'Sentí que me moría': así es la primera vez que sufres un ataque de ansiedad

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'Sentí que me moría': así es la primera vez que sufres un ataque de ansiedad

La ansiedad no tiene edad. Hablamos con cinco jóvenes que la padecen y con el coordinador de la Clínica de la ansiedad.
AC
ilustración de Aina Carrillo

"Sentí que me moría. El corazón se me iba a salir. Anteriormente había notado alguna que otra taquicardia, pero no era lo mismo: esos golpes en el corazón no paraban. Por mucho que intentaba tranquilizarme mi cuerpo iba a lo suyo. En todo momento pensaba que 28 años era una edad muy temprana para morir. No sabía qué me estaba pasando. Dejar la mente en blanco, pensar en playas del Caribe o en cosas bonitas… en ese momento no servía para absolutamente nada".

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Alberto es una de las más de 1.900.000 personas que sufren las consecuencias de la ansiedad en nuestro país según el último estudio de la OMS, que recoge datos de 2015. Y así describe la primera vez que experimentó una crisis de pánico.


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El primer ataque

Paula, por su parte, no recuerda tan vívidamente su primera crisis. "En mi caso la ansiedad empezó con malestar y nervios que no asociaba a nada concreto. No tenían un motivo claro. Los síntomas fueron in crescendo, desde los nervios y el insomnio hasta sudores fríos, arritmias, descomposición de cuerpo y bajadas de tensión. En los ataques más heavys por mi cabeza empezaban a pasar sin control un montón de pensamientos por segundo. Pero de fondo siempre estaba la misma sensación: me voy a morir de este ataque, este sí que no lo cuento".

La última vez que Mario sufrió un episodio como este estaba en el trabajo. Como en las anteriores ocasiones y como le ocurre a Alberto y a Paula, sentía que algo muy malo le iba a ocurrir. Y que le iba a ocurrir inminentemente, que se iba a desmayar o se iba a morir en ese mismo momento. "Al principio, cuando no sabes lo que te pasa, te sientes fatal tras estos episodios porque te preguntas quién eres si no puedes controlar esos ataques. Te cuestionas que te conozcas a ti mismo, que seas el dueño de tu persona y de tus actos. Después vas entendiendo poco a poco", cuenta.

"Por mi cabeza empezaban a pasar un montón de pensamientos sin control. De fondo siempre estaba la misma sensación: me voy a morir de este ataque, este sí que no lo cuento" – Paula

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El Doctor José Carlos Baeza Villarroel, psicoterapeuta y coordinador de la Clínica de la Ansiedad, explica que lo que caracteriza las crisis de pánico, que son una de las formas en las que se manifiesta la ansiedad pero no la única, es precisamente esa sensación de peligro inminente. "Tienen una aparición brusca o súbita y se definen básicamente por dos cosas: una sintomatología fisiológica muy acusada -palpitaciones, taquicardia, tensión muscular, puede que molestias digestivas, ahogo, calor, sudoración excesiva, en algunos casos mareo, visión borrosa…- y la sensación de que va a pasar algo grave de manera inminente. O bien morirse o bien perder el control (trastornarse, volverse loco)".

"Esas tres características -aparición brusca, sintomatología fisiológica y sensación de peligro inminente- son las que definen estas crisis. Luego encontramos otras manifestaciones de la ansiedad que pueden incluir episodios similares, como palpitaciones, angustia, taquicardia, sensación de vulnerabilidad o riesgo y que pueden ser igualmente signos de una ansiedad muy elevada e incluso incapacitante. Pero técnicamente no serían crisis de pánico", concluye.

"La sensación de peligro inminente, de que uno se va a morir o va a perder el control de sí mismo es una de las características que definen las crisis de pánico" – Doctor José Carlos Baeza

Aunque según apunta el doctor lo más común es que la ansiedad y, con ella, estas crisis de pánico hagan su aparición en la juventud, también pueden darse en la adolescencia o incluso en la niñez. Es el caso de Cynthia, que sufrió su primera crisis con 8 años. "Estaba viendo una película de dibujos y uno de los personajes moría. A partir de ahí me empezó a faltar la respiración. Empecé a hiperventilar y a pensar en qué pasaba cuando morías, en la muerte e incluso en que me iba a morir allí mismo", recuerda.

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Mariuca también era una niña cuando sufrió su primer ataque de pánico. "Mi madre nos estaba acostando a mi hermano pequeño y a mí en la cama cuando, de pronto, una sensación de miedo extremo recorrió mi cuerpo. No reconocía a mi madre ni a mi hermano, ni siquiera a mí misma. Fue como una experiencia extrasensorial. Veía todo borroso, como desde la distancia, y pensaba que iba a morir. Empecé a temblar y a llorar. No recuerdo cuánto tiempo duró aquello, pero me marcó de por vida".

"Años después, mi madre me confesó que ella también creció con ansiedad y que lo enterró y lo ocultó durante toda su vida porque le daba vergüenza" – Mariuca

Ni Cynthia ni Mariuca fueron al médico tras estas crisis. "Estaba tan asustada que me daba miedo verbalizarlo y no se lo dije a mis padres", confiesa Cynthia. Mariuca empezó a creer en silencio que estaba loca a partir de entonces. "Crecí pensando que no era como los demás, que tenía una especie de maldición. En aquel momento no había internet en las casas, no había información… muchos años después mi madre ha llegado a confesarme que ella también creció con ansiedad y que lo había enterrado y ocultado durante toda su vida porque le daba vergüenza que le ocurriera".

Sin embargo Mario, a quien su primera crisis le dio, como a Alberto y a Paula, pasados los 20, supo en seguida que lo que le ocurría solo lo solucionaría un especialista. "Me pasé un mes y medio sin apenas salir de casa cuando me dio mi primera crisis y empecé a experimentar síntomas de ansiedad. Era una manera de protegerme, de minimizar los riesgos que yo veía, de estar en un lugar seguro si me volvía a pasar. Pero aquello no ayudó mucho, no evitaba que me ocurriera, así que fui al médico de cabecera. Me recetó benzodiacepinas y me iban bien, pero sabía que no podía vivir así durante mucho tiempo. Era un parche momentáneo, pero no me aliviaban de manera real, no sentía que fueran una solución, así que empecé a ir a terapia".

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"Me pasé un mes y medio sin apenas salir de casa después de mi primera crisis. Pensaba que era la manera de protegerme, de minimizar los riesgos" – Mario

A Alberto, por su parte, no le quedó más remedio que ir al médico inmediatamente después de una de sus primeras crisis. Se desvaneció en el trabajo. "Una ambulancia me llevó al hospital. Una vez allí, me atendieron y me dijeron que era el estrés, que no me preocupara. Yo sabía que no era solo eso, que había algo más. Pocos días después volvió a pasarme dos veces más", cuenta.

Paula estuvo cinco años sin pedir ayuda especializada. "Creo que en mi caso se convirtió en algo que atacaba mi ego. ¿Cómo podía ser que no pudiera controlar algo tan "tonto"? Estuve años intentando "arreglármelo" yo sola, cosa que, claro, no funcionó sino que fue a peor. Empecé a mostrar síntomas de depresión por no buscar ayuda y a frustrarme al no ver una mejora. Antes de entender lo que me ocurría siempre me lo tomé como un síntoma de debilidad. ¿Por qué no podía controlar mi propio cerebro?".

"Al principio, acudir a terapia se convirtió en algo que atacaba mi ego, y por eso no lo hacía. ¿Cómo podía ser que no pudiera controlar mi propio cerebro? – Paula

La vergüenza y el miedo son dos de los "daños colaterales" de la ansiedad. Es por eso que algunos de los que la padecen, como Cynthia o Paula, tardan años en pedir ayuda e incluso en contar lo que les ocurre. "Si le tuviera que dar un consejo a mi yo de hace diez años le diría que fuera a un especialista sin dudarlo. Me he esperado un montón de tiempo para tratarme y me he dado cuenta de que, durante muchos años, he perdido calidad de vida por ello", dice Cynthia Y añade que "el problema es que la ansiedad está invisibilizada y no es tomada como un trastorno serio, por eso mucha gente, como yo, no se anima a ir al psicólogo".

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Cómo ayudar

"Los comentarios estrella que te hacen cuando tienes ansiedad, o que solían hacer porque parece que ya se va tomando más conciencia sobre el tema son: "cuando te pase, cálmate", "si estás nerviosa, relájate", "si piensas cosas raras, deja de pensarlas"…. Cuando te dicen cosas así es como "Ah, claro, gracias. ¿Cómo no había caído antes?", comenta Paula.

"Al no ser algo físico creo que se entiende menos", opina Alberto. "Es decir, si me hubiera roto un pie, la gente comprendería que es aparatoso, que duele, que es una putada… Pero con la ansiedad, al no verse, al no ser algo tangible, es difícil que se pongan en tu lugar. Has de dar muchas explicaciones y creo que de alguna manera nunca eres capaz de explicar a la perfección lo que se siente al pasar por esto", cuenta Alberto.

"Si me hubiera roto un pie, la gente comprendería que es aparatoso, que duele, que es una putada. Con la ansiedad, al no verse, es difícil que se pongan en tu lugar" – Alberto

"Si tuviera que darle un consejo a alguien que empieza a experimentar los primeros síntomas le diría que fuera a un especialista", añade. "A mí, mi psicóloga me ha ayudado mucho a entender cosas que ni un amigo ni un familiar ni tú mismo puedes entender. Hablar con alguien que no te conoce pero que conoce cómo funciona más o menos tu azotea es muy necesario".

El Doctor Baeza suscribe sus palabras. "Los tratamientos básicos de los problemas de ansiedad son de tipo psicológico. En concreto, funciona de manera muy eficaz un tratamiento que se llama cognitivo conductual, que aplica diferentes técnicas en diferentes fases. La primera tiene que ver con los síntomas, entonces se les explica a los pacientes la fisiología de los problemas de la ansiedad, lo que les está pasando, a qué es debido…., tienen que aprender algunas técnicas de desactivación y relajación para reducir y controlar esos síntomas, y es conveniente también que hagan un poquito de ejercicio físico. Unas 3 veces a la semana, durante 40 minutos aproximadamente.

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En la ansiedad cobra mucha importancia toda la parte de tipo cognitivo, el pensamiento. Anticipaciones, interpretaciones, cálculo de riesgos, atención selectiva a los propios problemas de ansiedad, abuso de la prevención… Si se dan, hay que aplicar una serie de técnicas para regular el pensamiento. Si da lugar a miedos o fobias también hay que introducir técnicas de conducta para el afrontamiento de éstos. Y, finalmente, hay que ver con qué tiene que ver esa ansiedad, qué es lo que la origina y cuál sería el afrontamiento adecuado, la preparación adecuada o el desarrollo de habilidades adecuadas para gestionar mejor no solo la propia ansiedad sino aquello que la origina", cierra el coordinador de la Clínica de la Ansiedad.

"Los estigmas respecto a la ansiedad se van derribando poco a poco. A la gente ya no le da tanto apuro hablar de ello" – Doctor Baeza

Las vidas de Mariuca, Alberto, Paula, Cynthia y Mario estás en parte condicionadas por los trastornos derivados de la ansiedad. Todos reconocen haber dejado de hacer cosas o haber modificado conductas cotidianas a raíz de sufrirla: evitar el metro u otros lugares donde pueda haber aglomeraciones como discotecas o conciertos, dejar el alcohol o las redes sociales… cuando les pregunto qué les hubiera gustado saber antes de experimentar los primeros síntomas la respuesta es casi unánime: que no estaban locos, que la ansiedad es más común de lo que imaginaban.

"Creo que, precisamente, en los últimos años se han dado pasos adelante respecto a esos clichés. A la gente ya no le da tanto apuro hablar de la ansiedad, y por tanto tiene también menos reparo a la hora de acudir a terapia", piensa el doctor Baeza. "Poco a poco se van derribando los estigmas que hay en torno a los trastornos mentales y es por eso quizá que la percepción general sea que los trastornos relacionados con la ansiedad han aumentado. Pero lo que sucede mayoritariamente es que hablamos más de ellos, y eso es muy positivo", sentencia.

"Ponerme el 'traje de astronauta' y pensar en lo insignificantes que somos [las personas] desde el espacio me ayuda a relativizar todo lo que me pasa" – Alberto

Alberto ya sabe identificar cuándo le va a dar una crisis. "Siento que me cuesta respirar, no puedo pensar con claridad. Entonces paro, respiro, me voy al espacio, miro lo insignificantes que somos las personas desde allí arriba y siento que la tarea que esté realizado o el problema que tenga no es nada comparado con la inmensidad de la tierra. No sé, ponerme el “traje de astronauta” me ayuda a relativizar todo lo que me pasa".

Y, gracias a la terapia y a que la ansiedad va poco a poco dejando de ser un tema tabú, cada vez son más los que, como él, saben ponerse el traje de astronauta y mirarse a sí mismos desde el espacio. Los que saben que no están ni solos ni locos.