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VICE Sports

Promesas e intrigas en las eliminatorias para Rusia 2018

Lionel Messi y su pandilla albiceleste tendrá una oportunidad más de zanjar el debate tan urgente de si es mejor o no que Maradona.
Imagen obtenida de Twitter, vía.

A falta de asignar un puñado de boletos para Rusia 2018, una promesa vaya si se ha cumplido en tiempo y forma. Una persona sabia anticipó alguna vez: ­nadie espere buen futbol en las eliminatorias al Mundial. Qué se toma, sabia persona. Estamos casi al final de esas jornadas de partidos toscos, de tránsito más bien dolorido y qué alivio. Esta parte del torneo eliminatorio culmina, como casi siempre, con una ronda de calculadoras sobre la mesa, de álgebras anímicas y de sospechas incomprobables. Por fortuna faltan poco menos de 250 días para el inicio del evento magno. Ahí los entendidos seguramente presupuestan un incremento pronunciado en el rubro buen futbol.

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Partidos deslumbrantes o no, los resultados de ayer dejan ya a grandes rasgos listo el ensamble de personajes que habrán de darle a los próximos cinco años las grandes líneas del drama futbolero. Y, en principio, la interrogante más urgente está despejada: Lionel Messi y su pandilla albiceleste tendrá una oportunidad más de zanjar el debate tan urgente de si es mejor o no que Maradona.

Argentina llegaba a la última jornada de partidos con los dos pies fuera del Mundial. Sexta en la clasificación y temblorosa de corvas: tres empates en los últimos partidos y ningún gol por cuenta propia —el único a su favor, un autogol de un defensor venezolano—. Ninguna otra de las grandes contendientes —Alemania estaba en Rusia caminando; Brasil clasificó hace meses; lo mismo, obvio, el Gigante de la CONCACAF— tenía tanto problema para cumplir con las expectativas facturadas a su nombre. Se jugaba todo en el césped del Atahualpa de Quito, a más o menos 2,700 metros sobre el nivel del mar. Los jugadores traían a la prensa bajo veto desde hacía casi un año y eso azuzaba el pánico colectivo. Y con el pánico, ya se sabe, vienen las especulaciones. Se hablaba de que en la carambola a varias bandas de la humillación pública, la selección brasileña entregaría el partido contra Chile para incentivar el descrédito argentino; se suponía que el recién nombrado entrenador ecuatoriano —un argentino avecindado en el país rival desde hacía mucho tiempo— podría tirar un poco hacia el terruño; incluso en algún programa de radio porteño especulaban con una guerra comercial entre las marcas patrocinadoras como la verdadera razón por la que Argentina coqueteaba con ver el Mundial por televisión. Noventa minutos después, ganó gracias a tres goles del mejor jugador del mundo. (Y pensar que Messi estaba suspendido cuatro fechas por mentarle la madre a un juez de línea; qué dirán los intrigantes…)

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Las preguntas interesantes ahora para el seleccionado albiceleste son, por ejemplo, ¿cuánto porcentaje del emolumento quincenal que recibe Jorge Sampaoli le endosará al 10 del seleccionado? En mi humilde opinión le corresponde íntegro el cheque del DT por lo menos durante tres o cuatro meses. ¿Qué tipo de premios en especie recibirá Messi a nombre de Claudio "Chiqui" Tapia, mandamás del futbol allá? En mi humilde opinión, una colección de tres platones de porcelana con representaciones gráficas de cada uno de los goles que les valió el aterrizaje en Moscú.

CONMEBOL mandará entonces a Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia y, si vence a Nueva Zelanda en el repechaje a visita recíproca, a la selección peruana. La decepción en esta promoción es la ausencia de Chile —un equipo rebosante de talento y de temperamento volátil, exalumnos del Loco Bielsa y del loco de Sampaoli—. Cuatro años es mucho para algunos de los jugadores cruciales de esta generación y después de dos Copas América al hilo, el corolario esperado era un Mundial protagónico, desfachatado. Sin embargo, la Roja pareció perder el gas en las últimas jornadas; parecía haber ya sacado a plazos el billete de avión cuando empezó a perder partidos inexplicables. El crédito de las jornadas iniciales les permitía incluso perder por uno el último partido: perdieron por tres rotundos goles. No faltarán los intrigosos.

Mientras tanto en CONCACAF, el hexagonal estaba ardiente. Como ya dijimos, el Gigante estaba dentro desde hacía varias jornadas, jugando horrible pero con los paquetes de viaje, y los promocionales con malos chistes sobre rusos ya vendidos. En juego estaban dos boletos directos y un repechaje.

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Breve digresión metodológica: no sé hasta qué punto convenga mejor usar algún otro método para asignar cuatro boletos entre seis equipos. Las probabilidades son tan halagadoras que quizá haya juegos de azar más ingeniosos: una combinación de póquer y penales, o una ruleta tamaño humano y un balón en lugar de la pelotita de marfil. En fin, especulaciones para la próxima reunión de dirigentes.

Decíamos, dos boletos directos y un repechaje entre cuatro selecciones: Costa Rica, Honduras, Estados Unidos y Panamá.

Breve digresión histórica: hace un ciclo mundialista, los apurados eran los Gigantes de la CONCACAF: Estábamos desahuciados en la última jornada de no ser por que el ignoto gringo Graham Zuzi empató un partido en Panamá que nos permitió jugar el repechaje.

No olviden esa portería del estadio Rommel Fernández.

Decíamos, dos boletos directos que ya tenían, previo al inicio de los partidos, Costa Rica y Estados Unidos, y temporalmente Panamá estaba en zona de repechaje. Pero otro sabio de apellido Panzeri definió al futbol como "dinámica de lo impensado". Y en lo impensado cabe todo lo que sucede en el campo. A falta de minutos por concluir Trinidad y Tobago ganaba dos a cero (sí, dos a cero) a Estados Unidos. Honduras derrotaba a México, digo al Gigante de la concacaf, y Panamá empataba con Costa Rica en el estadio Rommel Fernandez gracias a un gol que lo fue más por emoción que por legalidad. Qué dirán los intrigantes.

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Breve digresión histórica:

Ya sabemos cómo terminó esto.

Decíamos, dos boletos directos, uno de ellos firme en manos de Costa Rica, el otro y el repechaje en el aire entre los tres restantes a falta de unos cuantos minutos. Estados Unidos descontó, 2-1, pero seguían necesitando empatar o ganar. Y, al 88 de tiempo corrido, en la misma área en la que Zuzy remató de cabeza para hundir a Panamá, Román Torres conectó de derecha para meter a su país al primer Mundial en su historia y de paso pegarle a Estados Unidos.

(Breve digresión perpleja: Alguien me explica qué pasa al 4:27 en el video)

Quizá el golpe más duro en Estados Unidos no lo sentirá necesariamente la creciente afición al soccer. La cadena de televisión Fox, para asegurarse los derechos en aquel país a los partidos del Mundial de 2018 y 2022, tuvo que pagar 400 millones de dólares. Alguien la va a pasar muy mal esta mañana en el corporativo de la televisora. Si se me permite ofrecer un paliativo: corran a buscar a los entrenadores certificados por la UEFA que contrató Islandia para trabajar con sus juveniles.

Faltan ocho meses para que inicie el Mundial; faltan todavía unos cuantos equipos de la UEFA y de la Confederación Africana, además de los repechajes; faltan los partidos de preparación, el sorteo, los insufribles anuncios y la inflación de expectativas nacionales. Por suerte, llegados los 64 partidos que lo componen, la promesa del Mundial será modesta y asequible: unos cuantos episodios de muy buen futbol.