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Cultură

Michael Winner

Michael Winner es uno de los directores de cine más exitosos que jamás haya producido el Reino Unido.Haced la prueba: mencionad otro cineasta británico que haya dirigido a Orson Welles, Marlon Brando, Burt Lancaster, Robert Duvall, Robert Mitchum y...

En Inglaterra, el vulgo conoce a Michael Winner por ser el tipo de aspecto divertido que sale en televisión protagonizando un anuncio de seguros en el que dice, “¡Tranquilízate, cariño!” Lo que ocurre es que también es uno de los directores de cine más exitosos que jamás haya producido el país.

Haced la prueba: mencionad otro cineasta británico que haya dirigido a Orson Welles, Marlon Brando, Burt Lancaster, Robert Duvall, Robert Mitchum y Sophia Loren. Cuesta, ¿eh? Pues añadid el hecho de que Winner tuvo un papel importantísimo en las carreras de Oliver Reed y Charles Bronson.

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Tras definir en los 60 la expresión “Swinging London” con

Play It Cool, Distrito 11, Atraco A La Inglesa y Georgina

, películas que casi siempre contaban con Oliver Reed y con más desnudos y lenguaje subido de tono del que los censores estaban dispuestos a digerir, Winner tomó rumbo a Hollywood, donde dirigió tanto westerns (

En El Nombre De La Ley

) como cine negro (

Detective Privado

) y de terror (

La Centinela

) pasando por thrillers (

Fríamente… Sin Motivos Personales

).

El momento definitorio de su ajetreado período hollywoodiense llegó cuando, en 1974, Winner dejó suelto a Bronson por las calles de Nueva York para vengar el asesinato del personaje de su esposa y violación de su hija acompañado de la música de Herbie Hancock. El concepto del tipo normal que monta en cólera y se pasa de rosca se ha convertido desde entonces en el molde del que han salido un millón de films, pero nadie lo había hecho antes. Y nadie lo ha hecho después con tanta brutalidad y tanto estilo.

Tras hacernos esperar 15 minutos en su sala de estar en High Street Kensington, los muros cubiertos de memorabilia, notas personales y fotos dedicadas por todo cristo, desde Brando hasta Lancaster, Winner entró en la habitación saludándonos efusivamente y ordenando al fotógrafo que ni se le ocurriera fotografiarle por debajo de su línea de visión… o que se atuviera a las consecuencias. Al parecer, Orson Welles le dijo una vez que ese tipo de tomas nunca quedaban bien.

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Además de lucir un bronceado inhumano y estar a sus 74 años en una preocupante buena forma física, a Winner le encanta enfatizar sus palabras diciendo “joder” cada dos por tres. Resulta contagioso, joder.

Vice: He oído que Jimmy Page vive aquí al lado. ¿Cómo acabaron de vecinos?

Michael Winner:

Llevo años viviendo en esta zona. Jimmy y yo nos hicimos buenos amigos cuando compuso la música de

Yo Soy La Justicia

. Nos llevamos bien desde el principio, yo le admiraba desde hacía tiempo. Jimmy estaba atravesando una época de adicción a las drogas, pero aun así hizo un trabajo maravilloso con la banda sonora. Me dijo que no iba a permitir a nadie al lado mientras componía; él nunca había hecho una banda sonora y queríamos asegurarnos de que su música se sincronizara correctamente con las imágenes. Una banda sonora tiene que encajar con la velocidad de proyección, que son 24 imágenes por segundo. Jimmy nos dijo que no nos haría llegar nada hasta que lo hubiera terminado todo, y que tampoco quería que nadie fuera a verle. La música es lo último que se añade a una película y, cuando por fin llegó, estábamos todos algo nerviosos. A mí me gusta editar yo mismo mis películas, y por eso recuerdo con claridad el momento en que vi ésta con su acompañamiento musical por primera vez. Nunca olvidaré como al apretar el pedal de la máquina y empezar el film a correr, música e imágenes estaban en una sincronía perfecta.

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Winner y una amiga en una puesta de largo en los años 50.

Dirigiendo a Robert Mitchum y Joan Collins en Detective Privado, 1978.

Además de Jimmy, cuenta entre sus amigos con un buen número de famosos. ¿Tiene algún favorito?

Para comer juntos o contar chismorreos por teléfono, Marlon Brando. Una de las personas más agradables y menos competitivas que he conocido. Hacía que te sintieras como su gran camarada. A Burt Lancaster le adoraba, pero tenía un lado agresivo. A veces se ponía algo sarcástico, era un clásico escorpio. De las mujeres con las que he trabajado, Sophia Loren. La más sagaz y profesional. Puede parecer altiva, pero en cuanto tratas con ella ves que no lo es. Y Ollie Reed, un amigo al que quise mucho. Cuando le conocí bebía a diario en un pub del Soho y había escrito una historia que quería llevar al cine sobre un hombre que ascendía una colina con su casa cargada a la espalda. El Ollie que yo recuerdo era un artista.

De los desnudos de Some Like It Cool al sadomasoquismo de Los Últimos Juegos Prohibidos, muchos trabajos cuyos de los 60 y 70 escandalizaron a los censores. ¿Intentó en alguna ocasión provocarles a propósito?

Los Últimos Juegos Prohibidos

fue una apuesta arriesgada, pero llegó a los cines sin sufrir corte alguno. La edición en vídeo sí fue censurada, y lo mismo pasó con

Dirty Weekend

. No la prohibieron pero le quitaron escenas. Yo procuro hacer mi trabajo lo mejor posible y, al sopesar posibles censuras, concluyo pensando que afrontaré los problemas a medida que se presenten. Los he encontrado un montón de veces y siempre me las he arreglado. Los censores de la época eran en su mayoría un hatajo de imbéciles. Uno de ellos estudió conmigo en Cambridge; era un idiota como estudiante y, joder, como censor era un idiota del copón. Todos ellos eran directores frustrados que de repente encontraban que tenían poder sobre cualquier director del mundo. Y lo utilizaban. Para mal.

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¿No fue Georgina, con Orson Welles, el primer film en emplear la palabra “joder”?

No estoy seguro de eso, pero con esa película nos metimos en terreno resbaladizo a causa de una escena entre Ollie Reed y Carol White en la que se sugería un cunnilingus. No se veía nada pero algunos se rasgaron las vestiduras.

¿Cómo fue la transición entre rodar aquellas películas estilo Swinging London y pasar a hacerlas en Hollywood?

Fui allí a rodar

En El Nombre De La Ley

y, sin saber cómo, llegué a ser un director reputado en el seno de United Artists. Me adoraban. En el mundo del cine, mientras dispongas de una estrella tienes carta blanca para filmar la carta de un restaurante si te da la gana. Nosotros teníamos a Burt [Lancaster], fue él quien puso el film en marcha. También estaba [Robert] Duvall, pero aún no era nadie. Burt y yo congeniamos inmediatamente, aunque siempre acabábamos discutiendo. Él se cabreaba tanto que amenazaba con matarme. Una vez me levantó cogiéndome por la pelvis, gritando, “¡Gilipollas inglés, mamón, pedazo de mierda!” Y más cosas, ¡joder! Pero conservamos la amistad. Era un hombre maravilloso, así que, ¿qué importa que en un par de ocasiones quisiera matarme? Hicimos dos películas juntos. Así fue cómo me introduje en los westerns y en el sistema de Hollywood. Yo nunca había hecho un western y me lo tomé muy en serio. Quería que hasta el último detalle fuese correcto. Tenía profesores americanos asesorándome. Un día pregunté qué es lo que utilizaban en los rodajes como lámparas de aceite; me respondieron que ponían lámparas nuevas, a las que echaban un poco de polvo por encima. Yo dije que eso era ridículo, que en Portobello Road podían encontrarse lámparas de aceite de la época, auténticas, por apenas 20 libras. Parte de mi equipo era inglés y les encargué que me trajeran unas cuantas metidas en su equipaje. Rodamos el western más auténtico hecho hasta entonces. Todo era de verdad. Al terminar le vendimos el set entero a John Wayne, quien lo utilizó para rodar otra película justo después.

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Entre bastidores con Nat King Cole en 1954.

Dirigiendo a Marlon Brando en Los Últimos Juegos Prohibidos, 1972.

¿Llegó a conocer a Wayne?

Apenas. Me quedé en su casa durante el rodaje de

En El Nombre De La Ley

. Recuerdo que estaba preocupado por el número de mapaches en sus tierras.

En 1972 rodó tres películas. Ahora, Tarantino tarda una década en rodar una.

Era otro mundo. Rodamos

Los Últimos Juegos Prohibidos

con Brando y ocho semanas después estábamos listos para empezar

Chato, El Apache

con Charlie [Bronson]. Ahora te exigen 20 reescrituras de cada guión. Antiguamente los estudios los dirigían judíos de origen ruso para quienes un apretón de manos era suficiente. Un estudio lo dirigía una persona; hablabas con él, se alcanzaba un acuerdo y eso era todo. Así funcionaban las cosas. Joder, para un programa de televisión en el que estoy trabajando ahora, la cadena ITV tardó tres meses en hacerme llegar unos documentos. En Hollywood, antes de los putos faxes y e-mails, un contrato para una película de 11 millones de dólares se redactaba en cuatro horas. Joder, eso hoy es impensable. Y ahora todo se hace con ordenadores.

¿Ha utilizado usted mucho las tecnologías modernas?

No demasiado. Hace poco se celebró en Nueva York un festival de cine de los años 70; proyectaron

América Violenta

, que tuvo muy buenas críticas en su estreno. En un film como ése, cuando un coche caía por la ventana de un séptimo piso dentro había un hombre, y después de gritar “¡Corten!” todos corríamos para ver si se había matado. O lo gravemente herido que estaba.

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Durante los 70 rodó varias películas con Charles Bronson. ¿Cómo se conocieron?

Uno de los grandes amores de mi vida fue Jill Ireland. A los 21 años me dijo que quería casarse y yo contesté que no podía, que estaba sin un céntimo. Ella me dejó y se casó con David McCallum. Más tarde contrajo matrimonio con Charlie [Bronson]. Fui a conocerle al hotel George V antes del rodaje de

Chato, El Apache

. Jill también estaba allí. Al llegar, ella gritó “Charles, es mi viejo amigo Michael, de Londres”, después se volvió hacia mí y me dijo, “Ya lo sabe todo sobre nosotros”. “La madre que me parió”, pensé, “esto no es nada bueno”, pero lo cierto es que nos entendimos muy bien. Más tarde Jill me explicó que le había contado que éramos amigos pero no lo que hubo entre nosotros, y que era mejor que yo tampoco se lo dijese. “¿Decírselo?”, le respondí, “La única duda si llega a averiguarlo es a quién mataría primero, si a ti o a mí”.

Con Charles Bronson en el rodaje de El Justiciero De La Noche, 1985.

Con Bronson en el rodaje de El Justiciero De La Ciudad, 1974.

La leche, no me gustaría que Charles Bronson quisiera ajustarme las cuentas. ¿Cómo fue la génesis de El Justiciero De La Ciudad?

El Justiciero

… era una novela de Brian Garfield de la que se vendieron tres ejemplares, probablemente a familiares del escritor. Ahora se comenta la película en las universidades americanas. Es el primer film de la historia en la que el héroe es un ciudadano que mata a otros ciudadanos. Desde entonces deben haberse rodado unas setecientas. La película más copiada de todos los tiempos. Nadie quería hacerla, creían que estaba loco. “No puedes hacer un film en el que el héroe es un asesino”, me decían. Bueno, la gente a la que mata son canallas, no deberían simpatizar con ellos. El proyecto estuvo dos años en dique seco. Finalmente me dijeron que si el guión les salía gratis me permitirían producirla y dirigirla. Recuerdo que se la propuse a Charlie en el aeropuerto de Los Angeles tras acabar de rodar

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América Violenta

. Estábamos en una limusina y él me preguntó, “Michael, ¿qué podríamos hacer a continuación?”. Le dije que lo mejor que tenía era un film sobre un hombre cuya mujer e hija son asaltadas, y él busca venganza disparando a los delincuentes por las calles. Charlie se giró y me dijo: “Me gustaría hacerlo”. “¿Quieres hacer

El Justiciero De La Ciudad

? ¡Cojonudo!”, respondí, y el dijo: “No. Me gustaría disparar a los delincuentes”.

En comparación con las tibias quejas que provocaron sus films ingleses, lo que tuvo que afrontar El Justiciero… fue un ataque de indignación sin precedentes.

De la película se dijo que era un placer culpable, y algo te puedo decir: cada vez que Charlie mataba a alguien, todo el cine estallaba en aplausos. Once años después alguien disparó a un atracador en el metro de Nueva York y la prensa le echó la culpa a

El Justiciero De La Ciudad

. Si eso aprendió aquel hombre de mi película, es que debía ser un anormal. Cuando la hicimos, la mayoría de los asaltos en Nueva York los cometían negros e hispanos, los más necesitados. El estudio estaba inquieto por cómo íbamos a retratar a los asaltantes y nos ordenaron que fuésemos muy cuidadosos con la elección del reparto. Para las pruebas trajimos chicos que en grupos de cinco tenían que simular que violaban a una silla; créeme, comprobamos lo inventiva y chiflada que puede ser la gente. Unos castings muy interesantes… El jefe de los asaltantes acabó siendo un judío. Siendo yo mismo judío, sabía que los judíos no protestarían. Se trataba de un debutante llamado Jeff Goldblum. Nadie sabía quién coño era, pero bordó el papel y le contraté para mi siguiente film,

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La Centinela

, en el que también participaba Christopher Walken.

De francachela con Sophia Loren en el rodaje de El Poder Del Fuego, 1979.

Con James Coburn y un ex jugador de fútbol americano, 1979.

Se está hablando de la posibilidad de un remake de El Justiciero De La Ciudad. ¿A quién ve usted llevando la Magnum de Bronson?
A Leo DiCaprio. Y Daniel Day-Lewis estaría genial si consiguen que cierre la boca al menos cinco minutos. De todas sus películas, puede que Detective Privado sea la más infravalorada. ¿Quién escribió la música?
Un compositor americano, Jerry Fielding. Un puto genio, joder. Trabajó en varias películas de Clint Eastwood e incluso creó la banda sonora de Grupo Salvaje. Solía decir, “Tu problema, Michael, es que no sabes nada sobre grabación de pistas de sonido, no tienes ni idea. Un día te enseñaré unas cuantas cosas”. Era un tipo tan encantador que no importaba lo que te dijera. Trabajé con él en cinco películas pero, por desgracia, murió joven, yo creo que por el acoso del Comité de Actividades Antiamericanas, que decidió que era un comunista. Acabó dirigiendo una orquesta en un hotel de Las Vegas. Los del Comité se enteraron, formaron un piquete delante del hotel y la dirección despidió a Jerry. Estas persecuciones afectaron a la salud de muchas personas. Fíjate en Lee J. Cobb. Habiendo trabajado con varios de los grandes nombres de la historia moderna de Hollywood, ¿hay alguien con quien le hubiera gustado trabajar o perdiera la oportunidad de hacerlo?
Con Edward G. Robinson, me habría encantado. De actores actuales, por supuesto Hoffman, De Niro y Pacino. Y Renée Zellweger, una actriz maravillosa, muy versátil. En su momento rechacé dirigir King Kong, la serie de James Bond, French Connection y Los Mejores Años De Miss Brodie. Cuatro de los mayores errores de mi vida. Ha dirigido westerns, thrillers, films de terror, románticos… ¿Cree que existe algún elemento en común en tan variado cuerpo de trabajo?
Casi todas mis películas tratan sobre alguien que quiere hacer algo diferente y afirmarse a sí mismo. No sé si eso refleja algún aspecto de mi carácter pero parece conectar con la mayoría del público. El personaje de Bronson en El Justiciero… quiere hacer algo, así que sale a la calle y dispara a los delincuentes. El de Ollie Reed en Atraco A La Inglesa quiere hacer algo, de modo que roba las joyas de la corona. Son personas al margen de la sociedad y, pese a eso, hacen algo para afirmarse. Desean saber que han hecho algo relevante aunque no sea bonito. Habiendo usted hecho cosas relevantes, ¿por qué en 2006 declinó ser distinguido con la Orden del Imperio Británico?
Yo no fundé la Police Memorial Trust [ndt: una asociación creada por Winner para homenajear a los agentes de policía heridos o asesinados] para ser investido caballero. He trabajado 20 años en esa asociación poniendo en ella mi propio dinero y logramos que se erigiera un monumento en The Mall por primera vez en 100 años. Las distinciones oficiales no podrían importarme menos. Que se las metan donde les quepan, pensé. Fíjate en las personas que en un momento u otro han declinado ser nombrados caballeros; todas juntas forman una lista maravillosa.

RETRATO DE BEN RAYNER

FOTOS POR CORTESÍA DE MICHAEL WINNER