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Conseguir una habitación gratis a cambio de sexo

Cada vez hay más ofertas y más mujeres que recurren a estos acuerdos sexuales por culpa de la crisis.

No es una leyenda urbana como la de la chica de la curva o una cosa rara que se comente en los más bajos fondos de las grandes ciudades españolas. Concisos pero detallados textos con encabezamientos que aluden directamente a la principal transacción –sexo a cambio de una habitación, generalmente con los gastos ya incluidos− pueblan las webs de anuncios por palabras más visitadas de España, y cualquiera puede encontrarlos fácilmente sin más que un par de pulsaciones sobre el ratón.

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Lo primero que uno se pregunta es si este tipo de trueque es legal. Y la respuesta es que sí, lo es si uno se atiende al marco legal español por el cual las relaciones sexuales consensuadas no son delictivas aun cuando tengan una pátina de pseudo-prostitución como es en este caso. Todavía complica más la cosa el que no se esté produciendo una entrega de dinero directo, como sí ocurre en otros lugares, como por ejemplo los burdeles. En estos casos de intercambio sexual en el domicilio del ofertante la Ley tiene las manos atadas.

Aunque no por completo, en la jurisprudencia española, el principio de libertad de elección sexual prevalece por encima de cualquier otro tipo de acuerdo verbal o escrito al respecto. Así pues, aun dentro de las cláusulas que benefactor y beneficiario hayan pactado, la mujer tiene siempre la última palabra. Ella, la que ha aceptado ese régimen, que suele consistir en sexo estándar dos o tres veces a la semana sin ningún tipo de fetiche en particular, puede siempre negarse a llevarlo a cabo para respetar su libertad sexual. Si su voluntad no fuese aceptada, entonces sí que estaríamos ante un delito.

Pero, ¿cuál es el perfil de ambas partes? Tras analizar una buena cantidad de anuncios, parece haberlos de todo tipo, aunque las edades rara vez pasan de los cuarenta años. Típicamente, el acuerdo se produce entre un joven de más de treinta años y una chica unos años más joven que él, muchas veces procedente de un país extranjero y en una situación tan desesperada que no tiene más solución que aferrarse a este clavo ardiendo.

Esta particular manera de compartir piso no es nueva y no es difícil encontrar anuncios similares de hace tiempo, solo que ahora la crisis económica ha traído consigo un enorme aumento de este tipo de anuncios. La dificultad de mantener una vivienda en las precarias condiciones económicas actuales es cada vez mayor.

En un país en el que los desahucios diarios rondan habitualmente el medio millar, hay un caldo de cultivo muy propicio para que muchos caseros intenten aprovecharse de gente que acaba de perder su hogar o que está pasando por un mal momento económico.

He tenido ocasión de hablar con alguna mujer que ha tenido que recurrir a este tipo de acuerdos y ninguna de ellas hubiera elegido esta opción de forma voluntaria, pero la falta de recursos las ha dejado en un callejón sin salida. Y en él, con el muro detrás, a muchas no les ha quedado más remedio que aceptar la asquerosa oferta de alguno de estos caseros y conseguir así no quedarse en la calle, al menos durante un tiempo.