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Cultură

Llevo un año tomando mi propia pipí

Xabier usa su primera orina matutina para tratar su psoriasis, y enseñó a su hija a tomarse la suya para tratar los resfriados y las heridas.

Todas las fotografías por la autora.

Xabier me recibe en el patio de su casa, una finca cercana al pueblo granadino de Órgiva, España. Es un hombre de unos 50 años, menudo y fibroso. Son las nueve de la mañana de un domingo y llego media hora tarde a nuestra cita. Habíamos quedado en que se tomaría su ración de primer pis matutina mientras hacíamos la entrevista, así que le pido disculpas por si tuvo que aguantar mucho las ganas hasta mi llegada. Me ofrece asiento, toma un pequeño vaso y desaparece rápidamente en la parte de atrás del huerto, donde un cobertizo en obras hace de baño. Oigo loa orina chisporrotear contra el cristal, y Xabier reaparece con dos vasos llenos de una pipí densa. Por un momento tiemblo pensando que me va a invitar de su propio pis, pero después veo que empieza a mojar un paño blanco en uno de los vasos y a aplicárselo dando pequeños toquecitos por los codos, el cuello, las rodillas y los pies. A su lado, su hija de cinco años, Aine, desayuna tranquilamente.

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Pablo Saz, médico naturópata y doctor en Medicina y Cirugía, y director desde 1992 del curso de Posgrado en Medicina Naturista en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza , incide mucho en el uso tópico de la orina desde tiempos inmemoriales: "Se ha usado mucho en medicina tradicional para el tratamiento de dermatitis, eczemas y psoriasis. De hecho, hay muchas cremas de venta en farmacia que tienen como componente principal la urea. Hace años en España se hacía mucho con orina de monja, de soldado o de yegua, por la sencilla razón que en lugares como conventos, cuarteles o cuadras la recogida se hacía de forma masiva, en grandes cantidades. En principio yo la recomiendo de forma tópica, aplicada sobre la piel, pero es cierto que la medicina tradicional china y la medicina ayurvédica realizan tratamientos por vía oral".

Según explica la doctora Flora Peschek-Böhmer en su libro Urinoterapia, las bacterias que expulsamos con la orina ya le son familiares a nuestro organismo. Si las introducimos de nuevo en su interior, aumenta la aversión del cuerpo hacia estos microorganismos y el sistema inmune se fortalecerá. Este es el primer objetivo de la urinoterapia. En realidad, se trata del mismo principio que el de las vacunas, que contienen un agente semejante al microorganismo que se quiere vencer. A menudo las vacunas están hechas a partir de formas debilitadas o muertas del microbio de esa enfermedad, de sus toxinas o de una de sus proteínas.

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Tras aplicarse orina en la piel, Xabier da el primer trago a su vaso de pipí, se aclara la garganta y se toma el resto de un tirón.

VICE: ¿Cómo sienta eso de tomarte un vaso de orina en la mañana?
Xabier: Bien. El asco y el rechazo hacia el sabor te duran la primera semana; después se pasan. Ya me acostumbré. No es que me encante, pero es mejor que el aceite de bacalao y esas cosas que tomaba de pequeño. Y, desde luego, más sano que los tratamientos tan agresivos que tomé los primeros veinte años de mi vida. Diría que me compensa.

Además, lo cierto es que todos, absolutamente todos, hemos bebido nuestra propia orina. En el vientre de la madre, el embrión está alojado en el amnios, que es lo que está lleno de líquido amniótico. El embrión expulsa su propia orina al líquido amniótico y lo vuelve a captar. Y es un error toda la industria de los pañales, en la que se protege a los niños de sus propios productos de desecho. Para el niño, tanto la caca como la orina son creaciones suyas, cosas que ha fabricado él, y, como tales, le despiertan curiosidad. Hay que dejar que los niños jueguen con su caca. Es natural. Lo que no es natural es el tabú que se ha creado con los procesos de mear y cagar.

¿En qué consiste el tratamiento? ¿Cuál es tu dosis diaria de pipí?
Yo, por sistema, para tratar mi psoriasis, tomo un vaso de mi primer pis de la mañana en cuanto me levanto. El chorro medio, es decir, ni el primer chorro de pis ni el último, sino el trozo de en medio. Todos los días. Y también me aplico un poco en las zonas en las que solía salirme la psoriasis. Mi chica lo toma sólo en momentos puntuales. Para un dolor de garganta, por ejemplo. Y las niñas lo mismo, sólo cuando están enfermas. Si se caen y se hacen una herida, ellas mismas se ponen un poco de su propia orina sobre la herida, sin que les digamos nada.

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¿Cuándo escuchaste hablar por primera vez de la urinoterapia?
La primera vez fue en una comunidad en el campo en Alemania. Estuve allí visitando a unos amigos. Tendría unos veinticinco años. Una noche hubo un accidente y un tipo se quemó los brazos, el pecho y parte de la espalda en una hoguera. Una señora mayor neozelandesa que vivía allí y que había sido médico en su país nos hizo orinar a todos en un cubo y se lo aplicó al hombre en las quemaduras con unos trapos. La mejoría fue inmediata. Después tuve una amiga que, para curarse de una cistitis crónica que sufría, acudió a un homeópata que le preparó y aplicó vacunas de su propia orina.


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Pero tardaste mucho en someterte al tratamiento tú mismo.
Sí. He vivido rodeado de muchas corrientes médicas distintas, y probé otras cosas distintas a la urinoterapia. Algunas de ellas mejoraron mi psoriasis, pero ninguna fue tan eficaz como el tratamiento que sigo desde hace un año. Mi chica y yo nos leímos el libro Urinoterapia, de la doctora alemana Flora Peschek-Böhmer, y fue cuando decidí tratarme con mi propia orina.

¿Cuál es tu historia con la psoriasis?
La tengo casi desde niño. Tendría unos doce años cuando tuve el primer brote. Mi padre y mi hermano también la sufren desde siempre. De pequeño era un infierno: te pica y te duele. También recuerdo las burlas y el asco de los otros niños. Mis eczemas, en los peores brotes, me llegaron a salir en la cara y en la cabeza, debajo del pelo. Terrible. Me afectó mucho durante la infancia, y los tratamientos eran muy agresivos, con corticoides. Imagina un cuerpo tan pequeño repleto de corticoides, antralinas, alquitranes. Vivía intoxicado. En la juventud, gracias a que empecé a relacionarme con gente interesada en el naturismo, fui capaz de controlar mi psoriasis con medicina natural. Por primera vez dejé de tomar medicación y de aplicarme cremas con corticoides. El eczema mejoró mucho, aunque nunca me desaparecieron los de los pies y las piernas.

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Hasta ahora. (Observo las piernas y los pies de Xabier, que no muestran signo alguno de psoriasis).
Hasta ahora, sí. Hace un año, tras leer el libro que te comenté, empecé el tratamiento. Al principio el cuerpo no reacciona bien. Las primeras dos semanas tuve un rebrote, pero decidí seguir, a ver qué pasaba. Y de pronto, desapareció.

¿La tomas como prevención y para tratar tu psoriasis, o también para otras dolencias?
Con urinoterapia me he curado de resfriados, infecciones de los bronquios… A nuestros niños también los hemos tratado así. Aine, mi hija menor, pasó el año pasado una tosferina tratándose sólo con su propia orina y con infusiones de llantén y tomillo. Estuvo quince días en casa y perdió días de colegio. Los médicos querían darle antibióticos para que se curase pronto y que pudiese volver a la escuela. Insistían mucho con eso. Y yo le decía: A ver, señor doctor, ¿no es mejor que descanse el tiempo que necesite y que su propio cuerpo reaccione ante la enfermedad, a atiborrarla a fármacos que, a la larga, dañan su organismo? Sinceramente, me parece una irresponsabilidad darle medicamentos a un niño cuando es innecesario. Si es algo grave, y no queda otro remedio, lo comprendo. Pero no en un caso así.

¿Estás en contra de la medicina convencional y de los fármacos?
No estoy en contra de ninguna medicina, pero creo que hay que abrir un poco la mente. Nos centramos demasiado en tratar los síntomas y pasar a otra cosa. Queremos curarnos rápido para poder volver rápidamente a la actividad habitual, y la enfermedad es a veces una señal de nuestro cuerpo para que paremos. Si se me parte una pierna o me tengo que operar de algo, evidentemente, voy a un hospital. Pero en el caso de resfriados, gripes, etcétera, prefiero tratar las cosas de raíz y darles su tiempo de curación. Y si me tengo que beber mi orina, pues me la bebo.

Antes de irme, la hija menor de Xabier, que ha estado callada, pero mirando con curiosidad durante toda la entrevista, también quiere algo de protagonismo e insiste en enseñarme una cosa. Vamos juntas al cobertizo del baño, donde, orgullosa, me enseña un vasito pequeño lleno de orina puesto sobre el retrete. "Este es mi pipí" me dice. "Es menos amarilla que la de mi papá, pero cura mucho más".