Una squirter colombiana nos cuenta cómo es tener sexo 8 días seguidos
Montaje: Mateo Rueda | VICE Colombia

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Sexo

Una squirter colombiana nos cuenta cómo es tener sexo 8 días seguidos

"El sexo con mi pareja es más exigente que ir al gimnasio un 1 de enero, y si sube de intensidad no es una práctica de 40 minutos, sino un Iron Man de 7 horas".

Yo soy como tú, provengo de un polvo que terminó con algo más que un final feliz. Esto lo habría marcado una prueba de embarazo o el curioso test del sapo que lo obligaba a eyacular si había detectado vida en la orina. Pero a diferencia tuya, desde que descubrí el sexo, lo respiro, lo investigo y lo convierto en un experimento sin fin. Voy a festivales de sexo, tengo afición y profeso el squirting, doy charlas en festivales donde soy la única que va vestida y talleres exclusivos a las parejas que quieren volver a sentirse excitadas, porque yo estudio el orgasmo como si fuera un planeta.

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Yo no tengo un polvo al uso. El sexo con mi pareja es más exigente que ir al gimnasio un 1 de enero, y si sube de intensidad no es una práctica de 40 minutos, sino un Iron Man de 7 horas. ¡Nunca he tenido sexo por ocho días seguidos, y nunca he hecho una crónica al respecto!

¿Para qué te vas a poner a hacer algo así por encargo? ¡Esto es más fuerte que subirte la falda y mostrarle tus labios menores a todo el país!

Alguien tiene que hacerlo.

¡Y con esa frase me lanzo a la carga! San Orgasmo, ayúdame a que mi pareja no me arruine el trabajo y ponga de su parte, y no hablo sólo de su parte erecta.


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Puede que suene absurdo, pero esta crónica de tener sexo por ocho días consecutivos en una ciudad híper caliente muestra sus mareas de intensidad, de variación de ganas y de otros descubrimientos que fueron llegando a medida que los días, los orgasmos y las sorpresas sexuales y físicas fueron llegando. Y aunque no quiero hacer un spoiler sobre lo que me pasó, sí recomiendo tener sexo por ocho días seguidos, y no sólo porque aumenta el placer, sino porque también puede producir un enamoramiento progresivo, que según un estudio de la Universidad de Bonn, tiene además un efecto maravilloso: conduce a la monogamia. ¿Qué más se puede pedir?

Día 1

Hoy estoy con depresión y no tengo ganas. Creo que es el peor día para comenzar esta aventura de periodismo sexual, pero mi pareja, quien me ha prohibido que escriba su nombre (lo llamaré José Miel), se ha animado a que empecemos hoy mismo.

Está claro que el sexo es como un entrenamiento deportivo de dos, y hoy se hace patente que siempre hay uno que quiere más que el otro.

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Hace mucho calor. José Miel sabe que tendrá que esforzarse para que yo me estimule. No duda y me lleva a mi cama. Allí empieza despacito a abrirme de piernas. Me espera una gloriosa comida de coño. Es gloriosa porque José Miel podría dar cursos de esa vaina. Aunque tenga un trabajo 100 por ciento serio y de corbata, él sabe cómo poner la lengua y qué tipo de lengüetazo soltar a cada momento. Tiene claro que el truco está en los cambios de ritmo, y en los cambios de posición en su lengua. Infalible. Vertiginoso. Mejor que abrir la puerta y encontrarme a David Gahan cantando en la puerta de mi casa.

Cuando la curva del orgasmo sube, a mí se me olvida la depresión o que hace un calor africano. En menos de ocho minutos llego al orgasmo. Él me penetra y es un polvo corto, de unos diez minutos. José Miel llega al orgasmo con mucha facilidad, y hoy puedo decir que con mucha felicidad también.

Conclusión: Debo mandar la falda a lavar.

Día 2

Después de un día de trabajo, hay algo en el ambiente que nos tiene con la adrenalina por las nubes. Está claro que en algún momento tiene que pasar. Antes, tenemos que cocinar y organizar todo para el día siguiente. ¿Vamos por el segundo?, pregunto yo. ¡Hoy la que tiene marcha soy yo! La camisa ya está planchada, y la corbata lista.

Bueno. Vamos al sofá. Casi todos los polvos los hacemos en mi cama, pero, ya que tengo que hacer un diario sexual, he decidido que hoy me echaré el polvo number 2 en el sofá. José Miel está totalmente mielmesabe hoy, suave y tranquilo, y eso me encanta. Empezamos un polvo de guion. Chica come a chico y de pronto chico siente la oxitocina de chica y se vuelve más tierno que el pájaro de Snoopie. Nunca he sabido por qué en algún momento del sexo los hombres se convierten en Nacho Vidal y en otras se vuelven como el pájaro amarillo ese, fieles, acaramelados y llenos de imágenes y frases tiernas.

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Cuando eso sucede, mi José Miel me adora más que a Snoopy, y en su versión porno me dice: "Te voy a hacer el amor toda la vida".

Así es muy fácil liberar más oxitocina, que es la que me vuelve más hermosa, según él, y que hace que después de un polvo las personas tengan más ganas de abrazarse, de besarse y de decir frases como si trabajaran para una cuenta que busca seguidores en Instagram. Pero en la cama me encanta que me diga: "Me gusta cómo hueles", y después de eso me embista y me saque un berrido. "Me encantas", y ahí va otro quejido. Y por último se saca un "¡Te quiero!" del pecho que me suena a compositor de bolero, y entonces yo, que nací cursi pero me he convertido en todas las tribus urbanas del amor, me siento más enamorada que ayer y me vengo con cinco empujones bien dados. Tengo la suerte de llegar al orgasmo así. No siempre.

Fucking lucky!

Conclusión: La mezcla de sexo y la lírica me ha funcionado a la perfección.

Día 3

Hoy hemos hablado de esto por WhatsApp. Yo no puedo hacerlo por la noche, y José Miel no puede por la tarde. Para que no se dañe el experimento, José Miel tiene que manejar a toda velocidad y cruzar la ciudad después del almuerzo. Será un polvo express. De esos que antes hacíamos mucho, sobre todo por las mañanas en cuanto se ponía la corbata, símbolo fálico por antonomasia. Yo estoy nerviosa esperándolo en la casa. Timbra. Vamos corriendo al colchón. Temperatura: 39 grados. Nada de romanticismo, nada de te quiero. No me acuerdo dónde quedó su pájaro amarillo. Hoy ha venido mi versión de Nacho Vidal. Pero que no corra el pánico. Cuando llega Nacho, yo soy mi propia Amanda Miller, pero aún más salvaje.

El polvo es una sucesión de embestidas, jadeos y penetraciones en dos posiciones. Y como tengo una cómoda antigua con un espejo, todo lo vemos y nos vuelve locos. No puedo evitarlo y hago ruido. Intento gemir suave porque la vecina ya tuvo que venir una vez a decirme que por favor la dejara dormir en paz. Y después de eso me dio mucha vergüenza, pero cuando estoy teniendo sexo lo último que quiero es pensar en esa vieja reprimida.

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El polvo dura escasos cuatro minutos, y los dos llegamos al orgasmo en una sesión mojada por el sudor. Esta temperatura deja una escena húmeda muy kinky.com.

Conclusión: El polvo express es necesario y siempre es bueno echárselo

Día 4

Hoy es viernes y me duele el coño.

Por lo general, tengo mucho sexo, pero no creo que haya tenido todos los días sin descanso.

¿Qué puedo hacer para que mi vulva esté más relajada? Cuando me ducho, me doy cuenta de que en unas horas puedo ver a José Miel, y que es viernes, y que vamos a salir. Eso puede atentar contra nuestro polvo… Le digo, mientras me pongo los zapatos.

En el lugar estamos teniendo una noche muy divertida: bailamos un montón con amigos y bebemos sin mucho descanso. Hace años que no tomaba ron, pero hoy es el patrocinador de la fiesta y tienen un ron delicioso al que no quiero renunciar. A eso hay que sumarle que me encanta la música que está sonando y que no hay reguetón. La borrachera será imparable y hoy no vamos a dormir en mi cama sino en la casa de mi cuñada (la hermana de José Miel).

El ron y la cerveza hacen un trabajo muy bueno. Nos prenden más que pesebre de pueblo y cuando apagan la música estamos más calientes que los protagonistas de Laguna Azul. Yo le doy cuatro besos antes de subirnos al taxi. Mi cuñada quiere irse a otra discoteca y nos da las llaves.


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Con algo de torpeza llegamos a la cama. Si lo viéramos sobrios, este polvo seguramente sería el que más vergüenza nos daría: estamos muy torpes, nos quitamos la ropa y me pongo directamente sobre él. Yo ya estoy mojada y súper excitada. Él también. Menos mal se acuerda del condón y se lo pone. Mi cabeza estaba híper despistada: en el futuro quiero un detector de condones. Nos damos sexo con todas las ganas. El alcohol nos ha puesto todo de punta, los pezones, el pene, el clítoris, y es posible que las tetas se vean más grandes aún.

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A mi José Miel le encanta jugar con mis tetas y comérmelas como si tuvieran premio dentro. Me chupa con todas las ganas, logrando que me empiece a correr. Cuando estamos borrrachos tenemos sexo brutal y no paramos, no nos damos cuenta del tiempo y eso parece una instalación de arte performativo. Podemos estar follando por siete horas y no nos importa. En esta sesión José Miel tiene tres eyaculaciones, y yo unas cuantas más. Me voy a la ducha cantando una canción de Alaska. (Esa misma que estás cantando tú).

Conclusión: Para un sexo mítico hay que pedir más ron legendario

Día 5

Con guayabo todo es lento. Todo duele y la culpa judeocristiana me hace decir "No vuelvo a beber" cada vez que abro el ojo. José Miel ni se mueve ni musita palabra. Está muerto en vida y empelotas. Nos pasamos toda la mañana dormitando, él con el pene duro y yo con muchas ganas de tener sexo. Nos esperamos a estar solos y solo tomamos agua para pasar ese nefasto guayabo.

¡Pero con guayabo las ganas suben aún más!

Al oír la puerta nos ponemos en cucharita, y hágale mija.

Digamos que tener sexo con guayabo reaviva la borrachera, y todas las hormonas le ayudan a uno a verse más suelto y ligero, aunque en realidad uno se está muriendo en vida por cada cigarrillo y cada ron que se tomó la noche anterior.

El cuerpo, en ese volcán de emociones, también entra en erupción y es fácil entrar en un ritmo sicodélico. La cabeza es mejor moverla lo mínimo porque da mareo. ¿Qué tan lejos está el orgasmo? Debería componer una canción que se llame así. Sí, marica, dónde está esa pequeña muerte para ver si de una vez uno pasa al papayo. Es increíble que ese pene siga entrando y no se haya roto de tanto uso. ¡Definitivamente los hombres están muy bien hechos, oiga!

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Digamos que tener sexo con guayabo reaviva la borrachera, y todas las hormonas le ayudan a uno a verse más suelto y ligero

Mi vulva está medio inconsciente, es como si estuviera en Woodstock, pero le gusta vivir a tope y yo la dejo. Cuando estoy con guayabo no llego al orgasmo ni con un disco de Pink Floyd ni de Niche, estoy en un letargo sexual en el que las ganas son tremendas pero no me corro. Entonces José Miel sabe cómo es la vaina y me ayuda con un sexo oral muy suave, ese perfecto que hace que uno se pregunte si eso que le está pasando a uno es que se está viniendo o se está empezando a orinar de gusto. Llámalo como quieras, si eres una squirter tienes que conocer tus dones.

Conclusión: El guayabo da un sexo en cámara lenta delicioso

Día 6

Lo hemos hecho en todas las posiciones y estando sobrios y borrachos. El polvo seis no tiene buen augurio. Hay que seguir viviendo el domingo e intentar programarse para el lunes, mi día favorito.

Hace calor y hoy iremos a la playa. Eso es bueno porque la playa siempre me sube las hormonas y me vuelve una leona.

Saludamos a la gente que está cerca, nos sentamos en la sillita de playa y José Miel se va a jugar fútbol con unos amigos mientras yo me quedo leyendo con mi cuñada al ladito, ella intentando leer mientras en realidad se muerde los labios mirándome. Dime, "¿Tú que opinas de un tipo con el que quiero salir, pero que somos súper amigos desde hace años?", me pregunta. Intento responder que haga lo que le salga del coño, mientras no le haga daño a nadie, mi máxima para la vida. Y entonces dejo de leer y me pongo a escucharla y a darle consejos mientras José Miel ni me mira ni me determina.

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Se termina el partido y me dice que vayamos al mar. Cuando lo tengo en el agua no puedo evitar abrazarlo y besarlo y ahogarlo un poco porque él sabe nadar pero no flota tanto como yo, cosa que me resulta súper tierna.


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Lo más chistoso es que, si yo me acerco a él, se le pone súper dura la polla y no puede salir del mar. Hemos tenido que estar a veces una hora en el agua esperando a que se le baje su puente levadizo. Hoy le he dicho que no tendremos sexo a la clásica, sino que nos masturbaremos bajo el agua. Es una práctica que ya tenemos muy desarrollada. El agua impide el rozamiento y funciona como un gel íntimo y con ese prominente pene que nunca se agota puedo hacerle una paja que él tilda de única en unos tres minutos.

El hecho de que llegue al orgasmo en el mar me excita un montón. Y por eso, cuando introduce su dedo en mi vagina, me dice que estoy súper gelatinosa y eso me hace reír mucho y me relaja. Con un masaje de su mano dentro de mí llego al orgasmo en el mismo mar donde antes ha ocurrido su eyaculación. No hay nadie cerca, nadie nos ve, estamos con la polla en la boya. Espero que José Miel no se ahogue llegando a la orilla.

Conclusión: Hacer el amor en el mar enamora.

Día 7

Hoy hay que volver al trabajo. Es lunes. Un día que muchos tildan de aburrido, pero en mi caso es el mejor día de la semana. Los lunes trabajo el doble, tengo más energía y hay menos distracciones. Este reportaje lo escribo un lunes, con los calzones mojados en una cafetería que me encanta porque tiene música de los sesentas y donde nadie me mira ni me echa de la mesa jamás.

¿Dónde lo haremos hoy? José Miel está estrenando cama porque se trasteó hace muy poco y ha dormido el resto de días en la mía. Hoy bautizaremos su colchón. Mi vulva está mucho mejor, se ha restaurado ella sola, o tal vez fue el agua del mar, ¿quién lo puede saber?

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Lo bueno de la casa de José Miel es que tiene aire acondicionado, no como la mía. Cuando uno se empelota en la casa de él, no está todo sudado y se ve más decente. Cuando me veo en el espejo me doy cuenta de que me quemé en la playa, tengo las tetas blancas por dentro y la barriga toda negra. También creo que he engordado algo porque llevamos un mes comiendo cosas fritas y mucha cerveza. Pensé que el hecho de tener sexo por ocho días me adelgazaría, pero creo que estoy un poco más gorda, aunque eso nunca ha supuesto un problema para mi pareja. Me dice que soy súper sexy, aunque me sobran diez kilos, fácil.

Este reportaje lo escribo un lunes, con los calzones mojados en una cafetería que me encanta porque tiene música de los sesentas y donde nadie me mira ni me echa de la mesa jamás

El polvo siete es un clásico polvo que empieza con el misionero, sin mucho que contar. Su pene entra muy a gusto y el aire acondicionado me refresca el chocho, casi puedo decir que me lo seca en la distancia. Me pongo a cuatro patas y aquí no hay espejo, creo que la idea de que no nos veamos nos rompe el hechizo. Esta postura a José Miel lo enloquece. Creo que es porque es en la que mejor se ve mi trasero y en la que puede apreciar cada centímetro de él dentro de mí. Debe ser muy rico poder ver eso, y eso mismo pensaron antes de diseñar los strappons, yo nunca me he puesto uno, pero no lo descarto algún día.

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Se viene rápido y cambiamos el condón. Lo mejor que tiene mi pareja es que puede tener muchas eyaculaciones sin dejar de penetrarme. Parece mentira, pero a mí, justamente a mí que soy una eyaculadora con todas las letras, me ha caído un multiorgásmico en mis piernas. Lo más chistoso es que a veces follamos tanto que uno de los dos puede quedarse un poco dormido y el otro puede despertarlo. Esto suena muy mal, pero nos pasa, porque nosotros no tenemos sexo, nosotros tenemos maratones de sexo, y esto nos pasa, y nos hace reír.

Así que después de cambiar de posición y muy calladitos, porque no quiero que sus vecinos nos vengan a golpear la puerta, el polvo se termina con el claro final esperado.

Conclusión: Voy a mirar el precio de un strappon

Día 8

¡Hoy concluimos el experimento! Creo que a veces hemos sentido que ha sido demasiado sexo, incluso para nosotros.

Hoy vamos a mi casa porque tengo que hacer un artículo y tendré que trasnochar, así que viéndonos a los ojos y con picardía acordamos tener el último polvo de esta crónica antes de que me ponga a escribir. Voy con una piyama de tirantas, una muy corta que me ha acompañado por más de doce años. José Miel está viendo el partido del Barcelona en mi sofá. Vamos pues…

Yo no tengo muchas ganas. Hoy sí que no me nace estar más tiempo en este plan, pienso. Pero él tiene ganas de que le dé un buen sexo oral, y la verdad es que si comparamos, él me da a mí diez veces por una que le doy yo. Así que, como a mí también me gusta complacerlo y chuparlo me excita, empezamos así. Él de pie y yo acostada en mi cama. Si le pongo algo de vaselina la cosa funciona aún mejor. Tiene ganas de eyacular, pero no lo dejo. Consigo detener su impulso, lo masturbo y freno, lo masturbo con la boca y freno. Me gusta llevarlo a su máximo nivel de excitación, ese en que incluso él, que no chilla nunca, empieza a jadear como un perro.

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Me levanto y se queda mirándome como si eso fuera una nueva modalidad de tortura. Voy a buscar mi consolador azul, que se llama Alberto Massimo, y que lo tenemos de diferentes colores con mis amigas Pilar y Melisa (sorry, girls). Con la polla de José Miel en mi boca y Alberto Massimo en mi coño ocurre un fenómeno tremendo. Todo empieza a estremecerse, el tamaño del miembro no puede crecer más porque estallaría y el ruido del consolador luchando contra el caudal de agua puede ser ensordecedor.

Me gusta llevarlo a su máximo nivel de excitación, ese en que incluso él, que no chilla nunca, empieza a jadear como un perro

Saco su pene y no mencionaré dónde decide correrse hoy. Yo, en ese mismo momento, expulso un enorme chorro de agua desde mis glándulas de Skene, las mismas que me han convertido en una maravillosa squirter.

Conclusión: Siempre ten a la mano un consolador, ¡y ponle nombre!

* * *

Gracias a José Miel por su disposición, por su talento natural, porque tiene todo lo que necesito para que esta crónica exista y no sea un coñazo, sino que sea un coñazo fabuloso, que aprende a disfrutar, a compartir, a ser recíproco y a descubrir que el sexo es el deporte más increíble que se puede practicar en pareja. Y me despido, esperando otro reto físico-químico-orgásmico de sexo aún más hermoso y delirante.