Artículo publicado por VICE México.Cada vez es más común vivir con roomies. Pero, ¿qué tal si tus roomies son monjas?, ¿qué tal que de pronto te ves rodeado de Cristos ensangrentados en tu dormitorio?, ¿qué tal si de pronto ir a misa el domingo, vestir faldas debajo de la rodilla y respetar la ausencia de carne en tu vida durante la Cuaresma, literalmente son mandatos divinos?Platicamos con chicas que pasaron por esto y obtuvimos testimonios divididos. Mientras unas nos dijeron que se la pasaron bien, otras nos contaron que, literal, se consideran afortunadas de haber sobrevivido para contarlo.
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Andrea Sánchez, 23 años. Pachuca, Hidalgo
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Las únicas cosas buenas fueron que, como entonces era estudiante y no tenía mucho dinero, el hecho de tener comida preparada todos los días me alivianaba. La renta tampoco era cara y, si te enfermabas, también te podían hacer un té o avisarle a tu familia. Otra cosa muy bonita es que gracias a estar encerrada ahí conocí a muy buenas amigas.Recuerdo que a mis papás les pedí un chingo de veces que me sacaran de ahí. Lo hacía cada que terminaba un semestre. Una vez casi lo logro: sólo que cuando me dijeron en qué nuevo hogar para mí estaban pensando, resultó que era otra casa de monjas. ¡No mames!
Lila Guzmán, 26 años. Oaxaca, Oaxaca
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Lo recomendaría sólo en el caso de una chica que vaya llegando a la ciudad, que no conozca a nadie y que no esté acostumbrada a vivir sola. Creo que en ese caso es una buena oportunidad para irte desprendiendo de ciertas cosas y al mismo tiempo ir buscando otra casa.De las cosas que mejor me parecieron fue la comida: no era fuera mala, aunque obviamente había cosas que no me gustaban. Pero en general estaba bien. Me encantaba despertar y que el desayuno ya estuviera hecho. Además, la ubicación era envidiable.
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Creo que, como la mayoría, tengo más cosas malas que buenas por contar.Lo bueno de mi paso por una casa de monjas fue que la convivencia con gente de tantos lugares distintos. Al menos yo nunca había tenido la oportunidad de tener contacto de esa forma con otras chicas.Lo que no me gustó es que no tenía privacidad y que existía un horario bastante limitado de entradas y salidas. Por la noche teníamos que llegar a las 10, si no, te cerraban la puerta. Siempre sentí que me faltaba tiempo para hacer mis cosas. Sobretodo porque tenía que trabajar todo el día. Otra cosa que considero negativa es la comida. Había veces que yo no podía consumir ciertos alimentos, pero me los tenía que comer porque ya me los estaban cobrando.Pero de las cosas buenas que me pasaron es que ahí aprendes a escoger a tus amistades y a tu familia. No es lo mismo la familia con la que naces, que la que escoges tener. Me di cuenta que puedes volverte un poco más mediadora porque aprendes a convivir con todas.
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Karina Ortega, 33 años. Guadalajara, Jalisco
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Ángeles Ceballos, 25 años. Puebla, Puebla
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Las monjitas me corrieron una vez, mis papás les pidieron que me dieran una segunda oportunidad y lo consiguieron. Así que salí de mi reclutamiento sólo hasta que le cumplí a la virgen de Guadalupe y a mis ancestros la promesa de terminar mi tesis. Fue un día bastante feliz en mi vida. Me fui de fiesta para celebrarlo, por cierto.Llegué a vivir con monjas en una etapa en la que mi vida necesitaba mucha paz, y la encontré ahí. Fue hace un par de años en una casa grande y siempre limpia, por la colonia San José Insurgentes. Ahí nos atendían, a entre 80 y 120 muchachas como yo, religiosas pertenecientes a la congregación de María Inmaculada.Las tres comidas que nos daban en el día me parecían buenas y que nos las preparaban con mucho amor. Eso de que hacen rompope es bastante un mito. Y además yo no tomo. Me gustaba mucho que la casa siempre estuviera ordenada y no tan ruidosa, y que con frecuencia nos invitaran a ir a misa o a algunas reuniones en donde leíamos y comentábamos la Biblia.
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Estando ahí escuché a muchas decir que no estaban a gusto. Pero yo sí. Incluso me llevaba muy bien con la monjita encargada de hacer la comida y a veces hasta me daba doble postre.Recomendaría ampliamente la experiencia a otra muchacha, pero sin duda a alguien tranquila y que también busque tranquilidad. De no ser así, hay muchas reglas que a otras seguro les parecerán hasta exageradas. Lo que sí tengo que reconocer es que en mi dormitorio a veces no dormía muy tranquila, y no sé por qué. Siempre rezaba antes de acostarme. Mis compañeras siempre me dijeron que creían que había algo embrujado en nuestra habitación. Yo no lo creo.Sigue a Ollin Velasco en Twitter e Instagram:@OllinVelasco
Diana Ortega, 29 años. Ciudad de México
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Estando ahí escuché a muchas decir que no estaban a gusto. Pero yo sí. Incluso me llevaba muy bien con la monjita encargada de hacer la comida y a veces hasta me daba doble postre.Recomendaría ampliamente la experiencia a otra muchacha, pero sin duda a alguien tranquila y que también busque tranquilidad. De no ser así, hay muchas reglas que a otras seguro les parecerán hasta exageradas. Lo que sí tengo que reconocer es que en mi dormitorio a veces no dormía muy tranquila, y no sé por qué. Siempre rezaba antes de acostarme. Mis compañeras siempre me dijeron que creían que había algo embrujado en nuestra habitación. Yo no lo creo.Sigue a Ollin Velasco en Twitter e Instagram:@OllinVelasco