En el futuro no existirá ni el dinero, ni tu trabajo, ni tu camello

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El número de la distopía y la utopía

En el futuro no existirá ni el dinero, ni tu trabajo, ni tu camello

"En el futuro a los dealers les puede pasar lo mismo que a los videoclubs”.
TC
ilustración de Teresa Cano

El fin del trabajo, el fin del dinero, el fin del petróleo… En los próximos años nos vamos a enfrentar al fin del mundo en el que todos los que estáis leyendo esto hemos crecido.
Ya lo estamos viviendo, pero es algo tan natural que no nos damos ni cuenta. Cada día un pequeño cambio nos lleva un poco más cerca de ese nuevo mundo. Antes tenías que pelear con los taxistas para pagar una carrera con tarjeta, ahora pillas un Cabify y ni siquiera tienes que sacar la tarjeta.

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Este fin del mundo al que estamos abocados, no implica necesariamente nuestra destrucción, aunque sí nuestra transformación y sobre todo un largo periodo de adaptación hasta que la sociedad asuma todos los cambios que nos vienen encima.

Esto no es la primera vez que pasa. Los carboneros también pensaron durante un tiempo que eran imprescindibles, pero un día se quedaron sin trabajo y se tuvieron que buscar otro. Seguramente no lo pasaron bien pero apuesto a que la mayoría salieron adelante. La magnitud de los cambios que nos vienen son mucho mayores y están relacionados con la inteligencia artificial y la implantación de internet en todos los campos de nuestra vida.

La periodista Marta García Aller ha investigado profundamente este tema, hablado con expertos y viajado a lugares donde cosas como el dinero ya casi no existen, para escribir El fin del mundo tal y como lo conocemos, editado por Planeta. Un libro interesantísimo y sobre el que quedamos con ella para hablar.


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VICE: Hola Marta, una de las cosas que va a cambiar es el trabajo. El trabajo de miles de personas será realizado por robots. ¿Qué haremos entonces con todas esas personas?
Marta García Aller: Nos da miedo la automatización cuando pensamos en el futuro, pero no cuando pensamos en el pasado. Por eso nos parece normal tener un lavaplatos y un portero automático pero nos inquieta que se roboticen muchas de las tareas que se realizan en los hospitales o en los despachos de abogados.

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También esas tecnologías produjeron la desaparición de trabajos que hasta entonces habían sido humanos. Puede que, como indican muchos estudios, un 60 por ciento de los empleos se automaticen en las próximas décadas. Pero no olvidemos que solo un 1 por ciento de las profesiones que existen actualmente son como eran hace un siglo.

"Se están automatizando todos los sectores a la vez. No solo los trabajos físicos, también los que hasta ahora considerábamos más intelectuales"

En mi libro viajo en el tiempo continuamente para hacer del pasado el espejo que nos permita entender mejor dónde vamos. Y, en efecto, todo apunta a que esta vez con la inteligencia artificial es diferente. Porque se están automatizando todos los sectores a la vez. No solo los trabajos físicos, también los que hasta ahora considerábamos más intelectuales.

Igual que la revolución industrial supuso un cambio profundo que llenó el mundo de fábricas y transformó la sociedad, también la revolución digital afectará a todas y cada una de las esferas de la vida cotidiana. Desde la jornada de 8 horas a los fines de semana libres, todo eso son conceptos del siglo XX que se están quedando obsoletos. En el siglo XXI, en una sociedad cada vez más conectada y robotizada, necesitaremos nuevas formas de organizarnos.

"Si queremos que la gente se recicle y se adapte a una sociedad en constante cambio hay que darle la oportunidad de que se forme continuamente"

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La renta universal es una de las propuestas más interesantes para dar solución a la revolución tecnológica, al menos durante el proceso de transición que deje sin empleo a los millones de personas que se dedican a tareas que están a punto de desaparecer.

Si queremos que la gente se recicle y se adapte a una sociedad en constante cambio hay que darle la oportunidad de que se forme continuamente. Poco a poco tendrá sentido vincular las prestaciones a lo que cada uno aporta a la sociedad en vez de al trabajo. Sobre todo si este acaba en manos de los robots.

En tu libro dices que “Todo lo que pueda hacer un algoritmo, lo terminará haciendo”. La inteligencia artificial sabrá hacer muchas cosas que ahora hacemos nosotros. ¿Cuáles son las profesiones más amenazadas?
Las profesiones más amenazadas son las rutinarias. Porque los algoritmos son mejores que nosotros en repetir mecánicamente lo mismo y procesar patrones previsibles. Y las oficinas están llenas de rutinas. Lo están los trabajos burocráticos, los despachos de abogados y hasta el periodismo. Más que profesiones enteras, desaparecerán muchas de las tareas que realizamos. No hay más que ver un capítulo de Mad Men para ver cómo ha cambiado la vida en la oficina desde los años 60. Pues lo que se avecina es un cambio mucho mayor.

"Nunca hubo tantos carruajes tirados por caballos en las grandes ciudades como al principio del siglo XX. No se imaginaban que como medio de transporte no tenían ningún futuro"

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Los teleoperadores, por ejemplo, son una de las tareas que más peligro inminente corren de desaparecer. La inteligencia artificial aplicada al lenguaje permitirá mantener conversaciones fluidas con una máquina, sobre todo para atender cuestiones rutinarias, y las grandes empresas ya están invirtiendo mucho en estos call center automáticos. Paradójicamente, la de teleoperador es también una de las profesiones más demandadas en estos momentos.

Pero también los que herraban los caballos vivieron su momento más dulce justo en vísperas de la aparición del automóvil. Nunca hubo tantos carruajes tirados por caballos en las grandes ciudades como al principio del siglo XX. No se imaginaban que como medio de transporte no tenían ningún futuro.

¿Y las que menos? ¿Cuáles son los factores que harán más o menos difícil que la tecnología ayudada por la inteligencia artificial reemplace a las personas?
Las profesiones con más futuro, además de la que tienen que ver con la robótica y la gestión de big data, son las relacionadas con la empatía y la creatividad. Las grandes tecnológicas están contratando filósofos y psicólogos porque además de enseñar a pensar a las máquinas necesitan entender bien cómo funcionamos los humanos. Y hay muchas cuestiones morales que resolver en un mundo lleno de robots que nos confrontan con nuestros dilemas más humanos. Así que las Humanidades tienen mucho futuro. Las necesitamos para digerir tanta incertidumbre en un mundo que está cambiando de forma vertiginosa.

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"Las Humanidades tienen mucho futuro. Las necesitamos para digerir tanta incertidumbre en un mundo que está cambiando de forma vertiginosa"

Esta pregunta es un poco extraña pero, ¿qué estrategias podemos seguir los humanos para ser más imprescindibles?
Creo que es un error concebir el futuro en una dicotomía de humanos vs. máquinas. Los primeros que nos beneficiaremos de la robotización somos nosotros. Ya se están desarrollando aparatos que aumentan las capacidades humanas, como el Aura Powered Suit, uno de los 10 objetos que según el Victoria & Albert Museum de Londres más nos van a cambiar la vida. Este corsé inteligente es muy ligero y se puede llevar bajo la ropa. Al estar en contacto con la piel su estructura 3D facilita el ejercicio muscular de las personas mayores.

Aplicado a gente sana y joven actuaría como el traje de un superhéroe porque incrementa tus capacidades. Hasta ahora estamos acostumbrados a que estas tecnologías sirvan para curar enfermedades, pero ya se está explorando la forma en que la inteligencia artificial, el big data y la robótica pueden convertirnos en una especie de superhumanos. En el fondo, también los smartphones nos están volviendo cíborgs siempre conectados. Los robots del futuro puede que seamos nosotros mismos.

"Los robots del futuro puede que seamos nosotros mismos"

En realidad planteas una perspectiva respecto al empleo muy centrada en el mundo occidental. ¿Las cosas serán diferentes en otros países menos desarrollados? ¿Cómo crees que esta nueva revolución industrial les afectará a ellos?
La que estamos viviendo es una revolución digital y los países en desarrollo también la están experimentando en otra medida. En África, tener una cuenta bancaria es tarea imposible para el 65 por ciento de la población.

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Sin embargo, hay el triple de monederos electrónicos que en el África subsahariana que en EE.UU. Países como Kenia están viviendo ya una auténtica revolución gracias a los smartphones, porque está permitiendo tener cuenta bancaria en lugares donde jamás se ha abierto una sucursal. Sin embargo, el 70 por ciento de los africanos tienen un móvil pero solo dos tercios son smartphones.

El reto es lograr que esta transformación digital favorezca el desarrollo, reduzca desigualdades y la falta de transparencia. Facilitar la conectividad en estos países es clave, pero la tecnología por sí sola no reducirá desigualdades. Combatir la injusticia necesita de mucho más que un iPhone. No podemos culpar a la tecnología, sino al uso que hagamos de las posibilidades que nos ofrece. Y el mundo digital está lleno de ellas.

Ilustración por Teresa Cano para VICE

Otro cambio interesante que en realidad ya estamos viendo, al menos en las grandes ciudades, es que cada vez se utiliza menos el dinero en efectivo. Un caso paradigmático es el de Suecia, ¿qué nos puedes contar sobre él?
En las páginas de El fin del mundo tal y como lo conocemos hay un viaje al futuro a partir de todas esas cosas que vamos dejando atrás. Y mucho antes que el fin del trabajo llegará el fin del dinero. El cash ya es una tecnología en vías de extinción. Para escribir el capítulo viajé a Estocolmo porque en Suecia ya le tienen puesta fecha de caducidad al dinero para 2030. En realidad, ya sólo lo usamos los turistas. Pero en España ya vamos por igual camino.

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2016 fue el primer año en el que los pagos con tarjeta superaron al efectivo en España. Yo misma he hecho el experimento de pasar un mes en Madrid sin sacar dinero, pagando con tarjeta y con el móvil, y ya es perfectamente posible. Salvo para comprar churros en mi barrio, ya no necesito el efectivo para nada.

En muy poco tiempo se ha popularizado en España la tecnología contactless, y el pago con el teléfono o para pagar comidas a medias con una simple app es cada vez más frecuente. No solo se está quedando viejo el efectivo, también las tarjetas de crédito. En realidad, lo único que necesitamos de ellas es el chip, no el plástico.

"Salvo para comprar churros en mi barrio, ya no necesito el efectivo para nada"

También está desapareciendo la firma de los recibos como manera de demostrar la identidad. En EE.UU. Walmart ha dejado de aceptarla. La biometria (huella digital o incluso un selfi) se va extendiendo como medida de seguridad para demostrar que somos quienes decimos ser. Firmar un recibo está pasando a ser vintage.

En el MWC de Barcelona, Visa tenía un stand este año presidido por un Bentley descapotable. ¿Qué tenía que ver un coche con la mayor empresa de tarjetas de crédito? Visa quería mostrar que su tecnología ya permite pagar desde la tableta que el Bentley lleva en el salpicadero. Desde el parking a una hamburguesa. Y lo mismo con la nevera Family Hub de Samsung, que ya compra ella sola los productos según se acaban.

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El internet de las cosas no necesita cash. De las tiendas de moda también están desapareciendo las cajas registradoras… Y en Amazon Go, la tienda de Amazon en Seattle, puedes echarte al bolso la típica compra del súper sin pararte a pagar. Gracias a la geolocalización y unos sensores te lo cobran directamente al móvil. El fin del dinero es también el fin de los cajeros.

"La desaparición del cash tampoco acabará con los paraísos offshore y siempre habrá países que acepten maletines"

El dinero en efectivo es la piedra angular de muchos negocios ilícitos. ¿Eliminar el dinero facilitaría el fin de algunas de estas actividades o los delincuentes encontrarían otras maneras de seguir con lo suyo?
El fin de los fajos de billetes atados con una goma no es el fin del dinero negro. A lo largo de toda la historia de la humanidad la tecnología se ha usado para el bien y para el mal. Dentro de poco, la propia expresión ciberdelincuencia será redundante porque toda la delincuencia será digital.

Las criptomonedas son solo un ejemplo que ya se está utilizando para manejar dinero negro de forma totalmente digital. Y estamos sólo al comienzo de esta tecnología. La desaparición del cash tampoco acabará con los paraísos offshore y siempre habrá países que acepten maletines. Eso no quita que cambie el modo de delinquir. Para tener una contabilidad B, en el futuro seguramente sea más útil un programador que un contable.

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Todos estos sistemas se basan en internet y en la electricidad, claro. ¿Y si un día se cae internet o nos quedamos sin luz? ¿Qué haremos sin efectivo?
Si un día nos quedamos sin luz e internet seguramente lo que menos nos preocupe será como pagar en el supermercado porque nada funcionaría en la ciudad. Nuestra vida se está volviendo tan dependiente de internet como ya lo era de la electricidad y del agua corriente. Y si alguna vez desaparecen de repente, el caos sería tal que llevar un billete de 20 euros en el bolsillo tampoco serviría de mucho. Eso sí que sería el fin del mundo tal y como lo conocemos.

"España es uno de los países donde más droga se vende online"

Relacionado con lo que antes hablábamos de los negocios ilícitos, hay uno que según tu libro se verá increíblemente afectado por los cambios en el dinero y en el comercio electrónico y ese es el de la venta de droga. Conozco a muchos usuarios de drogas de forma recreativa, pero a muy poca gente que haya utilizado la Deep Web para pillar. ¿Crees que realmente triunfará la compra de drogas de esa forma o será como el libro electrónico, que realmente nunca acabó con el libro en papel?
Si hay una industria acostumbrada a modernizarse a la última tecnología es la delincuencia. En el libro hablo del fin de los camellos porque no es tan descabellado que a los dealers les acabe pasando lo que a los videoclubs. De haber uno en cada esquina a desaparecer por la competencia digital. De hecho, según un informe del Gobierno de Holanda, estamos en el G-8 del trapicheo digital. España es uno de los países donde más droga se vende online.

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Desde que el FBI cerró Silkroad, aquel supermercado del lado oscuro al que se llegó a llamar el Amazon de las drogas, el caso tuvo tanta repercusión en los medios que en vez de atajar la venta de drogas por internet la puso más de moda y surgieron cientos de imitadores. Igual que pasó con el cierre de Megaupload con las películas piratas. Y la dark web no es una misteriosa fosa séptica, es la traslación a lo digital de lo que ya existe offline. Lo que cambia es la profesión: un cibercamello necesita saber programación. Y tal vez para las generaciones futuras comprar drogas en la calle sea tan inverosímil como llamar con un teléfono fijo.

"Y si el envío de drogas en el futuro lo hace un dron que llega a casa y está activado desde otro país sin convenio de extradición? Y si el camello del futuro es un robot, ¿quien iría a la cárcel por el tráfico de drogas?"

Mientras escribía el libro, hablé con muchos expertos en ciberdelincuencia, incluido el equipo de la Guardia Civil que se dedica a esto, y están de acuerdo en que la transformación digital del negocio de las drogas acaba de empezar. De momento, son las grandes mafias las que más están apostando por ello y no tanto el menudeo entre particulares. Pero dicen que es cuestión de tiempo. Y por eso la policía cada vez dedica más recursos al seguir el rastro de la venta de droga online. Es un reto también para las leyes.

En la venta de drogas online las compañías de paquetería se convierten en las nuevas mulas, cómplices inconscientes. ¿Qué responsabilidad tiene el Seur de turno? ¿Y si el envío de drogas en el futuro lo hace un dron que llega a casa y está activado desde otro país sin convenio de extradición? Y si el camello del futuro es un robot, ¿quien iría a la cárcel por el tráfico de drogas? Todos los negocios deben reinventarse con la llegada del big data y la inteligencia artificial. Es también el fin de los camellos tal y como los conocemos.

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De todos modos, según he comentado con algunos consumidores, muchas veces la inmediatez de la decisión de consumo y compra de las drogas no favorece la compra por internet, que tarda días o semanas en llegar si es que llega. ¿Alguna teoría respecto a esto?
Las drogas que de momento se compran más por internet son las asociadas a un consumo lúdico y previsible con cierta anticipación. Son más populares las anfetas, el LSD o la cocaína que otras drogas que dependen más del mono inmediato como la heroína. Muchas de las drogas que se consumen con vistas al fin de semana o a festivales son más fáciles de encargar con tiempo.

Entre lo que más se vende por internet también están los medicamentos ilegales. No olvidemos además que los propios sistemas de mensajería, tipo Glovo, o las apps como Wallapop que ponen en contacto a particulares están facilitando cada vez más el envío inmediato. Hay apps para todo. ¿Por qué no iba a haberlas para esto?

"El último barril de petróleo que se queme en el planeta no costará millones ni producirá guerras por su control, el último barril de petróleo valdrá cero"

En los años 70 y 80, a partir de la crisis del petróleo, comenzaron a salir pelis de distopías en las que el problema era siempre el mismo: el fin del petróleo. Ahora no parece que vaya a pasar algo así. ¿Cuánto tiempo más seguiremos consumiendo petróleo?
El fin del petróleo también está cerca. Pero Mad Max se equivocaba. El último barril de petróleo que se queme en el planeta no costará millones ni producirá guerras por su control, el último barril de petróleo valdrá cero. Y no será el último porque se acabe, sino porque el siguiente nadie lo querrá. Hasta la OPEP reconoce que irá perdiendo valor a partir de 2040. Los ecologistas adelantan más de una década ese declive.

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Preocuparse por cuándo se acabará el petróleo es muy del siglo XX. En el XXI la nueva duda es cuánto tiempo más querremos seguir utilizándolo. El petróleo, que ha sido el motor del mundo en los últimos 150 años, ya no es la energía del futuro, ni el plástico su material. Las pajitas de plástico, los platos y los vasos desechables van a prohibirse a partir de 2020 en algunas comunidades. En Estados Unidos también están desapareciendo. No es un tema menor, es todo un símbolo de que el material del que está hecho el futuro será otro.

Todavía ningún tipo de combustible se mide de tú a tú con el petróleo, es verdad. Pero las energías renovables van en aumento y, según muchos expertos, acabarán reemplazando los combustibles fósiles. El fin del petróleo como el eje de la energía mundial será también el cambio de los juegos de poder entre países. La geopolítica entera del planeta depende de ello.

"El material del que está hecho el futuro será otro"

¿Qué será de países como Dubai o Qatar? ¿Volverán a criar camellos?
Arabia Saudí, el mayor productor mundial de crudo, ha lanzado un plan de transformación de su economía para acabar con su adicción al petróleo. Entre las medidas, contempla la inversión de entre 30.000 y 50.000 millones de dólares en energías renovables hasta 2030. Y varios de los emiratos están también investigando la forma de avanzar en el desarrollo y la comercialización de energías limpias. Pero esta es solo una vía. Están diversificando su economía de muchas formas. Lo vemos hasta en el fútbol.


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Para ir terminando, he de confesarte que me da un poco de miedo todo este traspaso a “la nube” de nuestra vida. Todos nuestros recuerdos, toda nuestra cultura, estará guardada en una máquina creada por nosotros mismos que por tanto, puede fallar. Un libro o un fajo de billetes es más difícil que falle, prácticamente solo son vulnerables al fuego. Internet es mucho más vulnerable. ¿Cuál es tu opinión sobre este tema?
La privacidad es uno de los grandes asuntos que van a ser centrales en darle forma al futuro. En Private Eye, un cómic de ciencia ficción que me gusta mucho, se plantea que en 2076, tras una "explosión de la nube", se ha hecho público todo el rastro digital de la historia y por tanto todos los secretos de la gente. Es un futuro en el que ya no hay Internet y todo el mundo es tan celoso de su privacidad que salen a la calle completamente enmascarados.

Este escenario distópico nos sirve para imaginar una de las tendencias posibles: que en el futuro la privacidad nos obsesione y miremos estos años como un salvaje oeste de la red en el que no había apenas reglas ni teníamos conciencia de los riesgos. Como cuando hasta los médicos fumaban en los hospitales. Estos se recordarían como los años en que aún éramos ingenuos y le regalábamos nuestros datos a las redes sociales sin pedirles nada a cambio. La privacidad puede convertirse en un objeto de lujo solo accesible a quien se la pueda pagar.

"La privacidad puede convertirse en un objeto de lujo solo accesible a quien se la pueda pagar"

Otra posibilidad es que pase exactamente lo contrario. Que la privacidad continúe perdiendo valor en la sociedad hasta que deje de importarnos. Como en “Nosedive”, el primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror: la serie de Netflix plantea una sociedad del futuro basada en una especie de TripAdvisor de la gente en el que todo el mundo conoce e influye en las calificaciones personales de la gente que se cruza por la calle.

Y en función a la calificación que uno tenga puede acceder a unas prestaciones sociales, una vivienda o un trabajo acorde con su puntuación. ¿Una locura, no? Pues en China ya están estudiando implantar algo así. Un sistema de puntuación que conecte todas las calificaciones crediticias, financieras, sociales, políticas y legales de cada uno de sus ciudadanos.

Todo esto es normal que resulte inquietante. Pero de verdad que en El fin del mundo tal y como lo conocemos planteo una visión optimista del futuro. Porque como aún no existe estamos a tiempo de hacerlo bien siempre y cuando nos informemos bien de lo que está pasando. Nos estamos haciendo más que nunca la pregunta de qué puede depararnos el futuro porque la necesidad de vaticinarlo aumenta cuanto mayor es la incertidumbre. Nuestra incapacidad para predecir el futuro sólo podemos aliviarla haciéndonos muchas preguntas. Por eso las páginas de mi libro están llenas de ellas.