Los perros, los otros damnificados del sismo

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Los perros, los otros damnificados del sismo

"Ellos, los animales, nos rescatan más a nosotros que lo que nosotros a ellos".
IC
fotografías de Irving Cabello

Las labores de rescate tras el temblor del 19 de septiembre nos han mostrado a otras víctimas por las que vale la pena mover bloques de cemento: las mascotas. La sociedad civil también se organiza para atender a perros, gatos y demás animales que se han vuelto integrantes de muchas familias. No son pocos los sitios que recaudan alimento y agua para ellos, así como los refugios temporales que se han montado para recuperarlos y protegerlos hasta que se reencuentren con sus dueños.

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No se puede romper el binomio. Donde haya que rescatar a un humano, siempre habrá alguien que haga lo mismo por un perro, un gato o un conejo, valorando así cualquier forma de vida. Visitamos a algunas personas que durante esta emergencia han destinado sus esfuerzos en salvar a los animales de compañía.

Norma Huerta

Norma Huerta parece omnipresente. Uno parpadea y la ve frente a un grupo de muchachos a quienes les explica la diferencia entre adopción y hogar provisional; al siguiente abrir y cerrar de ojos ya está en una carpa preguntando cómo van los damnificados que han recibido; un parpadeo más y se refugia por un momento en su camioneta para comer un poco antes de seguir con su labor. Así ha estado desde el miércoles, cuando instaló con lonas y plásticos el albergue temporal para animales perdidos de Mundo Patitas, en el área para perros del Parque México, en la colonia Condesa.

Hasta ahí algunos rescatistas y voluntarios han llevado a unos 30 perros que durante el sismo del 19 de septiembre corrieron, al igual que sus dueños, para salvar la vida. El instinto hizo que en la confusión se separaran de sus familias. No es difícil imaginar su desconcierto. Es probable que por primera vez estuvieran solos, espantados por los ruidos del cemento que crujía en donde estaban parados, intimidados entre cientos de personas que no los miraban porque también estaban ocupados en sobrevivir. Cuatro perritos llegaron al albergue cubiertos de polvo, rescatados, según le contaron a Norma, de entre los escombros.

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"No me consta, no lo puedo asegurar. Me dicen que sí", me platica la mujer, que a pesar de dormir solo unas horas en dos días, no pierde la sonrisa. "Me trajeron dos de Xochimilco y dos de Chalma. Han venido de los multifamiliares de Tlalpan, de aquí mismo de la zona. Hemos dado ayuda hasta Chalco. La mayoría son de casa. Se nota porque están bien comidos, limpios, porque tienen un corte. Me han traído algunos con pulgas; eso me indica que se los encontraron en la calle, pero no importa. Queremos creer que son damnificados del sismo. Aquí los desparasitamos, los alimentamos, pero sobre todo les damos champú de amor, consuelo. Yo creo que eso es lo que les hace mucha falta: el apapacho".

La idea es que el perro y la familia se reencuentren cuando las cosas se compongan para ambos. De hecho ya hubo tres reencuentros. Uno de ellos tras abrazar a su can se limpio las lágrimas y le dijo a Norma que tenía una deuda y por ello se sumaría como voluntario. Así que ahora le deja a su mascota en lo que él va a las labores de rescate.

Sin embargo, Norma sabe que el albergue improvisado no es la mejor opción para los damnificados. Con las lluvias el piso de tierra se transforma en lodo y para tener un mejor control, los animales están en jaulas de plástico. Por ello los está colocando en hogares temporales. Y es tanta la gente que quiere ofrecer su casa a un perro, que hacen fila para aplicar. No importa que deban esperar hasta dos horas para llegar al frente y llevarse a un perro bajo su resguardo por dos semanas.

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"Hay mucha gente que quiere brindarles su hogar", comenta Norma. "Te lo llevas a tu casa porque sé que ahí va a estar mejor que aquí. Pero no es tuyo. Es de alguien que lo puede reclamar. Te damos un formato que tiene carácter legal. Dice que el perro es mío, tú me lo cuidas, me lo tienes que entregar igual o mejor de que te lo estoy entregando. Si en un lapso de tiempo (dos semanas) no lo reclaman, tú tienes la ficha número uno para adoptarlo".

De alguna manera Norma, que fundó hace diez años esta asociación que defiende los derechos de los animales, entiende el sentir de los perros y gatos que recibe en estos días: ella también es damnificada y aún no sabe si su casa es habitable o la tiene que dejar.

Ese 19 de septiembre por un momento creyó que su departamento, en el edificio Ignacio Ramírez de Tlatelolco, la sepultaría. El plafón que decoraba el techo cayó, el azulejo de las paredes se desprendió, un muro se cuarteó. Cuando todo terminó, Norma lloraba, sentía angustia y preocupación. No quería estar en su casa porque tenía miedo. Así que decidió refugiarse en su misión de vida, donde olvida sus problemas y encausa esos sentimientos en algo positivo.

"Cuando llegué al Parque México vi lo que estaba sucediendo. Se me erizó la piel de ver la cantidad de solidaridad, de empresas, sociedad civil", mientras Norma me cuenta esto miro que los poros de su brazo se levantan: la dermis se enchina cuando recuerda. "Tuve que ponerme a la altura de la situación y decidí instalar un albergue temporal y un centro de acopio 24 horas".

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Por redes sociales Mundo Patitas convocó a voluntarios para su proyecto y llegaron chicos con lonas y cuerdas. Instalaron tres carpas: dos en las que están los perros y una para el acopio de medicamentos. Después llegaron alumnos de la Facultad de Veterinaria de la UNAM e instalaron una carpa para atender los casos de infección o que pudieran ser contagiosos. En la parte exterior recolectan croquetas, comida enlatada, agua y artículos de limpieza como cloro. Las paredes de lona también sirven como murales donde la gente deja sus pequeños anuncios con las fotos de sus perros extraviados.

"No atendemos lo que se rumora en redes sociales. A nosotros nos llega la llamada de estoy aquí, estoy viendo esto, necesita esto, la medicinal tal y de aquí sale la brigada con alimento y se va a la zona que nos requiere".

Norma lleva dos días sin dormir bien, sin bañarse y sin casa. Pero nada de eso le hace perder la sonrisa. Los perros le dan esperanza y la paz que necesita en medio de la crisis. "Hay una frase que a mí me gusta mucho", me dice mientras observo que sus párpados reflejan cansancio, sin embargo, su mirada despide satisfacción: "Ellos, los animales, nos rescatan más a nosotros que lo que nosotros a ellos".

Jacqueline Vaca (de chaleco naranja) rodeada de voluntarios.

Jacqueline Vaca

A Jacqueline Vaca, una mujer fuerte a quien el oficio de enfermera la acostumbró a ver en sus pacientes escenas de dolor provocado por alguna lesión o padecimiento, se le quiebra la voz cuando recuerda a la mujer que no pudo sanar con vendajes y antiséptico, porque la herida estaba en el alma. "La señora perdió todo con el temblor. Se está quedando en un albergue y no le dejaron tener a su peludita", me platica mientras una delgada película de agua se forma en sus ojos. "No quiso mandarla con alguien de su familia porque sabía que no la iban a cuidar. Entonces nos la trajo aquí al albergue temporal. Me dijo que le dolía mucho, pero que no podía tener a su perrita con ella, que nosotros sí la íbamos a cuidar. La abrazó, le dio un beso y me la dejó". La mujer no expulsa la lágrima. Se queda en sus ojos. Tal vez la saque cuando no haya tanta gente.

Ese 19 de septiembre Jacqueline estaba en Tecamac, en uno de los refugios que tiene Peludos Desamparados, la organización de rescate de perros y gatos que dirige. Como a todos, el temblor la tomó por sorpresa. De inmediato recogió las cosas con las que monta su stand de adopción y se traslado a su lugar de todos los domingos, en el camellón de Álvaro Obregón, a la altura de la calle Morelia, en la colonia Roma.

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En cuanto llegó, por ahí de las seis de la tarde, armó una brigada con los voluntarios y salieron a las calles de esa zona castigada por el temblor, para rescatar a los perros que asustados huyeron de sus dueños. Sin embargo en los días que llevan explorando el terreno no han encontrado ni un solo peludito, como llama a perros y gatos. Curiosamente los cerca de 60 animales que han llegado a su albergue provisional los han llevado otros rescatistas.

Lo primero que hacen con el perro es revisarlo y si presenta alguna herida o lesión que amerite una atención mayor, Jacqueline los manda a un hospital veterinario cercano para que les den tratamiento. Después los coloca con personas que ofrecen su casa como refugio durante la emergencia.

"Los perros se están yendo a hogares temporales y algunos al albergue", me cuenta la mujer mientras dirige a los chicos que la ayudan para que las croquetas, los canes y la gente que se llevará a un perro, no se mojen con la lluvia que ha caído por las tardes en los últimos días. "Lógicamente las fotos de las mascotas son difundidas en redes sociales. Si sale el dueño hablamos al hogar temporal para que lo regresen. Si en un mes no encontramos al propietario se van en adopción".

De los 60 perros que han llegado con ella, un par fueron rescatados de los escombros y hasta el jueves, el día que platicamos, sucedió solo un reencuentro entre un perrito perdido a causa del sismo y su familia. "Recuerdo muy bien el nombre del peludito, Ottis, era una especie de French Poodle. Traía un collar antipulgas verde con su nombre. Subimos la foto a redes sociales y lo reconoció su dueño".

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Al frente de una gran carpa blanca tres veterinarios voluntarios dejaron sus casas a varios kilómetros de la Ciudad de México y decidieron ayudar a Jacqueline en su labor: una chica brasileña, un joven de Colombia y un chico de Guadalajara. Detrás de ellos, bajo el techo de lona descansan más de 100 kilos de croquetas y un poco de alimento para gato.

"Estamos haciendo acopio tanto de croquetas como artículos para mascotas y también estamos recibiendo artículos para uso humano. Estamos dando aquí ayuda a personas y perritos que no tienen un hogar; les damos comida para que los alimenten y su agua. Estamos apoyando con lo recaudado a los hogares temporales, al albergue y a las veterinarias. Todo el apoyo de más que tenemos en acopio, el sábado vamos a comenzar a hacer nuestras despensas y nos vamos a ir a Hidalgo a entregarlas en la mano de la persona beneficiada. No lo vamos a dejar en otros centros de acopio, ni a la Cruz Roja. Una voluntaria se va entregar a Morelos lo que ha recaudado. Preferimos entregarlo así porque nos están comentando que no les está llegando el apoyo a donde tiene que llegar".

Es difícil platicar con Jacqueline. Cuando no la busca alguna persona que desea apoyar con un hogar provisional, llega una cuadrilla de la policía para donar varios costales de croquetas. Aunque no fuera así, esta mujer no sabe estar quieta. Seguro formaría otra cuadrilla y buscaría por enésima vez a perros afectados por el sismo, aunque no los encuentre.

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Silvia García

La casa de Silvia García no tiene paz desde hace un par de días. Luego del temblor del 19 de septiembre, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la CDMX (PAOT) le llevó algunos perros rescatados tras el fenómeno natural. La mujer solo tenía cinco costales para alimentarlos a ellos y a los más de 100 ejemplares que componen sus manda. Entonces mandó un mensaje por redes sociales en el que pedía apoyo. Así La casa del Mestizo, el nombre de su albergue, se convirtió también en centro de acopio.

"Ahorita tenemos cinco. PAOT está recuperando a los perros y los está llevando a diferentes albergues", me cuenta Silvia que luce un tanto cansada pues no ha dormido en 48 horas. "Yo les estoy dando albergue a estos perros pero PAOT los va a publicar en redes sociales para que aparezcan sus dueños. Si no aparecen van a ser puestos en adopción. Pero de eso se va a encargar PAOT. Yo sólo me voy a encargar de darles hogar temporal".

Una cadena humana sube a una camioneta croquetas, pequeños garrafones de agua y productos de limpieza. Casi 30 toneladas de ayuda se han reunido a las puertas del número 31 de la calle de Nayarit en la colonia Roma Sur, desde el 20 de septiembre. Y no deja de llegar. Los bultos y envoltorios llevan escrito sobre el código de barras la leyenda "donativo", con tinta permanente para que no haya chance que algún gandul lo revenda.

Un par de chicos ayudan a una mujer que recaudó en su escuela varios kilos de alimento. No puede pasar su auto, la zona fue una de las mas afectadas por el temblor y está acordonada. Pero nada impide que la gente deje de llevar croquetas y agua para los perros. Es increíble el ímpetu.

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"La gente compartió muchísimo y ha llegado para todos los albergues que, me consta, son honestos y esa ayuda la van a ocupar en los perros. Ahorita se acaban de ir dos camionetas al refugio San Gregorio, a Chalco, a Chimalhuacán, a Tultitlán, al Ajusco, a Puebla.

En las escaleras del interior de la casa, una perra negra observa la entrada y salida de humanos. Es una de las rescatadas. Se ha adaptado tan bien a la manada de Silvia que no parece llevar apenas dos días con ella. En dos recámaras de la planta baja una veintena de perros mueven la cola y ladran para llamar la atención de la mujer que anda por los 60 años. Y es por eso, por la edad, que la mujer pide un poco de paz, un espacio en este caos organizado para descansar y hacer algo que en una situación de emergencia como la que se vive en la Ciudad de México, parece un lujo: darse un baño.

"Hasta hoy recibo ayuda porque ya estoy cansada, no he dormido, no me he bañado, no tenemos en qué mover el alimento", dice con voz tenue que hace evidente la fatiga. Eso sí: no hay hartazgo.

Afuera un joven sube a un montículo para dar indicaciones a los voluntarios. A un costado una chica anota los nombres, en una especie de lista de espera, de todos los que están dispuestos a adoptar a un perro, si es que el dueño no aparece. "Ojala si se pueda", dice una muchacha con la esperanza que la tragedia le favorezca con una compañía animal.

María de Jesús Cárdenas Reyes

Unas horas después del temblor, Rampu, el hospital veterinario que dirige María de Jesús Cárdenas, comenzó a recibir la visita de personas que buscaban a sus perros. Afuera, sobre la avenida Cuauhtémoc, la calle se transformó en un río de gente. Pronto llegaron rescatista con algunos canes para que fueran atendidos. Así fue como Mary y su equipo de médicos veterinarios comenzaron a subir a sus redes sociales fotos de los ejemplares para que pudieran ser identificados por sus dueños. Cuando empezaron a llegar por los perritos ella dio la consulta y la atención de forma gratuita. Empezaron a correr la voz y llegó más gente.

Al poco tiempo, una señora damnificada, que ahora vive en el albergue instalado en el Jardín Pushkin, cayó en el sitio. Su Bull Terrier empezó a tener problemas respiratorios. Sin pensarlo lo llevó al hospital. Mientras Mary revisaba al perro, la mujer sacó su monedero y con un tono de preocupación preguntó por el precio de la consulta. No sabía si le iba a alcanzar. Cuando la veterinaria le informó que no tenía costo y que le darían también el tratamiento sin que desembolsara un centavo, la mujer desfiguró un poco el rostro. No podía creer que en medio de la tragedia alguien hubiera pensado en su amigo, su perro, y le diera atención como a cualquier humano en desgracia. Comenzó a llorar. Salió del lugar con tratamiento para su can y croquetas para que comiera.

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Entre las 30 mascotas lesionados por el sismo que ha atendido Rampú, está un gato con fractura de cadera, probablemente porque le cayó un fragmento de un muro; una perra viejita con dolor articular que se agudizó por los golpes que recibió durante el temblor. Llegó mojada porque así como la sacaron de los escombros la lavaron para quitarle la tierra; y una gatita embarazada que no logró completar la gestación.

"La gatita ya había sido valorada en un albergue", narra Mary. "Ya tiene dueños, la adoptaron, pero la vieron rara, quieta. Nos la trajeron en la noche, la valoró una de mis médicos y venía gestante pero sin movimiento de los fetos. Le hicieron ultrasonido y ya no había latidos. Esto pone en peligro la vida de la gatita también. Ya se operó, le sacaron el útero. Traía un bebé mortinato ya, fetito muerto. Ahora ya esta bien".

Pero no solo son lesiones físicas las que han atendido. En la madrugada del miércoles llegó una perra Bull Terrier muy agresiva, tanto que le tuvieron que poner bozal. En cuanto le avisaron del caso a Mary se acercó al can. Con la experiencia adquirida durante años, le quitó el artefacto y la abrazó. La perrita entonces se aferro al cuerpo de la veterinaria. No la quería soltar. Esa humana se convirtió en su apoyo.

"Se fue hoy sin bozal, súper tranquila, nos lamía la mano. Ese estrés que traía lo manifestaba mordiendo. Fue el impacto que tuvo porque no sabía qué pasaba. Los perros solo nos perciben. Y perciben todo lo que estamos viviendo nosotros".

"Somos un hospital particular pero viendo la necesidad nos unimos", me platica Mary cuando le pregunto por cuánto tiempo atenderá sin costo a los animales dañados por el terremoto. "Yo voy a aguantar mientras el bolsillo nos aguante. Los laboratorios nos están apoyando, ya gente nos está donando algo de dinero. Voy a parar proveedores, pago de cosas. Yo creo que me van a entender, se están solidarizando conmigo. Mientras yo aguante lo voy a hacer, el tiempo que sea necesario".

En el área de recuperación, una pequeña perra mestiza vendada de una mano está encerrada en una jaula. Aunque ya mejoró en salud, se nota triste. Su nombre es Luneta. Durante el temblor corrió asustada al baño, pero una pared colapsó. Un bloque la lastimó. Cuando su familia la recogió curaron su herida. Horas después en el albergue que armaron frente a su unidad, en la calle de Chimalpopoca de la colonia Obrera, Luneta perdió el equilibrio, no podía mantenerse en pie y empezó a convulsionar. Una rescatista la llevó al hospital y Mary la atendió.

Mientras la veterinaria platica conmigo un muchacho de unos 18 años entra al lugar. En cuanto lo ve, la perra comienza a inquietarse, quiere salir. Una chica abre la jaula y se la da al joven. Luneta no para de moverse, la cola va de un lado a otro, comienza a ladrar, parece que sonríe. El chico la abraza, la pega a su cuerpo a la altura del pecho, junta su cara a la de ella y la besa. Dos lagrimas escapan. La catarsis se presenta. Podrá estar sin casa y sin pertenencias, pero por primera vez, luego del sismo, por fin esa noche su familia estará completa.

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