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Ver 'Trainspotting' en la adolescencia me cambió la vida

Me enseñó que siempre hay lugar para cierta ambigüedad en el amor, la atracción y las pláticas a medianoche afuera de un club.
Foto vía Film4 Productions

Artículo publicado originalmente por Broadly Estados Unidos.

Todavía recuerdo la primera vez que vi Trainspotting. Tenía alrededor de 13 años y la película sobre un grupo de adictos a la heroína en una zona pobre de Edimburgo probablemente no era la más apropiada para mi edad. Pero la adaptación de Danny Boyle en 1996 de la novela de Irvine Welsh con el mismo nombre cambió mi vida tiempo después. La vi y la volví a ver sin parar y me sé de memoria varios fragmentos del guión. Trainspotting hizo que me enamorara por primera vez de la cultura pop: Mark Renton (Ewan McGregor), el drogadicto guapo de ojos azules, con playeras ajustadas y jeans desgastados era claramente una causa perdida, pero tenía estilo, carisma y era interesante. Nunca había conocido a alguien como él.

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Lo que más me atrapó fue la sonrisa de Renton. En la escena de apertura de la película, Renton corre por las calles de Edimburgo con su amigo y cómplice, Spud (Ewen Bremner). De repente, un automóvil lo atropella, se apoya en el cofre y suelta una risa maníaca que suena al puro placer de estar vivo y que todo te valga una mierda. Al compás de la canción "Lust for Life" de Iggy Pop, que resalta el famoso monólogo "choose life" ("elige la vida, elige un empleo, elige una carrera, elige una familia…"), mi corazón latía aceleradamente.

Trainspotting representa el sufrimiento de la drogadicción en medio de una crisis socioeconómica. Es un mundo oscuro, pero fácil de ver para una chica rusa como yo, que creció en San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia, en el período posterior al colapso de la Unión Soviética. Era una adolescente tímida que pasaba la mayor parte del tiempo en casa, y en Trainspotting vi un mundo que se parecía mucho al entorno en el que vivía. Si vivías en la Rusia de los 90, las calles de Edimburgo no eran tan feas: la mayoría de mis compañeros, en algún momento, fueron testigos del crimen y el abuso de drogas que vino con la crisis postsoviética. Mi infancia fue segura, pero la oscuridad siempre estaba a la vuelta de la esquina.


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En mi escena favorita de Trainspotting, Renton conoce a Diane (Kelly Macdonald) en el club nocturno local Volcano Club. La canción "Atomic" de Blondie suena de fondo, Diane lleva un vestido rosa de lentejuelas y Renton tiene una camiseta amarilla descolorida, demasiado corta y demasiado apretada. En respuesta a los incómodos intentos de Renton de seducirla, Diane ofrece un monólogo cruel e incisivo. "¿Usualmente esta estrategia te funciona?", pregunta. "Oh, déjame adivinar: nunca lo habías intentado. De hecho, normalmente no intentas abordar chicas, ¿no es cierto? La verdad es que eres un tipo tranquilo y sensible, pero si estoy dispuesta a darte una oportunidad, tal vez llegue a conocer tu yo interior: ingenioso, aventurero, apasionado, amoroso, fiel. Un poco loco, un poco malo. Pero, hey, ¿no es lo que nos encanta a las chicas?".

Repetía esa escena una y otra vez, preguntándome si alguna vez tendría un encuentro romántico que llegara al nivel de Renton y Kelly. Nunca lo tuve: mis encuentros románticos en general nunca fueron tan emocionantes. Cuando llegué a la edad adulta, ya había sentido el dolor de conformarme a los estereotipos femeninos. Las mujeres rusas invierten mucho esfuerzo en su apariencia: tacones de aguja y maquillaje de noche para ir a trabajar. Siempre he respetado ese esfuerzo, pero también creo que estos estándares de belleza son alienantes. Ya que mi estilo era grungy, no encajaba en el glamour que normalmente se espera de las mujeres rusas. No podría ser esa mujer perfecta. Muchas veces me sentía sexualmente invisible.

Ya que nunca iba a conocer a una versión tímida pero arrogante de Ewan McGregor, mis amigas y yo nos comportábamos como los chicos de Trainspotting. Usábamos botas Dr. Martens, éramos ruidosas y pasábamos los fines de semana bebiendo en bares, fumando cigarros y mirando a los chicos con playeras desgastadas y pantalones ajustados que se parecían a Renton. Podríamos relacionarnos con ellos porque Trainspotting enfatiza las pruebas de la masculinidad y las expectativas tóxicas que le damos a los hombres, simplemente por su género. Una película sobre el despojo espiritual de un hombre escocés de la clase trabajadora; Trainspotting representa un mundo donde las normas de género son tan restringidas que los hombres sólo pueden comunicarse con referencias de futbol con sus mejores y más cercanos amigos. Pude entender lo estúpido y opresivo que se sentía, y también mis amigas. De hecho, una amiga se metió tanto en el papel de Begbie, el personaje anarquista e hiperviolento interpretado por Robert Carlyle, que una noche la atraparon queriendo meter una navaja a un club. Sentíamos que al actuar como los hombres de Trainspotting tal vez podríamos dejar de lado algunas de las presiones que teníamos para ser chicas perfectas en la sociedad rusa.

Los enamoramientos adolescentes van y vienen, pero mi obsesión con Renton desde adolescente me cambió para siempre. Me enseñó que siempre hay lugar para cierta ambigüedad en el amor, la atracción y las pláticas a medianoche afuera de un club. Pero lo más importante que me enseñó fue que puedes desarrollar una identidad propia fuera de los estereotipos que te impone tu género: sólo tienes que inventarla sobre la marcha.