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Los Secretos Ocultos De ZÉ Do CaixÃo

José Mojica Marins empezó a rodar películas a los diez años de edad, y lo ha

LOS SECRETOS
OCULTOS DE ZÉ
DO CAIXÃO

El legendario director José
Mojica Marins no desea matarte

ENTREVISTA DE CHRISTIANO ABRAHAO

FOTOS POR CORTESÍA DE JOSÉ MOJICA MARINS

RETRATO DE SANTIAGO FERNANDEZ-STELLEY

José Mojica Marins empezó a rodar películas a los diez años de edad, y lo ha seguido haciendo durante las últimas siete décadas. Marins es autor de joyas como

24 Horas De Sexo Explícito

y su secuela,

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48 Horas De Sexo Alucinante

, aunque la verdadera locura tuvo su arranque a partir de una pesadilla en la que se le apareció Zé do Caixão, un sepulturero sin rostro que Marins convirtió en su alter ego. Poseído por el concepto, Marins vendió todo lo que tenía para rodar

À Meia-Noite Levarei Sua Alma

[

A Medianoche Me Llevaré Tu Alma

], película inicial de una serie dedicada al personaje y, según se dice, el primer film brasileño de terror. Al no encontrar ningún actor dispuesto a interpretar a alguien tan depravado como Zé, decidió ocuparse del asunto él mismo: se agenció una capa y un sombrero de copa que encontró en el estudio, compró unas uñas postizas en una tienda y, ¡venga! ¡A enterrar gente!

Desde esos días, la carrera de Marins ha sido una búsqueda constante de mujeres hermosas que no pusieran pegas al contacto cuerpo a cuerpo con ratas, serpientes y otras criaturas repugnantes… Y, quizás, pescar en el proceso a alguna que sea merecedora de recibir la peculiar “semilla” de Zé. Ejem. A menudo Marins aparece en público caracterizado como Zé do Caixão, pero pudimos persuadirle de que dejara en casa su atuendo habitual y hablara con nosotros de su trabajo mientras nos tomábamos unas copas en el bar de al lado.

Un fotograma de Encarnação do Demônio [La Encarnación del Demonio] (2008)

Vice: ¿Vienes aquí a menudo?

José Mojica Marins:

Mi apartamento está al doblar la esquina. Cuando tengo que ir a algún sitio, me paro aquí a tomar un margarita o un Bloody Mary.

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Ahora que estás aquí, no sabría decir si me siento triste u honrado de que no hayas venido como Zé do Caixão. ¿Sueles ponerte el traje en las entrevistas?

Lo hacía en el pasado, cuando había una compañía que me pagaba por hacerlo. En los 60, poco después de crear el personaje, ni siquiera podía vestir de negro porque cuando salía de casa la gente se persignaba y me rodeaba, cerrándome el paso. Si no hubiera llevado guardaespaldas, más de una vez me habrían pegado una paliza. Me confundían con mi creación, estaban convencidos de que habia sellado un pacto con el diablo. Fue una época terrible.

¿Tuviste problemas con el Gobierno?

La dictadura militar en Brasil comenzó aproximadamente al mismo tiempo en que se estrenó mi primera película. Fueron detrás de mí durante veinte años. He sido arrestado, censurado y observado con lupa tanto por la Iglesia como por los críticos. Doy gracias a Dios de que grandes cineastas como Glauber Rocha, Rogério Sganzerla y Jô Soares siempre me hayan apoyado.

Tus uñas antes eran larguísimas, ahora son mucho más cortas.

He sido prisionero de mis uñas durante 44 años. Llegaron a medir 90 centímetros. Dejé de llevarlas tan largas a principios de 2000, y desde 2005 me las he ido recortando. Ahora uso uñas postizas.

Zé do Caixão en À Meia-Noite Levarei Sua Alma [A Medianoche Me Llevaré Tu Alma] (1964). Derecha: Dos fotogramas de Encarnação do Demônio.

¿Cómo es que tú, el director, acabaste interpretando el papel de Zé do Caixão?

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Nadie quería hacerlo. Había un actor que me gustaba mucho, Milton Ribeiro; tenía una maravillosa voz, muy profunda, pero pensó, como todos, que estaría ridículo en el papel. Yo tenía ya el dinero para rodar la película y ni se me pasaba por la cabeza no hacerlo, así que decidí interpretar el personaje yo mismo.

Siempre me han impresionado las mujeres de tus películas. Debe ser, por acumulación, la colección de féminas más asombrosa de la historia del cine brasileño. ¿Cuál es tu secreto?

Una vez encontré a una chica poseedora de un rostro increíble, fantástico, pero sus pechos no eran tan bonitos, y tampoco su trasero. Lo que hice fue filmarla de tal modo que pudiese utilizar después las tetas y el culo de otras chicas. Construí en pantalla la mujer perfecta, y tal como edité la película jamás te darías cuenta de que no es la misma. Los hombres se volvieron locos por ella cuando se estrenó el film, pero cuando alguno lograba en alguna ocasión llevársela a la cama, se quedaba decepcionado al averiguar que no era como en la película. Problema de ellos, yo no iba a revelar que había utilizado los pechos de otra persona, y el culo de una tercera. Todo esto era en unos tiempos en los que un hombre podía pasarse un año entero para llevarse a la cama a una chica. Alguno hubo que se llevó un buen chasco.

¿Es cierto que hacía pasar a los actores un “test de valentía”?

Sí. Era un proceso bastante enrevesado. Primero seleccionaba diez mujeres hermosas para cada papel, y después mis tests de valentía se encargaban de ir descartando a las candidatas. No me importa si la que queda no es la mejor actriz, porque sé que la puedo ir dirigiendo a medida que rodamos. Por ejemplo, una vez tuve una actriz que tenía que simular estar atravesando dolores de parto y chillar mucho. Me dijo, “

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Senhor José

, yo nunca he tenido un hijo. No puedo hacerlo”. Lo que hice fue cogerle un dedo con unas tenazas y retorcérselo. Ella, claro se puso a gritar y a gritar. Cuando ya no pudo gritar más, le dije, “¡Así son los dolores de parto!”. Lo filmé, claro. A veces, para mis películas, tenía que recurrir a la realidad. Si la chica no podía simular estar riéndose, entonces le hacía cosquillas filmando en plano corto para que no se me viera y pareciese que era algo natural.

También le encantaba emplear arañas.

Cuando empecé con el rodaje de

Esta Noite Encarnarei no Teu Cadáver [Esta Noche Poseeré Tu Cadáver]

, le dije a las actrices, “Mirad, tengo a un chico comprando arañas en São Paulo, y en la película saldréis tumbadas, en lencería, y las arañas os caminarán por encima”. Todas dijeron que sí, ¡pero es que aún no habían visto las arañas! Cuando las trajeron, las actrices abandonaron el rodaje. Perdí el dinero que había invertido. Todo había sido en balde. Tuve que buscar nuevas chicas, y ahí fue cuando mis pruebas de cámara se empezaron a hacer famosas: ponía a las candidatas colgando cabeza abajo, las enterraba en cementerios y las hacía actuar en escenas con escorpiones, serpientes y arañas. Sólo si eres valiente puedes aparecer en una de mis cintas.

Un fotograma de Encarnação do Demônio.

Suena como si en tus películas todo el mundo se divirtiera menos los actores y actrices.

En Francia publicaron un artículo que decía que había interpuesto una querella a una revista de su país, creo que

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Cahiers du Cinéma

, por haber dicho que los actores morían en mis films, que yo los mataba. Lo único que hacía eran pruebas para averiguar si un actor me iba a dejar tirado o no.

A menudo se ha dicho que estabas metido en el ocultismo.

Por mi forma de hablar corrió el rumor de que era hipnotizador y practicaba la magia negra. Era algo subconsciente. Y acostumbraba a investigar el historial de las personas con las que iba a trabajar; por eso, cuando les hablaba acerca de sí mismas, pensaban que podía leer en sus mentes, que tenía algún poder sobrenatural. “¡Oh, Dios mío, lo sabe todo de mí, me ha leído la mente!” En realidad había hecho un poco de investigación preliminar, sólo eso.

¿Tienes algún nombre para el método con el que diriges?

A mi estilo de dirección le dio un nombre Rogério Sganzerla, el director de

O Bandido da Luz Vermelha

[El Bandido de la Luz Roja], un intelectual. Él, y el también director Jairo Ferreira, lo llamaron “cine de inventiva”. Es como lo que llamamos “cine marginal”, sólo que aún más marginal.

Izquierda: Fotograma de Esta Noite Encarnarei No Teu Cadáver [Esta Noche Poseeré Tu Cadáver] (1967). Derecha: Fotogramas de Encarnação do Demônio.

¿Cómo de marginal?

Intento rodar escenas que parezcan que han costado muchísimo dinero cuando en realidad se han filmado de la forma más barata posible. Una vez estuve en un festival, en Francia, y un americano quiso saber cómo había rodado una determinada escena con arañas. Él creía que estaban generadas con ordenador, y se negó a aceptar que simplemente habíamos comprado unas cuantas de verdad. Esta es mi ventaja: encuentro personas valientes y les hago hacer cosas que parecen haberse realizado mediante efectos especiales.

¿Alguna vez se te han ido las cosas de la mano en un rodaje?

A menudo he tenido que pegar unos cuantos gritos. El poder de la voz, que era uno de los cuatro poderes de Hitler. Lo he hecho cuando he visto necesario poner a todo el mundo en su sitio; asustarles, actuar como un loco que quisiera matarlos a todos.

¿Matarlos?

Tenía una pistola. Decía cosas como, “No os creáis que no me atreveré a pegaros a todos un balazo. ¡Acabemos con la farsa! ¡Estas arañas no pueden haceros daño! Si estáis tranquilos no os morderán”. Los actores sólo se tranquilizaban más tarde, el comprobar que mi pistola estaba descargada.