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Cultură

Traté de emborracharme con chocolates rellenos de licor

¿Me pondría borracha o me daría diabetes? ¿Me pondría hasta la madre o sólo me daría indigestión?
Hannah Ewens
London, GB

Inglaterra, prepárate para una nueva era: muy pronto, los niños van a poder comprar chocolates rellenos de licor.

Por décadas, la venta de estos dulces rellenos de licor —que sólo compra tu abuelita— a menores de 16 años ha estado prohibida en Gran Bretaña por temor a que niños de 12 años se emborrachen por comer cajas enteras de chocolates rellenos de crema de menta y maltraten bancas o animales (jojo, cómo se nota que allá no tienen nuestros tradicionales borrachitos). Sin embargo, el gobierno está ansioso por eliminar legislaciones burocráticas y onerosas, y la prohibición de chocolates rellenos de licor (que supuestamente afectan las ventas de los supermercados locales) es una de muchas reglas de las que planea deshacerse.

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Como era de esperarse, los activistas que luchan en contra del abuso de alcohol no lo tomaron muy bien. Su respuesta fue sembrar miedo diciendo que las empresas de bebidas alcohólicas van a utilizar este cambio legislativo para aprovecharse de los jóvenes y hacerlos que prueben el alcohol a una edad muy temprana. Y que gracias a esto, cuando alcancen la pubertad, van a saquear las alacenas donde sus padres guardan las botellas, algo que todos los adolescentes ingleses han hecho por varias generaciones.

Hasta donde yo sé, estos activistas se olvidaron de tres puntos clave. Primero, los chocolates rellenos de licor saben asqueroso y nadie con papilas gustativas activas querría comerlos. Segundo, los niños no son estúpidos; es más probable que le den un billete de diez libras esterlinas a un desconocido para que les compre un poco de alcohol a que gasten siete libras esterlinas (159 pesos) en una caja de estos chocolates. Tercero, y quizá el mas importante: la cantidad de alcohol que contiene cada chocolate seguro es insignificante.

Este último punto me dejó pensando. ¿Cuántos chocolates necesitaría comer, digamos, tu primo adolescente, para emborracharse? Hay evidencia (poco convincente) de que es posible embriagarse con estos chocolates. Pero hablando en serio, parece muy poco probable que alguna persona sea físicamente capaz de comer tantos chocolates como para sentir los efectos del alcohol sin antes vomitar.

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Decidí comprar todos chocolates rellenos de licor que pude pagar y comérmelos para responder mi propia pregunta. Resulta que sólo pude comprar cuatro cajas (ochenta chocolates en total) y que, si algún menor de edad quiere hacer los mismo, se va a desanimar muy pronto porque tuve que buscar en cinco supermercados al Sur de Londres para conseguirlos. Después fui a una tienda especializada en productos para autos a comprar un alcoholímetro de bolsillo para medir legalmente el grado de alcohol en mi sistema.

Según una fuente poco confiable en internet, 450 gr de chocolates rellenos de licor son el equivalente a una botella de vino. Entonces, mis cuatro cajas de chocolate equivaldrían a una botella y media de vino. ¿Me pondría borracha o me daría diabetes? ¿Me pondría hasta la madre o sólo me daría indigestión?

Sin pensar más, decidí comenzar mi misión.

Al colocar las cuatro cajas frente a mí, me dio la impresión de que la misión era imposible. No había forma de que todos esos chocolates cupieran en una chica humana de 1.60 m. Aún así, me hice la prueba del alcoholímetro y salió en 0.00. Estaba lista para comenzar.

Después de probar el primer chocolate —creo que era de coñac—, recordé de inmediato lo que me había dicho a mí misma la primera vez que comí un chocolate relleno de licor: "Nunca más".

A los diez chocolates ya comenzaba a sentir náuseas. Pero eran las náuseas que te dan después de comer muchos dulces en una sola sentada, no las náuseas que te dan después de tomar diez shots de coñac.

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Esperé veinte minutos para dejar que el alcohol de los chocolates se absorbiera en mi torrente sanguíneo. Tras la espera, volví a hacer la prueba del alcoholímetro y el resultado fue de 0.03. Al parecer, el límite para conducir es de entre 0.03 y 0.05. Eso significa que iba por buen camino.

Todos los chocolates sabían muy mal pero los de whiskey en serio casi me hacen vomitar, por eso decidí limitarme a comer los más decentes, es decir, los de crema irlandesa o los de coñac.

Después de 15 chocolates me sentía frustrada y resarcida a la vez. Estaba molesta porque me habría gustado obtener algún beneficio del experimento pero el licor no estaba haciendo efecto en mí. Y al mismo tiempo me sentía bien porque eso significaba que los activistas no eran más que unos idiotas moralistas.

Sin embargo, cuando llegué a los veinte chocolates por fin sentía que había ingerido alcohol. Esperé un rato y volví a hacerme la prueba del alcoholímetro. Por desgracia, el resultado seguía siendo 0.03.

Decidí buscar recomendaciones en internet y encontré una página que decía que el azúcar y la grasa de los chocolates reducían los efectos del alcohol y que por eso no me sentía ebria. Entonces se me ocurrió que debía encontrar otra manera de ingerirlos.

Intenté morderlos de un lado y lamer todo el licor. También utilicé el chocolate como si fuera una tacita para verter el licor dentro de mi boca. Incluso usé un popote para sorber el licor.

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Cuando llegué a los treinta chocolates, volví a hacer una pausa. El alcoholímetro marcaba 0.05, es decir, aún estaba dentro del límite para conducir.

Era todo o nada. Tenía que hacer algo más si quería demostrar que era la mejor para cumplir retos insignificantes. Mi boca se sentía pegajosa por tanto chocolate de mala calidad y Baileys pero de algún modo logré comer 45 chocolates sin vomitar. Volví a hacerme la prueba del alcoholímetro pero seguía fallando y siempre daba resultados diferentes entre 0.00 y 0.07. De cualquier forma, ya sentía como si me hubiera tomado unas cuantas cervezas.

¿Pero cómo podría estar segura si no tenía una prueba científica? Decidí ignorar el alcoholímetro a intentar algunas actividades para medir si mis capacidades ya eran deficientes.

Primero traté de ver si podía conducir. Pero no en un auto porque A) sería algo irresponsable porque técnicamente he estado consumiendo alcohol, y B) porque no sé conducir. Así que tomé prestada la bicicleta de mi amiga Alice.

Me costó mucho trabajo subirme pero creo que eso se debía a que soy mucho más bajita que ella. No obstante, apenas me subí, no tuve ningún problema. Comer 45 chocolates rellenos de licor no afectó mi capacidad para dar vueltas en una bicicleta.

Ahora era el turno de probar mis capacidades mentales. Me senté frente a la computadora e intenté hacer un examen de matemáticas en línea. A pesar de que sólo eran seis preguntas, me tomó 15 minutos lograr un puntaje de 50 por ciento. Sólo había dos opciones: mi inteligencia es menor que la de un niño de 11 años o estaba un poquito borracha. Me gusta creer que fue por la segunda opción.

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Por último, era hora de probar mis reflejos. Tenía que ver si los chocolates podrían hacer que los feos me parecieran guapos. Para eso, me metí a Youtube buscar el nuevo video de McBusted, el súper grupo que resultó de unir Busted con McFly (menos el barbón que se salió de Busted para iniciar una banda emo).

Nunca me ha gustado Matt Willis, quizá es por su cara de estúpido en el video "What I Go to School For". Pero me enteré de que había cambiado su look y para verse mas "rockero" y no hay nada en el mundo que me guste más que un chico malo y rockero.

Sin embargo, a pesar de la playera negra y los tatuajes, seguía sin parecerme atractivo. No rotundo. Además, el otro integrante de Busted se ve como este sujeto. Otro no rotundo. Pasando a los integrantes de McFly, el único atractivo fue Dougie. Pero siempre ha sido atractivo, así que, a fin de cuentas, me quedé igual.

En conclusión, no me acostaría con nadie de McBusted a excepción de Dougie. Tal vez fue por la horrible canción o por el hecho de que estaba viendo a un montón de hombres maduros saltando al unísono con una guitarra. O tal vez porque no estaba ni un poco borracha.

Después de toda esa emoción, mi energía tuvo un bajón y me puse un poco triste. "Tal vez es por el alcohol", pensé. Pero sabía que probablemente era porque me acababa de comer una cantidad de azúcar equivalente al consumo de una semana entera en tan solo 45 minutos. Sin importar la razón, estaba segura de que no habría forma de que volviera a intentarlo en mucho tiempo.

En conclusión: no tiene caso sembrar miedo. Lo más importante es la conciencia y la educación, no si un niño puede o no puede comprar chocolates rellenos de licor. Si un niño quiere probar el alcohol, se va a robar las cervezas de su padre, no va a recorrer la ciudad buscando supermercados que vendan chocolates rellenos de licor.

Además, incluso si de algún modo consiguen muchas cajas de estos chocolates y tratan de emborracharse con ellos, les aseguro que esa experiencia va a se tan horrible que van a evitar el alcohol al menos hasta que cumplan la mayoría de edad.

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