Perfil del Drag Queen mexicano

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Perfil del Drag Queen mexicano

Conversamos con tres 'drag queens': Reyri, Kobra y Blunt, para saber más sobre las distintas categorías y técnicas de este arte.

I. Memo Reyri: bio king

Foto por Carlos Espinosa.

Perfilo el pómulo, el músculo de los brazos. Las pinceladas con el delineador bastan para simular un cuerpo ejercitado, un conejo abultado. Un truco. El maquillaje perfecciona y engrandece cualquier zona del rostro: barbilla, cejas, ojos. Si me viene en gana, me pinto un bigote, simulo una barba. Me pongo un pantalón ajustado, una transparencia, una corbata. ¿No parece drag queen? Quizá porque soy bio king, un estilo del drag. Un hombre cisgénero que exagera la identidad masculina. Existimos. Y también experimentamos con el maquillaje, las sombras. No hay restricción.

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Pues bien, ¿qué es el drag? Somos personas que satirizamos los rasgos y conductas femeninas o masculinas. Caricaturizamos la sexualidad e identidad de los géneros. La llevamos a un nivel exótico. Le damos un giro colorido, glamuroso, con vestuario y peluca. El maquillaje es básico para que visualmente sea impactante.

No todos lo saben: existen distintos estilos de drag queen. El clásico es un hombre cis, gay o hetero, que recarga al extremo lo femenino: ojos enormes, silueta exuberante, maquillaje abundante. No siempre va ligado al show, es opcional. Algunos pensarían que la intención es transicionar a mujer. Y no, aunque también en este tipo de drag incursionan las chicas trans.

Luego viene el drag king, mujeres cis que hacen masculino. Bio queen o faux queen, mujeres cis que hacen femenino. Y nosotros: bio kings. Puedes ser persona cis o trans, no importa la preferencia. Importa tu drag.


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Vale. La aclaración era necesaria. Ahora voy a hablar de mí. Tengo 31 años y vivo en la zona céntrica de la Ciudad de México. Mi drag se llama Memo Reyri y yo me agarro de la ola drag femenina en la capital y en el mundo para llevarla a otro nivel. Si celebran a un hombre que simula la silueta de una mujer, que porta peluca, tacones y medias, aspiro a que aplaudan a un bio king. Busco una apariencia fuerte, hacerla visible. Y no me reprimo: me pongo tacón y minifalda si es mi deseo.

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Significa abrir la carta a otras posibilidades para quienes ansíen llevar cualquier prenda, maquillaje, apertura que aún no tenemos.

Invertí, compré peluca y vestuario. Teníamos miedo, pero varios amigos nos animamos a crear un personaje femenino.

No conozco a muchos bio king. Apenas empezamos a visibilizarnos. Nos hemos tardado, pues los shows drag se popularizaron desde los años 50 y 60, sobre todo en bares gay.

Lo mío viene de siempre. Desde pequeño me jaló ver a alguien transformarse. A los 15 años buscaba un pretexto para disfrazarme. Más grande, cuando iba de fiesta, me pintaba las cejas de algún color. De a poquito, el miedo se esfuma.

Pero la primera vez que hice drag con buena producción fue una noche de Halloween, hace cinco años. El drag ya era un poco más popular en la ciudad y me disfracé de Elphaba, una bruja verde.

Invertí, compré peluca y vestuario. Teníamos miedo, pero varios amigos nos animamos a crear un personaje femenino. Hay que estar seguro de ti mismo, porque la gente percibe la inseguridad. Si lo haces cotidiano, lo normalizas. Ni te voltean a ver, o sí, pero porque te ves raro. Así es mi experiencia.

Foto por Carlos Espinosa.

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Comencé a experimentar con el maquillaje, mezclaba colores. Compré más vestuario y adapté mi curiosidad a un personaje masculino. Me gusta esa figura. Falta impulsarla, porque hay hombres, sin importar la preferencia, que quieren experimentar, pero no se animan con la apariencia femenina, o se sienten incapaces de interpretarla. Yo tengo mis momentos femeninos. Si quiero tacones, me los pongo. Que si dicen que los tacones los usan… no. Si quiero los calzo. Si me da la gana, me esponjo el cabello. O porto una falda, aunque el plan sea una fiesta familiar. Depende del humor. No necesito pretexto.

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Eso sí, el material es caro. La mayoría de sueldos de drag queens o drag kings no alcanza para el vestuario, porque esto se trata de verte diferente en cada presentación: la peluca, el maquillaje, el atuendo. Hay que variar.

Lo sé porque hace un año conocí a drag queens y trabajé con ellas en La Sacristía, una casa drag en Zona Rosa que ya cerró. Antes me transformaba a partir de la intuición. Ahí, otras drags nos revelaron a las aprendices los trucos del maquillaje. Nuestra compañía se llama Esheikas: Escuela para Señoritas con Habilidades Extraordinarias. Somos 12 personas, chicos y chicas. Comenzaron los shows, agarré vuelo.


Ve el video donde los perfiles del Drag Queen mexicano participan en una carrera.


Como la gente estaba acostumbrada a ver a una drag queen, cuando llegué, dijeron que yo no era drag porque no portaba peluca o esponja. Conocieron mi trabajo y cambié su opinión.

Al inicio ayudaba a otra drag. Mi primera vez en solitario, no podía darme el lujo de errar en el maquillaje. Debes impactar. El tema era Bajo el mar e interpreté a un sireno despechado que cantaba canciones de Amy Winhouse y se refugiaba en el alcohol y drogas.

Ya no había duda: quería exagerar los rasgos masculinos. Cada drag buscaba consolidar su personaje. Las buenas fiestas y el escenario de Sacristía nos ayudaron un montón. Después me presenté en el Festival Internacional de Cabaret en un bar en Coyoacán y luego vino mi gran reto: la carrera drag de la CDMX, en la que un grupo de drags concursan para obtener la corona, muy al estilo RuPaul's Drag Race, con una temática y una expulsada cada jueves, en el Teatro Garibaldi. Creada por las drags Paris Bang Bang, la host, Margaret Y Ya, y Rulo Montesquieu, comenzó en Marra 2.0 hace unos tres años. En la temporada pasada logré el tercer lugar. En la actual, soy juez.

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Foto por Carlos Espinosa.

Y bien, RuPaul es importante pues mostró a las drag queens a quienes no tenían idea. Aquí en México fue así, pero lo que aparece en el programa no es a fuerza lo que debe ser una drag. Todas se ven muy bonitas.

Pocos saben, pero en esta capital hay pioneras del drag: Las Hermanas Vampiro, muy extravagantes, y La Súper Mana. Precursoras. Ahora hay una nueva ola de drag queens de todas las edades, con más referencias. Experimentan: se ven raras, exuberantes. Se pintan unas cejotas o una bocota.

Con el tiempo te vas empapando. La curiosidad te lleva. Vives el drag, o a través de tus compañeras. Aprendes porque aprendes y no puedes quedarte con el mismo concepto visual. Hay que arriesgarse con el vestuario y maquillaje. Si hay tema, adaptas tu drag.

Y ya. Sólo una cosa más. Si el drag se hace más visible, la gente lo aceptará y entenderá que puede portar la prenda que prefiera, o usar maquillaje, sin definir si es cosa de hombres, mujeres o de preferencias. Es ser lo que quieres, sin dañar a terceros. Es una opción.

II. Kobra: bio queen

Foto por Alejandro Nutes.

Vamos a ver, ¿quiénes hacen drag, quiénes pueden? ¿Es ambiente exclusivo de hombres? No. Aquí estoy yo: Kobra. Soy bio queen, una mujer cis que exagera la feminidad que todos poseemos. De ese se trata el drag. Podrán decir que tengo ventaja. Negativo: es el mismo esfuerzo y tiempo invertido en maquillaje. Yo no me monto, ajá, pero muchas drag queens tampoco. "Ella lleva la delantera, tiene chichis de verdad, cadera, rasgos", dicen. ¡Y no! Todos podemos. Ser niña no significa ser femenina, pero el drag queen te permite experimentar ese ángulo. Es peluca, excesivo maquillaje. El tacón es ley. Pero también es baile, esfuerzo físico.

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Digamos que soy femenina, pues ahora tengo que ser megafemenina, hasta el ridículo. Un hombre usa rímel y labial, logra un cambio, se ve bien. En mí es normalón. Una chiquilla maquillada. Pero no me rajo. Llevo tiempo experimentando. Me propuse crear la ilusión de un personaje raro. Algo o alguien fuerte. Creo que eso es drag. Transmitir energía.

¿Recuerdas Paris is burning, el documental que retrata la cultura de baile en Nueva York y sus sectores implicados, excluidos socialmente? Yo parto de ahí. Es importante, porque el drag, como lo conocemos hoy, comienza en grupos discriminados, sobre todo de la comunidad LGBT+, ambiente en el que me desenvuelvo.


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Y ahora más, porque participo en la carrera drag de la CDMX. Tengo historias. Había expectativa, por ser mujer. Heredamos costumbres: sólo los hombres hacen drag. Percibí, al principio, cierto rechazo, aunque no el que imaginaba. Le llamo: la discriminación de los discriminados. No es directo, porque se ve mal. Como cuando dices: "no soy machista, pero hay cosas que las mujeres no deben hacer".

Acá pasó lo mismo. "Ah, tú eres la bio queen". ¿Cómo a un público homosexual le va a gustar una chica? El inicio fue difícil. "A ver qué nos trae. Seguro vio RuPaul, está de moda". Y no. Sí vi RuPaul, me gusta, pero el reto fue demostrar que no vine a jugar.

Me llamó más exagerar la feminidad. En parte, porque existe una imagen de qué es ser mujer, y es mi manera de decir que también puedo satirizar esa idea, sin tanto gasto.

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Avancé en la carrera, logré adeptos, público. Y un día, me iba del Teatro Garibaldi y alguien me empujó. Fuerte. O sabía que soy chica y no le gustó, o no le agradó Kobra. Como sea, ¿por qué agredir?

No me tiro al drama. Después se relajó. Para callar comentarios, mostré mi trabajo. Llegué a la final. Varios me dijeron que no lo esperaban. Pero es que aquí hay capacidad: improviso, bailo, me arriesgo. Es estrés intenso, dependiendo la temática: imitación, comedia, número artístico. Para todas es el mismo esfuerzo, porque tienes una vida aparte.

Yo, por ejemplo, estudio diseño de la comunicación gráfica en la UAM. Separo mi vida personal del personaje, pero voy a contar un poco de mí, antes de crear a Kobra.

Me llamo Denise y siempre me he desenvuelto en un rol femenino. La primera vez que coqueteé con el drag fue a los 16 años, sin saber qué era. Estudié dos años estilismo. Sabía técnicas y un día me hice risos, los esponjé, usé excesivo maquillaje y me puse un suéter largo. Me encantó, pero fui al lugar equivocado: un bar en Acoxpa. "Quién es esta putita", escuché, pero no me importó. Bailé como me dio la gana, estilo vogue. Se burlaron. Chicos y chicas. Eso me afectó. Me volví fachosa. Estudiaba en la Prepa 5 y me vestía lo menos femenina posible. No quería convertirme en esa figura impuesta, pero parecía inevitable.

Foto por Alejandro Nutes.

***

El nombre Kobra surgió por Los caballeros del zodiaco y el personaje Shaina. No había caballeras. En diciembre de 2016, por primera vez fui de manera formal drag queen a un evento y, desde entonces, mi drag está en constante cambio. Lo describo como una señora cochina, con alma de niña, tierna, pero sexual, aunque no le sale bien.

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Me llamó más exagerar la feminidad. En parte, porque existe una imagen de qué es ser mujer, y es mi manera de decir que también puedo satirizar esa idea, sin tanto gasto. Más creativo, porque la ropa de mujer es más creativa que la de un hombre.

Hoy estreno peluca. Es negra, lacia, larga. Tengo 26 años y tiempo atrás no me imaginé en esto. Siempre transité entre lo pandroso y femenino. Luego el drag se impuso en mi vida. En 2014, un amigo me presentó a Divine: "esto es drag queen". Me impactó, exploré ese mundo. Otro día, el mismo amigo me ilustró: "existen las bio queen". Fue una revelación. Y me dije: "puedo hacerlo, ¿qué tiene? Si este es mundo de todos, ¿por qué sólo ellos?"

Ya con eso, propuse a Eva Diva, una trans drag, ayudarle con su vestuario y maquillaje. Aceptó. Hace un año, le confeccioné un vestido para un evento de vogue. Ahí conocí House of Drag, un grupo de drags que baila vogue. Las vi en acción. Otra revelación. Me metí a la bolita. Las imité bien y me invitaron a clases.

House of Drag es una casa incluyente de exploración y autoconocimiento. Si tienes interés en vogue y drag, estás dentro. Hay varias chicas trans, a algunas no las aceptan en casa. Ambas disciplinas las empoderan. Y justo para mí el drag es una necesidad artística, de crecimiento interno.

Fue el preámbulo para hacer drag en forma. Maquillaje y vestuario de impacto, colorido, brillante. Experimenté. Por momentos, me veía como una chica muy pintada. Pero poco a poco consigo crear ese personaje raro. Por algo logré entrar a la carrera.

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Foto por Alejandro Nutes.

¿Cómo sabes si eres profesional? Se nota en tu trabajo. En cómo confeccionas tu vestuario, algo esencial en el drag. Aquí en la ciudad es muy variado. El drag es muy femenino, o queer, raro. Hay barbonas. Hay de todo.

Y este estilo de vida trae consecuencias. En mi caso, vivo con mi mamá y hermanos. Mi drag fue bienvenido, pero tomado como juego. Es difícil cambiarles el paradigma. Alguien tiene que moverles el piso. Un tío dejó de hablarme, y yo era su sobrina favorita. Vio videos. Es una especie de deshonra familiar. En parte es por la homofobia. O piensan que es un mundo de drogas y prostitución. Les explico que yo voy a otra cosa.

No todo está perdido. Mi mamá sí va a verme a la carrera. A mis abuelos les costaba trabajo entender. Ahora me preguntan: "¿cómo le fue a Kobra?"

Y otra consecuencia es vivir el acoso. Cuando voy con otras drags, gritan: "¡cuánto! Ven, chiquita, siéntate aquí". Por eso, considero que el drag sí encaja en el movimiento LGBT+, porque todos deberían de estar dentro de la comunidad. Ser empáticos.

III. Eva Blunt: drag queen

Foto por Carlos Espinosa.

Miro mi rostro en el espejo, excesivamente maquillado, delineado, y recuerdo que hace un año jamás imaginé vestirme de mujer y exagerar el comportamiento y aspecto femeninos. Y concluyo: hacer drag te da capacidades, es una vía para expresar lo que no se permite en tu papel de hombre cis.

Tacones. El problema es soportarlos toda la noche. Llega un momento en que tus pies exigen que los botes. No te acostumbras. Cuando termino el show en la carrera drag, no quiero saber más. Cuando me puse unos, me salieron ampollas, ¡qué dolor! Al otro día, no podía caminar. Pero no me quejo. Hay plantillas. No todos son incómodos.

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La primera ocasión que hice drag fue en el cumpleaños de mi novio, en La Sacristía de Zona Rosa, en noviembre pasado. Varias nos vestimos de reinas de belleza. Antes, nada, ni pintura. Quizá una vez porté tacones, de broma con amigos, pero te restringes porque no quieres verte femenino.

Fui DJ en una de las temporadas de la carrera drag, cuando estaba en Marra 2.0, y luego en La Sacristía, donde las drag queens eran las host. Ellas, cabezas del lugar, se convirtieron en mis maestras del drag: Bárbara y Cordelia Durango. Siempre insistieron: "tienes que ser mi hija drag". Les daba largas. Sabía el esfuerzo que implicaba. Y ya, me dejé. Con otras drags, fundamos la compañía Esheikas. Teníamos un escenario y desarrollamos nuestras habilidades. Cada semana, la temática era diferente.


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Ahora soy finalista en la carrera drag y me ayuda que siempre ejercí mi lado artístico: bailo hip hop, hago circo y estuve en una compañía de comedia musical. Estaba acostumbrada al escenario, pero nunca como una mujer.

Desde la primera vez que hice drag me sentí… extraordinaria. Descubres el dolor de pies, lo complicado de ir al baño. Me pica el ojo pero no puedo rascarlo: arruinas el maquillaje.

Mi drag fuma mota y, ya pacheca, quiero tallarme. Imposible. Arde. Hay que aguantar. Es pesado, más si usas esponjas. Pero vale la pena: a través del show, te expresas como nunca lo haces. Eres el centro de atención. Porque todas las drags tenemos el delirio de que nos vean. Ver las reacciones de la gente en la calle.

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Yo defino al drag como una delgada línea entre ser hombre y mujer. Transitar entre ambas figuras, jugar con ellas.

Mi drag es una mujer fish. Es decir, pescada: demasiado femenina, corpulenta y eso significa ponerme muchas esponjas. Tenía bigote y lo sacrifiqué. Bueno.

Yo defino al drag como una delgada línea entre ser hombre y mujer. Transitar entre ambas figuras, jugar con ellas. Existen drags que se inician por el deseo de ser mujeres. En el proceso, se dan cuenta de que lo disfrutan más de lo que imaginaban. Yo, estoy seguro de mi identidad masculina. Quizá por eso todavía no me queda claro si el drag se engloba dentro del LGBT+, porque no es una identidad, es un momento.

Hace poco rompí con los roles. Siempre me ha gustado bailar, desde puberto imitaba rutinas de baile de Britney Spears. Mi feminidad siempre ha estado ahí y esta es la vía para sacarla. Lo dicen las drags, y estoy de acuerdo: todos debemos hacerlo alguna vez. Por varias razones: te enteras de cuánto sufren las mujeres por verse bonita, por cumplir con esa belleza.

Ojalá todos los hombres, heteros y gay, se quitaran ese conflicto interior. Nadie te puede ver en contacto con tu lado femenino y es básico. Entiendes cómo te percibe el mundo. Cuando me inicié en el drag queen, varios situaciones tomaron sentido. En la calle, notas la mirada lasciva de la gente. Descubren que eres hombre y se impactan. Te das cuenta de que las mujeres tienen muchos problemas: que si no te arreglas, que si te arreglas demasiado. Te dicen puta, te chiflan. Te ayuda a contextualizar lo que viven ellas a diario.

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Foto por Carlos Espinosa.

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El travestismo se trata de imitar a un artista. Drag, de crear un personaje. Se supone que esa es la diferencia, pero yo creo que es lo mismo. Es disfraz. Como sea, el drag es caro. La primera gran inversión fue de unos 1,500 pesos. Básico de maquillaje. Pero no siempre usas el mismo, necesitas otros colores. Se acaba, hay que ir a comprar más. Por ahora, sólo tengo dos pelucas, mi novio tiene otras dos. Por ahí hay dos prestadas. Y compramos algunos tacones. Pueden costar desde 250 pesos hasta mil o más. También hay que saber buscarle.

Sobre mí: me llamo Pablo Levy, nací en la capital y soy diseñador industrial. Diego es mi novio. Su drag se llama Amondi. Él es de Venezuela e inició en drag el mismo día que yo, en su fiesta. Ahí nació esta magia y hemos ido a la par.

Nosotras y otras drag queens interpretamos a una mujer exagerada porque, al final, no somos mujeres. Con el maquillaje, redondeas la cara, porque las facciones femeninas son más curveadas. Delineas una enorme boca. Tapas las cejas, pintas una grandota. Al final, es exagerar, porque ¿para qué quieres ser una mujer convencional?

Pero ya sabes, aquí hay de todo: bio king, drag king, bio queen. Puedes transitar de un rol a otro. Usar peluca pero dejar tu barba. Hay drags que simulan pechos, otras no. Se pintan cejotas, ojotes, bocotas, simulan tetotas, se ponen mucho pelo. Blah, es variado. Sólo diría que en México hace falta darle un giro un poco más artístico. Que lo hay, pero no es suficiente.

Como sea, el movimiento drag en la ciudad siempre ha estado ahí, aunque programas como RuPaul lo pusieron de moda y lanzan el mensaje a la gente de que puede ser lo que quiera. Hay drags heterosexuales, tienen esposa, hijos. No importa. Y bueno, la carrera de la CDMX lleva la misma dinámica RuPaul, llevada a la realidad mexicana.

Foto por Carlos Espinosa.

Ahora bien, ser drag no es, en mi caso, algo de cada fin de semana. Porque para mí, mientras más desnudo esté, mejor. Pero seguiré haciéndolo en ocasiones especiales, o si me pagan. Soy más una drag de show. Esto cuesta, no es fácil. No voy a sufrir ni a invertir tiempo en balde. Creo.

Por ahora lo disfruto, al lado de Diego. Nuestra relación ha cambiado. Me gusta cómo se ve de mujer, a él le gusta cómo me veo. Lo gozamos, lo sufrimos. Al final llegamos a casa, nos quitamos todo y nos dormimos siendo hombres, pero las drags no consiguen pareja fácilmente. La gente puede pensar que quieres ser mujer y eso acarrea rechazo de hombres gay. ¿Machismo? Puede ser.

También hay discriminación. No me ha tocado, pero he estado al lado de drags al momento en que reciben insultos en la calle. La gente no está preparada para ver a un hombre de mujer.

Es difícil. Yo en este momento descubro cómo se porta Pablo y cómo Eva. Hasta ahora siento que soy la misma persona, pero hay drags cuyo personaje se come a su hombre. Amigos se transforman y cambian al 100. Otras se resguardan tanto en su drag que se sienten inseguras como hombres. Se concentran en dar fuerza a su mujer. Cada caso es único.

Y ya ves: este mundo del drag queen es diverso. Como dicen mis compañeras: hazlo una vez, prueba.