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Género

Los varones trans también abortan

Testimonios e historias de varones trans que pelean por el aborto legal, seguro y gratuito en Argentina

Artículo publicado por VICE Argentina

La primera vez que quedó embarazado, Tomás Máscolo, tuvo que recurrir a una clínica clandestina para interrumpir esa gestación que no había deseado ni buscado: abortó con miedo a terminar preso en un garaje de una casa en la zona sur de la ciudad de Rosario. Tenía 18 años y un novio al que le había dicho “No me siento mujer”. La reacción del chico fue embarazarlo sin su consentimiento: se sacó el preservativo mientras tenían relaciones sexuales. Tomás se dio cuenta en ese mismo instante que había cambiado algo en su cuerpo. Se hizo tres Evatest: todos le mostraron las dos rayitas que no quería ver. Su segundo aborto fue con Misoprostol. Tenía 23 años y había empezado con “la testo”. Eso lo relajó. Pensó “listo, ya está”. Es común cuando los varones trans comienzan a aplicarse testosterona, ya sea inyectable o por gel, la menstruación se detiene entre el primer y el sexto mes. Sin embargo, la ovulación no. Uno de los mitos que circula ante la falta de información es que la “testo” funciona como anticonceptivo, pero no lo es. Tomás tuvo relaciones sexuales y quedó embarazado por segunda vez. Consiguió las pastillas para abortar pero le pasaron mal el dato de la dosis: en vez de doce, se colocó ocho en la vagina y no funcionó como esperaba. En ese momento todavía el acompañamiento socorrista no estaba extendido en todo el país con la misma fuerza que hoy.

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El aborto no se convirtió en ley en Argentina pero los casi seis meses de debate en el Congreso fueron una conversación abierta para discutirlo todo sobre el tema y también aprender mucho, un proceso democrático y pedagógico enorme. Uno de los saldos fue poder abrir la discusión más allá de las realidades de las niñas, adolescentes y mujeres: los varones trans que conservan sus órganos reproductivos, tiene útero, ovarios, trompas de falopio y pueden quedar embarazados, como Tomás Máscolo. En consecuencia: pueden también interrumpir esas gestaciones y el Estado debe garantizarles ese derecho. Es por eso que el texto de la media sanción que no pasó el blindaje antiderechos del Senado hablaba de “mujeres y personas gestantes”.


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Las voces de los varones trans se escucharon, aunque minoritariamente, en el debate legislativo por la legalización y despenalización del aborto. La primera persona no cis que habló en el Congreso fue Diego Watkins de la asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTA). “Durante mucho tiempo se instaló la frase ‘nací en un cuerpo equivocado’ pero no era mi cuerpo el equivocado, era la sociedad. Los hombres trans podemos querer gestar y podemos necesitar abortar”, dijo el joven de 28 años ante diputados y diputadas que escuchaban argumentos a favor y en contra de la ley. El segundo fue Blas Radi, investigador, activista e integrante del Observatorio de Género en la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires. En su exposición puso la linterna sobre distintas falencias: la falta de registro sistemático de las experiencias de las paternidades trans y los abortos de hombres trans.

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Desde la sanción de la Ley de Identidad de Género en Argentina, en 2012, más de 10 mil personas hicieron cambio registral en sus documentos. Sin embargo, el Estado no sabe cuántos varones trans viven en este territorio. Las formas de recopilar datos e información siguen siendo binarias: varón o mujeres. La categoría T no entra en ese desdoblamiento. El registro sobre varones que parieron solo puede encontrarse en los diarios cuando esas historias se convierten en noticias. Mucha menos información hay sobre la cantidad de varones que abortaron.

Mi primer aborto

Uno de los primeros recuerdos que tiene Tomás Máscolo de su infancia lo refleja a él pidiéndole a su abuelo que lo peinara “como tanguero”. Hoy tiene 31 años, lleva el pelo corto, usa anteojos y un piercing clavado en el labio inferior. Cuando pudo poner en palabras que era varón trans, optó por no hacer el cambio registral. Prefirió conservar el nombre femenino que le asignaron al nacer en su DNI. Es una medida de protección. “Las veces que me agarró la policía, zafé por ser mujer. Y le tengo mucho miedo a la policía. Yo no me siento hombre, me siento trans”, explica a VICE.

La experiencia en la clandestinidad dejó una marca biográfica en su vida. Cuando despertó en la camilla ginecológica de su primer aborto tenía puesto una especie de pañal y se sentía “dopado”. La médica lo trataba como a una chica, aunque él le había dicho que no se sentía “mujer”. Le dieron media hora para recuperarse. De ese lugar sórdido recuerda los cuadros de caballos que colgaban en las paredes y las chicas que lloraban en la sala de espera. Se fue lo más rápido que pudo en un taxi. Lo habían alertado y alarmado: “que nadie te vea ni te siga”. Ese episodio disparó su militancia como una flecha con un objetivo y un compromiso claro: activar para que el aborto sea legal, seguro y gratuito para todas y todos.

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No quería que otra persona pase por el mismo miedo a la cárcel ni el maltrato que había tenido que pasar él. Primero empezó a militar en Pan y Rosas y luego dentro del Partido de los Trabajadores Socialistas, donde dio la pelea para que la diversidad sexual fuera un política dentro del partido. Lo consiguió. En 2017 llegó a ser candidato a diputado en Ciudad Autónoma de Buenos Aires dentro de la propuesta en el Frente de Izquierda (FIT).


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Él no es el primer varón trans que quedó embarazado a lo largo de la historia. Tampoco es el único varón trans que abortó en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el primer transexual embarazado del que se tiene conocimiento es Thomas Beatie, de Arizona, en Estados Unidos. En 2008 parió a su primer hijo y después tuvo dos más. Sin embargo, el archivo producido por los propios hombres trans aporta más historias. Según una nota de Mauro Cabral en el suplemento Soy de 2011, diez años antes que Thomas Beatie, Matt Rice y Patrick Califia habían tenido a su primer hijo, Blake, parido por Matt Rice. En América Latina y el Caribe, un caso testigo es el de Diane Rodríguez y Fernando Machado, una pareja de personas trans de Ecuador que tuvo un hijo en 2016. El archivo periodístico señala que Alexis Taborda es el primer hombre trans que parió en Argentina. En 2013 tuvo por cesárea a su hija, Génesis, en el Hospital Fermín Salaberry de Victoria, 120 kilómetros al sur de la capital de Entre Ríos. Su pareja, Karen Bruselario, también es trans.

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Ante la falta de información, investigación y registro estatal, después de su primer aborto Tomás Máscolo se propuso reunir toda la información posible sobre el tema. Lo primero que hizo fue recurrir a Google y se encontró con una mayoría de artículos en inglés. En ese buceo virtual dio con el activista y profesor estadounidense Dean Spade. Le escribió por Facebook y él le contestó con varios textos que todavía no terminó de leer. En esa misma zambullida también conoció a dos referentes de la temática en Argentina: Blas Radi y Mauro Cabral Grinspan, activista intersex y co-director de GATE (Acción Global para la Igualdad Trans*).

Tomás decidió generar su propio corpus. Entrevistó a 30 varones trans de distintos países del mundo. Su archivo tiene relatos de Francia, España, Chile, Italia, Estados Unidos, Perú y, por supuesto, de Argentina. Dio con un patrón que le sirvió para tener un diagnóstico: el temor a terminar presos. Los varones trans que abortan enfrentan una clandestinidad que se duplica: la de un procedimiento que no se hace en condiciones seguras, en el sistema de administración de salud tradicional y la necesidad de negar su propia identidad de género para menguar el maltrato y los riesgos. Muchos de los chicos que él entrevistó le dijeron que habían negado sus identidades. Habían elegido “el privilegio de ser mujeres cis” por un rato. “No es que mintieron. Fue una estrategia para minimizar los riesgos”, dice él.

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“Quiero tener datos científicos pero me resulta muy difícil: no pude conseguir un médico que diga que hizo un aborto a un varón trans”, explica a VICE. Después de la sanción de la Ley de Identidad de Género, pasaron tres años hasta que se reglamentó el artículo 11 que garantiza el derecho a la salud. En 2015 el Ministerio de Salud de la Nación, en ese entonces liderado por Daniel Gollán, dio a conocer una Guía de Atención de la Salud Integral de Personas Trans. Este instrumento destinado a los equipos de salud define a la salud como “un completo estado de bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Tomás Máscolo reconoce el valor de la Guía pero discute con el saber médico que distribuye. “Me parece obsoleta porque generaliza los cuerpos. Dice: “si sos un hombre trans, inyectate 250 miligramos de “testo”, si sos una chica de trans tomá este estrógeno o estos bloqueadores de testosterona”. Y no es lo mismo que vos o yo queramos ser un hombre trans. Todos los cuerpos no son lo mismo”, explica.

Mitos sobre varones trans y embarazo

Muchas veces Google le devuelve a los varones trans que quieren información sobre aborto más respuestas que el sistema de salud tradicional o profesionales que estudiaron medicina. Por eso la circulación de data entre los grupos es a través de las redes sociales como Facebook. Muchos comparten experiencias por allí para derribar mitos. Hay investigaciones que señalan que existe un denominado “período ventana” en el que se sigue menstruando y ovulando, que la testosterona no funciona como anticonceptivo. Para Tomás Máscolo, como para muchos activistas, un desafío y una demanda urgente es investigar y contar con información científica más allá del aborto. Abordar la salud trans desde una manera integral.

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El mito de que los hombres trans son estériles, por ejemplo, circula porque existen países en el mundo que exigen una especie de sacrificio para quienes deciden modificar nombre y género en sus documentos de identidad: les piden que renuncien a sus capacidades reproductivas. Hacia 2017, 22 países de Europa incluían la esterilización entre los requerimiento para reconocer legalmente a una persona como transexual.

Los mitos a derribar alrededor del tema todavía son múltiples. Muchas veces se cree que todos pasan por una histerectomía, la operación quirúrgica que consiste en extirpar el útero total o parcialmente. Pero no todos toman esa decisión: hay multiplicidad de opciones. Hay varones trans que desean gestar y paternar, otros quieren congelar óvulos para hacerse inseminaciones, algunos -que tienen prácticas sexuales de las cuales puede resultar un embarazo involuntario- quieren abortar y existen situaciones en los que pueden ser víctimas de violación y tienen el derecho a interrumpir esa gestación.


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Muchas personas trans vienen dando pelea para participar de los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) en los talleres de aborto. Tomás Máscolo concurre a estos encuentros desde 2006 y tiene una asistencia casi perfecta a pesar de las resistencias de algunas feministas que le dicen que él “se identifica con la identidad del opresor”. Solo se ausentó en 2014 en Salta. Ese año coincidía con la puesta en marcha de la Izquierda Diario, el espacio periodístico donde es editor de la sección Géneros y Sexualidades. En los Encuentros conoció a la activista Lohana Berkins. Aunque no acordaban ideológicamente (ella militaba el Partido Comunista y él en el trotskismo), peleaban por no ser excluidxs de los ámbitos feministas.

“La igualdad ante la ley no es sinónimo de igualdad ante la vida”, es una frase que Tomás Máscolo repite siempre. Es que sabe la discriminación y exclusión sistemática que sufrió como trans, sobre todo cuando llegó a Buenos Aires desde su rosario natal. Sus primeros trabajos fueron en el área de gastronomía. Un grupo de neo-nazis lo atacó en una parrilla en el barrio porteño de Palermo. Y desde entonces dejó de trabajar en ese ámbito. La Ley de Identidad de Género fue una transformación enorme pero la violencia policial y la discriminación cotidiana persisten. En el país que supo tener el primer Bachillerato Popular Trans de todo el mundo en 2011, la Mocha Celis, la agenda pendiente del colectivo travesti- trans no se agota en el aborto ni en la salud integral, es amplia. Además de los travesticidios como última expresión de la violencia machista y la corta expectativa de vida de la población trans anclada en los 35 años; el cupo laboral trans es otra de las demandas que este colectivo le reclama al Estado.

Después del rechazo del Senado, la pelea por el aborto legal, seguro y gratuito sigue y seguirá aún cuando se convierta en norma. Pero, sin dudas, el nivel de discusión se ha elevado: la interrupción voluntaria del embarazo es una demanda de derechos humanos, salud pública y justicia social. Es una demanda de las mujeres, lesbianas, travestis y trans.

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