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Identidad

Incesto: el amor (y el drama) del que nadie quiere hablar

Un repaso del incesto a través de la historia.

Julianne Moore y Barney Clark en

Savage Grace, dirigida por Tom Kalin en 2007.

La historia publicada en la revista New York sobre una chica de 17 años que se reunió con su padre, a quien no había visto desde los cinco años, la intensa atracción que surgió entre ellos, su íntima relación física y sus intenciones de casarse y tener hijos desató la alerta sobre el mayor de los tabúes: el incesto. La niña incluso perdió la virginidad con él. Ahora, ella tiene la misma edad que su padre cuando la concibió, supuestamente en la noche de su graduación, hazaña de la que probablemente su padre presumió con sus amigos al día siguiente, diciendo que "había tenido suerte". Lo cierto es que no se requiere ningún talento especial para quedarse embarazada o para dejar a alguien embarazada. Los pájaros lo hacen, las abejas lo hacen, los adolescentes lo hacen durante su noche de graduación, ¡hagámoslo! Traigamos muchos más humanos a un planeta maldito cuya superpoblación posiblemente será la causa de su final. No olvidemos el gran triunfo de la heterosexualidad y muchos otros miles de dichosos acontecimientos.

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Claramente, las relaciones impropias entre familiares cercanos son innombrables. Muchos de los que leyeron la entrevista con la niña dudan de su veracidad.

La niña de papá

En el caso de esta mujer, que ya cumplió los 18 años, está el hecho añadido de que las relaciones sexuales ocurrieron un año antes, cuando ella todavía no tenía la consideración de menor emancipada. Dejando de lado el cargo retroactivo de su padre/prometido por estupro, ella ya tiene capacidad legal tomar sus propias decisiones sobre su intimidad y asegura que tiene la ciencia de su lado con algo que se llama ASG: Atracción Sexual Genética. La designación data de los 80 y hace referencia al encuentro entre familiares que se reúnen tras haber estado separados por largos periodos de tiempo. Aunque no siempre se produce dicha atracción, según investigaciones, padres e hijos suelen experimentarlas frecuentemente, así como hermanos separados que se reencuentran —generalmente hermanos dados en adopción que se vuelven a ver cuando son adultos—. Uno se pregunta hasta qué punto estas reacciones son químicas o de origen psicológico. Al fin y al cabo, uno de los factores relacionados con el incesto es el miedo al abandono. Ahora que están muy unidos, la chica reveló que una vez que hayan intercambiado sus votos, la pareja se mudará a Nueva Jersey, donde las relaciones incestuosas consentidas no están penadas. Pese a la novedad que representa para legisladores y residentes de ese estado, el incesto parece haber existido desde hace tanto como el matrimonio o el divorcio, los embarazos no deseados, la inmaculada concepción, los asuntos de paternidad y manutención, y la terca obsesión de las familias reales por mantener su linaje puro.

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Para aquellos que creen que la institución del matrimonio debe ser defendida y que definen el matrimonio como la unión santificada entre un hombre y una mujer, ¿ acaso esta chica y su padre no cumplirían con esos requisitos? ¿Acaso los sacerdotes en el gran estado de Texas, por ejemplo, no les expedirían una licencia de matrimonio? A fin de cuentas, tal vez ni siquiera tienen el mismo apellido y, además, las relaciones sexuales serían entre dos personas de distinto sexo. La respuesta, por supuesto, es que no, ya que los defensores del matrimonio tradicional nunca podrían concebir la consanguinidad en los siguientes términos:

La sangre pesa más que el agua, pero el semen pesa más que la sangre

El pensamiento seguramente les repele, ya que nada inspira tanta aversión como el hablar de incesto o de fluidos corporales. Aun cuando esta esencia de vida no es exactamente un líquido, sino una proteína viscosa, también llega a causar repulsión. En ambos extremos de la doble moral de la vida política de Estados Unidos, ya sea la izquierda o la derecha, nada es más repugnante que el incesto; y aun así, los defensores a ultranza del derecho a la vida quieren prohibir la interrupción de embarazos por relaciones sexuales forzadas entre padres, o cualquier otro familiar, e hijas. No parece que les moleste el horror de las relaciones sexuales en el seno de la familia; es como si la idea de la inocencia perdida solo se aplicara a los nonatos.

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La familia Kornegay.

Para muchos, el incesto es algo cotidiano. Casi al mismo tiempo que la publicación de la entrevista de la revista New York, hubo una noticia sobre Misty "Ariel" Kornegay, una niña de 15 años de White Springs, Florida, que asesinó a su hermano de 16 años. Este había abusado psicológica y sexualmente de ella, y también lo había hecho otro miembro de la familia antes que él. Su tío abusó sexualmente de ella cuando tenía 11 años. Misty no recibió terapia tras este suceso e intentó suicidarse. A los 12 años, su madre la sorprendió a ella y a su hermano teniendo relaciones sexuales y solo castigó a Misty. El castigo consistía en estar encerrada en un cuarto con sólo una manta y un cubo en el que hacer sus necesidades. El periodo más largo que estuvo en confinamiento, según los informes, fue de 20 días consecutivos.

Sin duda la chica tuvo mucho tiempo para enfurecerse, tiempo suficiente para desear que su hermano desapareciera de su vida. Para siempre. Misty ha sido sentenciada por asesinato premeditado, ¿pero qué hay del abuso sexual premeditado por parte de su hermano y su tío? ¿Y qué hay del sádico encarcelamiento que tuvo que soportar como castigo impuesto por sus padres? El asesinato ocurrió cuando los padres se ausentaron tres días de casa (posiblemente no era la primera vez que los dejaban solos) y dejaron a los adolescentes a cargo de sus hermanas de once y tres años. Esto apunta a otro factor que contribuye al incesto: un intercambio de roles de responsabilidad, según el cual, en familias desestructuradas, los niños asumen el papel de los adultos. Tras el asesinato —perpetrado con una pistola que se encontraba en el cuarto de los padres—, las dos chicas huyeron, dejando a su hermana de tres años con el cadáver. La fiscalía acusó a los padres de negligencia y decidieron no procesar a las hermanas como adultos. Si tiene piedad, el jurado perdonará a la chica de 15 años de ir a la cárcel, puesto que ya ha soportado demasiado viviendo deshumanizada y como esclava en la cárcel que era su propio hogar.

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Lily van der Stokker, dibujo, 1994.

Hazle caso a mamá

Las historias más conocidas sobre relaciones sexuales endogámicas, sobre todo las de denuncias de abusos y traumas, son aquellas que involucran a padres e hijas o a hermanos y hermanas, pero esto no se debe solo al hecho de que los hombres sean perpetradores más agresivos. Existe la posibilidad de que las relaciones entre madres e hijos no sean registradas como graves, pues es poco probable que haya hijos producto de éstas. Además, culturalmente, aunque estas relaciones sean vistas como algo malo, no se les considera traumáticas. No resulta fácil determinar qué grado de veracidad tienen esas afirmaciones para las víctimas masculinas, pero por lo general el público y los medios suelen considerar estas experiencias traumáticas como algo exclusivo de la mujer. Es como si niños y niñas no sufrieran el mismo daño, algo como: "los niños disfrutan el sexo y las niñas son violadas", o "los niños practican sexo y las niñas tienen bebés".

Hubo un caso muy notorio entre un joven que mantuvo una relación con su madre durante años. Empezó cuando él tenía 14 y ella 37, y siguió hasta que él se fue a la universidad. Hace tres años él contestó varias preguntas y describió con todo detalle su relación en una página de Reddit, asegurando que salió de ella sin daño alguno, puesto que tanto él como su madre calificaban "la experiencia como algo positivo".

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Lo que se deduce de su descripción, él se había roto los brazos en un accidente e, incapaz de masturbarse (según él, pasó de hacerlo, como todo adolescente, dos veces al día a ninguna), comenzó a exteriorizar sus deseos hasta el grado que su madre se ofreció a 'echarle una mano'. Aparentemente esto sucedió con la aprobación del esposo, que entendía que el problema debía ser atendido de inmediato. El chico escribió que él no "defiende el incesto. Por alguna razón, funcionó para nosotros", y dice a los lectores, "yo estoy aquí para contar mi experiencia y no para debatir sobre el incesto".

"Todo comenzó cuando ella empezó a masturbarme. Luego pasamos al sexo oral y finalmente tuvimos relaciones sexuales. Fue una progresión lenta. Ella nunca me premió o me amenazó con sexo. A lo largo de los años mi padre nos vio juntos pero nunca se quedaba a observar. La primera vez que practicamos sexo, yo estaba en la cama mientras ella me hacía una felación. De repente se detuvo, se subió encima de mí, se quitó las bragas y se sentó sobre mí. Ella llevaba una camiseta larga. Me dijo que no me corriera y me montó durante más o menos un minuto hasta que tuvo un orgasmo. Luego me ayudó a terminar con su boca. La cabeza me daba vueltas".

Cuando un lector le preguntó si se decían "marranadas" cuando estaban en la cama, él dijo que no y explicó: "Al principio ella describía lo que hacía de un modo clínico y eso me ponía, pero no era realmente sucio, sucio. Durante el orgasmo, soltábamos un '¡oh!' o alguna expresión de este tipo. A veces lo discutíamos en la mesa pero no en presencia de mi padre". Agregó: "Nunca se lo conté a ningún conocido. Tengo una hermana mayor que no lo sabía ni estaba involucrada". En cuanto a cómo terminó la relación, el chico va al grano: "Simplemente comenzó a disminuir hasta que paró. No hubo un acontecimiento que lo terminara. Hablé con mi madre y con mi padre sobre ello a lo largo de los años. No es un tema tabú. No creo que ninguno de nosotros quiera que vuelva a suceder".

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Entre los comentarios curiosos y de burla por parte de sus lectores, aún permanece la pregunta más obvia: ¿realmente hicieron falta cuatro años para que sus brazos y manos sanaran por completo? ¿Por qué las relaciones sexuales continuaron e incluso progresaron hasta el grado de alcanzar la intimidad? ¿Y cómo pudo el padre/esposo permitir que esto sucediera durante tanto tiempo? Claramente, madre e hijo obtenían placer de estas relaciones una vez que el hijo superó su culpa y confusión iniciales. ¿Pero cómo fue capaz de separar las realidades de la mujer que era tanto su madre como su compañera sexual ocasional? ¿Y cómo era capaz el padre de compartir a su esposa con su hijo y todavía poder verlos como hijo y esposa, la madre de su hijo? Los hijos suelen colocarse entre los padres como rivales que buscan ganar el cariño del otro padre, pero esta maniobra es principalmente psicológica y —exceptuando juegos inofensivos— casi nunca ocurre "entre las sábanas". Si todo quedaba en familia, ¿entonces era esto una infidelidad consentida y controlada, sin celos y sentimiento de vergüenza? En realidad hay muchos cabos sueltos en esta historia y, a pesar de la insistencia del chico de que "funcionó para nosotros", hay muchos aspectos que siguen siendo desconcertantes para aquellos que intenten asumir esta increíble historia.

Bárbara Daly Baekeland y su hijo Anthony.

Incesticidio

Un final mucho menos feliz —si es que la conclusión de una relación a largo plazo entre madre e hijo puede describirse en estos términos— resultó de uno de los casos más famosos de incesto maternal: el de Bárbara Daly Baekeland y su hijo Anthony.

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Su historia sirvió como base para la película Savage Grace (2007), protagonizada por Julianne Moore y Eddie Redmayne, la cual recibió una demanda —además de publicidad extra— por parte de una de las personas representadas en ella: el comisario de arte y agitador social Sam Green. Uno habría esperado que un envejecido galán como él aprovecharía la historia para aumentar su reputación de hedonista, en lugar de querer desvincularse del hecho. Pero, en realidad, la queja está basada en una escena subida de tono de la película, en la que Green aparece en la cama entre ambos Baekelands, un hecho que dice nunca ocurrió. Lo desagradable de esto es que la cinta parece insinuar que él pudo haber mantenido una relación incestuosa con los Baekeland. La demanda asevera que la representación que hacen de él en la película "indujo a una opinión malintencionada sobre él en las mentes de las personas de bien, además de que lo privaron de tener relaciones saludables dentro de la sociedad". O, como aparece en Savage Grace, que lo implicó en un fogoso encuentro sexual entre madre e hijo.

La trágica historia de los Baekeland está alimentada por el desequilibrio químico y edípico de ambas partes. Tony era el único hijo de Bárbara. Él descubrió en los años posteriores al divorcio de sus padres que era homosexual. Además, conoció el LSD y empezó a mostrar un comportamiento esquizofrénico. Los intentos de su madre por "curarlo" de ser gay, primero al contratar a mujeres para que durmieran con él —un fracaso— y luego, según la historia, acostándose con él ella misma, concluyeron con Tony matándola a puñaladas en Londres en 1972. Ya había intentado matarla y su madre no quiso presentar cargos (él intentó empujarla frente a un coche en marcha). El psiquiatra del chico alertó a la madre justo dos semanas antes del asesinato, ya que Tony había hablado de hacerlo, por lo que ella estaba en peligro mortal —una advertencia que ella prefirió ignorar—. Ella había intentado repetidamente terminar con su propia vida y es posible que lo que ocurrió no fue sólo el resultado de la incapacidad de una madre de creer que su propio hijo puede matarla. Su muerte puede ser vista como una "muerte por desventura" extrema, aunque no menos como una "muerte a manos de un hijo esquizofrénico". Ella había, de alguna manera, usado a su hijo como el arma para acabar con su propia vida. Su muerte, dadas las particulares y retorcidas circunstancias, así como su probable detonante, puede ser calificadas como "incesticidio". Tony Baekeland pasaría siete años en una prisión psiquiátrica de Inglaterra antes de que sus influyentes amigos aseguraran su libertad.

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Después de viajar a Nueva York para vivir con su abuela de 87 años (quien aparentemente logró perdonar su crimen) y ya sin tomar sus medicinas, pasaría menos de una semana para que Tony atacara y la apuñalara ocho veces en el cuello con un cuchillo de cocina. Ella logró sobrevivir al ataque porque las puñaladas sólo tocaron huesos. No sólo quiso asesinar a la mujer que dio a luz a su propia madre, sino que también le dijo a la policía que había querido tener sexo con ella. Después de haber sido enviado a Rikers Island y haber recibido varios meses de evaluación psiquiátrica, Tony apareció muerto en su celda con una bolsa de plástico en la cabeza en la primavera de 1981. ¿Asesinato? ¿Suicidio? Nunca se sabrá. ¿Y por qué molestarse? En una historia en la que llueve sobre mojado siempre es mejor esconder los cuerpos bajo la alfombra en lugar de hacer un recuento de todo lo jodido que ocurrió. Sam Green no vivió para ver si su demanda en contra de la ficcionalización de la saga Baekeland procedía. Y, lo que de otra manera pudo haber sido un conflicto de la palabra de uno contra la de la otra en el cual el hijo pródigo estaba también enredado, nunca se sabrá. No quedó ninguno.

Razas puras o "todo queda en familia (real)"

Hay que destacar el hecho de que Bárbara Baekeland logró hacer que su adinerado esposo se casara con ella al decirle que estaba embarazada cuando en realidad no lo estaba. La concepción de Tony en el día de la boda fue más bien una decepción. Brooks Baekeland probablemente deseaba hacer las cosas bien y tener a una mujer honesta para evitar manchar el apellido con deshonor y escándalo, así como para poder mantener el linaje. El hijo de Bárbara sería su heredero, y en cuanto concierne a la fortuna, es mejor dejarla en la familia. Aunque es bastante común que a los practicantes de endogamia y de matrimonios intrafamiliares se les considere como "paletos retrasados" —los más corrientes de la sociedad—, en realidad es completamente lo opuesto. Como dijo la chica de la historia de la atracción sexual genética cuando se le preguntó si le preocupaba que el hijo que tuviera con su padre tuviera algún defecto biológico, "eso sólo pasa cuando ha habido años de endogamia, como sucede con las familias de la realeza". Esta bofetada resulta bastante hilarante si consideramos que a lo largo de la historia han sido muchos los herederos al trono que no solo tienen defectos físicos, sino que a veces tampoco se parecen para nada a sus supuestos padres.

En cuanto a los endógamos y a los de raza pura, todos están atados a una misma cadena de ADN, por lo que si se llegan a juntar entre ellos —y sobre todo, si es algo que se ha hecho durante varias generaciones—, el resultado puede ser desastroso. Aunque hay mutaciones inofensivas que se consideran más bien el resultado de la selección natural, en realidad podemos pensarlas como que han sido cultivadas dentro de la aristocracia cuando ocurre una derivada genética, como es el caso del incesto. Los matrimonios de conveniencia y forzados podrían verse como selección antinatural, una pseudociencia que dio origen al término "clon del trono". Durante el reinado de la Reina Victoria, las uniones concretadas con fines financieros y políticos resultaron no solo en el hecho de que casi todos los aristócratas de Europa estuvieran relacionados entre sí, sino que también avivó las peleas en el seno de la familia y entre hermanos, lo cual llevó al inicio de la Primera Guerra Mundial, que a su vez, tuvo su inevitable y horrible secuela. Cuando el Príncipe Harry causó un escándalo al usar el uniforme de Rommel de Afrika Korps —con la banda con la esvástica y todo— como disfraz en una fiesta de Halloween del 2005, dos semanas antes del Día de la Conmemoración del Holocausto, en realidad él podría estar reconociendo el hecho de que el Káiser Wilhelm II era el nieto mayor de la Reina Victoria. El Káiser, un antisemita notable, predijo el futuro cuando, tras su forzada abdicación en 1918, insistió que lo mejor para "la gente de Judá… sería el gas". Se dice que Wilhelm sentía un "amor antinatural por su madre" que estaba al borde de convertirse en un deseo incestuoso y no correspondido, y que finalmente llevó a que tuviera un enorme desprecio por Gran Bretaña. Pero el usar y abusar de las influencias en toda Europa —algo así como "dormir con el enemigo"— para mantener la paz al mismo tiempo que se mantiene el linaje tuvo un precio bastante alto: el continente estuvo a punto de desangrarse. Y no sólo eso, ya que en la Primera Guerra Mundial se inventaron las armas biológicas. El que equiparemos esto con la promiscuidad biológica promovida en esa época parece, en sí mismo, algo promiscuo. Y, sin embargo, los tiempos modernos demandan el descubrimiento de nuevas e ingeniosas maneras para eliminar a los enemigos, ya sea en el campo de batalla o en la alcoba.

Aun cuando la represión sexual que asociamos con la época victoriana ha resultado ser un mito, podemos aceptar que son estos mitos —el amor romántico o el reinar "por derecho divino"— los que permiten que la supuestamente sagrada ley se siga llevando a cabo, comenzando con la regla de los primogénitos. Dentro de una cultura patriarcal, cada hombre es un hijo primogénito que recibirá toda la herencia y el prejuicio hereditario requiere que se mantenga esta narrativa dominante. La historia hasta hoy sólo nos recuerda que el matrimonio es una fusión concebida en términos de negocios y comercio. Hasta ahora, el matrimonio ha sido tradicionalmente definido como la unión legal entre un hombre y una mujer que resultan ser esposo y esposa. Ciertos derechos y protecciones federales están asociadas al matrimonio y la disolución de éste, lo cual tiene pros y contras. Estos derechos y protecciones incluyen los beneficios de salud y de impuestos, las pensiones, las propiedades, los bienes —y cómo se dividen entre ambos—, la custodia de los padres, la manutención, etcétera. Incluso si la definición de matrimonio cambiara oficialmente, éstos aún seguirían aplicando. El matrimonio, sin importar quiénes sean sus participantes o si se desenamoran, siempre será una forma de control social. Aunque si los cristianos siguen viendo a las parejas del mismo sexo como sodomitas viviendo en pecado, un pedazo de papel no será suficiente para disuadirlos. Con todo, no se puede negar el movimiento progresivo de la sociedad.

Foto AP/ Rick Bowmer.

El final de su mundo

El hecho de que estas historias sobre incesto estén saliendo a la luz al mismo tiempo que la corte de Estados Unidos esté deliberando, a nivel nacional, sobre el matrimonio homosexual es sólo una coincidencia. No obstante, aquellos que se han opuesto a los matrimonios homosexuales en el pasado lo han equiparado con el incesto, el abuso infantil y la poligamia; como si dejar que las personas del mismo sexo se casen abriera las puertas para que todos se puedan casar con quien quieran —incluso con familiares consanguíneos—, de la edad que quieran y cuantas veces quieran. Esto está completamente infundado. Aunque los matrimonios del mismo sexo no tienen manera alguna de producir una descendencia que contenga los mismos genes de ambos padres, los opositores temen que estas parejas adoptarán o tendrán hijos de alguna u otra manera y que los pervertirán. Aún así, el que los niños sean "forzados a ser gais" no es su mayor miedo. Lo que les asusta más que nada es que estos niños crezcan y aprendan a pensar por sí mismos y, por tanto, y si es que en sus familias enfatizaron el respeto y tuvieron que luchar por obtenerlo, puedan poblar el mundo con seres mucho más tolerantes. Para los conservadores esto es algo completamente inaceptable.

Esto nos recuerda a aquellos que se oponían al matrimonio entre diferentes razas, a aquellos que se horrorizaban por cómo saldrían los niños, así como a aquellos que odiaban la emancipación y negaban la evolución. El hecho de que algunos grupos dentro de la misma especie no hayan evolucionado por completo no es algo contradictorio en lo absoluto. Y si consideramos la esclavitud solamente como la expresión de una dinámica de poder, podemos ver una correlación entre los esclavistas —quienes sienten tener el derecho de hacer lo que quieran con su "familia" extendida— y aquellos que tienen relaciones incestuosas dentro de su propio harem privado. El dueño y señor, como si fuera el líder de un culto, espera y demanda obediencia y supervivencia por parte de sus seguidores. ¿Será más común el incesto dentro de las familias que enfatizan el pecado y la condena eterna encima del perdón? Si así fuera, ¿realmente sería sorprendente? El incesto como tabú es un elemento integral dentro del desarrollo humano porque abre la puerta a la independencia individual para hacer que el individuo salga de casa y busque relaciones íntimas con personas de otros lados. Si miramos en retrospectiva la historia del conservadurismo heterosexual de Estados Unidos, su insularidad y la necesidad que tiene de reforzar los lazos familiares, nos daremos cuenta de que siempre ha habido una determinación de encontrar nuevas maneras para reavivar todas las batallas perdidas. En este conservadurismo existe una especie de incesto peligroso: un miedo endógamo entre los conservadores, el cual reproduce el desprecio, así como una necesidad constante de demonizar y destruir todo lo que crean que amenaza sus vidas —como si la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad fuera algo que les pertenece sólo a ellos, como si fuera su derecho divino.