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Música

Relatos cortos de viajes épicos en ácido

El tipo que creyó que era jugo de naranja y otras historias inolvidables.

La tradición oral es de las pocas cosas que aún no ha muerto bajo los inclementes edificios pixelados de la sociedad digital. El chisme, los mitos y las leyendas siguen siendo una herramienta importante de cohesión entre los seres humanos, generando un tejido vital en el imaginario colectivo. Se podría decir que en la mayoría de casos, la data sugerida entre las líneas del rumor o del "a mi me contaron que el primo de un amigo…" es información incomprobable, inchequeable o de sospechoso proceder. Pero nos fascina. No hay nada más emocionante que crecer teniéndole miedo a la pata sola, tratando de cazar un hombre lobo o intentado evadir a toda costa ser el blanco de una mente en exceso creativa.

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Si cuando uno está sobrio hace cosas que quedan para siempre en la tradición oral del parche de amigos, imagínense el banco de películas que uno puede dejar como patrimonio cultural después de ingerir cosas raras. En este caso, ácido lisérgico, mejor conocido como LSD, famoso por generar los viajes mentales más aleatorios. A continuación, les dejamos el compilado de mitos urbanos, cuentos, relatitos que hemos escuchado sobre los populares papelitos. Obvio, son de esos rumores que no se pueden rastrear ni comprobar de ninguna manera, pero que, por darle una pisquita de sabor a los días, uno mantiene vivos cada que los comparte con los amigos.

Nunca sobra decirles que si van a ingerir sustancias psicoactivas, las testeen y procuren hacerlo en ambientes seguros y en compañía de personas responsables y de confianza. Igual si después de leer las siguientes barbaridades ustedes no se previenen pues qué les podemos decir, son caso perdido.

1. El tipo que creyó que era jugo de naranja:

Esta es la leyenda urbana por excelencia. Hasta donde nos llega el conocimiento, el protagonista de la historia de llama(ba) Silverio. Por ahí dicen que no se creía un jugo de naranja cualquiera, él era una naranja Postobón. Todo pasó por traer un cartón desde Amsterdam pegado al cuerpo, y cuando llegó a Bogotá se puso tan nervioso que empezó a sudar. Claro, su piel absorbió todo el LSD y ¡boom!, Silverio se reunió con su esencia cítrica…

Por ahí hay chismes múltiples del destino de Silve. Unos dicen que un día se tropezó y cuando se cayó le dio un derrame cerebral (porque se regó) y murió. Otros dicen que está en un loquero con un sombrero puesto a manera de tapa para que no se le riegue el jugo. O quizá Silverio está vivito y coleando leyendo esto. Nunca lo sabremos.

2. El feto:

Para todos los amiguitos nihilistas, existencialistas, góticos y demás cosas de esas, les tenemos la historia con el final más triste. Érase una vez un joven que se comió un papel que le despertó la visión más pura de todas. La sustancia le hizo pensar y sentir que volvía al estado fetal y, por lo tanto, no se movía por ningún motivo, pues no quería nacer. Te entendemos compañero, no estás solo.

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