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Cultură

La resurrección de Britney Spears

El domingo, antes del estreno de su noveno álbum de estudio, Britney va a dar un show en los VMA, nueve años después de la desastrosa aparición que precedió a su colapso público.
Lia Kantrowitz.

Britney Spears fue, en cierto modo, mi introducción a la pornografía. Estaba en la secundaria cuando una compañera nos contó, con el asco distintivo que sienten las adolescentes, que había encontrado el escondite de imágenes de su hermano: el rostro de Britney, con su sonrisa profesional, estaba pegado en los cuerpos de diversas mujeres desnudas. Esto era confuso, incluso entonces. ¿Qué no Britney se había entregado cuando cantó "hit me baby one more time" ("pégame otra vez cariño"), mientras enseñaba su vientre desnudo? ¿No fue eso suficiente para cumplir las fantasías de muchos adolescentes?

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Eso ocurrió hace 16 años. Ahora, en la misma semana en que falleció el hipnotista manipulador del pop adolescente Lou Pearlman, el porno casero de Britney del hermano de mi amiga parece una especie de alegoría de todas las formas en que hemos usado y abusado de las princesas del pop estadounidense. Esa es una historia que se puede contar a través de dos décadas de presentaciones en los Video Music Awards (VMA) y Britney lo sabe. El domingo, antes del estreno de Glory, su noveno álbum de estudio, va a dar un show en los VMA, nueve años después de la desastrosa aparición que precedió a aquel momento que siempre será recordado como su colapso público. Un teaser publicado la semana pasada nos permitió escuchar la voz en off de Britney, perfectamente formulada: "Los VMA no sólo te proporcionan un escenario, te dan una historia, una manera de tomar una fracción de segundo y hacerla vivir por siempre. Antes de que te des cuenta, se convierte en historia. Antes de que te des cuenta, es Britney, perra".

La nueva Britney, quien nos dice "work bitch" ("trabaja, perra") —como lo hizo en el himno capitalista de 2013 del mismo nombre, a través de un extraño acento británico que sonaba a la Posh Spice y a Dick Van Dyke— no ha eclipsado del todo su encarnación anterior. Incluso antes de que esas imágenes inmortales de su ojos saltones, su mueca y su calva aparecieran en 2007, sus canciones parecían evocar a una especie de explotación preocupante. Recuerdo cuando la madre de un amigo, una británica que había cumplido la mayoría de edad durante las protestas a favor de los derechos de las mujeres en los años 80, quedó sorprendida y furiosa cuando escuchó cantar a una voz en la radio del coche: "I was born to make you happy" ("nací para hacerte feliz").

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Eso fue en 1999. En 2001, el sentimiento azucarado de "Born to Make You Happy" se había refractado en algo menos dócil; igual de sumiso pero mucho más disimulado. "I'm a Slave 4 U", con sus beats creados por The Neptunes y su voz deslizante es —junto con la picante y temblorosa "Toxic"— una de las mejores canciones de Britney. En 2001 llevó esa pieza al escenario de los VMA, en compañía de una pitón blanca alrededor de sus hombros, en una actuación universalmente aceptada como "icónica". El show logró hacer historia en los VMA, como Britney bien lo sabe.

La palabra "icónica" alcanzó de nuevo a Britney dos años más tarde. En nuestra época posterior a la igualdad de matrimonio, podríamos avergonzarnos por la política, o falta de ella, ligada a dos mujeres aparentemente hetero que se besaron entre sí para las cámaras. Pero en 2003, Madonna besó a Britney, un acto que fue visto como puro sensacionalismo pop. La cereza en el pastel fue cuando la cámara se posó sobre un desconcertado Justin Timberlake, el ex novio de Britney.

Britney no se presentó de nuevo en los VMA sino hasta 2007 y para entonces era como si la pitón color plátano la hubiera estrangulado lo suficiente como para quitarle las energías por completo. No estábamos viendo a la ágil y flexible bailarina de "Baby One More Time" o "Oops I Did It Again", sino al cadáver reanimado —sin éxito— de esa mujer. El sencillo que sacó en aquella época, "Gimme More", incluye las líneas "Feels like the crowd is saying / Gimme, gimme more" ("Se siente como si la multitud me dijera / dame, dame más"), lo cual, dolorosamente, no podría haber estado más lejos de la realidad.

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Ver a una desorientada y confundida Britney arrastrar los pies e intentar hacer su rutina de baile provocaba el deseo de cubrirla no con una serpiente, sino con un suéter, y pedirle que se sentara a tomar una taza de té y decirle que todo estaba bien; que no tenía que sufrir . El mundo, obviamente, actuó con mucha más crueldad. Por ejemplo, The New York Times lamentó: "Britney no defraudó; sino que estuvo fatal. Visiblemente nerviosa, se tambaleó por el escenario, intentando bailar y sin hacer nada que se viera o escuchara como un verdadero concierto en vivo". Incluso Whoopi Goldberg, quien no es capaz de criticar a alguien al nivel de Pérez Hilton, dijo en la televisión que "Parece que no le importa. Es como si fuera una mala stripper".

En 2007 habríamos criticado esto. En 2016, comprendemos mejor y sentimos una mayor compasión por la salud mental y el lado humano de nuestras celebridades.

En los meses que siguieron, Britney perdió la custodia de sus hijos, ingresó a un centro psiquiátrico y cayó bajo la tutela de su padre, James Spears y del abogado Andrew Wallet, que todavía mantienen el control de los activos de Britney. Como señaló un artículo detallado del New York Times, este tipo de arreglos por lo general se utilizan sólo para los ancianos, los discapacitados o los enfermos mentales.

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Hoy su Instagram reluce con sus abdominales definidos, citas sosas de superación personal y lo que ella probablemente llamaría energía positiva. Pero las decisiones acerca de su propia vida, al menos sobre su salud y finanzas, están fuera de nuestras manos. En 2007 habríamos criticado esto. En 2016, comprendemos mejor y sentimos una mayor compasión por la salud mental y el lado humano de nuestras celebridades. La misma Britney, a quien Forbes nombró la quinta intérprete femenina con mayores ingresos de 2015, ha aprendido a dirigirse a nosotros como "perras" en un momento en que esa palabra tiene menos que ver con el bullying hacia las artistas que con la apropiación de la palabra por parte de dichas artistas.


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Así es que, nueve años después de su última aparición en los VMA, este nuevo show se presenta bajo un momento creciente de buenos deseos para Britney. Podrá tener al fin un poco de gloria (Glory). A Chris Crocker (el tipo que encontró la fama de manera fugaz en YouTube cuando, entre sollozos, pedía que dejaran a Britney en paz), donde quiera que esté, se le ha cumplido su deseo. Tal vez amamos a Britney por lo extremo de su sufrimiento y por su obvia vulnerabilidad. O tal vez la amamos porque fue y sigue siendo —para muchos de nosotros— parte de nuestra juventud. O tal vez la amamos porque hemos crecido ahora y Beyoncé, nuestra diosa-madre, nos ha enseñado cómo tratar bien a las estrellas pop. No son nuestras esclavas ni nacieron para hacernos felices; cuando les hacemos daño, nos lastimamos a nosotros mismos.

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