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En San Salvador el pulque era tan común como el agua potable. Muchos de sus habitantes la hacían de tlachiqueros, oficio que consistía en ir al monte a raspar magueyes y obtener el aguamiel, para luego llevarla a su casa a fermentar.Debía tener unos seis años cuando probé el pulque por primera vez. Aunque en el Valle del Mezquital se le da pulque a los niños por el alto contenido en proteínas, mi padre, como buen fuereño, no lo acostumbraba. Sin embargo, en la casa vecina fermentaban pulque, ahí había un niño de mi edad llamado Marvin, con quien jugábamos todo el día. En una de esas, entramos a una gran habitación donde había enormes tinajas de donde sobresalía una gran espuma. "¿Qué es?", le pregunté. "Pulque", respondió y con el dedo tomó un poco de espuma y la saboreó. Yo hice lo mismo. No sabía que estaba probando los mejores pulques del mundo (los del Valle del Mezquital). Pero tengo bien presente ese día porque fue un sabor intenso y nuevo. La fuerza de la fermentación me hizo arrugar la cara, pero me gustó. Fue la iniciación de todo lo que vendría.
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