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¿A alguien le sigue importando Terminator?

El tráiler de la nueva entrega de Terminator nos hace pensar que, de nuevo, nos encontramos ante un producto exageradamente revisionista.

Schwarzenegger tendrá que enfrentarse con su más temible enemigo, su "yo" del pasado. Interesante dilema existencial para el actor.

Cada cierto tiempo reaparece. La mayoría de nosotros ya la hemos olvidado pero, como ese tío que se largó a vivir a Argentina por culpa de un "pequeño" "malentendido" con su socio y que a veces vuelve por Navidad, la saga de Terminator nos sorprende con una nueva sarta de barbaridades, excentricidades y desvaríos.

Me declaro bastante fan de las dos primeras entregas dirigidas por James Cameron. La primera por ser una especie de mezcla entre Nueve semanas y media y Rambo que plantea interesantes propuestas sobre los viajes en el tiempo y la segunda por seguir siendo actualmente la película que mantiene viva la saga de Terminator. Solo hace falta observar cómo las películas que la han seguido han necesitado hacer guiños constantes a escenas y diálogos de la mítica secuela. Está muy claro que Terminator tendría que haber (perdón) terminado después de esta segunda entrega, incluso no hacían falta todos esos cómics que salieron posteriormente, ni los videojuegos ni las series. El universo que nos plantea es realmente inmenso y complicado pero cada intento de avanzar en la trama ha sido un espectáculo vergonzoso en todos los sentidos.

Ahora nos encontramos cara a cara con algo llamado "Terminator Genesis", donde viajamos en el tiempo y nos encontramos directamente con los universos de las dos primeras películas. A través de un evidente McGuffin, asistimos a una revisión de los mejores momentos de la saga: el Schwarzenegger joven y en pelotas de la primera película, las inquietantes habilidades del T-1000 (que ningún otro modelo de Terminator ha llegado a superar nunca a nivel de espectacularización —que de eso trata la saga—) y las ya clásicas frases que se espetaron por primera vez enTerminator 2: el juicio final. En fin, la película no cree en sí misma, necesita evocar los grandes momentos de la saga para sobrevivir. Ya no son tímidos guiños al pasado, son directamente invocaciones de las tramas pasadas, cosa que hace que a nivel metacinematográfico todo encaje de una forma preciosa: solamente la revisión —los viajes en el tiempo— pueden salvar esta producción.

El problema principal de todo esto es el tiempo. La generación a la que le puede importar una continuación de la saga es esa que ahora le importa una mierda lo que haga John Connor, ya que, desgraciadamente, es una generación que ya ha madurado y únicamente está pendiente de que no le echen del curro y, por lo tanto, su vida empiece a convertirse en un auténtico infierno incomparable con lo que pueda llegar a hacer Skynet. De todos modos se entiende, y es hasta cierto punto entrañable, que hayan intentado hacer un producto que reviva la serie original de forma tan descarada, justificando con los viajes en el tiempo la presencia en pantalla de todos esos elementos que en su momento convirtieron esta saga en algo maravilloso.