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Éste es el Madrid de los faraones (y el despilfarro)

Antes de las elecciones, el PP deja como herencia muchas obras y construcciones millonarias y también proyectos 'imperiales' que nunca se llegaron a ejecutar. Tras la 'burbuja', ha quedado un agujero en las arcas municipales y también más deuda para...

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Como todo imperio que sueña renacer mientras se mira en el reflejo de sus cenizas, Madrid conserva templos, palacios y grandes símbolos del despiporre. Las vacas gordas trajeron facturas aún más engordadas y ahora, solo ahora, como en el caso de la Caja Mágica de Madrid, sabemos los ceros que implicaban. Levantar la mirada en algunos rincones de la ciudad y los pueblos de Madrid es toparse con obras públicas desbocadas, reformas delirantes o proyectos a medio hacer. Buenos ejemplos son el Centro Acuático de San Blas, eco de otro sueño dentro del sueño, Madrid 2020, el invisible Centro de Convenciones de la Castellana, un solar literalmente vacío, o el engalanado Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid desde que el ex alcalde y ex ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón se trasladase a sus entrañas versallescas en 2007, un año antes de la quiebra de unos tales Lehman Brothers. Y qué decir del tranvía de Parla. O de la M-30. O el obelisco de Calatrava.

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Lo último que hemos sabido, gracias a las denuncias del Partido Socialista de Madrid (PSM), es que La Caja Mágica, la instalación vanguardista proyectada entre 2006 y 2009 por el arquitecto francés Dominique Perrault, nacida para hacer de paisaje futurista a los campeonatos de tenis de unos Juegos Olímpicos que nunca se celebraron, costó en realidad mucho más de lo que nos dijeron: empezó con un presupuesto de 140 millones de euros y ya va por 326, de los cuáles 32 acaban de salir a flote después de que FCC se los haya pedido al Ayuntamiento de Madrid vía judicial. La constructora busca saldar deudas entorno a un estadio retráctil único en el mundo donde solo ha aguantado el Madrid Open de tenis -la sección de baloncesto del Real Madrid canceló su contrato para jugar en Usera y el extinguido equipo de Fórmula Uno HRT se marchó dejando casi un millón de euros de alquiler sin pagar, según denunció el propio Ayuntamiento-. Suma y sigue.

¿Costará la ampliación de la M-30 y el nacimiento de Madrid Río más que el mismísimo Canal de Panamá? La respuesta es afirmativa, casi el doble. Unos 7.000 millones de euros de coste total -por unos 4.000 del Canal- que el Ayuntamiento de Madrid tendrá que ir pagando hasta 2040. Todo después de tres rescates solicitados al Gobierno y unos pagos iniciales, en plena crisis, de 1.000 millones al año, casi el triple de lo dedicado a políticas sociales en la ciudad.

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Si la M-30 es el gran agujero por el que se cuela la deuda madrileña, el Centro Acuático proyectado en la hipotética Villa Olímpica de San Blas, donde se levanta otro de los molinos gigantescos de la crisis, el Estadio de la Peineta, es el sumidero de otro montón de ceros. Una factura de 137 millones de euros que ya se había inflado hasta los 192 cuando se pararon las obras en 2011. Ahora, a medio hacer, con una estructura de hormigón que va camino de perderse en medio de la nada -con la oposición de Splash#Madrid, que busca devolvérsela a sus vecinos-, la instalación lleva tragados más 50 millones de euros par que su valor actual sea de 19. Otro negocio redondo.

Parla, feudo histórico del PSM, cuenta con uno de los casos icónicos de los últimos años: el tranvía, uno de los mayores dolores de cabeza del recién 'cesado', y ex alcalde, Tomás Gómez. El tranvía de Parla es un clásico de la crisis madrileña que tuvo un sobrecoste del 175%, elevándose hasta los 256 millones según las investigaciones de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía. Y es que fuera del ámbito urbano de Madrid abundan las facturas-globo. Centros culturales, residencias, parques, transportes… Y luego, aparte -pero muy aparte-, está la rehabilitación del casco urbano de Navalcarnero entre 2004 y 2011, que pasó de 586.000 euros a 11,5 millones. Un incremento para los bolsillos públicos de 1.860% que tuvo lugar bajo la supervisión del alcalde Baltasar Santos (PP), que lleva gobernando la localidad desde 1995.

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Volvamos al centro de la ciudad, en concreto a la plaza de las Cibeles, donde desde 2007 habitan las dependencias del Ayuntamiento de Madrid, que antes se escondía en un modesto inmueble de la calle Mayor, la Casa de la Villa. El caso es que a Gallardón, alcalde que soñó con ser el regidor de Madrid-York, imbuido en el sueño de la burbuja en aquellos años donde la pijocreación, la cultura oficial y lo ostentoso se apoderaron de la ciudad, soñó con recibir a sus ciudadanos y cerrar tratos en el despacho más coqueto de la ciudad, con vista a las Cibeles. Y lo consiguió. La factura de la mudanza de 2007, que implicó la cesión de varios edificios públicos por valor de 360 millones de euros, empezó siendo cercana a los 80 millones de euros pero acabó cerca de los 140, un 72% más. Y como "solo un necio confunde valor con precio" -Machado dixit-, Ana Botella heredó la alcaldía y heredó el despacho, donde ha seguido hasta que la cercanía de las elecciones de este año le ha obligado a comprometerse -como el resto de partidos- a volver a La Casa de la Villa.

Unos kilómetros al norte de Cibeles, al final del Paseo de la Castellana, se encuentra el solar del Centro de Convenciones de Madrid, proyectado detrás de las gigantescas cuatro torres -los rascacielos de la ciudad- levantadas sobre la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid. Este pozo sin fondo made in Gallardón no pasó de ser un 3D impactante que dibujaba una piel porosa cubriendo un vanguardista volumen de color blanco. Un fantasma maravilloso que los madrileños tendrán que pagar durante los próximos 43 años: exactamente, 82,7 millones de euros por una obra que nunca pasó de una fase preliminar y que ahora el Ayuntamiento pretende sacar a concurso como "parcela para equipamiento singular". Vamos, que solo podrá contener centros culturales, deportivos o de ayuda social y zonas de comercio de pequeño tamaño. Un negocio redondo en términos económicos.

Ninguna pieza sobre precios inflados y costes faraónicos estaría completa sin el apellido más renombrado en estas artes del despilfarro público: Calatrava. El arquitecto e ingeniero valenciano también pasó por Madrid para dejar, a petición de Gallardón y los próceres de la vieja Caja Madrid, el legado de su incalculable labor. Santiago Calatrava levantó en plena Plaza de Castilla una columna de bronce con placas diseñadas para moverse simulando respirar. Pero aquella escultura con forma de obelisco, símbolo del rotondismo feroz madrileño, nunca terminó de 'respirar' debido al coste energético que demandaba, un contrato de mantenimiento de 150.000 euros al año. Lo que nadie se esperaba eran las denuncias de los conductores que circulan camino del norte de Madrid, deslumbrados por el reflejo del sol en el bronce a ciertas horas. Pero bueno, solo fueron 14 millones de euros. ¿Y lo bien que adorna las Torres Kio?