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Los millennials no están acabando con el golf, el golf es su propio enemigo

Este deporte no sólo es demasiado costoso, también es anticuado y dominado por hombres blancos. Como si fuera poco, Donald Trump lo ama.
Juan  Regis
traducido por Juan Regis

Seis meses después de haber jugado mi ronda final en el tour de la LPGA, decidí darle una oportunidad más al golf los fines de semana. Empaqué mi mochila, me puse mi polo y me dirigí a la cancha municipal. Mientras me registraba, le dije a la recepcionista que yo solía jugar golf profesional. No le impresionó. Me dijo que mi total a pagar por una ronda sería de 75 dólares, sin incluir el guante que tenía que comprar con un precio de 18 dólares.

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Para el final del día, luego de comprar un par de snacks, me gasté 100 dólares por una buena sesión de golf; más o menos seis horas de mi tiempo. Hasta ese entonces había jugado golf gratuitamente toda mi vida. Mi padre era bastante bueno jugando golf; yo lo jugué en la universidad, y después me beneficié de las ventajas de ser una golfista profesional.

Fui el ejemplo perfecto de lo cerrado y ciego que puede llegar a ser el golf. Me había propuesto jugar golf con fines recreativos después de que dejara el tour. Pero en mi vida nueva como escritora, no me puedo dar el lujo de practicarlo. Como resultado de ello, las habilidades que adquirí a lo largo de mis 20 años de entrenamiento han comenzado a esfumarse.

El año pasado, Business Insider publicó un artículo titulado "Millennials are Killing Golf" (los millennials están matando al golf). Este deporte es, obviamente, una de las tantas cosas que los millennials están destruyendo (R.I.P Applebees). Actualmente, las cifras no son esperanzadoras, ya que según la National Golf Federation, sólo 23.8 millones de personas jugaron, al menos, una ronda de golf en 2016, lo cual es una clara disminución de los 30 millones de practicantes en 2005. La participación de jugadores con edades entre los 18 y 34 años se ha ido en picada en un 30 por ciento en las últimas dos décadas.


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Tal vez nuestro amor por el aguacate es demasiado para el golf. Pero no hay que confundirse, los millennials no están matando al golf, la industria del golf se está matando a sí misma. Este deporte no sólo es demasiado costoso, también es bastante anticuado y está dominado por demasiados hombres blancos.

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Mi generación tiene la deuda más grande por préstamos estudiantiles. En promedio, los estudiantes se gradúan de la licenciatura con más de 35 mil dólares de deuda. Cuando tienes este problema, tu prioridad no es pasar seis horas jugando golf por 40 dólares, más la comida y lo que sea que gastes en equipo. No todos tienen la fortuna de crecer jugando golf gratuitamente durante más de 20 años.

El costo por practicar golf es sólo una pequeña parte del porqué mi generación se ha alejado de este deporte: el golf sigue siendo un deporte para viejos blancos. Augusta National, el club de golf más famoso del mundo, aceptó a su primer miembro negro en 1990 y a la primera mujer en 2012. La institución del golf no ha considerado lo mucho que han cambiado los tiempos en la sociedad y la política, y como resultado de ello sufre las consecuencias. Los millennials valoran la diversidad y la inclusión más que nunca y para el 2025, los millennials formarán casi el 75 por ciento de la fuerza laboral. También somos consumidores más conscientes. Según un estudio reciente, el 70 por ciento de los millennials gasta más dinero en marcas que apoyan causas importantes para ellos. Es difícil imaginarse marcas con ese tipo de propuestas en la industria del golf actual.

El golf ha promocionado, implícitamente, el racismo y sexismo de Donald Trump, confirmando la idea de que el golf tiene poco o nulo interés en el progreso y en llamar la atención de los jóvenes.

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El golf no es atractivo para una generación más progresista, en todos los sentidos, que la de sus padres. Si entras a una tienda de golf para profesionales es muy probable que haya hombres, en su mayoría blancos. La LPGA actualmente cuenta con dos mil instructoras certificadas en comparación con el PGA of America que presume más de 27 mil hombres golfistas profesionales. Las mujeres y afroestadounidenses conforman menos del uno por ciento.

Actualmente, seis de los siete miembros que forman la junta directiva del PGA of America son hombres blancos. La junta directiva de la Asociación de Golf de los Estados Unidos tiene 15 miembros de los cuales 12 son hombres blancos y dos mujeres.

¿Mencioné que todos los miembros de esas juntas directivas están muy alejados del promedio de edad de los millennials? Sí, todos son viejos. ¿Y mencioné que la gran mayoría son hombres blancos? A pesar de que estas organizaciones cuentan con programas de diversidad, éstos no sirven de mucho cuando el liderazgo refleja lo opuesto de la diversidad.

El golf está plagado de racismo y sexismo. El PGA of America permitió a los afroestadounidenses convertirse en miembros hasta 1961, y no permitió que las mujeres formaran parte de la asociación sino hasta 1977. La única ocasión en la historia que el golf incluyó a dos golfistas negros, Althea Gibson y Renee Powell, fue en la década de los 60. Pero algunos de los anfitriones de los campos se negaban a albergar jugadores negros y convirtieron sus torneos "abiertos" en "torneos por invitación" para poder elegir solamente a golfistas blancos. La LPGA sometió a sus jugadores a un voto y todos acordaron que no deberían jugar donde no todos eran bienvenidos. Desafortunadamente, esta iniciativa no pasó a mayores.

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Hoy en día, el golf no sabe cómo cambiar, cómo progresar.

En enero de este año, el PGA of America sostuvo un torneo de exhibición con un panel de discusión sobre el crecimiento del golf femenil. Adivinen cuántas mujeres se encontraban en dicho panel. Una. El resto eran hombres blancos.

El golf ha promocionado, implícitamente, el racismo y sexismo de Donald Trump, confirmando la idea de que el golf tiene poco o nulo interés en el progreso y en llamar la atención de los jóvenes. Está bien armar un panel donde se hable de inclusión y diversidad. Pero no es lo mismo cuando estás parado junto a un presidente que muestra una completa falta de interés y respeto por las mujeres y las minorías.

Es hora que el golf despierte. Si quiere que los millennials se interesen en él necesita encontrar la manera para ser asequible e inclusivo, y dejar de darle una plataforma a Donald Trump. Dejen de promocionarlo.

En lugar de todo esto, el golf debería invertir en la creación de relaciones con las personas que necesita para sobrevivir en el futuro. Porque créanme, los millennials no están empeñados en matar las industrias. Pero tampoco estamos empeñados en salvarlas.