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Comida

Me tomé 150 Margaritas en tres días y no fue la mejor decisión

Mientras planeaba un viaje a Cancún, descubrí un hotel que tenía un menú de 150 margaritas, cada una hecha con su propio tipo de tequila.
Mujer bebiendo margaritas
Todas las fotos cortesía del autor.

Artículo publicado originalmente por Munchies Estados Unidos.

"¿Estás… en un carrito de golf?"

Me reí en el teléfono, saludando.

"¡¡¡Hola, señoras!!!", dije, con una vox chirriante mientras el carrito de golf aceleraba a distancia.

En ese momento llevaba aproximadamente dos docenas de margaritas, dos días antes ya me había tomado 50 margaritas.

¿La razón para hacer esto? Vanagloriarme. Hace unas semanas, mientras planeaba un viaje a Cancún, descubrí un hotel que tenía un menú de 150 margaritas, cada una hecha con su propio tipo de tequila. Justo en ese momento juré que intentaría tomármelas todas, y probaría las 150 en el transcurso de mi viaje.

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Resulta que algunas cosas son más fáciles de decir que de hacer, y por eso les presento la historia de lo que pasa cuando una mujer intenta tomarse 150 margaritas sola.

Día 1

Pensaba hacerlo en el transcurso de tres días. Eso significaba 50 margaritas al día, una hazaña que de alguna manera pensé que era posible.

Después de un día de beber margaritas junto a la piscina, llegué con un grupo de mujeres al bar del lobby del Marriott. Una pared gigante de color azul neón sirvió como telón de fondo para los 150 tequilas que figuran en el menú de margaritas. Era un lugar elegante y bueno para retar a mi hígado a una batalla.

Por fin llegó la hora del tequila. El menú estaba dividido en cuatro categorías: clásico, moderno, fusión y exótico. Mi primera margarita fue la Albahaca Mangorita, una mezcla de mango, albahaca, limón y Clase Noble Resposado, añejado en barricas de roble durante 2 a 12 meses, el tequila reposado se encuentra justo en el centro del espectro de tequila, entre el blanco (sin añejamiento) y el añejo (añejado por +1 año). Cada margarita tenía su propio mezclador miniatura, así que podías probar el tequila solo antes de mezclarlo.

Pasé rápidamente por cada categoría. Una Margarita Azul inspirada en cítricos hecha con Herradura Blanco me hizo pensar que el blanco estaba destinado a ser lo mío. Mientras tanto, un "Pucker Up" hecho con Tres Generaciones Añejo y un "Apple Pucker" me hicieron estremecer, de una manera que no era del todo desagradable. Otras margaritas sobresalientes fueron una Jaeger Rita (Jaegermeister, fresa, Lapis Blanco), una margarita Limoncello y algo llamado margarita "Flirtacius" (Tequila Ceninela Blanco, fresa, pepino, jugo de piña).

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No tenía idea del error que estaba cometiendo. En lugar de tomar un sorbo de cada una, decidí que sería mejor tomármelas completas.

12 margaritas más tarde, estaba sosteniendo mi cabeza con las manos tratando de no caerme al piso. Me di cuenta de que no estaba en un barco de piratas navegando hacia el atardecer. No había ningún loro colorido haciéndome compañía.

Día 2

A la mañana siguiente me desperté sintiéndome más vieja, como si unos elfos se hubieran colado en mi habitación por la noche y me hubieran golpeado con almohadas llenas de ladrillos. Maldije el azúcar y sus poderes embriagadores antes de darme una ducha fría que me regresó a la realidad.

Ya en la noche probé algunas de las margaritas más picantes, incluyendo la Piacpina (Avion Plata, jarabe de habanero), así como mi favorita, la Habanerita, hecha con Don Nacho Blanco Extra Premium, habanero y chamoy (salsa de frutas en escabeche), era ácida y picante. Como mi vergüenza ya la había abandonado desde hace tiempo, me propuse atraer a tantos chicos como fuera posible. Varios extras llegaron hasta mí, como diciendo: también te queremos, mamacita.

Algunas otras margaritas incluyeron el Pepinagua (Reserva De Los Gonzales Anjeo, pepino, albahaca), una impresionante margarita Hibiscus y una margarita Prosecco. Las disfruté tanto que incluso comencé a tomarme selfies desafortunadas:

Día 3

Encantada de comer tacos en la cena, me tomé unas margaritas rápidamente. Luego entré al baño para bailar la de "Return of the Mack" de Mark Morrison frente al espejo durante unos minutos antes de volver a salir.

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Esa noche, las margaritas fueron de la sección Fusión del menú. Entraron en juego las especias de formas innovadoras, como la vainilla en la L-43 (Jose Cuervo Tradicional Reposado, jugo de naranja, Licor del 43, vainilla), mientras que una margarita de café inusual sacudió a todo el grupo con su acidez. Una margarita de “7 moles” debutó, confundiendo mi lengua con una letanía de especias. Sin embargo, la ganadora de esa noche fue la margarita Romerita, un cóctel a base de limón con romero y sal de mar con romero ahumado.

La cena transcurrió en un instante, y me hice muy amiga de los mariachis y me di cuenta de que el botón de volumen de mi voz ya no funcionaba. Le gritaba a todos y después de cada bebida, me reía a carcajadas, diciendo groserías alegremente todo el tiempo.

Unos minutos más tarde, estaba en el asiento trasero de un carrito de golf riéndome, le pagué con muchas monedas al chofer y me reuní con el grupo en el karaoke.

Guiada por los impulsos de mi amante favorito, el tequila, no pude evitar hacer lo que me era natural: bailar. Comencé a bailar mientras me sentaba en una mesa… y luego me subí a la esquina y empecé a bailar… antes de que me soltara completamente a bailar al ritmo de Mark Morrison con toda la confianza que solo el tequila te puede dar.

Un viejo se acercó a mí, sonriendo de oreja a oreja.

“No se lo tome a mal, señorita, pero, ¡sí que sabe bailar!

Mi pequeño análogo de Bukowski me sonrió y me dijo:

"Tú sí entiendes… ¡se trata de tener pasión por la vida, de dejar ir y apreciar las cosas pequeñas!"

De hecho si era muy pequeño. En los últimos días había consumido entre 60 y 70 margaritas, preciosas bebidas que hicieron llorar a mi hígado y bailar con total abandono. ¿Será el tequila el secreto de la vida eterna?

Antes de que pudiera plantear esta pregunta, me guiñó un ojo y se fue, dejándome sonrojada y con un nuevo amor por México en mi corazón.

Dios te bendiga, pequeño Bukowski, dondequiera que estés.