El ilustrador del 'Libro Vaquero' también dibuja cuentos para niños
Fotografías de Paulina Munive.

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El ilustrador del 'Libro Vaquero' también dibuja cuentos para niños

Luego de pertenecer al 'dream team' erótico que hizo posible una de las historietas más importantes de México, Jorge Aviña dejó que su lado más sensible se empleara para otros fines igual de nobles.

La casa de Jorge Aviña, ilustrador estrella del Libro Vaquero, es un lugar blanco lleno de espejos y fotos familiares, donde el silencio sólo es roto por el movimiento de dos enormes tortugas dentro de una pecera y el trinar de sus pajaritos enjaulados en el balcón.

El hombre ha extendido sobre la mesa del comedor 35 de las portadas que hizo para la historieta western más vendida en el siglo XX en México, y las mira con la ternura de quien contempla a un recién nacido. A sus 71 años, dice, ha hecho por lo menos cinco mil de ellas.

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Fotografía de Paulina Munive.

Esas que tiene enfrente serán parte de una exposición que montará desde este jueves en una cervecería y centro cultural de la colonia Tabacalera, en la Ciudad de México. Se trata de sus carátulas favoritas, muchas de las que ya han dejado boquiabiertos a expectadores en galerías de París, España, Alemania y Cuba.

Muchas de esas portadas, dice, las ha conservado intactas desde que las hizo; otras ha tenido que recuperarlas de tiendas de antigüedades y hasta de colecciones de viejos amigos. Pero a todas las tiene guardadas estrictamente entre celofanes y papeles absorbentes, listas para cualquier ocasión.


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Charlar con el ilustrador es enfrentarse a un mundo de historias y de imágenes, a unas manos que se enredan y se desenredan al ritmo del manojo de nervios que lleva dentro, y a la conclusión irrefutable a la que cualquiera llega con facilidad: incluso sin saberlo, todos alguna vez hemos visto su trabajo.

Miembro VIP del 'dream team' erótico

Las mujeres que salieron de sus pinceles durante los 20 años que estuvo a cargo de las portadas del Libro Vaquero, le quitaron el sueño a más de uno. Eso es algo que nadie puede negar. Todas ellas replicaban un mismo patrón visual y simbólico: eran hermosas, voluptuosas y su destino era ser el centro de atención que lograra que el villano o salvador en turno entrara en escena a propósito de su drama.

Fotografía de Paulina Munive.

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Fotografía de Paulina Munive.

La narrativa de estas piezas, que Ediciones Novedades empezó a sacar a la luz desde 1978, era casi siempre predecible. Pero las imágenes que lo recreaban eran únicas.

Primero, porque todas se hacían a mano; segundo, porque Aviña asegura que durante el tiempo en que él estuvo a cargo de dibujarlas —después de él hubo otros portadistas que intentaron acercarse lo más posible a su estilo—, sus escenografías volvieron mucho a lo que su padre le enseñó de niño, y su inspiración de siluetas femeninas se ciñó a las modelos que veía en la revista Playboy —a las que personalizaba con ciertos detalles que las hacían más atractivas para el público mexicano—.

Eso sí, asegura que esto último lo hacía siempre con el mayor respeto posible, pues las personas más significativas de su vida han sido mujeres.

“Fue una Época de Oro para las historietas de este país. El Libro Vaquero se hizo entonces tan popular, que casi todos lo conocían. Su lectura era casi tan normal como a entrar al cine a ver una película clasificación B15: las imágenes eran eróticas, mas no pornográficas. Eran otros tiempos y los tirajes semanales de la publicación, que llegaron a ser hasta de un millón y medio de ejemplares, hablaban por sí mismos”, dice.


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Y sí: la historieta se volvió institución nacional y sus creadores, tanto de guión como imagen, una especie de héroes de la sensualidad gráfica que todos consumían en masa. No obstante, a pesar de formar parte de esta reducida comunidad que marcó de por vida su carrera artística, Aviña fue mucho, mucho más que sólo parte del dream team que produjo la mejor época del Libro Vaquero.

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Un día simplemente se dio cuenta de ciertos manejos administrativos en Ediciones Novedades con los que no estuvo de acuerdo, dejó la empresa y el proyecto, y puso a prueba la versatilidad de su pincel.

Hoy, sentado en uno de los sillones de cuero de su casa silenciosa, el artista cuenta que lo mismo ha hecho caricaturas políticas para revistas de la talla de Siempre! —en donde figuraban plumas como la del periodista colombiano Gabriel García Márquez y el escritor mexicano Carlos Fuentes—, que retratos espontáneos de actores o políticos a los que ha encontrado de paso por algún sitio.

Fotografía de Paulina Munive.

Fotografía de Paulina Munive.

También le han encargado diseñar escenografías para obras de teatro o programas de televisión como La Familia Peluche; carteles para series de Netflix, así como para campañas de la Secretaría de Salud, e incluso ediciones especiales ilustradas de libros como La Metamorfosis, de Franz Kafka, Frankenstein, de Mary Shelley y diversas piezas de Edgar Allan Poe.

Fotografía de Paulina Munive.

Fotografía de Paulina Munive.

No obstante, Aviña confiesa que una de las cosas que más disfruta hacer es hacerle imágenes a cuentos para niños. Hasta ahora ha hecho siete libros de este tipo. Todos, para una editorial francesa llamada Les Guides Goursau.

En el último que le asignaron, titulado Kouro, le tigre de Sibérie (Kouro, el tigre de Siberia), la historia visual gira en torno a las aventuras de un noble y enorme felino en una taiga asiática. Nada de escotes, rivalidades saldadas a punta de balas o amores prohibidos cobijados por la penumbra de un bar. La faceta infantil que no todos conocen de Aviña se deja sentir de forma honesta y se expresa con colores luminosos.

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“Me encanta ilustrar historias para niños. Yo tengo unos nietos a los que adoro y haber aprendido a comunicarme bien con ellos me ha ayudado a hacerlo de la misma forma con los pequeños a los que por obra del destino les llega mi obra a las manos. Creo que el trato con gente pequeñita es algo que me sale bien”, asegura.

Traer un pincel en las venas

Irónicamente así fue como Jorge Aviña se dio cuenta que quería dedicarse a la ilustración de por vida: siendo niño. Desde que tiene uso de razón recuerda trazos, bocetos enmarcados, estudios llenos de tizas, reglas, bastidores y pinturas. Su abuelo fue pintor de arte religioso y su padre, un especialista en reproducir paisajes.

Luego el destino de su familia dio un giro estrepitoso y la muerte de su padre arrastró consigo mucha de la belleza que había dejado plasmada en las paredes de su casa. De un día para otro, la vida le cambió por completo a Aviña, quien con apenas 15 años tuvo que pedir trabajo en un taller de dibujo donde normalmente iba por los refrescos, o por los cafés, o por lo que se necesitara, sólo para estar diario en contacto con esa realidad inmortalizada sobre papel.

Desde entonces, nunca más soltó el oficio. Han pasado más de 55 años de altos y bajos en muchos sentidos, pero él sigue firmemente asido a un lápiz, con la expresión bonachona y la predisposición para sonreír que parece nunca abandonarlo. Dice que en gran parte es porque su esposa, sus cuatro hijos, sus nietos y sus tortugas y pajaritos lo hacen sentir completo y feliz en todo momento.

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Fotografía de Paulina Munive.

Según cuenta el hombre, tiene cierta tendencia a padecer depresión porque en su familia hay antecedentes de ello. Pero que su trabajo es tan sabio y tan noble, que los colores con los que convive todos los días le sirven hasta de terapia.

Fotografía de Paulina Munive.

“Si algo me han enseñado las historias vaqueras, las policiacas y hasta los de osos y tigres siberianos, es que el poder de la ilustración es enorme e irreversible. Por eso me da gusto que entre los jóvenes de ahora esté resurgiendo un gusto por ella. Para mí lo ha sido todo. Es mi mundo. Es mi razón de vivir”, asegura.

Fotografía de Paulina Munive.

No te pierdas la exposición de la obra de Jorge Aviña en Crisanta Cervecería Garage, a partir de este jueves 26 de julio, a las 20:30 horas. La dirección es Avenida Plaza de la República 51, colonia Tabacalera, CDMX.

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