigador de la Universidad de California, quien teme que el Programa 287g se reactive: "Oficialmente, existe, y permitía que policías llamaran a Migración cuando habían aprehendido a una persona que pensaban no tenía los documentos necesarios por, simplemente, cambiar de un carril a otro, sin poner el señalador. Eso casi no se hace, menos en ciudades grandes, como Chicago, en donde va contra de la ley. A partir de ahora, no se sabe qué ocurrirá".

En noviembre pasado, el embajador de México en Estados Unidos, Carlos Manuel Sada Solana, rechazó que los tres millones de migrantes que Trump pretende deportar a México sean criminales y, aseguró, se "les defenderá y apoyará una vez que se conozca la política migratoria del nuevo gobierno".

Deportar a migrantes indocumentados con antecedentes criminales tendría graves consecuencias. Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacional de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), advirtió que al menos algunos de esos deportados "posiblemente se involucren en el negocio del narcotráfico", pues habrían establecido conexiones en Estados Unidos que usarían para incrementar las cantidades de heroína y otras drogas que cruzan la frontera. "Deportar sólo a quienes cometieron delitos graves sería contraproducente, al provocar más violencia en México y Centroamérica. Lo que va a suceder es que esos individuos van a volver a México sin trabajo, podrían engrosar las filas de los cárteles", indicó.

"En México, son pocas las personas deportadas que se afilian al crimen organizado: los criminales en potencia", dice Benítez Manuet, el investigador de la UNAM. Un panorama con mayor violencia provocaría que miles de mexicanos intenten migrar de manera informal a Estados Unidos.

En el caso de Centroamericana, las violentas pandillas conocidas como Mara, surgieron en los ochenta cuando los migrantes que huyeron de la guerra civil de El Salvador fueron deportados por Estados Unidos tras cometer crímenes como miembros de pandillas en Los Angeles. Al fundar nuevas organizaciones criminales en sus lugares de origen, reprodujeron el modus operandi aprendido. "Se unen a las bandas los que son deportados de cárceles de alta peligrosidad", puntualiza Benítez. "Cualquier movimiento masivo forzado de personas, además de complejo, causa tragedia", añade Allert Brown.

En cuanto al resto de los migrantes indocumentados, podrían enfrentar la deportación, pero el proceso de localizarlos y deportarlos no sucederá de inmediato. Trump puede ordenar a los agentes migratorios el arresto de las personas que ya cuentan con una orden de salir de Estados Unidos. Hasta 2015, unas 88 mil personas estaban dentro de esa categoría. Los migrantes sin historial delictivo la tienen más fácil: pueden pasar años para que un juez ordene la deportación. Según los datos de la Transaction Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse, actualmente existen casi 521 mil casos pendientes en las cortes migratorias federales.

El otro factor de impacto con la llegada de Trump sería la pérdida de miles de millones de dólares en remesas que son enviadas por los migrantes cada año. En los últimos dos años, se recibieron más de 24 mil millones de dólares, de acuerdo con cifras del Banco de México.

"Todas las personas que conozco aquí tienen dependientes en México", dice Viridiana, "mexicanos y centroamericanos enviamos dinero, todos tenemos una responsabilidad, familias. Las mujeres que conozco, llegaron casadas, pero sus hijos siguen allá. Lo primordial es hacer una casa en nuestros lugares de origen. Es la base. Yo envío de remesas más de 100 dólares a la semana, para mi hijo y mamá, además de otros gastos porque estoy construyendo. Mi esposo Daniel también envía a su mamá. No es opción, debe hacerse sin falta porque en México todo es caro: la leche, la carne".

Para variar, uno de los planes de Trump es bloquear o gravar las remesas enviadas a México. En su campaña presidencial, advirtió que ese sería uno de los posibles mecanismos para obligar a México a pagar su propuesta de muro fronterizo, pero un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional, que investiga la dinámica comercial y económica entre México y Estados Unidos, afirma que este plan, además de ser difícil de implementar, "puede terminar siendo más lesivo que benéfico" para la potencia norteamericana, pues cualquier intento resultaría en la transferencia de los recursos a través de vías informales.

"Si el flujo de remesas registradas y potencialmente gravables cae porque las transferencias ya no tendrían lugar a través de canales oficiales, las expectativas de ingresos por esta política serían insuficientes para el reembolso del muro… el consumo caería si los hogares mexicanos ya no reciben ese ingreso, sea porque su familiares y amigos en Estados Unidos están enviando menos o porque el dinero está siendo gravado. Un descenso en el consumo de los hogares mexicanos seguramente afectaría a las exportaciones de Estados Unidos, particularmente porque México es el segundo destino de los bienes estadunidenses", indica el reporte.

Laura Nava dice que ella no envía remesas, pero Jairo, su pareja, sí. Al final de la charla agrega que, entre sus conocidos, hay dos tipos de personas: las que temen, pues no saben qué sucederá. "Yo les digo: 'No se alarmen, si no nos metemos en problemas, no hay razón para tener miedo'. Migración no va a venir a tocar la puerta para deportarte, no funciona así. Y si pasa, como dicen en las noticias, simplemente no hay que abrir la puerta. Ellos no pueden entrar porque sí, a la fuerza, sería una violación a nuestros derechos". El otro grupo está formado por gente con una actitud más positiva: "Como yo, piensan que uno debe trabajar, como siempre, honradamente. Con eso, no hay nada que temer".