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Sports

El kung fu underground de Nueva York

Acupuntura, putazos y la gran herencia de John L. Sullivan.

Hablemos de un club de la pelea.

Antes de llegar al Manup Standup, o MUSU, el promotor del evento me aseguró que “uniría el kung fu y el hip hop”, y el poster en la entrada hablaba del “kung fu enloquecido”. Estaba seguro de que esas aseveraciones eran puro alarde, hasta que vi al primer cabrón caer al piso. OK, estos güeyes se están pegando en serio. Esa noche de agosto, la escena de peleas underground en Nueva York se convirtió en una película de los setenta de los hermanos Shaw, mezclada con Dolemite; no midieron la violencia. Lo cual fue algo bueno, porque todos los presentes estábamos ahí para ver justo eso.

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Ese día, el MUSU se llevó acabo en una escuela de artes marciales que es parte de una bulliciosa avenida comercial en Jamaica, Queens, pero bien pudo haber sido en la esquina del bulevar Clan Wu-Tang y la calle Fight Club, en una mundo semifantástico en el que palabras como “Sifu”, “medicina china” y “estilo interior” tienen peso, y los competidores con el torso desnudo se noquean con ganchos y se someten con llaves. Novell Bell, también conocido como el Taoista Negro, un güey alto y estúpidamente atlético, que se viste con seda roja y un sombrero de mimbre, dijo: “Revivimos los viejos estilos”, antes de darle el micrófono a un rapero que presentó a Sangre y Hueso y a Dinamita Negra. No había un cuadrilátero, sólo una cuerda en el piso para delimitar el espacio que la gente se iba comiendo poco a poco.

Las peleas ilegales tienen una larga historia en Nueva York, desde la famosa pelea a mano limpia en 1881, del boxeador John L. Sullivan, hasta las peleas sin límites de hoy en día que se celebran en la Liga de Combate Underground del Bronx. ¿Qué esperabas de un estado sin ganas de aprobar esta clase de eventos pugilísticos, y de los innumerables fans a los que simplemente no les importa? Los peleadores harán lo suyo, y lo harán en secreto si es necesario. Pelean en gimnasios, escuelas, academias y donde sea que se puedan reunir sin llamar demasiado la atención, porque eso es lo que hacen.

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Un chico llamado Rinson se llevó el primer knockout de ese sábado. Tenía un tatuaje hexagonal en el pecho y una mano derecha implacable con la que derribó a su contrincante a la mitad del primer round. Después de eso, la cosa se puso cada vez más sangrienta. Estaba Ruben, quien convirtió el ojo de su contrincante en una gigantesca bola inflamada; Chris, quien acabó con Mark de Six Harmony Kung Fu (una academia en Chelsea, que opera desde el ’96) con un rodillazo al cuerpo. Estuvo Mike del Harlem, quien enrolló sus brazos sobre el cuello de Craig, y el nativo de New Hampshire no tuvo opción más que rendirse al instante. Esa movida en particular fue suficiente para que los paramédicos presentes se metieran al ring y castigaran a los luchadores.

“¡No vine a trabajar!” gritó uno de ello, frustrado. “Tengo que trabajar después de esto, ¡no quiero tener la camisa llena de sangre!”

“¡Chi up!” gritó un equipo de peleadores especializados en San Bao. El público respondió y “¡Chi up!” se convirtió en el coro por el resto del día. Se escuchaba cada que un peleador necesitaba un grito de apoyo, lo cual sucedía con frecuencia, y después de media docena de encuentros, se convirtió en una especie de porra, una muestra de aprobación, el “¡olé!” de la fiesta.

Steve, de 57 años, pero con el cuerpo de un boxeador 30 años más joven, recibió una paliza de Kelly, pero tuvo un momento de suerte y ganó el encuentro cuando Kelly cayó al piso con las menos en el pecho y con problemas para respirar. Bell gritó: “No te mueras en mi show”, pero esto sólo produjo un par de risas nerviosas. Por suerte, Kelly se levantó sin un rasguño y salió caminando. (Después dijo que se trató de un ataque de pánico y dijo que no era la primera vez que le pasaba).

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Los peleadores venían de lugares como Utah, Boston y Siracusa, y dominaban todo tipo de estilos, entre ellos el san bao, bagua, baguazhang, jeet kune do y hung gar. Algunos tuvieron más de un encuentro, participantes en un torneo improvisado, y los campeones (“No vamos a dar cinturones”, le dijo Bell al público, “¡vamos a dar reputaciones!”) recibieron medallas de oro por sus molestias, y una palmada en la espalda.

Entre los campeones estuvieron DJ, el campeón de los pesos medianos, quien traía una plasta negra de hierbas chinas sobre los ojos para cubrir una herida que se había hecho peleando el día anterior. Se enfrentó a Mike del Harlem, quien en repetidas ocasiones lo jaló al ring para intentar luchar. Pero DJ era más atlético y ganó sin problema. Mike le enseñó el dedo, DJ hizo una reverencia, y todos se rieron.

“Este fue mucho más violento que los anteriores”, me dijo una chica del público. Sabía lo que decía: cuando no está trabajando como técnica de veterinario en el norte de Nueva York, entrena kung fu, y acudió a los cinco MUSUs anteriores, incluso participó en el primero. “¿Me pregunto por qué?” terminó.

La respuesta quizá tenga algo que ver con el equipo de filmación del Discovery Channel trabajando para Hidden America, o quizá simplemente es cuestión de evolución. Más peleas implican mayor audiencia y mejores luchadores, y los güeyes se veían más peligrosos y mejor entrenados que la última vez.

Después de un rato, llegó el momento del evento principal. Dos maestros, Sifus Jesse y Ben Hill, se enfrentaron sin árbitro. ¿Cómo es un duelo sin reglas y sin árbitro entre dos maestros del kung fu? Como los comienzos de la UFC. Golpes salvajes y gruñidos en el suelo. Los maestros no pelean frecuentemente. Fue un espectáculo especial.

Mientras todos se alejaban con ese cálido brillo que uno siente después de ver este tipo de combate mano a mano en un lugar tan ridículamente íntimo, algunos de los luchadores seguían siendo atendidos. Uno de ellos, Steve, se veía tan blando como un buen corte de carne. Tenía la camisa levantada y una plétora de agujas saliendo del pecho: acupuntura después de la pelea. “Buen trabajo”, dijo alguien. Sonrió y le dio las gracias. Fue mucho mejor que un juego de pelota.

Jim Genia es autor de Raw Combat: The Underground World of Mixed Martial Arts. Lleva años escribiendo sobre peleas.