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Britney Spears

Britney Spears sigue atrapada en el estigma de su colapso nervioso

Diez años y cinco álbumes después de que se afeitó la cabeza, la gente no deja de juzgar a Britney por su salud mental.

(Foto: captura de pantalla del video "Everytime". YouTube / Jive Records).

Han pasado diez años desde que Britney Spears se afeitó la cabeza, dejando su cuero cabelludo y su alma al desnudo. Diez años desde que cambiara su apariencia para reflejar lo que sentía por dentro. Diez años desde que atacara el coche de un paparazzo con un paraguas roto color verde azulado en un ataque de rabia, cuando sólo podemos asumir que estaba tratando de recuperar su privacidad y, a su vez, a ella misma.

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Para conmemorar el décimo aniversario del monumental colapso nervioso de Spears, Lifetime lanzó el 18 de febrero la película de una biografía no autorizada de la cantante, Britney Ever After. Apenas transcurren ocho segundos del tráiler y la actriz Natasha Barrett (que interpreta a Britney) ya ha sacado las tijeras. Y de esa manera, justo en un momento en que Spears parece tener una estabilidad relativa, han vuelto a fijarse en su crisis nerviosa.

Ese año —2007— fue una época oscura para Britney: había perdido la custodia de sus dos hijos y su vida y su fortuna habían quedado bajo la tutela de su padre y abogado. El marco legal para una medida de este tipo suele estar reservado para personas extremadamente enfermas, y básicamente despojó a Spears del derecho a tomar cualquier decisión sobre su propia vida, o acceder a su inmensa fortuna.

Un artículo del New York Times de 2016 reveló —para sorpresa de muchos— que Britney sigue bajo esta tutela, la cual podría durar toda su vida. Además, tiene un gran alcance: básicamente, Britney no puede tomar decisiones por sí misma. A continuación presentamos un fragmento del artículo:

"La Srta. Spears no puede tomar decisiones clave, personales o financieras, sin la aprobación de sus tutores… Sus compras más mundanas, desde una bebida en Starbucks hasta una canción en iTunes, son rastreadas en documentos judiciales como parte del plan para salvaguardar la gran fortuna que ha ganado pero que no controla en última instancia".

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Sin embargo, parece bastante satisfecha, con una lujosa residencia en el teatro más grande de Las Vegas, sus hijos de vuelta a su lado, una tímida presencia en Instagram y críticas favorables de su más reciente álbum, Glory. Teniendo en cuenta los criterios habituales, podría decirse que está de regreso. Su historia se ha convertido en una de supervivencia, resistencia y redención. Pero, debemos preguntarnos, ¿redención para quién? ¿Redención para Spears, o para nosotros?

Después de todo, fuimos nosotros quienes la destruimos. No se desmoronó en aislamiento o simplemente por su propia voluntad; tuvo una sobredosis de fama y fuimos cómplices de eso. Hicimos de ella el ser humano más observado en el planeta y luego, con regocijo, fuimos testigos de su colapso por sobreexposición. Celebramos su ascenso al estatus de celebridad y luego la castigamos por alcanzar esa misma perfección que le habíamos exigido.

Como dijo Sady Doyle, periodista y autora del libro Trainwreck: The Women We Love to Hate, Mock and Fear: "Ver el ideal sexista e imposible de Britney Spears convirtiéndose en humano, delante de nosotros —alguien que iba al seven eleven por bocadillos, que tenía malas relaciones, que había ganado peso durante el embarazo, o que no usaba maquillaje las 24 horas del día— fue tan sorprendente que la gente quiso castigarla".

Si bien quedó claro que Britney probablemente estaba lidiando con problemas de sustancias y con alguna enfermedad mental, nuestra repulsión por las mujeres "locas" —y por las mujeres que son estereotipadas como "locas" cuando se atreven a tener sentimientos o defectos en público— empezó a agobiarla de inmediato. Queríamos que fuera perfecta, o que no fuera nada. Queríamos idealizarla, o aniquilarla. No había nada en medio.

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Un episodio despiadado de 2008 de South Park resumió exactamente eso: Spears intenta matarse, sobrevive, y sigue su vida sin la mitad superior de su cabeza y finalmente la sacrifican a los dioses para que haya una buena cosecha.

Quizá este fue siempre su destino: una mujer destruida por la misma gente que la amaba, por el descarado acto de ser mujer, hermosa, exitosa y humana a la vez. El erudito de la cultura pop, el doctor Marc Brennan, dice que la tragedia de Spears tiene que ver, al menos en parte, con el hecho de ser mujer:

"La fascinación del mundo con su colapso podría ser leída como una oportunidad para presenciar la destrucción del artificio; algo que muchos dirían que era la encarnación de Britney Spears y posiblemente de la cultura popular estadounidense en general. Para los más empáticos, la narración proporcionó un advertencia de los peligros de ser una celebridad famosa. Para mí, el caso de Britney es emblemático de cómo las mujeres son 'domadas'. Desde su colapso, ha estado bajo el control de una tutela aprobada por la corte. Esto es algo que los artistas masculinos no padecen. Si hay una moraleja en esta historia, es una que nos recuerda lo desiguales que son los derechos entre hombres y mujeres en nuestra sociedad".

Donde las estrellas masculinas hubieran podido continuar sus carreras como seres humanos dañados y falibles, Spears tuvo que ser contenida y devuelta a la forma en que la veneramos por primera vez. Es la razón por la que todavía se presenta en el escenario en lencería: su forma física impecable es la única manera que podemos medir que está "bien" otra vez.

En efecto, Britney ha sido, como dijo el doctor Brennan, "domada". Ha tenido un enorme éxito comercial desde su colapso de 2007 (Glory obtuvo algunas de las mejores críticas de su carrera, incluyendo una de Rolling Stone donde la comparaban con David Bowie), sin embargo, la conciencia pública todavía la trata como una reliquia de los años 2000. Comparen a Spears con sus contemporáneos de esa primera ronda de famosos; gente como Beyonce y Justin Timberlake. Se convirtieron en mega estrellas con distintas facetas mientras que Britney se estancó, todavía juzgada tanto por su salud mental como por sus presentaciones en vivo.

Es una celebridad dividida; parte de ella está presente aquí en 2017, y la otra está atrapada en su imagen anterior a 2007. Todavía está siendo castigada por lo que nosotros le hicimos.

@kateileaver