Diez preguntas que siempre quisiste hacerle a un traficante de indocumentados
Foto cortesía de Canal 66.

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Diez preguntas que siempre quisiste hacerle a un traficante de indocumentados

"Una vez crucé a un sacerdote michoacano que estaba acusado de pedofilia", cuenta El Trampas, pollero.

El Trampas es pollero (traficante de indocumentados) y esta noche está sumamente preocupado. Tiene que brincar ―literalmente brincan un cerco― a dos pollos (indocumentados) que llevan dos días sin poder tocar tierra estadunidense. La constante vigilancia de la Patrulla Fronteriza no lo ha permitido, pero piensa que hoy será diferente.

Estamos afuera de un departamento en el tercer piso de un edificio sobre la calle Cristóbal Colón; una transitada avenida que colinda con el muro fronterizo Mexicali-Caléxico. Los dos futuros indocumentados, el Trampas y yo, nos dedicamos a mirar en silencio y en tinieblas, una camioneta de la Patrulla Fronteriza norteamericana que vigila sobre J A Roadney Ave; una calle que separa campos agrícolas del último fraccionamiento de la mancha urbana. No podemos ponernos de pie, prender un cigarrillo y menos tomar fotografías, porque el agente de migración trepado en su patrulla nos observaría con sus binoculares de visión nocturna; y si esto sucede no se moverá nunca de ese punto; y justo por éste pasa la ruta de escape de 200 metros que los pollos deben seguir antes de esconderse en la zona residencial de Caléxico. Al llegar a ella se ocultarán debajo de un automóvil, detrás de una barda, adentro de un bote de basura, junto a un matorral o donde puedan. Marcarán por celular al Trampas y darán su ubicación exacta: nombre de la calle, descripción de las casas alrededor; cualquier detalle que ayude al raitero (encargado de transportar a los indocumentados) a dar con su paradero, antes de conducirlos hasta una casa de seguridad en el condado de Imperial, en espera de su destino final: Los Ángeles. Aunque esta ciudad californiana no es el destino de Marcos, uno de los dos pollos que espera con impaciencia. Él es tapatío, tiene 25 años y se dirige al estado de Washington a pizcar manzana. Su vida la tiene hecha en el estado que viera nacer a Nirvana y Pearl Jam. No fue deportado, salió de Estados Unidos para viajar a Guadalajara a visitar a su mamá enferma. Ahora va de vuelta. Si todo sale bien estará en Los Ángeles en un par de días: pagará por el servicio y contratará un transporte que lo llevará a casa.

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Antes de formular mi primera interrogante un niño sale del departamento que está junto a nosotros; lo hace gateando, conocedor de las medidas que deben tomarse para no ser advertidos por el agente de la Patrulla Fronteriza. "El migra ya sabe que desde aquí los vigilamos, tienen torcido este edificio, si nos ven no se mueven y no podemos brincarnos", me dice el Trampas. "Dice mi papá que si quieren un sándwich o un vaso de agua", nos pregunta el infante. Solamente Marcos acepta un vaso de agua. "Su papá trabaja conmigo", vuelve a intervenir el Trampas. "¿Tienen ahí la soga?", pregunta el papá desde la oscuridad.

"Este negocio ya no es lo de antes, desde el 9/11 se fue como avión en picada. Antes cruzaba hasta 200 pollos a la semana, ahora si brinco a cuatro me va bien. Febrero y marzo en un buen mes porque las personas hacen su declaración de impuestos y el gobierno les regresa dinero y con eso mandan por sus familiares para que los llevemos hasta Los Ángeles; les cobramos entre 6 mil y 7 mil 500 dólares. Si vas más lejos, como a Denver, New York, Chicago o Washington, se te consigue un raitero que te llevará en carro por 1,500 dólares. A mí me pagan 300 dólares por cada persona que cruzo", dice el anfitrión, antes de pedir que bajemos un piso para poder platicar "más relajado".

Edificio desde donde El Trampas domina el tráfico de inmigrantes del otro lado del muro.

VICE: ¿Cómo te iniciaste como traficante de indocumentados?
Trampas: Soy de Mazatlán, Sinaloa. A los que viajan en tren sin pagar les dicen "trampas", de ahí mi apodo. Me la llevaba en los trenes de carga de la estación del ferrocarril. A los 14 años me fui de trampa a Guadalajara, pero me regresé a los meses para hacer los exámenes del segundo semestre de la prepa en el COBAES 38. Me gustó viajar. Cuando cumplí 15 años un amigo, que en paz descanse, me invitó a Tijuana, me lavó el coco y nos fuimos: no teníamos dinero, ni familia, ni casa a donde llegar, solamente la dirección de unas morras del barrio que estaban de sexoservidoras en la calle Coahuila, donde está todo el refuego.

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Llegamos sin nada a valer madres. Las amigas del barrio nos dieron quebrada de quedarnos con ellas; pero seguíamos sin dinero y comenzamos a asaltar a los borrachitos de la zona centro de Tijuana. Les aplicábamos la llave china en el cuello; se desmayaban y los robábamos. Así duré siete meses hasta que me detuvieron y me encerraron un año en una cárcel para menores de edad. Cuando salí fue la misma: andar valiendo madre sin dinero y otra vez empecé a robar.

En el hotel donde rentaba eran polleros. "Nos falta un guía, ¿quieres aventarte un viaje tú solo? Ya no pagarás hospedaje, ni comida y aquí te puedes quedar a vivir", me dijo uno de los que piloteaba el hotel, y pues acepté. Él vivía en la colonia Castillo, pegado a la frontera. Me presentó al que tenía que cruzar; como yo ya lo había acompañado varias veces, me sabía el camino. Estuvimos los tres toda la noche acostados en el cofre de un carro esperando que se moviera la patrulla fronteriza. En cuanto se movió nos cruzamos. Caminamos unas horas, hasta la parada del trolley (tren ligero) de San Ysidro. "Voy a hablar al teléfono público para que traigan el dinero", me dijo. Pero el hijo de su puta madre corrió y corrió, no me pagó. ¡Nombre!, me regresé bien triste, caminando por donde entré, ni siquiera me salí por la garita; era nuevo, me apendejé y me chingaron. Eso fue en 1993, hasta la fecha sigo en esto. Así fue como inicié.

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¿Es posible sobornar a los agentes de la patrulla fronteriza?
Solamente he sabido de casos en Texas, pero tengo una anécdota que primero me asustó y después me dio risa. Una mañana un bato y yo brincamos a unos pollos por la zona de Los Algodones, junto a Arizona. En chinga fuimos a esconderlos a El Centro, California. Había como 50 personas, estaba llena la casa. Me acosté en el sillón a ver la televisión y escuché que tocaron la puerta; me asomé por la ventana y vi que era un gringo agente de la patrulla fronteriza con uniforme, pistola y patrulla. "Puta madre, valió verga", pensé. Siguió tocando, pero está prohibidísimo abrir la puerta. "Abre", me dijo uno de los encargados. "Es un migra, un agente de la patrulla fronteriza", le dije en voz baja, lleno de pánico. "¡Ábrele a la verga, chingado!", me gritó. Resulta que el migra se andaba cogiendo a la dueña de la casa de seguridad. El migra nos saludó y se fue directo al cuarto con ella; duró como dos horas y se fue; nomás fue a cogérsela. El migra no era parte de nosotros, pero obvio que sí sabía a qué se dedicaba su novia mexicana.

Un tiempo viví en Browley, California. Ahí conocí a un muchacho que ahora es CBP (Custom Border Protection), agente de la garita. A veces me lo encuentro en el table dance La Casona, que está antes de cruzar a Caléxico. Los dos sabemos a qué nos dedicamos. "Tú a lo tuyo y yo a lo mío", le digo cuando me lo encuentro; hasta eso que nos llevamos bien.

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Del otro lado del muro la constante presencia de la Patrulla Fronteriza.

¿Cómo es un día en una casa de seguridad? 
En el Valle Imperial podemos durar hasta 15 días refugiados en una casa de tres habitaciones con 40 o 50 ilegales; esperamos a que se despejen las carreteras de retenes de la patrulla fronteriza para poder conducir hasta el destino final, Los Ángeles. Tenemos gente en las carreteras que nos avisan cuando se quitan los retenes. Pero en general es muy aburrido estar en las casas de seguridad, nomás platicamos, cocinamos, jugamos baraja, vemos televisión. Imagínate cómo se han de enfadar, pero pues, no pueden salir a la calle. Hay unos que sí se salen en un descuido, pero no salimos a buscarlos; total, ¿hasta dónde pueden llegar si no conocen dónde los tenemos? Se terminan regresando porque son localidades muy pequeñas las del Valle Imperial; aparte es muy probable que los detenga la patrulla fronteriza; es que los que cruzan se dan a notar: andan muy mal vestidos, greñudos, con cara de asustados, no hablan inglés, algunos ni leer español saben. Pero allá en Los Ángeles es diferente, allá todas las casas de seguridad están enrejadas y con candado; los tenemos con nosotros hasta que la familia nos paga. Pero en ocasiones los pollos se escapan y ya no vuelven y no nos paga la familia. Date una vuelta por las zonas de MacArthur Park o por la cantina el Gallo Giro en Huntington Park, y verás puro paisa, gente de Oaxaca o Chiapas. En estas zonas si se nos salen de la casa no los encontramos ya, porque por ahí está lleno de mexicanos y se confunden".

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¿Has cruzado a personas que se salgan de la norma, europeos, por ejemplo?
Sí, a un tipo de Inglaterra y a un sacerdote michoacano que estaba acusado de pedofilia. No sé qué hizo ese inglés, pero lo habían deportado. Cuando quiso volver a entrar a Estados Unidos, viajó de su país a la Ciudad de México y después voló a Tijuana y luego bajó a Mexicali y se hospedó en el Hotel Plaza. No hablaba español, pero logró comunicarse con un deportado y ese deportado lo contacto con otra persona y me lo pasó a mí. Lo crucé brincando el cerco de Caléxico, pero lo detuvieron y ya no sé qué pasó.

Lo más raro fue cruzar al sacerdote, porque supimos que estaba huyendo por violación de un menor, pero pues no somos policías para arrestarlo. Lo crucé por el Río Nuevo, por el agua del drenaje con un tubo inflable de llanta; uno de mis ayudantes se lo fue llevando y en cuanto cruzó la frontera yo lo estaba esperando en una camioneta para llevarlo a esconder a un rancho en Hotville y después a Los Ángeles.

Cuando una persona quiere cruzarse de ilegal a Estados Unidos, ¿cómo te contactan, cómo contactan a un pollero?
Cuando una persona llega a Mexicali no llega buscando quién lo cruce. Llega porque un familiar suyo de Riverside o Fresno ya contacto con algún pollero. Éste al mismo tiempo contacto con otro pollero de Mexicali que me puede marcar a mí, a mengano o zutano para que lo brinquemos. Si la persona es de Michoacán, llegará en avión a Tijuana y luego bajará a Mexicali, porque es más fácil cruzar; lo recogerán en la central de autobuses y me lo entregan a mí. Si llega un miércoles en la mañana, en la noche ya le estamos dando batería, intentando, a ver si se logra brincar. Lo malo es que si los agarra la patrulla fronteriza cruzando por Mexicali te regresa por Ciudad Acuña, Coahuila; y si te atrapa por Nogales, Sonora, te regresa por Tijuana. Y así te trae la migra por todo el país; he brincado gente que agarraron por Tamaulipas y los sueltan por Mexicali. Pero si te agarran y quieres volverlo a intentar no te cobramos.

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Me han tocado personas que vienen del desierto de Altar, Sonora, y los podemos cruzar tres o cuatro veces y los agarra la migra. Los truenan porque son gente muy negativa; los subes hasta lo más alto del cerco y ya cuando están nomás para bajar y correr, la piensan y dicen: "bájame porque ahí está la migra". Así no se puede. "Si no quieren ver a la migra saquen su pasaporte o váyanse por el desierto, van a pasar mil sensores y en un punto los arrestarán, pero no verán agentes de la migra", les digo.

Mapas que realiza El Trampas para explicar la ruta de escape a los inmigrantes.

¿Cuáles son las indicaciones que les das a las personas que brincas?
Antes de pegarme al cerco con la persona, ya le explique en un mapa qué es lo que debe hacer cuanto caiga del lado gringo; si no hace exactamente lo que yo digo lo van a agarrar. Nosotros ya sabemos los movimientos de los migras, por dónde andan, dónde dan vuelta; esto es como un juego de ajedrez, si el migra mueve a su reina yo me lo voy a chingar; igual, si el pollo se mueve para donde él quiere se lo van a chingar. Nos pegamos al cerco y si veo que el migra está pendejeando en el celular subo al pollo en mis hombros hasta arriba del cerco y se baja. Ya cuando hizo exactamente lo que le dije, me habla por teléfono y me dice dónde está escondido; nomás le pido que me dé el nombre de las calles o que me describa qué hay para yo decirle al raitero dónde levantarlo para llevarlo a una casa de seguridad en el Valle Imperial. A veces es complicado porque hay personas que no saben leer. "Nomás me sé las vocales", me dicen; lo bueno es que conozco las calles y con que me digan cómo es la casa o el carro por dónde andan puedo saber dónde están. Si es de noche deben vestirse de negro y si es de día con la ropa que sea.

Háblame de los bajadores (asaltantes de inmigrantes), ¿has tenido problemas con ellos?
En Mexicali se puede cruzar por varias partes, una de ellas son las montañas de La Rumorosa; en unas horas estás en el pueblo de Ocotillo, por la Interestatal 8 que va para San Diego. Un día iba de guía de un grupo de 20 pollos. Los bajadores nos salieron ya cuando estábamos adentro de las montañas. La neta a las mujeres las tratan como perras, son muy abusivos. Las desnudaron y les revisaron todo para robarles el dinero. Encueraron a pollo por pollo y les revisaron los zapatos, la ropa y costura por costura, porque algunos ahí meten el dinero; nos tuvieron como cinco horas. Ya les habíamos advertidos a los pollos que no se llevaran nada de valor. "¿Quiénes son los guías?", nos preguntaron los bajadores. Contestamos quiénes éramos y nos dijeron: "ustedes pónganse detrás de esa piedra", porque ya saben que los guías no llevamos nada de valor porque corremos el riesgo de ser asaltados. Los bajadores no te salen por la orilla de la carretera, te salen entre los cañones, te están viendo desde lo alto, son personas que se dedicaban a cruzar y lo dejaron de hacer, conocen las montañas; van armados con escopetas y pistolas, son muy culeros.

¿De qué estados de la república mexicana cruzas más personas y cuáles son sus características y diferencias entre ellos?
La gente de Sinaloa nomás va a vender droga; yo soy de allá y sé cómo está el pedo, a mí nadie me va a contar. Ahuevo que en Sinaloa hay gente trabajadora, pero de 50 que cruzan de ilegales, nomás uno va a pizcar al field (campo agrícola). A la gente que siempre ves trabajando son a los de Michoacán, Oaxaca, Zacatecas, Guanajuato y Chiapas. Pero los de Sinaloa van a traficar heroína, cristal, cocaína. En el Valle Imperial me aventé viviendo siete años de ilegal, nunca he tenido pasaporte. Trabajaba en una casa de seguridad donde escondíamos a los pollos, para después llevarlos a vivir a Los Ángeles. Me daba cuenta que los sinaloenses nomás andaban haciendo negocios con la droga, escuchaba sus llamadas que hacían por teléfono; en cuanto llegábamos a la casa de seguridad algún familiar pagaba por ellos y se los llevaba.

En 24 años de pollero, ¿cuánto dinero has reunido?
Hace exactamente 12 años, cuando trabajábamos por Los Algodones, ganaba entre 20 y 30 mil dólares por semana como guía. Cruzábamos hasta cincuenta personas diarias. Llegábamos a Los Algodones a casa de una gente que no se dedicaba al tráfico de indocumentados, pero que nos daba oportunidad de meterlos a esconder a su casa. Uno de los hijos de los señores de la casa nos prestaba una lanchita para cruzar el canal Todo Americano que divide a México de Estados Unidos; nos cobraba cien pesos por persona. Que son veinte, pues son dos mil pesos, otros veinte otros dos mil; de repente podía haber hasta cien pollos diarios para cruzar. Al bato para el que yo trabajaba metía hasta cincuenta pollos diarios; a mí me tocó guardarle en mi casa más de 700 mil dólares; era un bolsón, porque te imaginarás, eran billetes de a dólar, de a cinco, de a veinte dólares.

¿Cómo es el fin de la vida en este negocio?
Esto no es vida. Vida es cuando hiciste un chingo de dinero, viejas por todos lados, pero no. Aquí acabé mi vida, tengo casi 43 años, en dos o tres años más esto se va a acabar. Nadie me va a dar trabajo y, ¿qué voy a hacer, trabajar de velador? Entonces todo lo que hice no sirvió. No tengo prestaciones ni antigüedad, ni pensión, ni jubilación.

Desgraciadamente el cuerpo se va acabando, se va haciendo más lento: corres te cansas y te atrapan. Hay una edad en la que ya no podré cruzar personas por el cerco cargándola en los hombros como lo hago ahora; y eso que todos los días hago pesos, voy a correr y no bebo alcohol ni fumo. Hasta ahora me he salvado de estar cinco o siete años en la cárcel, pero siempre se puede caer. El final de esta chamba es la edad. Nunca he tenido pasaporte y viví allá ocho años en el Valle Imperial. Tengo cuatro hijos y todos nacieron en California. Espero que ahora que sean mayores de edad me saquen papeles, para cuando me retire de esto pueda vivir pensionado. Una cosa sí voy a decir: los migras más culeros son los mexicanos y los filipinos, son unas mierdas, los gringos no tanto. Igual pasa con los mexicanos que viven en Caléxico. Aunque ellos también sean indocumentados, son muy culeros, te echan a la migra, te apestan, te discriminan, te hacen a un lado. Por eso la gente en Caléxico que es indocumentada no lo dice, no confía en nadie.