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Cultură

Una noche con Pedrerol en el Chiringuito de Jugones

Hablamos con los tertulianos del programa "Chiringuito de Jugones" entre bambalinas. Esto es lo que hacen antes, durante y después de la emisión del programa a altas horas de la madrugada.

Captura de pantalla del programa

Me han invitado a pasar una noche en el plató de El Chiringuito de Jugones y las expectativas son tremendamente altas. No todo el mundo puede tener el placer y la suerte de ver a Pedrerol destapar una de sus exclusivas en riguroso directo, presenciar los cabreos monumentales de Roncero a escasos metros de él, o de acompañar a Pipi Estrada justo antes de que salte al ring.

Mi periplo empezó con un viaje en el AVE Barcelona-Madrid. Cuando llegué a la capital, no me quedó otra que hacer tiempo hasta que fuese la hora de acercarme a los estudios —es lo que pasa cuando un programa empieza a las doce de la noche y tu llegas a las doce de la mañana— y lo más destacable de mi jornada turística fue la manifestación de Vox con la que me encontré en el centro. Reclamaban la libertad del militante detenido por colgar una bandera de España en el Peñón de Gibraltar y me dijeron que para ser catalana era maja. Todo en orden.

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Después de estas y otras aventuras, llegué a las once de la noche a los estudios, donde me esperaba Antonio, el productor del programa, que me acompaña hasta una redacción regentada por apuestos chicos encamisados y repeinados al más puro estilo madrileño. Llevan desde las cinco de la tarde trabajando y se ganan los más de 20.000 seguidores que tiene cada uno de ellos en Twitter a base de sudor y de vaciar latas de Coca-Cola zero para engañar al sueño.

Todos ellos comparten un gran respeto y admiración hacia su jefe, Josep Pedrerol, para muchos el gran gurú del deporte español. Pienses lo que pienses de él, lo que es innegable es que ese hombre es capaz de conseguir que hasta un chicle bien mascado durante horas sepa a gloria y ya no parezca un chicle sino más bien una golosina rellena de cremosa gelatina.

Las primeras en pasar por la chapa y pintura son las musas de El Chiringuito, que se pasean en chanclas antes de subirse a sus taconazos y enfundarse sus vestidos de gala. No paran con los selfies.

Irene Junquera repasa la alineación de hoy: "Esta noche no podré ni hablar", exclama cuando ve que Carme Barceló y Tomás Roncero serán sus compañeros de tertulia. Le pregunto que qué tal el cambio —ha pasado de leer las redes sociales en el programa a formar parte del púlpito de tertulianos—, un cambio que según ella tiene cosas buenas pero también malas. Ahora también la podemos ver en Zapeando, por lo que tiene poco tiempo para ir a visitar a su novio y su vida personal.

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Carme Barceló llega hoy muy animada. Pide un café con leche de soja y se queja al técnico de unas heridas provocadas presuntamente por la petaca del micrófono. Bromea diciendo que por esa zona ya tiene un callo desde Punto Pelota. Un señor muy simpático saluda a las chicas y va repartiendo besos. Es Jorge D'Alessandro, el exfutbolista argentino y exentrenador de varios clubes españoles. Se excusa diciéndome que es una persona muy cariñosa al que le encantan los besos y los abrazos.

Finalmente entra Pedrerol escoltado por Quim Domènech. Lleva una camisa blanca. De pronto se la mancha con algo que parece ser aceite. Pide otra y se la traen inmediatamente. Esa le queda más corta que la anterior, pero con la americana encima ya ni se nota. Aprovecho el momento de distensión para hablar con él. La mancha ha roto el hielo. A simple vista me parece una persona cercana, rigurosa y profesional. Muy profesional.

Hoy en El Chiringuito se hablará sobre las ofertas astronómicas que Neymar Jr. tiene sobre la mesa, ya que muchos periódicos deportivos le planteaban al brasileño si quería ser rico o ser feliz en el Barça. Le traslado la misma pregunta a Pedrerol: ¿Qué prefiere, ser rico o ser feliz? "Ser rico no da la felicidad pero sí ayuda. Tienes que sentir que tu empresa te trata bien, claro. Pero yo entiendo los dos puntos de vista".

Hablando sobre periodismo deportivo me dice que él como periodista no quiere el poder para influir sobre los demás, sino que quiere ser feliz contando aquello que sucede. En esta profesión, asegura, "hay muchos que te quieren pisar".

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"Tienes que convivir con las críticas. Si escribiese un libro de autoayuda diría que el día que no te critiquen tienes un problema. Hay críticos que son extremadamente buenos, y luego hay amargados que se dedican a la crítica. Antes tenías que leer un periódico para saber lo que opinaba la gente de ti, ahora hay Instagram, Twitter y Facebook…".

Sintiéndome cual pupila ante su maestro me atrevo a preguntarle si gestiona él mismo sus redes o tiene un becario para que se las gestione. "No, no… que va… para nada… jamás. La comunicación es de tú a tú. Yo no puedo predicar que me gustan las redes sociales porque es la interactividad entre el espectador y uno mismo y luego que me las lleven… Estaría mintiendo. El que se dedica a esto y tiene alguien que le lleve las redes sociales me parece un farsante".

Pedrerol es una persona con mucho sentido del humor. Se toma tan bien sus imitaciones que hasta invitó a su imitador al programa. Asegura que están hechas con mucho cariño: "Yo he tenido suerte. No he tenido golfos imitándome, he tenido gente con mucha calidad. Hay expresiones que yo antes utilizaba y que ahora me da vergüenza utilizar. Cuando digo 'retratado' ya me da la risa, porque mi imitador lo ha hecho más famoso que yo".

Hoy Pedrerol va con tiempo. Le sobran cinco minutos y eso no pasa todos los días. Se queda concentrado en la salita de invitados. Tiene las cosas muy claras y su discurso en la cabeza. Solo lleva con él tres folios donde están escritos los grandes temas a tratar, las menciones y cuatro apuntes sobre cada noticia.

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La autora con Josep Pedrerol

Antes de que empiece el programa saluda a todos los invitados del público y les da la bienvenida. "Entramos en 3, 2, 1 y ya estamos dentro".

Cuando canta las alineaciones los tertulianos desfilan ante un croma situado justo a la entrada del plató y hacen un gesto para la posteridad. Más de diez pantallas rodean el terreno de juego y un total de treinta personas trabajan para que el programa vaya sobre ruedas. La coordinación entre ellos es admirable.

"Para mí Pedrerol es un genio de la comunicación. Sabe qué contarle a la audiencia y es muy riguroso con el trabajo. Le molesta la vagancia y que le engañen —aseguran los que trabajan para él— Yo antes de trabajar aquí era becario, y te aseguro que les trata muy bien. Lo de 'becarios NO' fue una frase sacada de contexto. Si eres bueno te da la oportunidad".

La lucha entre Barceló y Roncero empieza, y con la disputa un hombre mitad lagarto mitad cámara se arrastra por el suelo para tener un primer plano del cabreo del madridista.

Dan vueltas y más vueltas sobre un mismo tema: ¿Ha hecho bien Cristiano Ronaldo tirando el micro de un periodista a un lago? La mayoría de los allí presentes entienden el enfado del portugués después de saber que la misma emisora acosó al jugador y a su hijo publicando una entrevista con la antigua niñera del crío.

Una hora más tarde aparece Pipi Estrada, periodista deportivo español y expareja de Terelu Campos. No para de moverse entre bambalinas.Me explica que aparece a medio programa para dar más frescura al debate y aportar una efervescencia y un subidón desde un punto de vista más crítico.

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Entra Pipi y empiezan otra vez los berreos. Unas pelotas fucsia con el nombre del patrocinador aparecen por todo el plató casi por arte de magia cuando entra Juanfe Sanz dispuesto a hacer una mención publicitaria.

Pedrerol aprovecha la publicidad —y que su cámara no está pinchada— para dar indicaciones al equipo sobre cómo debe proceder el programa. Sus señas son casi indescifrables pero los que le conocen bien ya entienden qué quiere decir. Pregunta por los puntos que ha marcado aquella noche Felipe Reyes.

Son pasadas las dos y media de la madrugada y el programa llega a su fin. Algunos colaboradores marchan rápidamente mientras otros posan con el público, que les pide algunas fotos. "Te iba a traer una tila pero no te ha hecho falta hoy", le digo a Roncero, que me saluda con dos besos. "No, hoy la cosa ha estado tranquilita", me contesta sonriendo.

Las luces se apagan y el productor acompaña a los asistentes hasta la puerta. Hay algunos que aún les queda dos horas y media de viaje hasta llegar a sus destinos. Comentan que ha merecido la pena aunque mañana toque madrugar.