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Cultură

Estas pesadillas aéreas van a hacer que nunca quieras volver a viajar en avión

La próxima vez que estés en el aire y te den ganas de quejarse sobre cómo la selección de películas no incluye toda la serie de Los juegos del hambre, acuérdate de estas historias.

Foto de la cabina de clase turista en United Airlines vía Wiki Commons.

Según una encuesta de satisfacción de aerolíneas norteamericanas realizada en 2016 por la firma de investigación J.D.Power and Associates, volar en un avión no es tan malo. El nivel de satisfacción de los clientes de aerolíneas norteamericanas ha tenido una una buena racha en los últimos diez años y los comentarios generales sobre los servicios durante el vuelo mejoraron 12 puntos desde el estudio del año pasado. Pero claro, hay excepciones. Por eso le pedimos a unos amigos muy paseados que nos contaran la peor experiencia que han tenido en un avión. La próxima vez que estés en el aire y te den ganas de quejarse sobre cómo la selección de películas no incluye toda la serie de Los juegos del hambre, acuérdate de estas historias.

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Mal tercio

Estaba intentando dormir durante un vuelo a Las Vegas cuando las dos personas junto a mí se pusieron hasta la madre de borrachos. Eran desconocidos antes de despegar y para cuando aterrizamos ya estaban teniendo acción bajo la cobija que viene en el asiento del avión. Como estaba atrapada en el asiento junto a la ventana y me sentía muy incómoda, intenté hacer contacto visual con alguna de las sobrecargo (quienes, al parecer, estaban tratando de ignorar la situación). Traté de distraerme viendo las nubes pero todas tenían forma de pene. La nueva pareja empezó a hablar de lugares dónde coger en Las Vegas; la mujer explicó por qué le gusta que la amarren durante la actividad sexual y el güey dijo que nunca había hecho eso antes pero que le encantaría probarlo. Al final, las sobrecargo no pudieron seguir ignorando lo borrachos y calientes que estaban y tuvieron que pedirles que se calmaran. De todos modos ya estábamos a punto de aterrizar y ya me habían arruinado el vuelo.—Tina, 26.


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Cómoda y calientita

En un vuelo reciente de Boston a Dublín, estaba muy emocionada porque iba a tener tres asientos para mí. Construí una cama de almohadas y mantas de microfibra apiladas, me hice bolita con la cabeza cerca de la ventana y me quedé dormida. Durante mi siesta, sentí que algo calientito tocó mi cabeza; me acurruqué en su calor y fue maravilloso. Desperté por una turbulencia y me di cuenta de dónde provenía el calor: El viejo sentado atrás de mí había estirado las piernas hasta meter su pie descalzo y sudoroso sobre mi asiento, junto al cual estuve acurrucada todo ese tiempo. Con el corazón roto, destruí mi cama inmediatamente para reacomodar mi cuerpo lejos de su pie. No pude dormir por el resto del vuelo. En lugar de eso, me la pasé viendo hacia el espacio con la esperanza de haber metido champú seco en mi equipaje. —Natasha, 27.

¿Mary Kay? Ni madres

Estaba en un vuelo completo de consultores de Mary Kay en su manera a una Convención Nacional en Texas. Me tocó sentarme en medio de dos compañeras muy competitivas que no se llevaban muy bien. Todo el vuelo se la pasaron peleando para ganarse mi venta. Cuatro horas después, bajé del avión sin muestras gratis, con la cabeza llena de información sobre cosméticos Mary Kay y dos tarjetas de presentación que no me servían. Además, terminé apestando a perfume de mala calidad. —Laura, 25.

Llanto en el cielo

Soy de República Dominicana y viajo regularmente a Nueva York y de regreso. Por lo general, el trayecto es de tres horas. En una ocasión, me tocó sentarme junto a una mujer que se la pasó llorando todo el vuelo. Le pregunté qué tenía pero su llanto era tan intenso que no podía hablar. De hecho, apenas podía respirar. Traté de ser comprensiva pero me colmó la paciencia cuando uno de sus pañuelos sucios cayó sobre mí. —Rachell, 24.


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Intervención militar

Tres horas después de que saliera mi vuelo nocturno de Nueva York a España, el piloto prendió las luces y habló por el intercomunicador. De inmediato supe que algo andaba mal por el tono de su voz. Dijo muy tranquilamente: "Estimados pasajeros, tenemos un problema y vamos tener que hacer una breve escala para revisar el avión". Como no tenía idea donde íbamos a hacer una "breve escala" entre Nueva York y España, estaba seguro de que solo dijo eso para tranquilizarnos antes de morir ahogados. Pero no morimos. En vez de eso, aterrizamos en una base de la Fuerza Aérea Real Canadiense, el lugar más cercano donde aterrizar además del océano Atlántico, y nos quedamos toda la noche en sus cuarteles. Estaba muy emocionada porque al fin iba a tener un sello canadiense en mi pasaporte pero no tanto por dormir los cuarteles, que parecían una combinación entre un dormitorio y una celda de cárcel. Como el avión de reemplazo estaba programado para llegar a las 6 AM, decidí no dormir, lo cual resultó ser un error, ya que el avión de reemplazo no llegó hasta las 4 PM. Ya a bordo, nos informaron que el nuevo avión no estaba certificado para cruzar el océano. Al final, tuvimos que volar a Nueva York para empezar nuestro viaje nuevamente. Para cuando llegamos, la mayoría de los vuelos internacionales ya se habían ido. —Lauren, 26.

¡Mira, sangre!

Me senté al lado de un chico que traía toda la camisa manchada de sangre. Entré pánico y así me quedé durante las 11 horas de vuelo porque pensé que había asesinado a alguien y estaba huyendo. —Catherine, 25.

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