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Noisey

Cómo ser un niño negro y orgulloso en el Nueva York de los 60 gracias a Nancy Dupree

Cómo las voces chillonas de un grupo de niños negros en un barrio pobre de Rochester pueden devolverte la fe en el futuro.

Los discos con niños cantando son una cosa bien especial. No hablo de esos repelentes niños-genio ni de "mira quien canta junior" o como quiera que se llame ahora el programa de niños haciendo monerías en la tele, sino de niños rodeados de otros niños descubriendo la emoción de estar haciendo una cosa elevada por primera vez. Hablo de todos esos niños que aparecen en los discos de Ella Jenkins jugando a cantar, o los de la escuela Langley cantando"Space oddity" como si no hubiera un mañana. Voces indomables que no pretenden ganar premios ni impresionar a nadie.

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Durante los años 60, Rochester (Nueva York) fue tristemente célebre por ser el primer sitio donde el gobierno norteamericano envió a la Guardia Nacional para acabar con las protestas raciales. El barrio oeste de Rochester tenía una población muy empobrecida y mayoritariamente negra, y durante esa década sus jóvenes eran asediados por una policía local que practicaba detenciones arbitrarias a cualquier joven negro que pasease por la calle. El barrio era un polvorín con un futuro muy poco halagüeño cuando llegó Nancy Dupree.

La poeta, música y activista Nancy Dupree llegó a la Escuela Elemental N. 4 de Rochester para enseñar música y se encontró con una escuela completamente anquilosada, con mayoría de profesorado blanco dando clases a alumnos de color sin conseguir conectar con ellos. Enseguida vio que lo último que necesitaban esos niños era aprender las cancioncitas cursis que llevan enseñando medio siglo, sino canciones de Nina Simone, de Odetta, herramientas para sentirse orgullosos de ellos mismos a través de la música. El proyecto fue creciendo, y pasó de las versiones a hacer canciones propias con ejemplos positivos como James Brown, uno de los artistas favoritos de los alumnos, que cantaba y decía cosas empoderadoras como "soy negro y orgulloso". En aquellos años era el rey del soul, un artista explosivo de origen humilde, trabajador y entregado a su música, deslenguado y con un afro tremendo del que sentirse orgulloso.

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El tema del pelo no es baladí. Todavía hoy existe la idea de que un buen pelo debe ser un pelo Timotey, y por eso existe una industria potentísima dedicada a alisar el cardado natural usando productos ultra corrosivos para el cuero cabelludo desde muy pequeños. En los años 60, la simple idea de decir a los niños que el pelo afro molaba era bastante revolucionaria. No fue el único ejemplo, claro. En las canciones que escribió para sus alumnos aparecía Martin Luther King, un belén negro e incluso un asustadizo Frankestein que sale corriendo al ver un ratón, además de un par de villancicos, entre los cuales destaca "I want". En esta canción hay un juego de pregunta-respuesta impresionante, donde el coro pregunta que le pedirán a Santa Claus para navidad, y los niños van respondiendo cosas como "una casa sin ratas", "una mini falda sin importar que pese 400 kilos" o "quiero mi libertad y la quiero ahora".

Ninguno de esos niños canta con una voz especialmente sedosa, pero lo hacen con un convencimiento tan inspirador que hace absurdo a cualquier niño prodigio. Para ellos no parece haber nada más importante que cantar esas palabras. Aquello debía quedar en algún sitio para poder encender la mecha fuera del colegio y así fue. Nancy Dupree consiguió grabarles. Tenía claro que había que compartirlo con el mundo.

Se dice que Nancy Dupree se encontró a Moses Arch, dueño de Folkway Records, en un viaje de avión y no paró de machacarle durante todo el viaje hasta convencerlo de editar el disco. Como podéis imaginar, su forma de entender la educación solía traerle problemas a menudo con el equipo directivo de la escuela, que acabarían echándola por negarse a llevar tacones. Estuvo involucrada en el partido de los Panteras Negras y se dedicó a dar recitales de poesía bastante adelantados a su tiempo, donde imitaba el acento patois de los inmigrantes jamaicanos, con la intención de elevar su habla no como error, sino como una cultura propia y de valor, encontrándose con la incomprensión tanto del público blanco como negro, que pensaban que se estaba burlando de ellos. Ella siguió en sus trece, claro.

Es una suerte que Nancy Dupree tuviese la cabeza tan dura porque de no ser así nos habríamos perdido este Ghetto Reality. El disco se editó en 1969 y se reeditó el año pasado por Mississippi Records y Moi J'Connais. ¡Es una maravilla! En el escuchareis las voces chillonas y convencidas de un grupo de niños que ya eran conscientes de que su vida podía ser mucho mejor de lo que era. Harmonía, solfeo, era algo secundario. No cantaban como los niños cantores de Viena, pero no tienen rival en cuanto a verdad y pasión. Y cuando esto pasa, es tan significativo que no sobra ni un solo gallo (y se escuchan bastantes), sólo sobra la finura.