Personas que hacen algunos de los trabajos más difíciles en un festival

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Personas que hacen algunos de los trabajos más difíciles en un festival

Lejos de mirar hacia quienes hacen posible una celebración de esta magnitud, vale mucho la pena sumergirse por las distintas historias que nos podemos encontrar entre el diario acontecer de los trabajadores.

"¿Alguna vez te has bañado y has hecho buches de agua?", me pregunta Juan Carlos, quien comenzó a trabajar con su equipo de pipas a las dos de la mañana del sábado y terminó hasta las tres de la tarde del domingo. ¿Su chamba? Vaciar con pipas los baños portátiles de los festivales.

Está cansado y tiene la cara quemada por el frío. "Acuérdate de eso que te acabo de preguntar porque ahí te va: Nosotros llegamos a los festival con pipas para succionar alrededor de un millón de litros de mierda por día. Una vez que vaciamos todo lo que hay en cada sección de baños, esas pipas se dan vueltas entre el festival y el cárcamo. El cárcamo es, básicamente, donde todos estos litros de mierda son tratados para que de la caca salga el agua tratada que eventualmente se lleva a distintas delegaciones. Así que probablemente te bañes con caca de festivales algunas veces, mi estimado".

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Lejos de mirar hacia quién o quienes hacen posible una celebración de esta magnitud, vale mucho la pena sumergirse por las distintas historias que nos podemos encontrar entre el diario acontecer de los trabajadores del festival.

"No tienes idea de cómo es hacer esto. Se vive con miedo y paranoia, es muy pero muy complicado", cuenta una revendedora con quien caminamos por toda la curva mientras nos cuenta el calvario que representa ser un revendedor en México.

"Revender no es un delito para nada. Yo no chingo a nadie y eso es lo que la gente no entiende. Yo sólo vuelvo a vender algo que ya se pagó. No hago más. No chingamos ni al festival, ni al usuario ni a nadie", dice mientras mira a su alrededor.

Camina rápido, pero si caminamos a su paso, lo baja y se pone más nerviosa. Ella fue la única revendedora que nos aceptó una entrevista y que no se puso agresiva cuando se la pedimos. Nos explica cómo funciona el negocio.

1.- Salimos nosotros con una lana propia. Nuestra inversión.

2.- Comenzamos comprando boletos de gente que le sobran.

3.- Si yo compro un boleto a un asistente, pues es para que saque para las chelas o qué se yo, entonces ni de broma se lo compro al precio. Pon tú…. Del Corona Capital compré varios en $500 y los revendí en $1,000.00, $1,100.00… Depende del sapo la pedrada y sí hay unos güeros muy güeyes que pues venden hasta más barato y compran bien bien caro.

4.- Yo, por ejemplo, lo último que hago definitivamente es acompañar a los chavos hasta que pasen y estén bien. Ahí termina mi chamba. Dentro de lo que cabe soy una persona muy honesta.

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Los revendedores, hasta cierto punto, viven en la ilegalidad. "Ni pedo. Pero eso es porque no tenemos apoyo de delegación, a nosotros no nos cuida un sindicato ni nos protege nadie. Hasta los güeyes de los chicles, cigarros y papitas tienen quien vea por ellos. Con nosotros la onda es entre colegas", cuenta.

Su primer concierto fue uno de Alejandro Fernández con Marc Anthony. Le metió diez mil pesos, pero los perdió. Nomás no salió. "Luego aprendí y mejoré, creo que ahí la llevo. Casi casi vivo de esto, a pesar de que Ticketmaster venda boletos escaneados o que en los puntos de ventas te muevan boletos falsos. No voy a entrar en detalles, pero los mismos de seguridad, los mismos organizadores, los mismos de Ticketmaster, son la verdadera mafia que hace y deshace para afectarnos a nosotros", asegura.

Son quizás historias duras o trabajos no necesariamente agradables, pero también hay otros tantos trabajos menos escabrosos, donde conocimos la difícil tarea de instalar "textiles", la alfombra negra que evitó que el lodo y los agujeros del lugar, le hicieran la vida imposible a los asistentes:

"Me llamo Manuel y tengo 17 años. Me enteré de esta chamba así, sencillo, porque en Jardines de Chalco llevaron unos anuncios de que se buscaba gente que le entrara al jale y pues le dimos".

—¿Qué es lo más difícil de esta chamba?—, pregunto.

"Uta, que nomás nos tengan a dos personas en un área donde deberíamos haber como 60 cabrones instalando esto. Pero ni eso, creo somos unos 20 los que estamos el día de hoy para todo el festival. Y si algún güero quita el textil para sus desmadres, yo me lo tengo que rifar otra vez y está pesado, pero pues nos pagan y nos regalan boletos para el evento. Eso está chido".

Cruz se dedica a darle mantenimiento a los baños, sin tratar directamente con la caca, pero sin quedarse muy atrás en esta difícil labor: "Una vez una morra aplicó la muerte de Superman en todo un Sanirent", cuenta cuando le pregunto qué es lo más loco que le ha tocado ver en un festival. "Me refiero a que sí carnal, eso que estás pensando: agarró su toalla femenina y literalmente decoró todas las paredes del Sanirent pero machín. Limpiarlo fue un cuete y pues chamba es chamba. Me enteré de que había jale por amigos y así y pues le entré. No es la lana del mundo pero es lana. Sí me tengo que rifar todo el día pero es parte de, ¿no?"