El partido de Putin ha entrado a saco en la Duma Estatal —la cámara baja del parlamento ruso— con dos tercios de los escaños. ¿Podríamos decir que este tío es un jefe? No lo sé, pero no olvidemos que, después de una prominente carrera en los servicios de inteligencia soviéticos —el KGB—, a principios de los noventa se metió en política con una carrera igual de meteórica. Y de ahí al cargo de primer ministro, una presidencia, y otra vez primer ministro. ¿Un jefe? Vosotros diréis.

Acusaciones de tongo aparte, Vladimir es un sex symbol en toda regla. Quiero un hombre como Putin, cantaban a ritmo de electro-dance el dúo Poyushchie Vmeste a principios del 2000. Y es que Putin parece tener cierto encanto, una especie de magnetismo que ha llegado incluso al terreno del trap.

Porque aceptémoslo, al final, los vídeos de trap —como manda la tradición hiphopera— están llenos de tipos duros de la talla de Gucci Mane. En fin, pipas, mansiones y billetes; nada realmente ajeno a Putin. Es más, en este aspecto, nadie gana al viejo Vlad.

Putin está metido militarmente hasta las trancas en Ucrania y Siria, y esperemos que nadie le toque las pelotas en demasía porque si echa gasolina a los conflictos congelados de sus vecinos del oeste puede que empiece la tercera guerra mundial o algo mucho peor. Aquí no hay pistola ni semiautomática que valga: ¿qué puede hacer un tipo duro del trap contra un avión de guerra Sukhoi Su-24M? Puede ser que justamente por todo esto el mandatario eslavo haya devenido un icono en la escena.

"I go hard like Vladimir Putin", vociferan los A.M.G. "Para nosotros no fue una estrategia de relaciones públicas, y tampoco una provocación, exactamente. Queríamos hacer una canción sobre alguien inteligente, valiente y fuerte. Teníamos algunos nombres en mente, pero Vladimir Putin era el que más se aproximaba a eso. Me gusta como político y estoy de acuerdo con sus acciones", nos escribe King, de los A.M.G., en un correo a Noisey.

Romeo BlackFlame y Cool llegan a compararlo con Muhamad Ali y Mufasa, del Rey León. "Ni política ni una provocación. Es un símbolo, a juzgar por las tendencias en el mundo. No tiene nada que ver con la persona en sí. Es tan solo una muestra de unidad y fuerza", matizan de una manera menos entusiasta los mencionados músicos a este medio.

Y es que el aprecio a Putin no es un fenómeno exclusivamente ruso. Bandas francesas y germanas cantan en sus idiomas respectivos al exagente secreto. Gorros con orejeras ushanka en la periferia parisina con rifles M-16 de atrezo y tráfico de armas como el hilo conductor de la historia del videoclip. ¿Querrán decirnos algo?

Pistolas en Berlín; carracos en todos lados. Los galos Krimeur y Capital Bra, originario de la ciudad de mayoría rusófona de Ucrania, Dnipropetrovsk, también contribuyen a la causa de elevar a Putin a la categoría de icono.

En el caso del alemán-ucraniano la motivación política es aún más dudosa: el nombre del capo de Rusia acompaña las gestas del cantante: follar en un Mercedes con la chica de turno y otras peripecias de malote. Nada que implique estrujarse demasiado los sesos.

En algunos casos prima la adscripción, en otros es tan solo un elemento accesorio para simbolizar la hombría propia del mundillo. Pero en todos queda claro que en malote a Putin no le tose ni Dios.