​Acudimos al mayor encuentro anual de gitanos y nómadas de Europa Occidental

FYI.

This story is over 5 years old.

viajes

​Acudimos al mayor encuentro anual de gitanos y nómadas de Europa Occidental

Una semana al año, la diminuta población de Appleby, en Cumbria, alberga lo que algunos aseguran que es la mayor reunión de gitanos y nómadas de Europa Occidental.

Todas las fotos por Amelia Troubridge

Un pene de caballo, de unos 60 centímetros, se balancea mecido por el viento, soltando orín como si fuera la manguera cortada de un surtidor de gasolina. Su dueño, un semental moteado, piafa orgulloso al áspero amanecer. El campo en el que despertamos gélido y miserable está repleto de caballos de todas las razas y tamaños, encadenados al suelo con robustas argollas de hierro o fijados a la parte posterior de las caravanas. Si preguntas a cualquiera sobre su pedigrí, la respuesta es siempre la misma: "gitano".

Publicidad

Una semana al año, la diminuta población de Appleby, en Cumbria, alberga lo que algunos aseguran que es la mayor reunión de gitanos y nómadas de Europa Occidental. Hasta 10.000 integrantes de esta comunidad de viajeros se acercan hasta Eden Valley para beber, apostar, reencontrarse con viejos amigos, hallar un nuevo amor y, de vez en cuando, comerciar con caballos.

"Imagino que es parecido a lo que deben de sentir los judíos cuando van a Israel", explica el escritor gitano Damian Le Bas. "Por primera vez en tu vida, te encuentras en una mayoría. Appleby fue la primera población que he visitado en la que la norma es ser gitano".

La Feria de Appleby es, quizá, única en su género: un regreso al pasado preindustrial británico, a un tiempo en el que el rigor y la disciplina del siglo XIX todavía no nos había convertido a todos en unas miserables máquinas de trabajar. Durante una semana de junio, el agradable hedor a mierda de caballo reemplaza al de la contaminación de la ciudad. Cientos de caballos gitanos invaden la calle principal y las aguas del río Eden para regocijo de compradores y curiosos, apiñados en las aceras y las márgenes.

La mera existencia de la feria resulta milagrosa. Desde la promulgación de la Egyptians Act en 1554, que otorgaba al Gobierno la potestad de expulsar a los gitanos de Inglaterra "por medios violentos, si fuera necesario", la historia de los gitanos y nómadas de este país se ha visto marcada ininterrumpidamente por la opresión y la exclusión. Su estilo de vida se ha regulado hasta el punto de que la Asociación de Jefes Superiores de Policía ha reconocido que la legislación prácticamente "penaliza el hecho de vivir en una caravana". Los comentarios del Daily Mail sobre la dosis anual de basura que queda en Appleby tras el acontecimiento dejan el mensaje bastante claro: sucios gitanos.

Publicidad

A nuestra llegada a la todavía adormecida Appleby en las primeras horas de la mañana el segundo día de feria, el panorama no es muy halagüeño. Dos caballos habían muerto y no había rastro de actividad en la ciudad. El dueño del hotel en el que pensábamos alojarnos hace una breve aparición. "¡No hay habitaciones libres! ¡Estáis jodidos!", profirió alegremente antes de ocultarse tras una robusta puerta de madera a la que echó el cerrojo.

Mientras vagamos en busca de un lugar tranquilo donde descansar, la única fuente de luz que encontramos procede de una celda móvil de la policía, estacionada amenazadoramente cerca del campamento gitano. Toda una perversa tergiversación de la libertad que una cama sobre ruedas suele proporcionar. El coche se nos cala fatídicamente cerca de un furgón policial y en su interior vemos sombras moverse nerviosas. Un agente nos toma los datos y nos hace ademán de que pasemos al campo de caravanas.

Desde que se empezó a emitir el programa Mi gran boda gitana, que, para Yvonne MacNamara, directora ejecutiva de Traveller Movement, "ha perjudicado a los niños, fomentado la discriminación, el racismo y alimentado los malentendidos, el acoso y la hostilidad" hacia los gitanos y nómadas, estas comunidades han desarrollado una más que comprensible aversión a los periodistas.

"Sin duda ha cambiado todo a raíz de Mi gran boda gitana", dice Le Bas. Mi madre hacía muchas fotos y yo he heredado esa afición. Hace dos años estuve en otra feria de viajeros y unos tipos empezaron a tirarnos piedras a mí y a mi amigo. Los dos somos viajeros, también, pero al vernos con cámaras se cabrearon mucho".

Publicidad

"He conseguido colarme en Downing Street y en fiestas en el Habana Club con Fidel Castro", afirma la fotógrafa Amelia Troubridge, cuya galardonada serie Urban Cowboys (1996) rinde homenaje a los jóvenes nómadas irlandeses. "Esto será pan comido".

Los hoteles en 16 km a la redonda están hasta la bandera, con reservas a menudo hechas hasta con un año de antelación por los cerca de 30.000 visitantes de la feria. Tenemos la suerte de encontrar alojamiento en el Tufton Arms, el hotel más lujoso de la ciudad. En el bar, dos ancianos miran por la ventana con gesto adusto, alargando la mano de vez en cuando hacia la barra para que les vuelvan a llenar sus pintas de cerveza. La escena me recuerda que, pese a los vivos colores y el caos que reinan fuera, estamos en el norte del país, oscuro e industrial. La reacción de los autóctonos es, cuando menos, variopinta. "Es una molestia de tres días y luego se van", declara uno de los ancianos. "No es tan malo como un parto, la verdad".

A pesar del enorme revuelo que genera la feria de Appleby, no se diferencia tanto de cualquier otro evento ecuestre que se celebra en Inglaterra. Jóvenes y adultos, en su mayoría hombres, exhiben sus caballos mientras las mujeres se afanan en distraerlos.

Los diarios suelen decir que la feria viene de antiguo y tiene su origen en la realeza. La cédula supuestamente otorgada por el rey Jaime II en 1685 elevaría gloriosamente la feria de Appleby a la categoría de tradición británica cuya reputación superó a la del Royal Ascot, fundada en la década de 1700 por la remilgada reina Carolina.

Publicidad

"Lamento decirte que, sencillamente, no es verdad", sentencia el historiador y, hasta hace poco, alcalde de Appleby, Andy Connell. El mito de la cédula real nació en 1954, durante uno de los diversos intentos de perpetuar la feria. "En la década de 1970, ya se hablaba de una cédula que el mismísimo rey Jaime había concedido a los gitanos, situación totalmente imposible por innumerables razones y especialmente porque, hasta 1783, la Egyptians Act criminalizaba el haber nacido gitano".

Pese a ello, el exalcalde me invita a conocer al rey. En lo más alto de Fair Hill, Billy Welch "rey de los gitanos del norte" ejerce su reinado desde su impecable caravana.

"No importa a qué parte del mundo vayamos, siempre tenemos la sensación de no pertenecer al lugar", se lamenta Welch. "Incluso en Darlington, donde hemos vivido durante casi 200 años, nos sentimos rechazados por el resto de la comunidad. ¡Y llevamos ahí 200 años! Aún hoy hay gente que me pregunta por qué no volvemos a nuestro lugar de origen. En Appleby, en cambio, no nos pasa eso. Al menos durante esta semana tenemos la sensación de pertenecer a un sitio, un sentimiento de identidad y de abolengo. Esta pequeña parcela del planeta Tierra es sagrada para nosotros".

"El ochenta por ciento de nuestra gente ya vive en casas", prosigue. "Para ellos es importante volver aquí y traer a sus hijos, porque este es el legado de sus hijos y tienen que conocerlo y entenderlo. No pueden olvidarlo y dejar que se esfume. Esto ilustra a la perfección nuestra cultura, nuestro estilo de vida y nuestras tradiciones: las cosas hechas a la vieja manera".

Publicidad

En 2010, quizá para complacer al Gobierno antigitano de Cameron, la policía trató por todos los medios de clausurar la feria.

"Allá donde mirabas", recuerda el antiguo alcalde, "en lugar de ver los rostros amigables de los agentes sonriendo a todo el mundo y dando los buenos días, tu mirada se cruzaba con la de unos autómatas vestidos de negro y armados hasta los dientes, carentes de expresión".

"Obligaron a mi gente a abandonar la ciudad a las nueve y media de la noche", cuenta Welch. "Ancianos, niños, todos en rebaño, como las ovejas, agarrando a nuestras hijas y zarandeándolas. Eso no se hace…"

"En 2010 les hicimos ver que estábamos mejor organizados", explica. Se organizó una protesta, sin violencia ni insultos, contra la policía. "Yo puedo organizarlo. Aquello lo hicimos en unas dos horas. Si hubiera tenido unas pocas semanas o unos meses para organizarlo, podría montar un buen espectáculo".

Desde aquel día, la presencia policial aunque todavía abundante se reduce a agentes de tráfico mínimamente armados.

En la ciudad ya han terminado las pruebas de los caballos y empieza a correr la bebida. Hay problemas en uno de los pubs. Al parecer, un tipo armado con una fusta está lanzando improperios a un cordón policial. Todo apunta a que en breve harán su aparición las porras y las pistolas paralizantes. Pero no, en lugar de eso, ocurre algo que jamás había visto en una situación similar: la policía recula y la paz se restaura. La gente vuelve a sus pintas y al arriesgado juego de las monedas.

Publicidad

"Este lugar es sagrado para nosotros", afirma Welch. "Es nuestra Meca. Nuestro último baluarte en la historia". Al menos durante una semana al año, esta ciudad se convierte en una verdadera ciudad de nómadas y nadie ni la policía, ni el Ayuntamiento, ni siquiera el Daily Mail puede arrebatarnos eso.

Traducción por Mario Abad.