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Cultură

Pasé una semana completa comiendo sólo Nutella

Mi amor por la Nutella me llevó a la peor semana de mi vida y aunque el editor no estaba seguro de querer publicar la historia, gracias a su curiosidad me dio luz verde.

A todo el mundo le encanta comer Nutella. De hecho, comerla directamente del tarro se ha vuelto casi un ritual para los fanáticos. Es lo mejor. Yo soy uno de esos fanáticos. Mi amor por la Nutella me llevó a la oscuridad y a la peor semana de mi vida.

Todo surgió porque no sabía sobre qué escribir. Como escritor joven, me emocionan todos los temas que me sugieren. Estuve pensando un buen rato hasta que decidí escribir sobre la Nutella. Siempre digo que podría vivir comiendo Nutella pero, ¿será cierto? ¿Qué pasaría si comiera nada más que Nutella durante una semana? Así fue como propuse el artículo. Iba a poder tomar lo que quisiera siempre y cuando no fuera un suplemento alimenticio, pero mi único alimento iba a ser la delicia color café.

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El editor no estaba seguro de querer publicar la historia pero al mismo tiempo tenía curiosidad, entonces me dio luz verde. Fui al súper, compré dos tarros y esperé al sábado para empezar. Estaba listo.

Día 0: Sábado, 6PM. Peso: 66 kg

La primera noche la pasé recorriendo la ciudad con un amigo. Me sentía muy bien. Terminé mi primer tarro en cuestión de horas y me sentí aún mejor. Iba a ser pan comido.

Día 1: Domingo. Peso: 65.9 kg

No es nada raro que mi primer alimento en la mañana sea un poco de Nutella, por lo tanto, desayuné con una sonrisa en el rostro mientras pensaba lo maravilloso que es ser un adulto y poder arruinar tus entrañas si así lo deseas. Unas horas después salí al balcón con mis compañeros para disfrutar que el sol brillaba y el cielo era azul. Estábamos sentados en nuestras sillas desgastadas, bebiendo whiskey y riendo. Después salimos al parque.

En el parque pusimos un poco de música de Jimi Hendrix y Joey Badass y tomamos un poco más —lo cual siempre es una buena idea cuando tu estómago está lleno de Nutella—.

Más tarde, a las 7PM, llegué a rastras a la casa y vomité ácido café en el baño. La primera señal de que estaba en problemas.

Día 2: Lunes. Peso: 64.8 kg

Estaba crudo. Mi cabeza iba a explotar y necesitaba una pizza. Me levanté de la cama y fui tambaleándome hacia el baño. También tenía diarrea. Cuando llegué a la cocina, mi compañero me miró asombrado y soltó una risita. "¿Sigues con lo de la Nutella?", preguntó. Respondí en tono amenazante: "Sí".

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Salimos un rato y me platicó algo pero no le hice caso. Mi mente estaba nublada y mis oídos tapados. No tenía energía y en la noche me moría de hambre. Me daba nauseas pensar que tenía que volver a untar chocolate con avellana en mi esófago. Dieron las 8PM. Me llegó el olor de la pizza que pidió uno de mis roomates. Maldito sádico.

Día 3: Martes. Peso: 64.4 kg

Empecé mi día viendo cómo un tipo en el tren masticaba un sándwich de crema de cacahuate. Como no había comido más que chocolate con avellana durante los últimos tres días, mi sentido del olfato se agudizó. Era capaz de oler cada molécula de sal en esa crema de cacahuate. Gritaba mi nombre. Quería comer cacahuates y una hamburguesa. Una monstruosidad con queso y tocino. Dios, sí, por favor.

Llegué al trabajo y fui directo al baño: aún tenía diarrea. "Desayuné" en mi escritorio y con el azúcar reuní la energía suficiente para trabajar pero duró muy poco. En la tarde, alguien dijo que me veía enfermo y acepté que me sentía mal. Trataba de escribir en el teclado pero mi cerebro no cooperaba. Salí para tomar un poco de aire fresco pero sólo me dio sueño y frío. En pocas palabras, colapsé.

En el tranvía de regreso a casa, mi estómago rugía tan fuerte que podría jurar que todo el mundo lo escuchó. Todos sabían lo que estaba haciendo. Era el protagonista en El corazón delator de Edgar Allan Poe, sólo que lo que me volvía loco era una sustancia más dulce y siniestra.

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Por fin se detuvo el tranvía y salí corriendo. Estaba seguro de que todos me observaban.

Día 4: Miércoles. Peso: 63.9 kg

Ese día perdí mi fuerza. Me sentía tan mal que no pude ir a la universidad. Carajo, hasta pararme de la cama me costó trabajo. En la tarde sonó el teléfono. Era Julian, mi editor. "Oye, creo que deberíamos hacer más corto el artículo", dijo. "La verdad, nos sorprende que sigas con esto y nos preocupa tu salud". Cuando dijo esto, me emocionó la idea de volver a probar comida de verdad. Estuve tentado a renunciar pero no lo hice. ¿Quién querría leer acerca de un tipo que come Nutella por tres días? Seguro muchos lo han intentado. No tiene nada de arriesgado, ni siquiera suena interesante. Tenía que seguir adelante.

Pasé toda la tarde pensando qué podía hacer para disfrutar más la Nutella. La congelé para tener algo que masticar. Fue bueno volver a usar mis muelas pero el sabor no mejoró. Después me hice un café y le añadí un poco de Nutella derretida. Sabía delicioso. Deberían probarlo.

Día 5: Jueves. Peso: 63.5 kg

El jueves fue una tortura. Un reino cruel y desalmado de color café oscuro. Es increíble cómo algo tan simple como la comida puede tener un efecto tan dramático en la salud mental. Para este entonces ya estaba a punto de volverme loco. Nada era real. No era capaz de concentrarme. Lo único que podía hacer era ver al techo y recordar qué se siente dormir.

Esa noche fui a ver a mi mamá y el olor de su pasta me dio la bienvenida. Casi pierdo la cordura. Me echó un vistazo y me pidió que parara. Me dijo que estaba loco, que no entendía el impacto que iba a tener este experimento en mi salud. Le respondí que ella no entendía el periodismo de calidad.

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Día 6: Viernes. Peso: 63.5 kg

Todo ese día repetí un mantra. "Mañana voy a comer. Mañana voy a comer. Mañana voy a comer".

Esa noche me quedé en casa de un amigo. Nos sentamos frente a la chimenea y hablamos sobre estupideces. Estaba resentido y emocionado al mismo tiempo. Estaba tan lejos y a la vez tan cerca de volver a comer. El fuego era fascinante.

Día 7: Sábado. Peso: 63.4

Nunca voy a olvidar esa mañana. Me sentía como un niño de ocho años de edad en navidad. Reía a carcajadas al levantarme de la cama. Estaba al borde del delirio. Lo había logrado. Celebré mi triunfo con un sándwich de carnea asada tan grande que apenas cabía en mi boca. Felicidad pura.

Ya van tres días desde que regresé a una dieta normal. Pensándolo bien, creo que fue una de las semanas más emocionantes de mi vida. Me hundía en la tristeza sin razón alguna y en un parpadeo volvía a estar feliz e hiperactivo. Estaba confundido todo el tiempo. Era un reto escuchar a la gente y procesar lo que decía. Había momentos en los que creía que estaba perdiendo la cordura. Pasé algunas noches dando vueltas por mi departamento mientras me preguntaba si valía la pena esta tortura voluntaria. Después, cuando me veía en el espejo, lo único que había era un zombie de ojos negros que me miraba y exigía que comiera un poco de apio.

Hoy digo que no me gusta la Nutella. Quizá cambie de opinión en un mes.

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