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'Super Mario Odyssey' es un delirio de creatividad y alegría pura

Al parecer, estamos ante la secuela que los fans de 'Mario 64' han estado esperando desde 1996.
Juan  Regis
traducido por Juan Regis
Imagen cortesía de Nintendo 

272 lunas después, terminé Super Mario Odyssey pero me da la sensación que sólo he visto una pequeña parte de la aventura más reciente, creativa, y equitativamente sorprendente y apabullante de Mario. Cada luna —recompensa obtenida por completar uno de cientos de obstáculos— es un paso hacia algo nuevo. No se necesitan muchas para llegar a los créditos, pero querrás coleccionarlas todas. Con 250 lunas puedes desbloquear un nuevo mundo. Con 500 el juego promete que "algo" sucederá. Después de eso, no se sabe. Lo que sí es un hecho es que seguiré jugando durante meses, mientras intento revelar todos los secretos que los desarrolladores escondieron detrás de cada esquina.

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A pesar que Mario es la aparente estrella de Odyssey, sus habitantes son los que importan. Lo que distingue a Odyssey de cualquier otro juego de Mario es, básicamente, Kirby. Puedes adoptar los poderes de varios personajes en cada etapa y, como cada uno funciona diferente, entrar a un mundo diferente no implica un simple cambio de arte; significa que también tendrás que jugar diferente.

Una vez más, Bowser secuestró a la princesa Peach, y Mario tiene que salvarla. Pero esta vez su meta es casarse con ella. Cada mundo contiene un objeto deseado por Bowser para su boda, lo cual a veces encaja con la temática de los mundos; por ejemplo, en el mundo de comida tienes que conseguir un pastel, y en el mundo de agua un vestido. Es una idea para muchos repetitiva, pero dejando de lado los spin-offs RPG, Mario nunca ha tenido una trama. Por supuesto, sería agradable que Peach tuviera algo de participación. Es más, debería convertirse en villana por todo lo que ha sufrido. Sin embargo, el juego sí explora el tropo de Peach y su estancado papel casi al final, pero mejor dejaremos que lo descubran ustedes.

Desde que Super Mario 64 introdujo a Mario al 3D, la serie ha cambiado su experiencia de juego cada cierta cantidad de años. En Mario 64, los jugadores exploraban docenas de diminutos mundos y completaban objetivos para recolectar estrellas. Para entrar a nuevas áreas necesitabas más estrellas. Sin embargo, cada que accedías a un mundo sabías lo que tenías que hacer: recolectar monedas rojas, derrotar a jefes, ganar carreras, etc. Nintendo sacó ventaja de esta plantilla en Super Mario Sunshine y Super Mario Galaxy. Con Super Mario 3D Land y Super Mario 3D World, Nintendo se arriesgó y triunfó con el uso de la estructura linear y sencilla de niveles de la vieja escuela de Mario en un mundo en tercera dimensión. (Ambos juegos están infravalorados y se merecen una reentrega para Switch).

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En Odyssey, todo está escondido a primera vista. Tu meta es desenmascarar la complejidad detrás de la simpleza por medio de las diferentes herramientas del juego

Odyssey es mucho más similar a Mario 64 y Galaxy, y en muchos aspectos parece una secuela directa de Mario 64 que muchos han esperado desde 1996. Además de la encantadora novedad de poder controlar a Mario en otro set de dimensiones espaciales, la genialidad de Mario 64 recayó en asignar objetivos específicos. Fue más que una serie engañosa de plataformas. Sunshine, Galaxy, 3D Land, y 3D World siguieron el mismo camino, pero ninguno fue tan exitoso como Odyssey.

No sé cómo Odyssey se desarrolló, pero al parecer los diseñadores de Nintendo aportaron ideas escandalosas e inesperadas para interactuar con un juego de Mario en 3D. En lugar de escoger uno que otro juego, se animaron a mezclar todos en uno, lo cual les dio una ingeniosa conexión para justificar su existencia dentro de la misma camada creativa: la gorra capaz de guardar objetos y enemigos es un ejemplo.


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En Odyssey, todo está escondido a primera vista. Tu meta es desenmascarar la complejidad detrás de la simpleza por medio de las diferentes herramientas del juego. Puede ser tan simple como acomodar la perspectiva de la cámara en la dirección correcta para descubrir un camino secreto o una serie de monedas en la copa de un árbol. Descubrir cosas tal vez requiera que saltes de un acantilado con la esperanza de que haya algo abajo esperándote. La inimaginable cantidad de lunes que los jugadores tienen que recolectar significa que cada esquina del mapa podría ser parte de un acertijo mayor, uno que aún no averiguas.

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Una de tus herramientas principales es la chusca (y bastante viva) gorra de Mario, cuya función principal te permite, en palabras del juego, "capturar" cosas a tu alrededor y adaptar la forma de lo que sea que captures o tener acceso a sus habilidades. No siempre es claro qué objetos se prestan para este tipo de interacción, aunque por lo regular el juego te indica con una gorra los objetos que puedes tomar. El encanto de Odyssey está en la mezcla de sorpresa y confusión que te genera saber en lo que te has convertido, y esto significa siempre que el jugador tiene un mundo de posibilidades que puede explotar.

De un momento a otro, las monedas flotando sobre una alberca de líquido tóxico son fáciles de obtener.

Lo mismo pasa con las plataformas de madera a las que Mario no podía subir en un principio.

Los mundos del juego son sorpresivamente pequeños para los estándares de los videojuegos en la actualidad, cuyos espacios expansivos pueden medirse en kilómetros. En un principio esto me pareció un problema; me apresuré para completar cada nivel. Pero pronto aprendí a detenerme y mirar a mi alrededor. Lo engañoso de Odyssey es lo mucho o poco que puede esconder debajo de la superficie. Jugarlo es como pelar una cebolla.

Te conviertes en un detective en busca de pistas, y una vez que has reunido suficiente información es momento de ver hacia dónde te lleva. Por lo general se trata de algo cool e interesante. Comencé a tomar notas en mi teléfono porque temía olvidar algunos detalles de los mundos. Los detalles en este juego se enciman unos con otros, y después de unas horas explorando un mundo, convencido de que has agotado todos los recursos y descubierto cada esquina, un personaje te revela inesperadamente que existen más lunas por recolectar.

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Afortunadamente, el juego te ayuda a mantener récord de todo. Con un simple botón tienes acceso al mapa de todo el territorio, y los puntos de control son una opción rápida de moverte. Además, si pagas 50 monedas a cierto personaje, el mapa te revelará el lugar de las nuevas lunas. Pero no creas que es trampa. Muchas lunas están tan escondidas que sin una pista jamás podrías encontrarlas.


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Hace unas semanas, nuestra colaboradora Danielle dijo que Odyssey es un juego de aventura, descripción que resultó ser más apta conforme pasé tiempo jugando. Las plataformas son meros vehículos para sus acertijos. Es un juego que desafía a tu cerebro más que a tus dedos, lo cual podría ser una decepción para aquellos interesados en superar estructuras complejas. Es muy poco probable que mueras, pero aunque sucediera, no existe un verdadero castigo más allá de perder unas cuantas monedas (casi siempre se usan para comprar nuevos trajes a Mario). Quitar el castigo por morir no es gran cosa, pero en ocasiones me desesperé por encontrar una razón que me obligara a desafiar la física del juego. Este tipo de oportunidades se presentan con poca regularidad, pero aquellos que han visto más secretos de Odyssey me informan que el final del jugo tiene más de lo que busco.

Aunque no me la pasé gritando de emoción mientras jugué Odyssey, sí experimenté algo diferente: felicidad. El 2016 fue un año difícil, y el 2017 estuvo peor. El cambio de tono se vio reflejado en la mayoría de los medios también. Odyssey es la extraña salida del júbilo puro, sin compromisos. Ya sea que te sientas inteligente por haber descifrado una sección engañosa o por haber resuelto los problemas de varios personajes, Odyssey te hace sentir feliz. En ocasiones, dicha felicidad puede provenir de algo tan sencillo como hacer que las flores crezcan.

Necesitamos más juegos que puedan darnos abrazos.